Ante el Día Mundial de la Radio, yo acuso
- El autor mantiene que en España no se puede progresar en materia de radio por el freno impuesto por la industria privada, a la que no le interesa la entrada de nuevos competidores que le obligue a repartir la tarta publicitaria. Ni siquiera el crecimiento del parque de receptores DAB/DAB+ en los coches (estratégico para el medio) y la amenaza de radios digitales piratas que ya están surgiendo en diferentes partes de España, ante la inacción y permisividad históricas del Gobierno, les hace reflexionar sobre lo que está ocurriendo en el resto de Europa donde, como en Reino Unido, que empezó como nosotros en los 2.000, no solo han crecido los oyentes, sino también los ingresos publicitarios. Y, por fin, la radio ha podido acercarse más a los oyentes jóvenes, porque el dial de la RDT ofrece más espacio para añadir nuevas ofertas, específicamente dirigidas a este público. Europa disfruta ya de casi seiscientas nuevas emisoras que solo emiten en digital
El Día Mundial de la Radio no puede estar reservado únicamente a la autocomplacencia (Fotografía Rodolpho Zanardo, pexels) |
Celebro la llegada del pódcast, pero no como sustituto de la radio o su marca blanca. Y la digitalización es un derecho de los ciudadanos a disfrutar de una radio con mayor oferta, más calidad de sonido y más eficiencia energética y sostenibilidad
La irrupción de internet, que celebra este 2023 sus cuatro
décadas de existencia, la creación de un nuevo entorno online en el que la
presencia de la música contó con numerosas plataformas de acceso gratuito y el
consiguiente cambio de hábitos en el consumo de los más jóvenes, nativos
digitales, que optaron por el acceso bajo demanda, hicieron a la radio, sobre
todo a la musical, perder presencia e impulso, y retroceder estratégicamente a
posiciones conservadoras, apostando por las audiencias más envejecidas y
comercialmente más atractivas que garantizaban su éxito en el corto plazo; sin
darse cuenta (o sí) de que esta apuesta la alejaba aún más de los oyentes más
jóvenes que se quedaban huérfanos de su estilo musical, ante la inexistencia de
espectro radioeléctrico suficiente como para alojar nuevas emisoras dirigidas
específicamente a ellos, dada la saturación de la FM (emisoras legales y piratas),
ya del todo amortizada.
En los dos mil, dos países en Europa lideraron la
digitalización de la radio: Reino Unido y España. La experiencia prosperó en el
primero y fracasó estrepitosamente en el segundo caso. Desde entonces en España
arrastramos una precaria e insuficiente emisión de Radio Digital Terrestre que
abarca al veinte por ciento de la población, focalizado en Madrid y Barcelona.
Mientras, la RDT en Reino Unido ha logrado el hito de superar, en consumo y
demanda, a la suma de oyentes de OM y FM y, aunque sin fecha para el apagón, en
este país se piensa ya en el final analógico, que ya ha comenzado, en primer
lugar, por las Ondas Medias, muy costosas en mantenimiento, para los pocos
oyentes que aportan.
La crisis estructural de 2008 a 2014 frenó el desarrollo y la implementación de la DAB en el Viejo Continente, justo cuando la tecnología más se inclinaba por apoyar el cambio de estándar de la RDT, pasando de la DAB a la DAB+, que garantiza, con el mismo espacio radioeléctrico, más oferta de emisoras (múltiplex). A finales de los dos mil, países como Alemania, Bélgica, Italia, Austria y, a menor velocidad, Francia tomaron la decisión de impulsar la RDT en sus territorios, dado que la Unión Europea, a diferencia de lo que ocurrió con la TDT, dio libertad a cada estado miembro para que estableciera su propio calendario de desarrollo. Craso error, que seguimos pagando en España.
La estrategia de la industria privada pasa por dejar morir la RDT sin publicitarla, sin apoyarla, incluso perdiendo millones de euros en el mantenimiento de ese exiguo veinte por ciento de emisiones digitales, para dejar que el crecimiento del consumo de la radio online (en la actualidad bajísimo, en torno a un 14%) se convierta en la auténtica alternativa a la tecnología analógica, sin tener que pasar por la emisión digital terrenal, que es lo que verdaderamente complica, y mucho, su modelo de negocio e intereses
En España, las reticencias de la industria privada a asumir
un nuevo escenario digital, que tuviera que pasar por la entrada en el negocio
de nuevos actores que le obligaran a compartir la ya de por sí bastante
ajustada tarta publicitaria, en torno a los 450 millones de euros (InfoAdex),
hicieron que las marcas más importantes se convirtieran en lobbys de
presión al Gobierno, que, ni con el PP ni con el PSOE, han querido liderar el
proceso de digitalización del medio sin contar con el apoyo de los privados. En
otros países europeos, como Francia o Italia fue el sector público el que
impulsó la RDT y, con posterioridad, se sumó la industria privada. No puede
olvidarse que el progreso de la radio no es cuestión única y exclusiva de la
industria privada, sino de los oyentes, o sea, los ciudadanos, cuyos intereses
representa el estado.
La estrategia de la industria privada pasa por dejar morir
la RDT sin publicitarla, sin apoyarla, por inanición, incluso perdiendo millones de euros en
el mantenimiento de ese exiguo veinte por ciento de emisiones digitales, para dejar que
el crecimiento del consumo de la radio online (en la actualidad bajísimo, en
torno a un 14%, Fuente: EGM) se convierta con el tiempo en la auténtica alternativa a la
tecnología analógica, sin tener que pasar por la emisión digital terrenal, que
es lo que verdaderamente complica, y mucho, su modelo de negocio e intereses.
Lo peor no es esto, lo peor es que los propios políticos,
empezando por el PP y siguiendo por el PSOE, apoyan esta tesis de la industria privada, defendiendo sus
intereses por encima de lo público. Es muy triste, por no hablar de dramática, la
connivencia tácita entre los dos principales partidos políticos y la estrategia
de la industria privada. Confabulación que se ha manifestado en las reiteradas
negativas que tanto el PP como el PSOE han dado en ambas Cámaras
a las iniciativas de Compromís para resucitar las paupérrimas emisiones de RDT en
nuestro país, y garantizar la igualdad de derechos de todos los españoles a
disponer de una mayor y mejor oferta radiofónica, como ocurre en el resto de
países de nuestro entorno más próximo.
De nada sirve, en primer lugar, el ejemplo europeo, la decisión de países de nuestro entorno que están apoyando el desarrollo de la RDT, porque la industria prefiere, en estos casos, seguir controlando su propia red de difusión en lugar de depender de terceros (operadoras de telecomunicaciones), y evitar la temida discrecionalidad del titular del canal distribuidor. Prefieren apostar por la radio de difusión por aire frente a los intereses de los mastodónticos gigantes tecnológicos que compiten por la cobertura online también de la radio, con la intención de controlar la recepción en los smartphones, y en las pantallas de entretenimiento de los futuros coches inteligentes, como aspira, sin ningún complejo, Google. Prefieren seguir los consejos de la UNESCO que defiende la radio por aire frente a la radio por internet en caso de catástrofes naturales, porque la estabilidad de la red por cable es mucho más frágil. Prefieren, en definitiva, apostar por la radio universal, gratuita y móvil, frente a la radio dependiente de una red ajena, que controlan terceros, bajo sus propios intereses, en ocasiones no coincidentes con los del radioperador, con una cobertura menor que la existente por aire, y con costes para el oyente (obligatoriedad de disponer de cobertura y de una suscripción a un operador).
El cambio a la RDT tiene que ser progresivo, y se debe garantizar un período de convivencia entre ambas tecnologías que, sin embargo, no pueden pervivir para siempre en dualidad por el ingente gasto energético que representaría. Pero se debe dejar al oyente que marque sus propios ritmos y vaya comprobando, por sí mismo, en su libertad, dónde se encuentra más a gusto
En este Día Mundial de la Radio hay que constatar, de una vez por todas, que España representa un enorme muro de contención ante el progreso de la RDT en Europa, que la administración (el Gobierno) no se atreve a impulsarlo sin el apoyo de la industria privada, que ejerce su presión, justo en dirección contraria a los intereses de todos los españoles, que tienen derecho a disfrutar de una oferta radiofónica actualizada con los nuevos tiempos. La radio pública, por desgracia, no es ahora mismo un actor válido para impulsarla. RNE podría liderar su implantación, pero no puede hacerlo mientras carezca de la estructura (director de RNE) y del apoyo necesario que requiere una presidencia ejecutiva (aunque interina), que se le niega reiteradamente en el Consejo de Administración. Sin embargo, las radios públicas, RNE y las autonómicas podrían liderar este movimiento por sí solas. Con el tiempo, la industria privada no tendría más remedio que sumarse, como ha ocurrido en otros países europeos, porque lo contrario supondría renunciar a sobrevivir en el tiempo.
Hay otro hecho que contribuye a subrayar la cobardía de la
industria privada: su desconfianza en sí misma, en sus propias posibilidades y
potencialidades, y en su innegable fuerza para competir, ante la llegada de
nuevos radioperadores. Baste recordar lo ocurrido con la tan temida
llegada de la Televisión Digital Terrestre (TDT). Concurrían nuevos operadores, pero
los canales en abierto que más se siguen viendo son los mismos: TVE, Tele5 y
Antena 3, y sus nuevos canales satélites. Nada ha cambiado, por tanto. Pero la
realidad es fruto de la competencia y de la variedad en la oferta.
La Unión Europea de Radiodifusión (UER), organismo que reúne
a los principales operadores de radio del Viejo Continente, con preferencia de
los públicos, y el WorldDAB, la institución que se ocupa de potenciar el estándar DAB (RDT) en todo el planeta, no dan crédito a la inacción de España en el
impulso de la RDT. Pero no solo eso. Aunque no comentarán nada en público, por
prudencia y respeto institucional, en privado expresan su contrariedad ante el avance de las emisoras ilegales en DAB+ que están surgiendo como setas por diferentes puntos de España. Tampoco les puede extrañar mucho a la UER y al
WorldDAB, porque la actitud ante el pirateo es proverbial en nuestro país -la
desidia-, y se remonta al actual caos en la FM.
Si la industria de la radio cree que se va a ganar a los oyentes más jóvenes con la actual oferta y a través de la FM, está equivocada (Fotografía Pixabay) |
Es muy triste, por no hablar de dramática, la connivencia tácita entre los dos principales partidos políticos y la estrategia de la industria privada. Confabulación que se ha manifestado en las reiteradas negativas que tanto el PP como el PSOE han dado en ambas Cámaras a las iniciativas de Compromís para resucitar las pírricas emisiones de RDT en nuestro país, y garantizar la igualdad de derechos de todos los españoles a disponer de una mayor y mejor oferta radiofónica, como ocurre en el resto de países de nuestro entorno más próximo
Mientras que en Europa se está apagando la carísima y contaminante OM para impulsar la RDT, en España se sigue apoyando la radio analógica sin complejos. La molicie y la indolencia siguen impulsando la mentalidad del despilfarro, en un escenario español en el que nadie se decide a apagar la OM o a reducir sus emisiones al mínimo imprescindible.
A nadie le importa que la DAB/DAB+ sea mucho más eficiente
energéticamente y que el progreso tecnológico ahorre mucho consumo eléctrico y
hasta postes emisores (con menos se mantiene e incluso se refuerza la
cobertura). A la industria privada española le da igual seguir contaminando con
la OM y la FM mientras sus intereses queden garantizados y se mantenga su statu
quo, impidiendo la entrada de nuevos radioperadores.
Hoy, en la España de 2023, en este 13 de febrero, disponemos de millones de receptores de DAB/DAB+ desplegados por todo el país, porque desde el pasado 21 de diciembre de 2020, todos los coches nuevos salen de fábrica con la radio provista con esta tecnología. Ha sido, hasta ahora, una de las escasísimas decisiones de la UE por apoyar el despliegue de la RTD en el Viejo Continente. Aquí, en ausencia de propuestas o peticiones de impulso por parte del sector de la radiodifusión, la Administración General del Estado lleva dos décadas sin hacer nada con respecto a la RDT. Y tampoco le ha importado a ningún gobierno en ese periodo. La única revisión de su marco legislativo en 2011 fue contraproducente, al reducir únicamente su cobertura poblacional de un 50% a un 20% y ser incapaz de producir el cambio de estándar de DAB a DAB+. Por esta decisión, que intentaba abaratar costes a los privados, solo existen emisiones de RDT en Madrid y Barcelona, que representan ese 20 por ciento de la población. Emisiones de baja cobertura y calidad, que siguen pagando los radioperadores, desde hace veinte años ¡para absolutamente nada! Pagan por el silencio... Nunca han liderado una campaña de promoción de la DAB+, aunque siguen dejándose millones en pagar la factura a Cellnex.
La situación en las Comunidades Autónomas es peor y más preocupante todavía, si cabe. Por un lado, algunas se han dedicado últimamente a sacar concursos esperpénticos de radio digital por sentencia judicial, veinte años después de cuando deberían haberlo hecho y en un estándar como el DAB superado desde hace más de una década. Y, por otro, están permitiendo impunemente el despliegue de emisoras piratas en DAB+ en zonas como Canarias o Comunidad Valenciana, puesto que son las comunidades autónomas las autoridades competentes en materia de ocupación ilegal del espectro radioeléctrico. Recordemos que emitir en DAB+ en España es ilegal por dos motivos: la legislación vigente tan sólo contempla la emisión en DAB y no en DAB+ (cambio de estándar que debería haberse hecho en 2011) y porque toda radio que emita sin licencia en DAB+ (y no hay, por supuesto, licencias de DAB+ para emisiones regulares) está cometiendo una infracción muy grave de la Ley General de Telecomunicaciones, cuya sanción está tipificada con hasta 20 millones de euros.
La RDT representa la gran oportunidad para que la radio recupere y revitalice su protagonismo en la sociedad, gane en visibilidad, y los nuevos y potenciales oyentes-sobre todo los más jóvenes, y más alejados del medio- sepan que existe y qué les ofrece como novedad. El resto de los países europeos está poniendo en marcha emisoras específicamente dedicadas a los más jóvenes y, aunque hemos llegado tal vez demasiado tarde, empiezan a dar buenos resultados
Todo es un despropósito. En Bruselas no deben ser
conscientes de que, de todos los grandes Media, la radio es el único que
todavía no se ha digitalizado. En Francia, el último país que ha apretado el acelerador de la implantación de la RDT, la industria privada acaba de solicitar al Estado ayudas económicas para afrontar el despliegue, y cifran el coste en un millón de euros “por radio”. La radio merece el apoyo de todos los
actores involucrados en este proceso de digitalización: los privados, los
públicos, los Estados y, por supuesto, la Unión Europea.
La RDT representa la gran oportunidad para que la radio
recupere protagonismo en la sociedad y los nuevos y potenciales oyentes-sobre
todo los más jóvenes, y más alejados del medio- sepan que existe y qué les
ofrece como novedad. El resto de los países europeos está poniendo en marcha emisoras específicamente dedicadas a los más jóvenes y, aunque hemos llegado tal vez demasiado tarde, empiezan a dar buenos resultados. En España, no,
claro. Aquí no hay más que un espectro de la FM absolutamente saturado y
amortizado, con un caos al que contribuyen las más de dos mil emisoras pirata
que nadie se ocupa de cerrar. Impresentable.
La radio renovó la ilusión de sus millones de oyentes en
España en la década de los sesenta del siglo pasado, cuando llegó la Frecuencia
Modulada. Y surgieron nuevas radios, principalmente musicales, que dispararon
las ventas, millonarias, de los nuevos receptores. Pronto, las emisoras que se
alojaban en la OM se dieron cuenta de que la enorme mayoría de los oyentes
había migrado a la FM y no tuvieron más remedio que hacer el mismo camino. Con
la DAB pasará lo mismo, si nos dejan renovar la ilusión. En este caso, además,
representa la supervivencia de la radio pegada al directo, a la difusión por
aire, que no hace más que perder oyentes ola tras ola del EGM. Como en el siglo
pasado, las únicas razones para que los oyente migren a la RDT será la oferta
de nuevos contenidos y emisoras. Y en este sentido, el resto de europeos ya
disfruta de aproximadamente 600 nuevas emisoras que solo emiten en digital.
Aquí ni las olemos... Y los receptores ya parten de precios mínimos (20€) y resultan, por fin, asequibles.
Todos los países que
han desarrollado o están desarrollando la RDT en el resto de Europa han
constituido grupos de trabajo para la coordinación de las actuaciones de todos
sus agentes, así como entidades nacionales para su promoción, con el logotipo
común de DAB+ y el claim “Más radio”
en sus respectivos idiomas. Europa avanza en la RDT, menos España y Portugal
que decidió apagarla (y ahorrarse el gasto) hasta que Europa la impulse con
decisión desde Bruselas, como hizo con la TDT, algo que no se espera a corto
plazo.
La radio forma, y ha formado parte estrecha de la biografía de miles de millones de personas en todo el mundo, y no podemos dejar que se convierta en irrelevante (Fotografía Pexels) |
Llegado este nuevo Día Mundial de la Radio, he tomado la decisión de ser políticamente incorrecto, alejarme deliberadamente de la autocomplacencia, y cantar las verdades del barquero. Amo la radio, y veo que se apaga. Celebro la llegada del pódcast, pero no como sustituto de la radio o su marca blanca. Soy, definitivamente, una mejor persona gracias a la radio, más tolerante, más culta, menos ignorante, más solidaria... en definitiva, soy hijo de mis padres, pero también de la radio que me parió, y a la que he querido, y querré, siempre. Por eso quiero, no solo recobrar egoístamente mi ilusión por ella, sino que las nuevas generaciones tengan la oportunidad de disfrutar de productos específicamente pensados para ellas, con prescriptores coetáneos. Es cierto que la radio es un negocio. Pero, antes que representar unos intereses privados, la radio es un “servicio de interés general”, que debe garantizar el Estado, y mi sensación, en este sentido, sigue siendo la misma de hace veinte años: una vergonzante orfandad.
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