“No es un día cualquiera”: son como parecen
- El programa más viajero de la radio pública tenía este pasado fin de semana nuevo destino en tierras del Moncayo. El sábado 5 y el domingo 6 de noviembre el locutorio de la Casa de la Radio, en Prado del Rey, se cambió por una abadía cisterciense construida en el siglo XII, con innumerables aportaciones posteriores. El equipo del programa se ponía en marcha para llegar a destino y compartir dos mañanas con los intrépidos oyentes que se iban a acercar a la sala de exposiciones del Real Monasterio de Veruela. Los escuchantes ya pudieron escuchar lo que dio de sí “No es un día cualquiera”. Lo que vamos a contar a continuación es, justo, lo que no se vio, ni se escuchó
Cuando llegó Pepa a la mesa alrededor de la cual charlábamos animadamente el equipo, en torno a cómo había ido el programa, Juan Barbacil se arrancó a capela con una ‘jotica’ y nos dejó mudos. Se la cantó al oído a Pepa, que no se había recuperado todavía de la primera vez que le dedicó una. Una voz bien impostada, modulada con técnica rigurosa y potente. “Cantas muy bien, Juan”, le elogió Ramón Gabilondo, ex del Orfeón donostiarra, sabe lo que se dice. Fue uno de esos momentos mágicos que me regaló este viaje con el equipo de “NEUDC”, pero no fue el único
La conversación con Ramón giró en torno a la radio, como no
podía ser de otra manera. ¡Cómo nos gusta a los de la radio hablar de la radio!
Supongo que ocurrirá en otras profesiones, pero dudo de que en todos los casos
se reproduzca con el mismo nivel de pasión que en esta! Incluso la doctora Molina,
en su infinita curiosidad, no dejaba de interrogarnos acerca de detalles de la
profesión, seducida tal vez por el supuesto halo de popularidad, y hasta de famoseo,
que rodea a la radio. No es tanto como puede parecer. Los profesionales de la
radio vivíamos tranquilos en nuestro anonimato, hasta que se extendió la fiebre
de la imagen por doquier.
A las nueve habíamos quedado en el hall del hotel todo el equipo. Los once que tocaba el sábado, porque para el domingo habría relevo de compañeros: unos que nos marchábamos y otros que llegaban. Me dio pena no poder saludar personalmente a mi latinista preferido, el profesor Emilio del Río, que se presentó, tengo entendido, sin toga, pero igual de lúcido de siempre.
Yo
bajé unos minutos antes y me encontré -feliz encuentro- con José Ramón Pardo
y Andrés Aberasturi, toneladas de sabiduría. No estaba especialmente
parlanchín Aberas, casi nunca lo está, prefiere mil veces escuchar; pero Pardo
compensaba la dialéctica. Pocos minutos después bajó el resto de la expedición:
Pepa Fernández, la jefa, “¡cómo me alegro de veros aquí a Ramón y a
ti!”, me confesó, a lo que no pude menos que agradecerle la amable
invitación, que me permitía conocer de primera mano a parte de este equipo
maravilloso, tan bien engrasado a lo largo de los años, que es el de “No es
un día cualquiera”. “Gracias por volver al fin de semana”, le dijo
más de uno y una escuchante en Veruela. Resulta más cómodo, por disponibilidad,
el fin de semana, y se notó.
Juan Yeregui fue el siguiente al que abracé. Y tenía ganas.
¡Qué buen tipo! No puedo más que deshacerme en elogios. ¡Qué suerte la mía! Le
siguió Javi Soto, el realizador, el que hace que todo esté ordenado en
la antena y acumula décadas de experiencia en los controles de sonido de la radio
pública. Y mi queridísimo y siempre admirado Juan Barbacil, experto en enología
y amistología, a quien conozco desde hace treinta años, cuando tuve la
suerte de que colaborara en aquella “Ventana del verano” en la SER, que copresentamos Goyo González
y yo. Hacía años que no coincidíamos, pero a los dos minutos la conversación fluía
como punto y seguido de la última que compartimos.
Capítulo aparte merece la sargento mayor Marta Conde, la superproductriz del programa, la que se encargó de toda la logística, nos embarcó en AVE’s, fregonetas, nos alojó en hoteles que llenamos, nos llevó de aquí para allá, y nos controló en todo momento, y se hizo omnipresente en el whatsapp. Y todo con un resfriado que no se lo merecía una foca... Pero ahí estaba, al pie del cañón, pendiente de todo y de todos, ejerciendo un marcaje tan amable como eficaz.
Un momento del programa con Pepa Fernández y Juan Yeregui en la mesa (Reportaje Gorka Zumeta) |
Después de vivir tan intensamente estas horas en Veruela junto a estos diez cracks, sé cuál es la razón del éxito de Pepa Fernández. Sin quererlo, sin darle importancia, como quien no quiere la cosa, nos lo desveló José Ramón Pardo de camino a Tarazona: “Si nos conocemos, el programa sale mucho mejor”. Así que, mis queridos escuchantes de “No es un día cualquiera”, no es necesario que se pregunten cómo son quienes conforman el equipo del programa, porque “son como parecen”, ni más ni menos que como les retrata la radio
Cuando llegó Pepa a la mesa alrededor de la cual charlábamos
animadamente el equipo, en torno a cómo había ido el programa, y algunos
destacábamos la enorme calidad del grupo Cantoría, un cuarteto emergente especializado en la interpretación de polifonía vocal del
Renacimiento ibérico, que entusiasmó al público, Juan Barbacil se arrancó a capela con
una ‘jotica’ y nos dejó mudos. Se la cantó al oído a Pepa, que no se había
recuperado todavía de la primera vez que le dedicó una. Una voz bien impostada,
modulada con técnica rigurosa y potente. “Cantas muy bien, Juan”, le
elogió Ramón Gabilondo, ex del Orfeón donostiarra, sabe lo que se dice. Fue uno
de esos momentos mágicos que me regaló este viaje con el equipo de “NEUDC”,
pero no fue el único.
“Tú tienes parte de culpa de que yo me haya dedicado a este negocio”, le dije a Andrés Aberasturi en la mesa, durante la comida posterior al programa del sábado. “Mis influencias por aquel entonces, fuisteis Luis del Olmo y tú, desde ‘El último gato’”, su programa nocturno en las madrugadas de RNE. “No sois conscientes a veces de la influencia que, indirectamente, ejercéis en la gente que os sigue”, añadí. “¡Qué responsabilidad!”, me contestó. “En tu caso me alegro, claro”, subrayó. Hoy les llaman influencers... siempre los ha habido y siempre los habrá. Lo importante es que la influencia sea positiva, claro.
Pero es que yo estaba
comiendo ¡en la misma mesa! de Pepa Fernández, José Ramón Pardo, Aberasturi, Ramón
Gabilondo... ¡Cuánta radio reunida! “¿No comes, Gorka?”, me preguntó Juan Barbacil cuando me vio rechazar el segundo plato (quería proteger mi
estómago). “Es que mi prioridad no es la comida, Juan. Estoy disfrutando de
la conversación y la compañía”, le contesté, con sinceridad. Después, al levantarnos y despedirnos (regresábamos
a Madrid, mientras que el resto del equipo se quedaba para realizar el programa
del día siguiente), Juan Yeregui y yo nos abrazamos y me confesó: “estos ‘raticos’
no tienen precio, Gorka”. ¡Qué verdad más grande! Lo vivido en aquellas
apenas veinticuatro horas me recordó al eslogan del “Carrusel Deportivo”,
cantado por la voz de Pepe Domingo Castaño: “las horas más intensas
de la radio española”. Esto fue lo que viví. Pero en una emisión única y personalizada.
Juan Yeregui, Andrés Aberasturi, Pepa Fernández, Ana Molina y José Ramón Pardo |
A José Ramón Pardo le conocimos Ramón y yo en la SER, en
Gran vía 32, en 1993, cuando
llegó de director de Programas de la fusión de Radio Minuto y Radio 80 Serie Oro,
que él se inventó en la desaparecida Antena 3 Radio. La nueva marca fue M80,
hoy Los 40 Classic. “También me inventé Radiolé, buscamos locutores que no
tuvieran el soniquete de otras radiofórmulas y fuimos probando”, nos
recordó. Pero, sin dudarlo, nos confesó que ese paso por la SER fue una de sus
peores etapas profesionales, porque algunos no le veían como un compañero, sino
como una amenaza. “¡Y me fui!”, concluyó.
Los autores del #Estupidiario, Gorka Zumeta y Ramón Gabilondo con Pepa Fernández (Fotografía Fátima de Pedro Valverde, Facebook) |
Después
de vivir tan intensamente estas horas en Veruela junto a estos diez cracks, sé
cuál es la auténtica razón del éxito de Pepa Fernández. Sin quererlo, sin darle importancia, como quien no quiere la cosa, nos lo desveló José Ramón Pardo de camino a Tarazona: “Si nos conocemos, el
programa sale mucho mejor”. Así que, mis queridos escuchantes de “No es
un día cualquiera”, no es necesario que se pregunten cómo son quienes conforman el equipo
del programa, porque “son como parecen”, ni más ni menos que como les retrata
la radio. De hecho, terminaré diciendo, siendo muy original, que “No es un
equipo cualquiera”. Gracias por dejarme participar de su intrahistoria,
que decía don Miguel.