Cuando la radio tenía músculo para llegar a su oyente más cercano
- No puede olvidarse, ahora que acabamos de celebrar el centenario de la radio en España, que las grandes cadenas nacieron de la suma de pequeñas emisoras locales y que si Unión Radio, la primera cadena comercial establecida en España, embrión de la actual Cadena SER, logró su incontestable prestigio fue por la suma de postes de emisión, ubicados en poblaciones estratégicas, con mercados comerciales potentes
- Hoy, las emisoras locales han perdido presencia en antena, reducido su personal de antaño, para ajustarse el cinturón a la nueva realidad que rodea el primer escenario en se mueven los oyentes: sus ciudades de residencia, sus emisoras de proximidad
El técnico de la SER Higinio Hernández ocupándose de la Unidad Móvil de la SER en la plaza de las Ventas de Madrid, años 80 (Archivo SER) |
Eran los tiempos en los que las emisoras locales disponían de redactores y técnicos, además de administrativos, personal de discoteca, cuadro de actores propio, una legión de colaboradores y, por supuesto, un equipo de hábiles comerciales que lograba atraer la publicidad necesaria para mantener todas estas nóminas y, por supuesto, obtener beneficios. Los más jóvenes no recuerdan este escenario de la radio privada española. Eran los tiempos de las vacas gordas, los tiempos en los que, en la SER, la suma de los ingresos procedentes de emisoras locales superaba a la publicidad de cadena
Hacer sonar simultáneamente, en directo -y subrayo en
directo- veintiún campanarios, diecisiete en España y cuatro en lugares de
peregrinación como Roma o Jerusalén, era mostrar mucho músculo, el que tenía
entonces la SER, porque para lograr
esta proeza hacían falta veintiún redactores y otros tantos técnicos de sonido
de exteriores, en total, 42 profesionales que trabajaban previamente durante
horas, para ofrecer a los oyentes una conexión de apenas unos minutos por campanario.
Eran otros tiempos…
Eran los tiempos en los que las emisoras locales disponían
de redactores y técnicos, además de administrativos, personal de discoteca,
cuadro de actores propio, una legión de colaboradores y, por supuesto, un
equipo de hábiles comerciales que lograban la publicidad necesaria para
mantener todas estas nóminas y, por supuesto, obtener beneficios. Los más
jóvenes no recuerdan este escenario de la radio privada española. Eran los
tiempos de las vacas gordas, los tiempos en los que, en la SER, la suma de los ingresos procedentes
de emisoras locales superaba a la publicidad de cadena.
Eran los tiempos en los que las emisoras locales tenían
mucho más peso e influencia en la capacidad de decisión de la cadena. Tiempos
en los que las emisoras cortaban la cadena que les llegaba de Madrid, con el
mandato expreso de emitirla, lógicamente, para difundir un contenido local,
porque traía consigo un fuerte patrocinio. Si Madrid se enteraba, asomaban los
cuchillos, pero, una vez comunicados oportunamente los ingresos provenientes de
esa interrupción, los cuchillos se enfundaban con una media sonrisa.
Eran los tiempos en los que los locutores de las emisoras
locales eran auténticas estrellas en la ciudad en que trabajaban. Su sola
presencia atraía publicidad y los anunciantes se veían muy reforzados cuando
aquellas voces les citaban en sus programas. Las emisoras locales eran la
referencia de la ciudad, más que los periódicos, aunque fueran de larga
tradición en la zona. La radio era lo más. Y se notaba.
Pero el paso de los años fue mostrando otra cara diferente
de la radio local: las campañas fueron bajando, los locutores ya no ejercían de
imanes comerciales. Llegó la crisis estructural de los 2010, y la publicidad
local se retrajo. Y fue entonces cuando las emisoras locales no pudieron
mantener aquel tren de personal tan desbordado que habían disfrutado durante la
época de las vacas gordas. Y la radio local se desinfló.
Desde las cadenas se dieron cuenta de la situación y
tuvieron que ‘tomar medidas’ contra la crisis, que a estas alturas ya
sabemos que se trata de una expresión que puede identificarse más crudamente con
el verbo “despedir”. Y, ante este nuevo escenario de regresión comercial, desde
las centrales de Madrid decidieron recortar la programación local, reconvertirla
primero en regional y posteriormente, como el ciclo no cambiaba, en nacional.
Esta es la publicidad de la SER rescatada por Tony Mascaró |
No es lo mismo mantener 50 programaciones locales con dos, tres personas (150 nóminas), si llega mucha menos publicidad que pueda absorber los gastos, que poner en marcha diecisiete programaciones regionales con dos, tres personas (51 nóminas) que, finalmente, en la última estación del recorte, programar más tiempo en cadena con mayor número de redactores, para ofrecer, supuestamente, más calidad (5-6 redactores).
Pero la decisión, provocada, hasta cierto punto, por la
situación de crisis económica, se les volvió en contra, porque los anunciantes
locales que, pese a sus bolsillos maltrechos, decidieron seguir utilizando la
publicidad en la radio como inversión, y no como gasto, primero, vieron
reducidos sus tiempos de difusión ante la audiencia (su público objetivo) y,
segundo, no querían publicitar un contenido que no se produjera en la emisora
local, porque su mercado estaba en lo local, y no en lo regional y, mucho menos,
en lo nacional. Hay ámbitos, y ámbitos. Intereses e intereses. Y, además,
idiosincrasias no solo distintas, sino hasta opuestas.
Dile a un oyente donostiarra que tiene que aguantar una
emisión deportiva regional en la que se enaltece al Atlético de Bilbao, o
viceversa con la Real Sociedad de San Sebastián, para un oyente bilbaíno.
Trasládese esta realidad de intereses opuestos, y enfrentados, a otras ciudades
españolas donde se reproducen situaciones similares (Vigo/Coruña; Murcia/Cartagena;
Jaén/Linares; Huelva/Sevilla; Oviedo/Gijón; Burgos/Valladolid, etc.) para darse
cuenta de la importancia del mercado local: el que atiende, directamente, los
intereses de una localidad con una profunda identidad social, cultural, y hasta
política.
Eran tiempos en los que la SER mostraba músculo, porque lo tenía |
Esta regresión y recorte de personal y de tiempo de antena de las emisoras locales, y su reconversión en espacios regionales o de cadena, ha hecho que el mercado publicitario local se haya visto contrariado por una realidad centralista (regional o local) que vuelve a agredir la identidad local de una ciudad y de su emisora. De alguna forma, se entiende como una traición de las cadenas hacia sus emisoras locales, que fueron las que, con su esfuerzo y dedicación, hicieron fuertes esas mismas cadenas que ahora, ingratas, les cierran sus micrófonos, en beneficio de supraidentidades que hieren susceptibilidades locales.
Hablamos de un escenario complejo, deteriorado, en que se ha reducido el personal en emisoras (y no solo en emisoras, también el de las cadenas), donde se ha impuesto una precariedad laboral acompañada de fuertes cargas de trabajo que enrarecen el ambiente de un oficio -el de la radio- que requiere, precisamente, de buen ambiente para desarrollar la creatividad y la conexión con los oyentes. Al final, se impone la profesionalidad, pero llega un momento en que el cansancio hace mella en los periodistas y mina irremediablemente su capacidad y su aguante
El nuevo escenario local se mueve, pues, en unos márgenes
ínfimos respecto de los ingresos de los ochenta, noventa, primeros dos mil, o
en décadas anteriores a estas, en que las emisoras locales concentraban en su
nombre más popularidad que la cadena a la que pertenecían. En Madrid, por
ejemplo, todo el mundo conocía ‘Radio Madrid’ y no todos la
situaban en una casi desconocida por entonces ‘Cadena SER’.
Con los recortes progresivos que ha sufrido la programación
en las emisoras locales, la radio de proximidad ha sido la primera que ha
sufrido en sus carnes el deterioro generalizado asociado al medio, lo que
conduce a algunas voces a hablar de la ‘condena de las emisoras locales por
parte de sus cadenas propietarias”. Bien entendido que no todas las
emisoras locales son iguales: no es lo mismo la emisora de Bilbao, Valencia,
Sevilla o Barcelona, que las de Zamora, Ciudad Real, Orense, Benavente o
Lanzarote, por citar solo unas pocas poblaciones. Cada mercado se mueve en
coordenadas comerciales e industriales diferentes, que tienen un reflejo lógico
en las carteras comerciales de las emisoras de la ciudad.
En definitiva, hablamos de un escenario complejo,
deteriorado, en que se ha reducido el personal en emisoras (y no solo en emisoras,
también el de las cadenas), donde se ha impuesto una precariedad laboral
acompañada de fuertes cargas de trabajo que enrarecen el ambiente de un oficio -el
de la radio- que requiere, precisamente, de buen ambiente para desarrollar la
creatividad y la conexión con los oyentes. Al final, se impone la
profesionalidad, pero llega un momento en que el cansancio hace mella en los
periodistas y mina irremediablemente su capacidad y su aguante.
“La campanada de la SER” se pudo hacer porque aquella
Cadena SER era muy diferente a la
actual: concentraba talento humano y recursos técnicos suficientes como para
abordar grandes eventos. Hoy, es cierto, la tecnología IP ha avanzado a un
ritmo impresionante, permitiendo la accesibilidad de los micrófonos de la radio
a lugares inverosímiles. La situación ahora, paradójicamente, es que la técnica
facilita las cosas, pero no hay personal suficiente como para atender todas las
responsabilidades y funciones de un redactor en una emisora local. Ahora los
periodistas ejercen además de técnicos, de cameramans (video), fotógrafos
y programadores web (ocupándose de la home), y, lo peor, cobrando menos
que antes.
Me preocupa -y debería preocuparnos a todos- esta degradación del oficio, mal pagado y mantenido, presionado y débil económicamente, inhabilitado para ofrecer el mejor producto posible, ante una carga de trabajo que afecta, inevitablemente, a la calidad. Y todo esto, en un contexto internacional en que las fakes se extienden como estrategia de algunos poderes que persiguen la inestabilidad permanente, y hasta la destrucción de la democracia liberal, para implantar un estado mucho menos permisivo con las libertades de los ciudadanos y mucho más servil a los poderes públicos.
Los periodistas somos más necesarios que nunca, en un mar de
informaciones confuso e interesado. Somos los responsables de clarificar la
verdad de lo que nos sucede y nos rodea. Y la radio es un medio privilegiado
para llegar al ciudadano, en su primer entorno más cercano, el más próximo a
sus domicilios, el más vinculado a su identidad. La radio de casa...