Alberto, hijo de Herrera, Carlos, profesional de la radio
- Van a cumplirse tres años este verano desde que Alberto Herrera, hijo de Carlos Herrera, sustituyó a su padre al frente del "Herrera en COPE". Ocurrió en el verano de 2021. Desde entonces se ha oído de todo. Sus detractores recurren al argumento fácil: su padre le ha puesto ahí. Pero ¿qué dicen sus oyentes? Según el EGM, se mueve en valores cercanos al millón de oyentes diarios, entre las 10 y las 13 horas, con pequeñas oscilaciones y bastante estabilidad. Dicho de otra forma, le han aceptado
Alberto Herrera en los estudios de COPE (Fotografías COPE.es) |
Alberto Herrera, treintañero, dirige hoy un equipo de sesentones que se ha ganado con su forma de ser, la que le inculcaron en casa. Como su padre, Alberto ha heredado el gusto por la cocina y, como su padre, establece como prioridad de su habilidad compartirla. “Me gusta sobre todo la cuchara, el guiso, y sobre todo compartirlo con gente”. Esto es, exactamente, la radio: una enorme reunión de amigos que se cuentan todo entre ellos, lo bueno y lo malo, porque así es la vida y, como dijo el genio entre los genios, Charles Chaplin, “la vida es una tragedia cuando se ve en primer plano, pero en plano general pasa a ser una comedia”
El caso es que Alberto Herrera, con 17 años, decidió, al
terminar el Bachiller, estudiar ADE y Marketing en el CEU San Pablo de Madrid, algo
muy alejado del mundo de la comunicación al que se habían entregado, en cuerpo
y alma, sobre todo alma, sus padres. Alberto no solo fue un buen estudiante,
sino que también ejerció como emprendedor. Al terminar la carrera fundó su
propia agencia de publicidad con un buen amigo. Pero la pandemia despertó su
espíritu comunicativo, que permanecía dentro de él en una especie de letargo latente, tal vez
inconsciente y desde luego heredado, y se estrenó en Rock FM haciendo un programa que tituló "Area 27". Fue su
bautizo profesional de radio. Era solo el comienzo.
Contrariamente a lo que podría pensarse, conociendo su
orgulloso parentesco, su señor padre no ha querido ocuparse de la
formación en radio de su hijo, pese a los requerimientos varios de Alberto. Su
padre, es verdad, es su jefe, pero no ejerce como tal. Lo contaba el mismo Alberto en
una entrevista en el diario ‘Las Provincias’: “Es
un jefe con el que apenas hablo de trabajo. Yo le he preguntado tantas cosas...
pero él siempre me dice lo mismo, que él aprendió solo y que yo aprenderé
conforme a mis 'accidentes' profesionales. Así que cuando estoy con él intento
disfrutar más de mi padre que de Carlos Herrera. La que ha sido más crítica es
mi madre, por la que siento una profundísima admiración, es una leona
trabajando. Ella, quizás por el vértigo de ver a su hijo que se enfrentaba, a
las 10 de la mañana, a una audiencia de tres millones de personas, sí me
recomendaba algunas cosas”, explicaba.
Y ahí está, cada mañana, Alberto Herrera, al frente del
tramo de magacine de “Herrera en COPE” (10-13 horas), acumulando ‘accidentes’
profesionales, aprendiendo, disfrutando, absorbiendo, como un alumno
agradecido, que sabe, porque es inteligente, que había muchos aspirantes a ese
puesto, que él ha ocupado por ser 'hijo de...'. Pero ha demostrado que el esfuerzo,
la dedicación, la profesionalidad, sin olvidar el compañerismo y hasta el
sentido del humor (imprescindible), son factores que le han permitido
desarrollar una carrera en la radio que, probablemente, no esperaba cuando
eligió sus estudios universitarios y que hoy le llena profunda y sinceramente.
“Mi
objetivo es trabajar para que el programa de hoy salga lo mejor posible, y si
eso lo hago todos los días a lo mejor en un largo plazo sigo frente a un
micrófono, que creo que es una profesión preciosa. Mi vida ahora mismo es la
radio y estoy enamorado del micrófono al que le hablo. Para mí la radio es
compañía, es un amigo que te habla constantemente y yo quiero ser el amigo de
todo el mundo. Y trabajaré para ello”, asegura.
La 'saga de los Herrera' en COPE |
Es difícil, y complejo, elegir la postura de análisis adecuada en este caso: el padre introduce al hijo y le coloca en la radio. Sí, de acuerdo. Primero, ¿qué no haría un padre por su hijo? Segundo, bastante lastre tienen ya los hijos de parejas mediáticas, como son sus padres, a la hora de demostrar su valía allá donde sea necesario. Tercero, hay que aprovechar las oportunidades: una cuestión es encontrarse las puertas abiertas y otra, diferente, demostrar que uno se merece la confianza que han depositado en él. Por eso Alberto subraya en las entrevistas: “Siento la responsabilidad de no defraudar a la gente que ha confiado en mí”. De bien nacidos es ser agradecidos, sobre todo si te facilitan el trabajo. Pero hay que asumir que nunca llueve a gusto de todos, y que las críticas siempre existirán: "Estoy preparado para que me digan que hago radio gracias a mi padre", ha llegado a reconocer. Sus primeros pinitos fueron como colaborador de su padre.
Dos minutos de ‘humanidades’ de Alberto Herrera
Escribía en el prólogo de la primera entrega del #Estupidiario (1999), Iñaki Gabilondo que "no hay nada en la radio que se escape de lo humano", refiriéndose a que el error en este medio, lejos de debilitar a quien lo comete, en realidad le robustece como persona, y le acerca más aún a sus oyentes, desde la imperfección que todos los humanos, por definición, compartimos, incluidos "los de la radio". "El gazapo en la radio es más humano, es siempre inofensivo, hasta para el propio profesional que lo comete", añadía Gabilondo, Iñaki. Y concluía ese prólogo explicando que, si recayera alguna duda respecto de las intenciones de los autores del #Estupidiario, "quedan automáticamente redimidos, por hacernos a todos los profesionales de la radio un poco más humanos, un poco más queridos". Esta breve serie de tres errores de Alberto Herrera demuestra su bonhomía y sentido del humor como comunicador, condiciones ambas imprescindibles para acercarse ‘de verdad’ a quienes pretendes fidelizar y acompañar.
Alberto Herrera, treintañero, dirige hoy un equipo de sesentones que se ha ganado con su forma de ser, la que le inculcaron sus padres. Herrera, Carlos, es buena gente, cercano, cariñoso, amigo de sus amigos, extravertido, pizpireto (coquetería incluida), irónico, tremendamente divertido. Mariló Montero es una navarra noble de Estella, que practica la sinceridad a veces sin maquillaje, siempre con valentía, que se muestra tal cual es desde el primer minuto. "Mi madre me ha preparado un PDF de cinco folios con consejos para el programa", comenta. Alberto solo podía sacar lo mejor de cada uno. Como su padre, Alberto ha heredado el gusto por la cocina y, como su padre, establece como prioridad de su habilidad compartirla. “Me gusta sobre todo la cuchara, el guiso, y sobre todo compartirlo con gente”. Esto es, exactamente, la radio: una enorme reunión de amigos que se cuentan todo entre ellos, lo bueno y lo malo, porque así es la vida y, como dijo el genio entre los genios, Charles Chaplin, “la vida es una tragedia cuando se ve en primer plano, pero en plano general pasa a ser una comedia”. Por eso el tono ‘general’ de Herrera, Carlos, es el humor, la ironía, que, ante la adversidad del ‘plano corto’, muta a reflexivo y hondo.
Conduciendo un programa en los estudios centrales de COPE |
Así es la radio, tiene ‘plano corto’ y ‘plano largo’, y ya se sabe que, ante el micrófono, no conviene nunca ‘perder el plano’, porque 'desaparecemos'... Alberto Herrera ha heredado el sentido de la bonhomía de su padre, y además, se lo trabaja en “Herrera en COPE”. Algunos de los miembros del equipo le conocieron desde que nació y era un mocoso que exigía su protagonismo. Y hoy le tienen de jefe... y amigo. Comparte el sentir positivo de la vida y sabe torear en plaza, todavía no es tan hábil como su padre con la muleta y el estoque, pero progresa adecuadamente. Hasta cuando se equivoca, y lo hace con involuntaria frecuencia, se ríe de sí mismo, algo que pocos logran, y comparte sus imperfecciones o, simplemente, exterioriza su exultante juventud, carente por sus circunstancias de un bagaje cultural coetáneo al de sus oyentes, que suple con humildad e interés por aprender.
La figura de Alberto Herrera al frente del segundo tramo de “Herrera
en COPE” (sigue ostentando el mismo apellido del titular del programa) abre
otro debate, en torno a la filosofía del programa. Ciertamente, no correspondería,
por edad, al joven Herrera presentar un programa de estas características (tal
vez salvo en la parte de los ‘fósforos’), y sin embargo, sigue la estela
marcada por su padre. Un joven de treinta y un años, la edad de Alberto, no es
oyente-tipo de un programa como este (con audiencias mucho más maduras), y sin
embargo, tiene que presentarlo. No participa, por ejemplo, del modus
operandi de uno de sus competidores, hasta ahora (a partir de septiembre
cambiará) en RNE, Ángel Carmona,
que ha cambiado (casi radicalmente) contenidos, en forma y fondo, con la
intención de ‘rejuvenecer’ la radio pública, con resultados adversos.
Con el micrófono de COPE en la mano, el poder de la radio |
Es cierto que a la radio le conviene rejuvenecer a sus comunicadores. Pero esto, por sí solo, no garantiza que el objetivo de atraer a sus contemporáneos se cumpla. Cambiar a los comunicadores ayuda, pero también supone un problema a la hora de consolidar un proyecto. El mencionado programa de Carmona de las mañanas de la radio pública no ha hecho más que perder audiencia (y recoger cada vez menos oyentes del informativo), lo que demuestra que tiene que haber una adaptación del comunicador a la audiencia, y no al revés. Lo que ha hecho Alberto Herrera es, claramente, adaptarse a la audiencia mayoritaria de “Herrera en COPE”, un movimiento estratégico más conservador.
En la radio los oyentes terminan conociendo a quien les habla, hasta que forma parte de sus rutinas y hasta de su familia. Es la ‘prueba del algodón’ (también podría aplicarse a la radio este concepto procedente del ámbito de la publicidad). Conocemos aspectos de su vida privada, de sus gustos, de sus aficiones, incluso de sus manías que ni el propio confeso es capaz, pasado el tiempo, de recordar que ha comentado en antena, cuando algún oyente se lo saca a colación. Pero son datos que anidan en la memoria de los oyentes, porque necesitan aferrarse a aspectos biográficos sólidos de quienes les hablan a través de la radio, que demuestran su humanidad, y hasta coincidencia de rasgos. Sirven para empatizar.
Alberto Herrera en la puerta de la Facultad del CEU San Pablo en la que estudio. Todos tenemos un pasado (Fotografía IG. para esta entrevista de El Mundo) |
Alberto Herrera está en esta fase, cumpliendo con el primer mandamiento de alguien que se dedica a este negocio de hablar por la radio: mostrarse tal cual es, con sus virtudes y sus defectos, cercano al oyente, riéndose con él cuando hay que hacerlo, y emocionándose con él cuando las circunstancias lo exigen. Sobreponerse al micrófono-artilugio entendiéndolo como un micrófono-conexión con el oyente es el paso más difícil y comprometido de este negociado. Y Alberto ha trabajado mucho, y bien, para lograr que sus oyentes le quieran. Es el primer paso, imprescindible, para convertirse en un buen comunicador, el segundo de la saga de ‘Los Herrera’.
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