"Hoy en la radio" (edición especial), por Guillermo Vila
- El trabajo minucioso de Guillermo Vila, plasmado en su recién llegada newsletter, se ha revelado, desde hace unas pocas semanas, imprescindible para entender la estrategia de fondo del día a día de los grandes informativos del prime time de la radio española, que conducen sus primeros espadas: Federico Jiménez Losantos, Carlos Herrera, Àngels Barceló, Josep Cuní y Carlos Alsina
- Cada uno de ellos, desde diferentes cadenas e inspiraciones aspira, en unos casos, a consolidar su comunidad, a diestra y siniestra, y otros a crearla. Y todos, a captar ese recurso tan escaso hoy en día como es la atención, cada vez más dispersa y más inalcanzable
- Niega el autor que estemos en un momento especialmente cruento en la provocación constante entre 'las dos Españas', atendiendo a la frase apócrifa atribuida al canciller prusiano Otto Von Bismark, que dijo: "Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo autodestruirse y todavía no lo ha conseguido”
"El nuevo modelo se fundamenta en la aparición de nuevos actores en la toma de decisiones de las empresas radiofónicas. Las cadenas tratan de competir en el mercado de la atención, absolutamente saturado en esta sociedad hiperconectada en la que vivimos. La transición digital ha derivado en un ecosistema mediático complejo en el que las radios tradicionales buscan nuevas cartas que sean competitivas. Es en este contexto donde los consultores estratégicos externos aportan un enfoque revestido de ciencia: los datos son los nuevos dioses. Se analiza y evalúa cada contenido, la duración de las secciones, qué temas interesan más al target que se busca, y se pone en cuestión hasta la manera de definir a la propia empresa"
La polarización es una costumbre
No creo que la sociedad española viva un momento de
polarización inaudito. De hecho, la fractura ideológica es, en nuestro país,
una cierta costumbre que hemos incorporado a nuestro ADN. Goya nos retrató a
garrotazos; los padres de la Restauración diseñaron un país dividido en
conservadores y progresistas; los años 30 nos trajeron la explosión sangrienta
de esa división latente, y la Dictadura se asentó sobre las ruinas de esa
herida. Es cierto que las tensiones provocadas por el giro radical que, en mi
opinión, ha emprendido un PSOE desnaturalizado han podido agitar los ánimos y agudizar
el enfrentamiento entre unos y otros, pero los polos han existido siempre. Esto
no supone minimizar el riesgo de implosión, pero conocerlo puede ayudarnos a
modular la repuesta y a encuadrar mejor el papel que la radio juega en este
escenario.
De hecho, la clave del éxito de la radio informativa española reside en su capacidad para mimetizarse con la sociedad a la que sirve. Su propia historia es un reflejo del devenir del país. La radio creció rápidamente a finales de los años 20, experimentó su poder propagandístico en la Guerra Civil, se volcó en el entretenimiento durante el franquismo y se hizo definitivamente adulta en la Transición, cuando se consagró como el único medio capaz de adaptarse al vertiginoso ritmo de la actualidad política de esos años. Se consolidó entonces un modelo, el de la "radio de las estrellas", que convirtió a los comunicadores en prescriptores ideológicos, dominadores de la estrategia de sus empresas, que aparecían como subsidiarias. Ese modelo está a punto de extinguirse, como traté de explicar en mi tesis doctoral, en la que analizaba cómo el uso de la consultoría externa y sus métodos de trabajo —encuestas, grupos focales, hasta investigaciones neurocientíficas— estaba dando lugar a un nuevo ecosistema en el que las empresas han recuperado el protagonismo.
Las estrellas se extinguen
De ese modelo de la "radio de las estrellas",
apenas quedan tres exponentes fundamentales: Carlos Herrera, Federico Jiménez
Losantos y Julia Otero. En el caso del dueño de Es Radio, sin matices: es la
estrella, la gente lo escucha a él, no a la cadena; sus filias y fobias
anteceden al relato de los hechos, y su sucesión es prácticamente imposible.
Federico comienza el programa cuando quiere —de hecho, muchos días llega tarde
y tiene que arrancar la segunda hora Rosana Laviada—, ignora los tiempos y toda
exigencia técnica —ponerse los auriculares, manejar las sintonías, trabajar los
cortes— le resulta secundaria. Y todo esto no constituye un juicio ético. Es un
producto más ideológico que periodístico, que se fundamenta en el indiscutible
talento y la vasta cultura de Federico, pero cuya existencia acabará con su
jubilación, sea cuando sea.
En el caso de Herrera y Julia Otero, sí representan ese
modelo de la "radio de las estrellas", pero ya con matices. Ambos
enfrentan muchas más limitaciones empresariales que las que tuvieron (José María) García o
Encarna (Sánchez). A ninguno se le ocurriría retrasar diez minutos un boletín, por ejemplo.
Aun así, su capacidad de arrastre es indiscutible: Julia ha llevado su
audiencia al fin de semana y Herrera logró un trasvase histórico de oyentes a
Cope en tan solo un EGM. Pero no nos engañemos, son los últimos dinosaurios de
un reino en extinción.
Luis del Olmo e Iñaki Gabilondo, competidores y sin embargo amigos, en Barcelona, en la celebración de los Ondas (Fotografía Cadena SER.com) |
Porque (Carlos) Alsina es otra cosa. No aspira a ser masivo ni a ser querido. Busca el respeto de su audiencia a través del relato de los hechos, enfrentando a los políticos con sus contradicciones, en un ejercicio de racionalidad radiofónica encomiable. Pero la estrella no es él. Tampoco lo es Ángeles Barceló. Es cierto que la SER siempre ha primado lo colectivo, la marca del grupo, frente al individuo, pero a nadie se le escapa: la penetración social que tenía Iñaki Gabilondo pertenecía a una galaxia diferente; era otra cosa, otro mundo. Iñaki era Iñaki, y lo que ha venido después, dicho sea con todo respeto, pertenece a otra liga.
"El futuro se abre de esta manera como una ventana de oportunidad para que la radio culmine su enésima transformación. Al igual que hizo durante el franquismo, cuando apostó por el entretenimiento, como se superpuso a la aparición de la televisión, girando hacia lo informativo. El nuevo consumo a través de la pantalla, la aparición de nuevos actores en el mercado de la información y las infinitas posibilidades de la inteligencia artificial abocan a la radio a un escenario disruptivo del que, no tengo ninguna duda, saldrá reforzada, porque la adaptación la lleva de serie"
El imperio de los datos
El nuevo modelo se fundamenta en la aparición de nuevos
actores en la toma de decisiones de las empresas radiofónicas. En Cope, por
ejemplo, lo ideológico ha dejado de ser el argumento fundamental. Hace años,
cuando Federico hacía "La Mañana" y César Vidal "La Linterna", el objetivo era
influir en la opinión pública. Recuerdo aquellas manifestaciones contra (José Luis Rodríguez) Zapatero
en su segunda legislatura en las que, a los periodistas de Cope que las
cubríamos, la muchedumbre nos vitoreaba. Hoy eso sería impensable. Las cadenas
tratan de competir en el mercado de la atención, absolutamente saturado en esta
sociedad hiperconectada en la que vivimos. La transición digital ha derivado en
un ecosistema mediático complejo en el que las radios tradicionales buscan
nuevas cartas que sean competitivas. Es en este contexto donde los consultores
estratégicos externos, con los que trabajan en mayor o menor medida todas las
cadenas privadas, aportan un enfoque revestido de ciencia: los datos son los
nuevos dioses. Se analiza y evalúa cada contenido, la duración de las
secciones, qué temas interesan más al target que se busca, y se pone en
cuestión hasta la manera de definir a la propia empresa, que ya no es la Cope,
sino Cope o la Cadena Cope. Se trata de un proceso de “externalización” de la
toma de decisiones que ya experimentó su éxito en la radio musical, como ha
analizado certeramente Alfredo Arense.
¿Significa eso que la radio generalista ya no pretende la
influencia social? En absoluto. El objetivo, sin embargo, es que esa incidencia
trascienda lo político. Se busca, por ejemplo, dominar la conversación en las
redes sociales, rejuvenecer la audiencia —la gran asignatura pendiente de la
radio generalista—, diversificar los ingresos gracias al entorno digital o
apostar por nuevos formatos.
Guillermo Vila |
El futuro se abre de esta manera como una ventana de
oportunidad para que la radio culmine su enésima transformación. Al igual que
hizo durante el franquismo, cuando apostó por el entretenimiento, como se
superpuso a la aparición de la televisión, girando hacia lo informativo. El
nuevo consumo a través de la pantalla, la aparición de nuevos actores en el
mercado de la información y las infinitas posibilidades de la inteligencia
artificial abocan a la radio a un escenario disruptivo del que, no tengo
ninguna duda, saldrá reforzada, porque la adaptación la lleva de serie y porque
la vida es acaso más interesante cuando se cuenta a través del sonido.
La ventaja de la radio es que es tan natural como contar
historias alrededor de un fuego de campamento, tan espontánea como confesar tu
tristeza a un amigo, y tan necesaria como compartir una palabra de esperanza
con aquellos que se sienten solos.
Sobre Guillermo Vila
Periodista, “por vocación y por convicción”, y profesor-doctor en la Universidad Francisco de Vitoria. Imparte las materias ‘Radio Informativa’ y ‘Tecnología Aplicada’ en el Grado de Periodismo. Entre 2011 y 2015 dirigió la Radio Autonómica de Castilla-La Mancha (RCLM, CMM), donde además presentaba cada día el programa “El Faro de Castilla-La Mancha”. Con anterioridad, trabajó en la Cadena COPE y alcanzó, entre otras responsabilidades, la jefatura de los informativos regionales en COPE Toledo. Entre 2022 y 2024 editó y presentó el informativo “Mediodía Cope” los fines de semana. Colaborador de “Alfa y Omega” y “El Digital de Castilla-La Mancha”. Dirige el periódico universitario “Mirada 21”, de la UFV.