"La larga sombra que oscurece las programaciones radiofónicas", por Ricardo Haye
- La reflexión del profesor Haye, presentada en las pasadas Jornadas Universitarias "La Radio del Nuevo Siglo. La era del sonido", celebradas en su XVIII edición en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), profundizan en la pobreza no solo de la radio, sino de la propia sociedad adormecida ante lo que se nos viene encima de silenciosa revolución populista basada en un relato acomodaticio con las ideas predominantes lanzadas desde un poder interesado en controlar a la población, e incluso alejarla de los principios democráticos que tantos beneficios nos ha reportado como sociedades inteligentes. La radio, y esto es lo más peligroso, está actuando de cómplice de esta estrategia
¿La radio combate lo suficiente lo perverso del relato falso e interesado? (Fotografía Pexels) |
"La actualidad parece constituir la única razón de ser de la radio. Esa actualidad nos reclama vigorizar la sensibilidad para advertir que la realidad marcha en rumbo de colisión o, quizás, que nos dirigimos hacia un abismo. Es lo que sugiere el alto nivel de apoyo a políticas que remiten a un modelo claramente inhumano. El relato es imprescindible porque convoca a la imaginación y agudiza nuestra sensibilidad, dos facultades cuya necesidad de cultivo resulta preciso no ignorar. Que el principal referente del régimen anuncie su voluntad de destruir el Estado y que no se produzca una movilización masiva para impedirlo sugiere que la organización política del país quizás ya esté comenzando a disolverse. Si no ocurre así, es porque tenemos la sensibilidad adormecida y debemos despertarla"
No. Con
honrosas excepciones, la novedad no está en el aire. Hay que buscarla en otro
lado, porque en la radio convencional los temas se repiten y la forma de
abordarlos es casi siempre la misma, con fuerte hegemonía del modo expositivo
monologal.
En las
ocasiones que ocurre, el modelo conversacional luce un intercambio dialéctico de
escaso espesor conceptual y limitadas capacidades analíticas, riqueza
descriptiva y originalidad en los enfoques.
El
cuestionamiento al encumbramiento del monólogo no pretende condenar o expurgar
a todos los soliloquios. Algunos son capaces de alcanzar niveles reflexivos
extraordinarios y plantearse interrogantes, dudas o desconciertos que ayudan a
iluminar el camino por el que uno transita y, si fuera necesario, modificar el
rumbo que lleva. Pero no todos conducen a una epifanía de la identidad.
En sus distintas aplicaciones, el monólogo ha tenido
cultores destacados. Los dramáticos son un dispositivo literario que se ha
utilizado desde el antiguo teatro griego. Más cerca, un antecedente destacado
fueron las exposiciones que hace casi un siglo comenzaron a realizar en los
bares algunos cómicos estadounidenses. Solían referirse a situaciones de la
vida cotidiana y como lo hacían de pie su actuación pasó a denominarse stand
up. El
español Miguel Gila hacía un humor absurdo e ingenuo pero inteligente, solo
munido de un teléfono en el que nunca escuchábamos a su interlocutor. En mi
país la radio encontró exponentes notables como Hugo Guerrero Martineithz,
capaz de mantenerse al aire cuatro horas solo con su palabra intercalada con
música siempre personalísima, o un estupendo narrador como el uruguayo Arthur
García Núñez, mejor conocido como Wimpy, que hace más de sesenta años escribió
páginas radiofónicas doradas con textos reposados, reflexivos y también mordaces,
que retrataban con gracia enorme la sociedad de la primera mitad del siglo XX.
Pero tampoco
podemos ignorar los riesgos de anclar la propuesta de un medio a una
enunciación estrictamente sujeta a las “narrativas del yo”, especialmente
cuando sus formulaciones son expresiva y significativamente pobres, carecen de fundamentación
o son argumentalmente insuficientes.
En tanto
construcción coral, la radio se ennoblece al recurrir a la polifonía, a la
construcción simbólica asociada, a una discursividad edificada en equipo. Es
allí donde se pueden advertir esas tonalidades diferentes que nutren al
conjunto; los aportes diversos que potencian la textualización que se ofrece y
fortalecen nuestras posibilidades de comprensión del presente.
Por otra
parte, no alcanza con reclamar una radio “conversacional”, con interlocutores
que actúen con un pie de igualdad entre sí. Más allá de que hable una sola
persona o que interactúen dialécticamente varias, necesitamos recuperar la
presencia de textos narrativizantes. Porque aquellos que narran contribuyen
favorablemente a la formación de estructuras cognitivas del pensamiento
narrativo en la infancia. Los textos que no cuentan, en cambio, inducen una
desestructuración del pensamiento.
Somos "el animal que cuenta"
El acto de narrar ocupa un lugar central en la experiencia humana. Las personas contamos historias como un recurso natural para dar sentido a la vida y para evitar que nos resulte caótica e ininteligible. Somos el “animal que cuenta” y, por tanto, no se comprende que la radio renuncie a esa práctica maravillosa.
Miguel Gila recogiendo un Premio Ondas en 1993 (Fotografía |
"Hoy la novedad no está en el éter; las ondas hertzianas parecen consagradas a transportar un modelo repetitivo y recurrente, donde quizás podamos verificar algunos matices ideológicos entre las señales, pero no suficiente variedad semántica o estilística. Es igual en la mayoría de las emisoras: un conductor o conductora informa, comenta y presenta a su elenco de especialistas en política, economía, deportes o espectáculos. El modelo enunciativo es un calco en casi cualquier punto del dial en que decidamos estacionarnos.en la radio convencional los temas se repiten y la forma de abordarlos es casi siempre la misma, con fuerte hegemonía del modo expositivo monologal"
Un enfoque
particularmente inquietante que Han sostiene es que la informatización de la
sociedad acelera la pérdida de su carácter narrativo. En consecuencia, la
necesidad de sentido, identidad y orientación naufraga ante un verdadero
tsunami informativo. En ese bosque espeso de la información, advierte, corremos
el riesgo de extraviarnos.
Su
diagnóstico es inquietante: si cada vez se cuentan menos historias, se limita
la capacidad de empatía, que es la que crea vínculos entre las personas y
genera comunidad. No deberíamos dar la espalda a estos avisos.
Desde hace tiempo venimos proponiendo trabajar en la integración de los aportes del logos y el mito, dado que ambos pueden ser igual de útiles a la hora de explicar el mundo. El logos, desarrollando su tarea a través del raciocinio y el mito, apoyándose en la fantasía y la imaginación. Y, complementariamente, articulando saberes “académicos” y expresiones de la cultura popular cuyo maridaje es menos habitual de lo que resultaría deseable.
Una investigación española de la Universidad de Valladolid sostenía que la exposición reiterada de la infancia a textos desnarrativizantes disloca su pensamiento, perjudica su integración y distorsiona la construcción de su realidad mental y social.
La radio renuncia al relato
En ese marco, resulta inaceptable el abandono de la voluntad de relato que la radio exhibe desde hace décadas. La ficción aparece como un producto cultural capaz de penetrar en nuestras vidas y colocarse al servicio de una adecuada construcción social de la realidad.
También en
esa línea, la hermenéutica ha puesto énfasis en la recuperación del pensamiento
mítico. Pensadores como Ricoeur o Gadamer destacaron la situación privilegiada
del relato por su riqueza simbólica y el vigor de su metaforicidad. Los textos
de la antropóloga francesa Michèle Petit al respecto son igualmente
gratificantes y valiosos.
El discurso
narrativo ofrece una forma de conocimiento y comprensión distinta a la
puramente teórico-discursiva. Las historias son territorio fértil para el
desarrollo de concepciones e interpretaciones acerca del mundo y de la
humanidad.
El relato es imprescindible porque convoca a la imaginación y agudiza nuestra sensibilidad, dos facultades cuya necesidad de cultivo resulta preciso no ignorar.
Ricardo Haye, el profesor autor de esta reflexión |
Tenemos la "sensibilidad adormecida"
Que existan grandes sectores sociales subalimentados y que otra porción nutrida de la ciudadanía permanezca indiferente, debería conmovernos. Que el principal referente del régimen anuncie su voluntad de destruir el Estado y que no se produzca una movilización masiva para impedirlo sugiere que la organización política del país quizás ya esté comenzando a disolverse. Que la noción de patria se diluya y cedamos control de nuestros recursos naturales a potencias extranjeras o conglomerados trasnacionales tendría que ser motivo de una profunda reflexión. Si no ocurre así, es porque tenemos la sensibilidad adormecida y debemos despertarla.
Esa es una tarea que necesita de nosotros y con la que debemos marcar la diferencia con los medios de posición dominante que, según la socióloga Paula Canelo, se han adaptado muy bien al contexto actual de individualismo, desigualdad y derechización social y actúan para reproducirlo.
Para esta investigadora las derechas poseen gran habilidad para construir discursos vinculados con la reproducción de creencias profundas y más bien primitivas, que muchas veces pivotean sobre conceptos catastrofistas, de miedo o de odio, aprovechándose de que vivimos un tiempo en el que “las creencias predominan sobre las ideas".
Por eso es imprescindible abocarnos a la tarea de recuperar las ideas y rescatar la imaginación, que nos ofrecerá recursos para encontrar maneras creativas de superar la situación. Necesitamos ponernos creativos para encontrar las mejores opciones y para movilizar las energías sociales que las pongan en marcha.
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