La radio del futuro: ¿mejor o más barata?
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La introducción de la tecnología, la Inteligencia Artificial, los bots, la síntesis de voz, plantean un cambio radical de escenario
Insisto, la tecnología avanzará pese a todas las reservas que podamos ponerle. Es ley de vida. Pasó con nuestros mayores, cuando les cerraron oficinas bancarias de su barrio y les remitieron a unas máquinas infernales que llamaron ‘cajeros automáticos’, que no hablaban con ellos, ni les preguntaban por su salud o la marcha de los estudios de sus nietos. Pero les daban dinero (si no concurrían otra clase de incidencias). Pasó con los más veteranos del lugar cuando tuvieron que desterrar las Olivettis de la redacción para abrazar los primeros ordenadores Basys, tiznados de verde fosforito. Y pasará cuando los babyboomers nos hagamos más mayores y nos enfrentemos a realidades tecnológicas que nos apabullarán, pero de las que no podremos escapar.
Escribía Jorge Heili en su nota: “La segmentación de audiencias que hoy observamos requiere tener tecnología de conocimiento del oyente, ya no importa la masividad sino la fidelización hacia la marca, ya no se necesitan millones de personas, sino unos miles para asegurar la sostenibilidad. Esa es la innovación de las marcas de radio". Y su reflexión, siendo atinada, y oportuna, me infunde miedo. Porque, en definitiva, los avances de la tecnología no persiguen otra cosa que el abaratamiento de los procesos de producción. La llegada de los robots, y no digamos nada de los robots con IA, persiguen la sustitución de una mano de obra cara por un mecanismo cibernético que no da problemas, más allá de los técnicos. Me da miedo por su inevitable relación con la parte de negocio que encierra la radiodifusión que, visto lo visto, no sabemos dónde puede terminar y hasta con cuántos puede terminar.
No es un secreto que la agencia de noticias Bloomberg trabaja desde hace años con bots que redactan por sí solos determinados contenidos, como por ejemplo la información de Bolsa, de acuerdo con unos parámetros previamente introducidos en su software que permiten ‘pensar’ al sistema y elaborar una información coherente, que se publica directamente, casi sin filtros. De aquí a asociar otro software de síntesis de voz humana, como comentaba en mi libro, de manera que prescindamos de personas en el proceso de producción de un boletín informativo horario, no queda nada. Ya disponemos de la tecnología. Esto no es ciencia ficción, sino una realidad palmaria. Y me consta que ya existen radios que han establecido soluciones como esta que recojo.
Que se avance tecnológicamente, que se logren procesos de automatización con éxito en el ámbito de la producción radiofónica, no garantiza, a mi modo de ver, en absoluto, la calidad inherente al medio, la esencia de su alma comunicativa: la emoción.
La radio es, simultáneamente, arte y negocio. Suma estas dos partes de manera indivisible. Y en su día a día, debe aspirar al equilibrio de ambas, porque si sus contenidos no resultan atractivos para la audiencia, si no logran atraer el interés y la fidelidad de los oyentes, no habrá negocio. Pero, al mismo tiempo, para que los periodistas, los locutores, los realizadores, los guionistas, todos los profesionales relacionados con el producto, puedan hacer su trabajo concentrándose en alcanzar la calidad, tienen que recibir su nómina a final de mes como motivación extrínseca.
Si los empresarios del sector llenan la antena de Inteligencia Artificial, sintetizadores de voz, software de bots autogestionados, creo que una de las patas de este proceso -la del arte, claramente- se verá muy amenazada. Y este es mi principal miedo ante el avance tecnológico que unos aplauden y otros vemos como una oportunidad para el sector, siempre y cuando no se prescinda de la aportación de los profesionales, que son quienes conocen los códigos y los resortes de este arte y negocio.
“El cambio es inevitable con la digitalización”, apunta Heili. Y, de alguna manera, suena a amenaza. ¿En qué términos se impondrá la digitalización? Esta es la cuestión. ¿Qué consecuencias para los profesionales acarreará? Cada curso académico salen de las facultades de Comunicación en torno a 3.000 graduados, según datos de la Asociación de la Prensa de Madrid. ¿Cuáles van a ser sus expectativas profesionales ante esta ‘amenaza’ que, está claro, si reduce los costes estructurales de personal, se va a adaptar en las empresas de comunicación con gran satisfacción? Me niego a creer que el periodismo forme parte de los oficios que la digitalización va a destruir.
¡Bienvenida sea la tecnología! Mi entusiasmo no se arredra ante la llegada de la Inteligencia Artificial, los bots y las voces sintetizadas. Nunca he sido de los que negaban el progreso, sino de los que abrazaban sus posibilidades. Pero pongo encima de la mesa los temores que me asisten en torno a que la tecnología se convierta en la excusa perfecta para demoler una función imprescindible en las democracias occidentales que consiste en informar, con sentido crítico, sobre la realidad que nos circunda. Si esta función la van a asumir, en emisoras de radio, de televisión o en periódicos digitales, los bots, teledirigidos por intereses partidistas, que siempre concurren, como una epidemia, la radio entraría en pánico, perdería interés y, lo más grave, credibilidad, su gran e indiscutible (hasta ahora) patrimonio.
La tecnología, dicho de otra manera, puede suplir perfectamente, a día de hoy, la participación de los profesionales en la radio. Es cuestión de tiempo que su sofisticación, y la suma de una verdadera Inteligencia Artificial, y una síntesis de voz que aporte inflexiones valorativas de voz que la hagan más humana, nos presenten más oportunidades para apartar a los profesionales. Es cierto que “La inteligencia artificial hará mejor la radio” o, matizo, “hará la radio más barata”, pero me niego a creer que será ‘la mejor’. No creo, a día de hoy, en las ‘emociones sintéticas’, sino en las ‘emociones humanas’, y la radio es el medio que mejor sabe canalizarlas.
Emociones sintéticas versus emociones humanas
- A raíz de una reciente e interesante reflexión del consultor argentino Jorge Heili, el autor se plantea si existen límites en la aplicación de estas nuevas tecnologías en el ámbito de la radio y el periodismo, ante el peligro de que la industria opte por abaratar los procesos de producción y prescinda de los profesionales, en beneficio de las máquinas, lo que equivaldría de hecho a su desaparición
No acostumbro a polemizar, por el simple hecho de hacerlo, sin otra finalidad, y menos con buenos amigos, como el consultor argentino Jorge Heili, a quien acaban de nombrar Gerente de la Cadena Básica de RCN Radio Colombia, a quien sigo y admiro. La última de sus reflexiones que he recogido en mi web, “La inteligencia artificial hará mejor la radio” me plantea, de entrada, una reflexión en torno al título elegido para su post. Es un matiz, pero es un matiz importante, sobre todo porque va a encabezar el planteamiento de estas líneas. Heili no escribió, y creo que deliberadamente, “La inteligencia artificial hará la mejor radio”. Y aquí es donde quiero ir a parar.
Emociones enfrentadas: la máquina frente al ser humano (Fotografía Pixabay, en Ambientum.com) |
La carrera tecnológica es tan impredecible como irrefrenable. Nadie sabe qué ocurrirá dentro de veinte años, que, al ritmo que va la vida, me parecen una eternidad. Ya en mi libro, “La radio, el Acompañante Silenciado”, en su último capítulo, recojo una serie de hitos que tienen que ver con la Inteligencia Artificial (IA) y la síntesis de voz, y el debate, jurídico y ético, sobre todo, que plantea en muchos de sus aspectos y futuras (ya presentes) realidades. No están tan lejos otras páginas tecnológicas referidas, por ejemplo, a la colocación de un microchip subcutáneo que nos facilite diversas funcionalidades, entre ellas se incluiría la escucha de audio. El metaverso apunta a una experiencia inmersiva y multisensorial en el uso aplicado de diversos dispositivos y desarrollos tecnológicos en internet, que nos introduzcan en mundos virtuales paralelos al real.
Que se avance tecnológicamente, que se logren procesos de automatización con éxito en el ámbito de la producción radiofónica, no garantiza, a mi modo de ver, en absoluto, la calidad inherente al medio, la esencia de su alma comunicativa: la emoción
Insisto, la tecnología avanzará pese a todas las reservas que podamos ponerle. Es ley de vida. Pasó con nuestros mayores, cuando les cerraron oficinas bancarias de su barrio y les remitieron a unas máquinas infernales que llamaron ‘cajeros automáticos’, que no hablaban con ellos, ni les preguntaban por su salud o la marcha de los estudios de sus nietos. Pero les daban dinero (si no concurrían otra clase de incidencias). Pasó con los más veteranos del lugar cuando tuvieron que desterrar las Olivettis de la redacción para abrazar los primeros ordenadores Basys, tiznados de verde fosforito. Y pasará cuando los babyboomers nos hagamos más mayores y nos enfrentemos a realidades tecnológicas que nos apabullarán, pero de las que no podremos escapar.
Escribía Jorge Heili en su nota: “La segmentación de audiencias que hoy observamos requiere tener tecnología de conocimiento del oyente, ya no importa la masividad sino la fidelización hacia la marca, ya no se necesitan millones de personas, sino unos miles para asegurar la sostenibilidad. Esa es la innovación de las marcas de radio". Y su reflexión, siendo atinada, y oportuna, me infunde miedo. Porque, en definitiva, los avances de la tecnología no persiguen otra cosa que el abaratamiento de los procesos de producción. La llegada de los robots, y no digamos nada de los robots con IA, persiguen la sustitución de una mano de obra cara por un mecanismo cibernético que no da problemas, más allá de los técnicos. Me da miedo por su inevitable relación con la parte de negocio que encierra la radiodifusión que, visto lo visto, no sabemos dónde puede terminar y hasta con cuántos puede terminar.
No es un secreto que la agencia de noticias Bloomberg trabaja desde hace años con bots que redactan por sí solos determinados contenidos, como por ejemplo la información de Bolsa, de acuerdo con unos parámetros previamente introducidos en su software que permiten ‘pensar’ al sistema y elaborar una información coherente, que se publica directamente, casi sin filtros. De aquí a asociar otro software de síntesis de voz humana, como comentaba en mi libro, de manera que prescindamos de personas en el proceso de producción de un boletín informativo horario, no queda nada. Ya disponemos de la tecnología. Esto no es ciencia ficción, sino una realidad palmaria. Y me consta que ya existen radios que han establecido soluciones como esta que recojo.
“El cambio es inevitable con la digitalización”, apunta Heili. Y, de alguna manera, suena a amenaza. ¿En qué términos se impondrá la digitalización? Esta es la cuestión. ¿Qué consecuencias para los profesionales acarreará? ¿Cuáles van a ser sus expectativas profesionales ante esta ‘amenaza’ que, está claro, si reduce los costes estructurales de personal, se va a adaptar en las empresas de comunicación con gran satisfacción?
Que se avance tecnológicamente, que se logren procesos de automatización con éxito en el ámbito de la producción radiofónica, no garantiza, a mi modo de ver, en absoluto, la calidad inherente al medio, la esencia de su alma comunicativa: la emoción.
La radio es, simultáneamente, arte y negocio. Suma estas dos partes de manera indivisible. Y en su día a día, debe aspirar al equilibrio de ambas, porque si sus contenidos no resultan atractivos para la audiencia, si no logran atraer el interés y la fidelidad de los oyentes, no habrá negocio. Pero, al mismo tiempo, para que los periodistas, los locutores, los realizadores, los guionistas, todos los profesionales relacionados con el producto, puedan hacer su trabajo concentrándose en alcanzar la calidad, tienen que recibir su nómina a final de mes como motivación extrínseca.
Si los empresarios del sector llenan la antena de Inteligencia Artificial, sintetizadores de voz, software de bots autogestionados, creo que una de las patas de este proceso -la del arte, claramente- se verá muy amenazada. Y este es mi principal miedo ante el avance tecnológico que unos aplauden y otros vemos como una oportunidad para el sector, siempre y cuando no se prescinda de la aportación de los profesionales, que son quienes conocen los códigos y los resortes de este arte y negocio.
“El cambio es inevitable con la digitalización”, apunta Heili. Y, de alguna manera, suena a amenaza. ¿En qué términos se impondrá la digitalización? Esta es la cuestión. ¿Qué consecuencias para los profesionales acarreará? Cada curso académico salen de las facultades de Comunicación en torno a 3.000 graduados, según datos de la Asociación de la Prensa de Madrid. ¿Cuáles van a ser sus expectativas profesionales ante esta ‘amenaza’ que, está claro, si reduce los costes estructurales de personal, se va a adaptar en las empresas de comunicación con gran satisfacción? Me niego a creer que el periodismo forme parte de los oficios que la digitalización va a destruir.
¡Bienvenida sea la tecnología! Mi entusiasmo no se arredra ante la llegada de la Inteligencia Artificial, los bots y las voces sintetizadas. Nunca he sido de los que negaban el progreso, sino de los que abrazaban sus posibilidades. Pero pongo encima de la mesa los temores que me asisten en torno a que la tecnología se convierta en la excusa perfecta para demoler una función imprescindible en las democracias occidentales que consiste en informar, con sentido crítico, sobre la realidad que nos circunda. Si esta función la van a asumir, en emisoras de radio, de televisión o en periódicos digitales, los bots, teledirigidos por intereses partidistas, que siempre concurren, como una epidemia, la radio entraría en pánico, perdería interés y, lo más grave, credibilidad, su gran e indiscutible (hasta ahora) patrimonio.
La Inteligencia Artificial tendrá un papel importante en el futuro de la radio (Fotografía Pixabay) |
Si critiqué, en su momento, la desaparición de la prescripción en las radiofórmulas musicales, en beneficio de los locutores sin personalidad, meros ejecutores de las play list previamente programadas por el correspondiente software, con más razón ahora criticaré la eliminación de todo componente humano en las emisiones radiofónicas de música, que no está tan lejos.
La tecnología, dicho de otra manera, puede suplir perfectamente, a día de hoy, la participación de los profesionales en la radio. Es cuestión de tiempo que su sofisticación, y la suma de una verdadera Inteligencia Artificial, y una síntesis de voz que aporte inflexiones valorativas de voz que la hagan más humana, nos presenten más oportunidades para apartar a los profesionales. Es cierto que “La inteligencia artificial hará mejor la radio” o, matizo, “hará la radio más barata”, pero me niego a creer que será ‘la mejor’. No creo, a día de hoy, en las ‘emociones sintéticas’, sino en las ‘emociones humanas’, y la radio es el medio que mejor sabe canalizarlas.