Trabajó durante casi medio siglo en Radio Madrid, de repartidor, multicopista, botones y técnico de sonido
Profeta de la bonhomía: “La radio fue mi universidad de la vida”
Empezó con quince años a trabajar en Radio Madrid, de la Cadena SER. Su padre era repartidor en Gran Vía 32, y su madre era modista. “Mis recuerdos de niño eran las radionovelas que mi madre escuchaba mientras cosía ropa en su maquina Singer”, me decía en una entrevista que tuve la oportunidad de hacerle en 2012
Luis Pinar perteneció a esa raza de tipos encantadores con los que uno se encuentra una vez en la vida, y hay que sacarles provecho: hay que aprender de ellos, situándose lo más cerca posible. Y eso fue lo que hice siempre. Luis no era técnico de formación, sino que alcanzó esta condición por su esfuerzo y tesón a lo largo de los años. No dejó de reciclarse, de progresar, de mejorar. Y a quien se encontraba por el camino le transmitía estos mismos valores, como si en su caso no le hubieran supuesto ningún trabajo, quitándose mérito, sin olvidar nunca la humildad de los grandes hombres. Los que se hacen con trabajo, no por una tarjeta de visita.
Luis Pinar, con jersey a cuadros, asistiendo técnicamente el Sorteo de la Lotería de Navidad, junto a Juan Vives (Fotografía Juan Vives)
“Yo no le he dado mi vida a la SER, creo que la SER me ha dado a mí más de lo que yo le he dado a ella”. Luis Pinar trabajó con Bobby Deglané, con Raúl Matas –“aprendí a su lado lo que es el trabajo y la dedicación. Un enorme maestro de la comunicación”-, con Iñaki Gabilondo
El padre de Luis Pinar trabajaba en el taller de
reparaciones de aparatos de radio que estaba ubicado junto a la tienda de
receptores (en los albores había que vender muchas radios para hacer 'parque' y, si se estropeaban, había que repararlas), en la primera planta de Gran Vía 32. Trabajaba de ayudante del
repartidor. Y ahí entró un imberbe y adolescente Luis Pinar, con quince años,
como meritorio. Un año después le hicieron fijo de la casa, con un sueldo de
350 pesetas al mes (algo menos de dos euros actuales). Y le dieron otro
destino: la sexta planta. Pinar ‘ascendía’ a categoría de botones en el
Departamento de Programas, y le encargaron ocuparse de la reproducción, con
multicopistas, de forma manual, de los guiones de todos los programas que se
emitían. El jefe de aquel departamento era Manuel Aznar, padre de Jose María
Aznar.
A Luis Pinar, aquella protofotocopiadora le iba a introducir,
sin él saberlo, en un mundo fantástico pleno de imaginación y de ilusión, poblado
por nombres míticos en la historia de la radio contemporánea, como los grandes
actores de las radionovelas, como Juana Ginzo, Matilde Conesa, Matilde
Vilariño, Pedro Pablo Ayuso... directores como Antonio Calderón... montadores musicales como Remedios de la Peña o Enrique Aroca...
hasta guionistas de radio como Basilio Gassent, Eduardo Vázquez o José
Mallorquí. Nombres inolvidables todos ellos de aquella radio que no podía
informar, y solo le quedaba imaginar.
Con el tiempo, aquel jovencísimo botones, emprendió el
camino de la reconversión profesional y entró a formar parte de unos de los
Departamentos, hoy desaparecido, pero entonces de vital importancia para la
emisión: la discoteca. Ahí le pilló el 23 F, de 1981, el intento de cargarse
por la fuerza la incipiente democracia española, surgida de la dictadura
franquista. Luis Pinar fue el encargado de preparar una numerosa lista de
discos de marchas militares ante la posibilidad de levantar toda la
programación. En Radio Madrid se recibió una llamada que anunciaba la visita
inminente de un destacamento de la Guardia Civil. Finalmente, el anuncio, por
fortuna, no se confirmó, y los discos volvieron a su lugar correspondiente.
Una de las varias visitas que hizo Luis Pinar al Palacio de la Moncloa, con Felipe González como inquilino, con (de izquierda a derecha) Luis del Val, un cámara de Canal+, Antonio García Ferreras, Luis Pinar, Felipe González, Iñaki Gabilondo, Javier González Ferrari y el también técnico Paco Quiroga (Fotografía Pedro Menéndez)
No sin esfuerzo, Luis Pinar ingresó en el Departamento de Técnicos de Radio Madrid. Al poco tiempo de llegar a su nuevo destino, le tocó hacer una visita al entonces Centro Emisor de Radio Madrid, y nunca olvidó lo que vio, según me contaba en una entrevista que tuve la suerte de hacerle en el año 2012: “Vi una gran habitación llena de cables, donde destacaban unas enormes válvulas, de cerca de un metro de altura, responsables de que aquel formidable artilugio pudiera emitir las ondas al éter. Me parecía algo mágico que el sonido pudiera propagarse gracias a aquel ingenio. Ahora observas un microchip y resulta imposible comprender cómo, en una cosa tan pequeña, puede almacenarse tal cantidad de información. Desde luego a mí se me escapa”, me reconocía, sincero.
Luis Pinar, un recolector de personas
Por Gemma Carrasco
Luis Pinar
Amaba la radio y a la SER. Sentía que era su casa, la
universidad que le enseñó todo. ¡Él sí que sabía hacer marca de empresa! A los
cuatro años le detectaron un problema en el corazón y lo desahuciaron. Yo creo
que lo tenía demasiado grande, lleno de sonrisas y palabras amables. Pero ahí
siguió Luisito, peleando con un optimismo del que todos disfrutamos. En los
años sesenta, cuando los españoles descubrían la playa y Benidorm, él ya
viajaba en autocaravana con su familia por la Europa del Este. Sin miedo. Los
viajes eran su otra vida. Amaba viajar porque amaba a las personas por encima
de los destinos. Ya jubilado se dio la vuelta al mundo él solito. Con su inglés
mínimo. Con su maleta mínima donde a mí sólo me hubieran entrado un par de
zapatos. Pero a él le gustaba viajar ligero. Su sonrisa le abrió puertas en
Kurdistán, Colombia, Yemen, Irán, India, Egipto, Marruecos, Mongolia,
Namibia... Y seguro que, esté donde esté, las sigue abriendo. Aquí os dejo las
últimas líneas de un libro que le gustaba: "En cuanto a mí, he llegado al
final de mi periplo. Cuarenta años de aventuras me han vuelto torpes el paso y
el aliento. No tengo ya más deseo de vivir, entre los míos, luengo días apacibles
y ser, de entre todos los que amo, el primero en marchar. Hacia ese lugar
postrero donde nadie es extraño ante los ojos del Creador" (“León El
africano”, Amin Maalouf). Gemma Carrasco es subdirectora de Producción de
Programas de Actualidad en Mediaset España.Este
texto en Facebook.
Luis Pinar vivió una época de oro de la radio española, en
el mejor lugar donde podía vivirse, la Cadena SER, entonces mucho más conocida por
el sobrenombre de Radio Madrid. Vivió intensamente el período de la censura, la
época reciente más grisácea de España. Vivió, en vivo y en directo, desde una
posición privilegiada, como actor de reparto, la llegada y la eclosión de la
democracia, la legalización del Partido Comunista, o el triunfo, impensable pocos años atrás, de los
socialistas. “He tenido el placer de tomar café con los
monarcas, con presidentes del gobierno y conocer a cantidad de
personalidades...¡qué quieres que diga
de la radio que dejé...! la radio que dejé fue mi universidad de la vida y de
alguna forma lo seguirá siendo. Como es natural la radio actual no tiene nada
que ver con aquélla, pero aquélla tampoco podía mantenerse, al igual que la
actual tendrá que evolucionar…”, me confesaba.
Imagen de la cobertura informativa desde Ruanda y Congo, con Antonio García Ferreras al micrófono (Fotografía Cadena SER)
Por eso, al releer estas líneas entiendo mucho mejor lo que
me dijo, porque sabía entonces, y sé ahora, que me las decía absolutamente
convencido: “Yo no le he dado mi vida a la SER, creo que la SER me ha dado a
mí más de lo que yo le he dado a ella”. Luis Pinar trabajó con Bobby
Deglané, con Raúl Matas –“aprendí a su lado lo que es el trabajo
y la dedicación. Un enorme maestro de la comunicación”-, con Iñaki Gabilondo,
de quien recuerda su mirada a los técnicos, directa, intensa, inquisitiva.
Como aquel día en que al “Hoy por Hoy” llegó la noticia de un atentado
de ETA. Iñaki improvisó un comentario sobre lo ocurrido y a los técnicos les
tocaba buscar un tema musical para cerrarlo. Pero no había ningún disco en
control que pudiera encajar. Iñaki terminaba su comentario y hacía gestos apremiantes
de que tuvieran preparado el disco para salir. Pero no había ninguno apropiado.
“Al final, en medio de la tensión, puse el primer disco... y resultó ser una
canción de los Beatles... Yo no sabía dónde meterme… de verdad”.
De izquierda a derecha, Manolo Lama, Juan Carlos González, Xuancar, y Luis Pinar, en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988
Luis Pinar siempre fue un alma inquieta, vivaracho,
positivo, proactivo, siempre dispuesto a ofrecerse, allá donde fuera necesaria
su participación. Como cuando en 1996 Antonio García Ferreras, entonces
director de los Servicios Informativos de la SER, tuvo que cubrir las matanzas
en Ruanda, y el antiguo Zaire, hoy Congo, entre tutsis y hutus. El técnico
que acompañó a Ferreras fue Luis Pinar, que tuvo que cargar con uno de los
primeros transmisores vía satélite porque había que emitir en mitad de la nada.
Incluso tuvieron que cargar con un generador eléctrico. La señal llegaba
potente y clara desde el corazón de África. “La experiencia fue bastante
dura por todo lo que vimos y vivimos,
pero al mismo tiempo fue un éxito poder contar en directo lo que allí estaba
pasando. Estuvimos más de un mes en esa zona y a la vuelta a España nos dimos
cuenta de que con la misma rapidez con que se difunden las noticias, igualmente
se olvidan”.
El autor de este obituario con Luis Pinar
Cuando se jubiló, Luis Pinar se dedicó a viajar todo lo que
pudo. Era un trotamundos, y sabía apreciar como pocos cada minuto del viaje.
Cuando te contaba sus recorridos a lo largo y ancho del mundo te transportaba a
su destino, porque lo vivía con absoluta intensidad. Pero nunca alardeaba de
nada, y tenía mucho para hacerlo. Así se ha ido también, en silencio, sin hacer
mucho ruido, después de haber vivido mucho. Tuve la suerte de conocerle, de
tratarle, de aprender de él y de su incuestionable afán de superación, de su
bonhomía, cercanía y facilidad para empatizar. Era cariñoso como pocos, si
podía te ayudaba, sin pedir nunca nada a cambio. Y, siempre, con una sonrisa y
los ojos, pequeños, entrecerrados, sinceros, entregándose a su interlocutor.
Luis, me hubiera gustado darte un abrazo más, siempre fueron pocos. Descansa en
paz.
En este video de Javier Jiménez Bas de 2011 se entrevistó a Luis Pinar
Misa en su recuerdo:
-19 de enero de 2023, 19:00 horas, Iglesia Parroquial Santa Catalina de Siena, calle Juan de Urbieta, 57 (Madrid)