Ya entonces, Pepe me dejó claro que la radio había perdido en imaginación y entretenimiento lo que había ganado en opinión. Y eso no le parecía bien; apostaba porque las tres figuras se complementaran para que las emisoras no se parecieran tanto entre sí. Según su criterio, todos los programas sonaban igual y estaban basados en un ingrediente idéntico, la tertulia. A su pesar la radio se había convertido en una tertulia infinita de mañana, tarde, noche y madrugada.
Andaba yo en aquel entonces entrevistando a radiofonistas barceloneses para escribir un libro que tratara sobre la radio en la ciudad condal. Más que una obra histórica, cronológica y científica, pretendía reunir un compendio de opiniones que reformularan el oficio para que el medio no renunciara a parte de su lenguaje, es decir, a la creatividad y la imaginación, a los guionistas y el arte sonoro. Al final, por falta de apoyo editorial tuve que arrumbar el proyecto, pues la radio de la que iba a tratar tenía como principal idioma de expresión el castellano. Y ya me entienden. Pelillos a la mar.
Resulta que a finales de los años 60, durante la década de los 70 y en los primeros 80 la radio de Barcelona fue un auténtico volcán de libertad. Una de las causas de este fenómeno es que Radio Barcelona, Radio Reloj de Radio España en Barcelona, Radio Juventud, Radio Miramar y Radio Peninsular apenas rendían servidumbre a la cadena o no formaban parte de ninguna, de manera que el número de profesionales y programas era enorme. A ello se sumaba un mercado publicitario en ebullición. Conclusión, había trabajo para todos y cada emisora dejaba en el aire su propia personalidad. No hacía falta escuchar el indicativo para saber qué estación sintonizabas, ya que podías identificarla por su manera de sonar
|
Pepe Antequera junto a otro grande, Fernando del Collado, en "Herrera en la Onda", conversando con Carlos Herrera (Fotografía Onda Cero.es) |
Para que se hagan una idea, en ese tiempo, año arriba o abajo, en las emisoras barcelonesas trabajaban Federico Gallo, José Joaquín Marroquí, Joaquín Soler Serrano, Luis Ezcurra, Luis Arribas Castro, Jorge Arandes, Juan Manuel Soriano, María Matilde Almendros, Isidoro Martín y otros muchos, entre los que empezaban a despuntar Luis del Olmo, Constantino Romero, Mercedes Milá, Carlos Herrera, José Manuel Parada, Fernando del Collado, Alberto Malla...
"A estas alturas, cuando iniciamos el año 2023 es difícil comprender, incluso explicar, que la radio de aquellos días tenía más que ver con el mundo de la bohemia, la farándula y el artisteo que con los líderes de opinión. La radio era un oficio, no un mandato divino"
Aunque Pepe Antequera trabajó en Radio Peninsular y en Radio Miramar, donde más lo recuerdo fue en sus años de Radio Reloj, emisora en onda media de Radio España de Barcelona. Lo fichó en 1968 un genio de la radio y sus negocios, llamado Alberto Dómper, que acababa de estrenarse como director de la emisora de Las Ramblas. Pepe Antequera, junto a otros profesionales puso en marcha una fórmula radiofónica de contrastado éxito en las radios hispanoamericanas, basada en dar la hora continuamente, informar, emitir música variada y entretener a la audiencia. Era una idea que Dómper importaba de su Argentina natal. Pepe se encargaba de un matinal que iba de siete a nueve, titulado “Los Olés de la canción”, donde además de la fórmula comentada se realizaban entrevistas, concursos y se calentaba el ambiente de cara al festival anual de Los Olés de la canción, donde los más destacados cantantes de moda eran convocados en el Teatro Victoria; aunque acabó en el Palacio de los Deportes, para recoger el merecido “Olé” e interpretar su éxito ante un público enfervorecido. Para que se hagan una idea del poder de convocatoria de Pepe Antequera y de la influencia de Radio Reloj, en el festival participaban sin cobrar ni un duro Julio Iglesias, Raphael, Demis Roussos, Paco de Lucía, Ana Belén, Víctor Manuel, Manolo Escobar, José Luis Perales, María Jiménez, Rocío Jurado, Dyango, Nicola Di Bari y, así, hasta treinta cantantes. Luego, por las tardes, de seis a siete, el maestro se encargaba de “El Discófono musical”, programa de sencilla factura que cubría el expediente siguiendo la consabida pauta de la hora, noticias, canciones de moda y, además, reunir alrededor de la radio a decenas de oyentes que llamaban por teléfono con el simple deseo de conversar con su locutor preferido, convertido también en ídolo de masas. Y ahí, a pecho descubierto, captabas el gracejo, la simpatía, la cultura enciclopédica, la repentización y el magistral uso del idioma que atesoraba Pepe Antequera. Y sin un papel. Él y su audiencia construían un verdadero monumento de educación, comunicación e improvisación. Todo parecía estar controlado; parecía, pues no había ningún tipo de inspección ni de censura
A estas alturas, cuando iniciamos el año 2023 es difícil comprender, incluso explicar, que la radio de aquellos días tenía más que ver con el mundo de la bohemia, la farándula y el artisteo que con los líderes de opinión. La radio era un oficio, no un mandato divino
Guardo con cariño un autógrafo que Pepe Antequera me firmó en la recepción de Radio Reloj. Yo tenía 13 años y era uno de sus numerosos seguidores; además, como también quería ser locutor verlo de cerca, estrecharle la mano y entablar una breve conversación me acercaba al cumplimiento de mis sueños.
|
Uno de los cuadros de Pepe Antequera, "Rambla de Canaletas" |
En el año 1977 Pepe Antequera abandonó Radio Reloj para volver a su antigua casa, Radio Miramar. Otro visionario de la radio barcelonesa, José María Ballvé, lo tentó con un interesante proyecto. Según me confesó en la entrevista, Alberto Dómper jamás le perdonó esa decisión. Tanto es así que ni el propio Pepe se la perdonó a sí mismo, pues acabó arrepintiéndose al poco tiempo, ya que de lo prometido pocas cosas se llevaron a cabo o se cumplieron. Fue entonces cuando decidió ir soltando lentamente amarras radiofónicas para optar por el doblaje.
Cuando ya le había perdido la pista sonora, he de reconocer que me alegré al escuchar su voz en aquella fantástica teleserie policíaca de 1981 titulada “Canción triste de Hill Street”. Poco después acabó totalmente integrado entre los actores de doblaje, sin dejar su vena artística como pintor. Jamás volvió a pisar la radio, pero nunca la olvidó.
Se nos ha muerto Pepe Antequera, pero en la memoria auditiva de Barcelona quedan aquellos ingeniosos lemas publicitarios que soltaba en sus programas como el que no quiere la cosa, con total frescura:
-"La Fábrica de los tresillos, donde usted entra de pie y sale sentado"
-"La Casa de las mantas, Junqueras, 5, al ladito de La Caixa"
Si a Pepe se le ocurría comentar ante el micrófono que no tenía sartén, se encontraba con 70 sartenes a las puertas de la emisora. En caso de anunciar que se moría de sed no faltaban cientos de botellas de agua y refrescos en la recepción. Y ni les cuento si decía al despedir el programa que necesitaba un taxi. Decenas de ellos se acumulaban en el 126 de Las Ramblas para llevarlo, si se terciaba, gratis.
"Eran otros tiempos, era otra radio. No éramos nosotros, los de ahora. Las cosas han cambiado tanto en la radio, y no sé si todas lo han hecho para bien".
Con esta frase me despidió. Nos despedimos. Y ahora, con dolor, toca el adiós definitivo, querido Pepe. Que descanses en paz eternamente.