Juan Carlos Ortega: "He sufrido un desenamoramiento con la radio"
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Entrevistado en “El Purgatorio” (The Objetive) por Carlos Padilla
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"El pódcast es la venganza de los oyentes"
- De “El Ortega” solo se puede ser fan. No solo atrae su genialidad haciendo humor en la radio, que es su cara visible, la evidencia de su trabajo, también atrae, y mucho, su vasta cultura radiofónica, sus referentes y sus recuerdos de la radio. Y aquí, Carlos Padilla, autor del pódcast “El Purgatorio” de ‘The Objetive’, nos ha descubierto a “El Ortega” del pensamiento, el interesado por la ciencia, el atribulado por la fe y el exhausto por la política. “El Ortega” es un hombre del Renacimiento que nos habla a través de una fachada aparentemente superficial, tamizada por el humor, que nos regala una espesa profundidad en el mensaje, que no todos captan. La mayoría se queda en la fachada. Cuando pienso en “El Ortega”, recuerdo ese proverbio chino que afirma que “cuando el dedo apunta a la luna, el necio mira al dedo”. He aquí un resumen de algunos pensamientos de Juan Carlos Ortega, y mi invitación a disfrutar de la entrevista completa
The Objetive, Pódcast “El Purgatorio”, 28.10.2024. Extracto. Tiene en común con Hannibal Lecter su pasión por (Johann Sebastian) Bach y las 'Variaciones Goldberg', pero poco más. No es cuestión de comparar a un caníbal con un cómico, aunque estemos en la era de las hipérboles. Juan Carlos Ortega (Barcelona, 1968) es humorista y duerme cada día once horas. Vive en este mundo —concretamente en Barcelona— aunque él camine por la vida de un modo particular, solitario en ocasiones, nocturno si se queda viendo pelis, siempre originalísimo y libre, muy libre. Presenta "Las noches de Ortega" en la Cadena SER y su estilo paródico de llevar la realidad a la comedia le ha valido elogios, premios y una multitud de seguidores. No tiene el graduado escolar, pero lo compensa con una curiosidad voraz por los personajillos que vienen y van en esta España nuestra. A veces, tan llevada al extremo que los personajes hablan como si lo hubiera escrito Ortega.
Juan Carlos Ortega charlando con Carlos Padilla (Captura video The Objetive) |
-El sonido de la radio en su juventud era el de la onda media. ¿Sigue escuchando así la radio?
-No, ya siempre por el móvil y siempre la oigo en diferido. Básicamente porque me levanto muy tarde y luego escucho los programas matinales, pero a la una de la tarde.
"La radio me gustaba porque era lo único que había chulo. Entonces han salido muchas cosas maravillosas. Han salido los pódcast que en el fondo son radio. Cuando éramos pequeñajos y no nos gustaban el fútbol y todas esas cosas, decíamos: ‘Ojalá pudiera oír hoy domingo el programa que yo quisiera’. Y era imposible, porque estaba todo plagado de fútbol o política. Hoy los oyentes nos hemos vengado con el podcast y podemos oír lo que nos dé la gana"
-¿En qué momento le picó lo de la radio? ¿En qué momento llega la locura?
-La locura, de pequeño, porque a esa edad ya mi madre oía la radio, entonces me quedé flipado, lo cual no es extraño. La radio era la cosa más brutal que había. No había Internet, no había YouTube, no había esas cosas brutales. Y la cosa tecnológica más divertida que había era la tele o la radio, y a mí la tele no me entusiasmaba. La radio era brutal. Yo tengo un hijo de dieciséis años que le encanta YouTube y quiere ser youtuber, lo entiendo perfectamente porque es el paralelismo entre su época y la mía. El YouTube de ahora es la radio de antes, lo que más mola. La radio ya ha dejado de molarme tanto como me molaba antes.
-¿Ha habido desenamoramiento?
-Ha habido ese desenamoramiento. Normal, la radio me gustaba porque era lo único que había chulo. Entonces han salido muchas cosas maravillosas. Han salido los pódcast que en el fondo son radio, pero el pódcast es la gran venganza de los oyentes. Cuando éramos pequeñajos y no nos gustaban el fútbol y todas esas cosas, decíamos: ‘Ojalá pudiera oír hoy domingo el programa que yo quisiera’. Y era imposible, porque estaba todo plagado de fútbol o política. Hoy los oyentes nos hemos vengado con el podcast y podemos oír lo que nos dé la gana.
-¿Te provoca un poco de desazón el que ahora la radio esté muy volcada en la información política? ¿Son muy pesados?
-Mucho. Recuerdo cuando era pequeño, en "Protagonistas" o en "Hoy por hoy", la actualidad política ocupaba una parcela, era una sección. Al principio, hablábamos de política, pero es que hoy se ha convertido en un tramo inmenso de un porcentaje increíble. Y creo que eso ha hecho mucho daño. Antes la actualidad era una de las muchas cosas que se abordaban, ahora es prácticamente la última, la única. Y eso me da rabia.
"Yo quería ser un locutor serio, quería ser un Gabilondo, Luis del Olmo y tal. Me compré una mesa de mezclas y empecé solo en mi casa, a grabar cosicas imitando a los locutores. Pero en cuanto empecé a grabar no me salía la seriedad, me salía la parte mía que debería tener dentro de parodia. Empecé a parodiar la radio que toda mi vida me había gustado. Parodiaba a Luis del Olmo. No imitaba, sino parodiaba el ambientillo de la radio. Y desde entonces, hago lo mismo, parodiar"
-¿Y cuándo se descubre a sí mismo como cómico?
-Buena pregunta. En el fondo, fue casual, porque yo jamás dije yo: «Me encanta la comedia, quiero ser cómico». A mí me encantaba la comedia como consumidor. Me gustaban las cintas de Miguel Gila, me gustaban las pelis de Woody Allen, me gustaba lo que me hacía gracia, cosas objetivamente graciosas quiero decir. Tampoco era muy complejo mi gusto como consumidor. Pero yo quería ser un locutor serio, quería ser un Gabilondo, Luis del Olmo y tal. Me compré una mesa de mezclas y empecé solo en mi casa, a grabar cosicas imitando a los locutores. Pero en cuanto empecé a grabar no me salía la seriedad, me salía la parte mía que debería tener dentro de parodia. Empecé a parodiar la radio que toda mi vida me había gustado. Parodiaba a Luis del Olmo. No imitaba, sino parodiaba el ambientillo de la radio. Y desde entonces, hago lo mismo, parodiar.
-Juan Carlos empezó a dedicarse a la comunicación hace ya unos cuantos años, en los 90, y me han chivado que fue por ganar una especie de taller de radio donde acabaste en La bisagra, que era un programa que hacía un señor llamado Xavier Sardá.
-La cosa fue que yo tenía 18 años, hice un curso de radio y lo gané con el primer premio, lo cual no era especialmente meritorio porque eran todo chavalillos que hacíamos lo que hacíamos. La competencia no era muy grande. Y entonces el director de la escuela me dice: «Bien, como has ganado el premio, te doy a elegir entre ir a trabajar con estos dos: Luis del Olmo o Javier Sardá». Y joder, para mí Del Olmo era la puta hostia. Era el locutor que yo de niño escuchaba, pero había descubierto hacía poco a Javier Sardá, que hacía la radio más moderna del mundo en aquel momento en Radio Nacional de España, que era la modernidad pura. Y dije: «Hostia, me gusta mucho Del Olmo, pero elijo Sardá». Entonces el director dice: «Menos mal tío, porque era la única opción que tengo, lo otra era todo inventado para que pareciera que pudieras elegir». Y sí, empiezo a trabajar ahí con él.
-¿Y ahí le empiezan a descubrir?
-Tampoco me descubro mucho porque yo era muy tonto, sobre todo hacia preguntas para los invitados. Producción en la radio para que la gente lo sepa, no es como en el cine, que es el que pone el dinero. La producción es el que llama al invitado y le pago el taxi. Éramos unos cuantos chavales ahí y hacíamos producción. Tardé mucho en empezar a hacer guiones y luego mucho en empezar a hacer cosas en antena, fue una cosa muy gradual.
-Sí le he escuchado decir que desde que empezó en la profesión le dejaron libertad, que Ortega siempre ha hecho un poco lo que le ha dado la gana. ¿Eso cómo se consigue?
-No lo sé. A veces la gente me ha preguntado: «Pero nunca te has cortado, nunca te cortas a la hora de hacer radio». Jamás tío, de verdad. A lo mejor es porque no se me ocurren cosas especialmente transgresoras, pero es que si no, no podría hacerlo. Los de la Cadena SER saben que yo hago esa media hora las noches de los viernes y saben que he de hacer lo que yo quiera y les gusta, a ellos les parece bien, lo cual eso es milagroso tío. Es brutal. Y la sensación que tengo cuando yo estoy en casa grabando y digo: «Hoy voy a hablar de cosas insólitas y raras, voy a hablar del segundo principio de la termodinámica y luego me lo voy a mezclar con Pedro Sánchez». Cosas que en cualquier reunión te dirían: «¿Tú crees que esto funcionará?», pues me dejan hacer lo que yo quiera, tío. Y nunca me he cortado, y nunca nadie me ha llamado la atención jamás por nada.
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