#DMR: La credibilidad en la radio se basa en el respeto escrupuloso a la verdad
- El editor profundiza en la credibilidad como patrimonio de la radio, que nos recuerda la Unesco este año con su lema "A la radio, a la confianza"
Iñaki Gabilondo ostentó durante años el título del "periodista con más credibilidad" en España (Fotografía CadenaSER.com) |
En la credibilidad es donde la radio se la juega. Y le quedan ya menos balones para jugar el partido. A ver si, impulsada la industria por las pérdida progresiva de oyentes, va a caer en la tentación de empobrecer la calidad de sus contenidos en busca de apoyos fáciles, lo que aceleraría, no tengo la menor duda, su caída. Y de ahí, a la frase “entre todos la mataron y ella sola se murió” solo media un pequeño trecho
A estas alturas, estoy hastiado
de datos tan cortoplacistas como que Carlos Herrera está situado con su
programa en COPE a 180.000 oyentes del “Hoy
por Hoy”, de Àngels Barceló, en la SER o que Ángel Expósito mantiene
su “Linterna” a tan solo 60.000 oyentes de Aimar Bretos, joven y
flamante nuevo director de “Hora 25” en la Cadena SER, que ha llegado justo cuando
este informativo ha cumplido medio siglo de vida, tan pegada a los españoles,
que conocieron la llegada de la democracia y las libertades a través del
popular y reconocible gong del programa. Entiendo la trascendencia de estos
datos en la guerra que libran las marcas de la industria radiofónica, pero sus
responsables parecen no darse cuenta -o no querer darse cuenta- de que esta
dinámica comparativa puede desaparecer en breve, cuando todas las cadenas
luchen por su propia sostenibilidad, ante una audiencia en clara regresión.
Este año, la Unesco recomienda dedicar el Día Mundial de la Radio a reflexionar en torno al gran patrimonio del medio: la confianza que genera entre los oyentes. Dicho de otra manera, a la enorme credibilidad que todavía proyecta. Habría que añadir: ¡y menos mal! Cuando la evolución del audio digital, favorecido por la irrupción de la red de redes, le ha arrebatado a la radio trofeos como ‘la exclusividad’ de la producción de contenidos sonoros, ‘la exclusividad’ en la difusión de las novedades musicales, o incluso ‘la exclusividad’ de la información, el medio busca y rebusca entre su patrimonio aquello que el resto de su nueva familia -entre los nuevos miembros, el podcast y el audiolibro- no tiene. Y ahí, por fortuna, se da de bruces con una realidad que le es favorable, y que se basa, precisamente, en que los oyentes se creen lo que cuenta la radio. Se lo creen porque confían en ella. ¡Esta sí que es una buena noticia!
Vivimos tiempos difíciles, y complicados, en el ámbito de los medios de comunicación, las redes sociales han entrado con una fuerza arrolladora en el escaparate de la realidad que nos circunda y nos encontramos con que cada vez resulta más difícil creerse algo de lo que nos cuentan. Las fake news se han convertido en el pretexto que ha provocado la creación de equipos de profesionales que se dedican a desmentir los rumores o, directamente, las manipulaciones y mentiras que nos quieren hacer creer. En el último estudio de “Navegantes en la Red” (2021), de AIMC, se refleja, ante la afirmación: “En Internet, las noticias de las redes sociales son menos fiables”, más de la mitad de los encuestados (51,8%) están de acuerdo o muy de acuerdo con la frase. Y existe una gran conciencia colectiva sobre el problema que representan las fake news. A la afirmación: “Las noticias falsas son un problema grave de Internet”, el 79,9% está de acuerdo o muy de acuerdo. Tal es el nivel de conciencia de los internautas españoles que el 72,6% considera que “deberían ser prohibidas y sus creadores perseguidos”.
Imagen histórica lograda en la Universidad Complutense de Madrid, en 2020: Íñigo Alfonso, Carlos Alsina, Àngels Barceló y Carlos Herrera, con el decano de la Facultad de CC.I., Jorge Clemente |
Hay territorios peligrosos en los que se introduce la radio que pueden participar de ese malestar generalizado de la mayoría de los internautas en torno a noticias, informaciones, que persiguen más el clickbait para obtener un mayor posicionamiento de su web, que realmente responder al compromiso de medio serio y solvente, que prestigia -y que exige- la marca. Y ahí caemos en la tentación del ‘todo vale’ para lograr audiencia
Sin embargo, hay territorios
peligrosos en los que se introduce la radio que pueden participar de ese
malestar generalizado de la mayoría de los internautas en torno a noticias,
informaciones, que persiguen más el clickbait para obtener un mayor
posicionamiento de su web, que realmente responder al compromiso de medio serio
y solvente, que prestigia -y que exige- la marca. Y ahí caemos en la tentación
del ‘todo vale’ para lograr audiencia. La industria de la radio no puede jugar
al doble rasero de ‘soy creíble’ pero busco que cliquen mis noticias más
llamativas, para acumular tráfico en mi web, sin confirmar la veracidad de
algunas de ellas que nos llegan vaya usted a saber desde dónde...
La radio ha perdido ya
suficientes tronos como para permitirse seguir perdiendo más. La confianza que
genera una emisora, una cadena de radio, un profesional con sus oyentes está
muy relacionada con el tipo de comunicación del que se sirve la radio: la
palabra en el tú a tú. Como me contaba el psicoterapeuta Luis Muiño, uno
de los artífices del éxito internacional del podcast “Entiende
tu mente”, de Molo Cebrián (Spotify),"la
radio llega, directamente, al sistema límbico, el de las emociones".
Y añadía: "Somos más fieles a aquello que interiorizamos de forma
sentimental". Por tanto, interviene, marcando la eficacia del proceso
de comunicación, un elemento determinante en la estrategia del marketing del
siglo XXI: la emoción. Pero el éxito de la radio no llega desde la impostura
que puede hacerse presente en procesos más interesados, sino desde la
naturalidad y la autenticidad de los comunicadores de la radio. De ahí la
importancia, en la que siempre insisto a los colegas que trabajan con un
micrófono delante, de ser ellos mismos. El oyente cuenta con un sexto sentido
que le permite ‘desnudar’ a quien le habla y percibir si lo que le dice y cómo
lo dice responde a la verdad de su personalidad, o está impostando una realidad
alternativa, y falseada.
La radio, en realidad, es una
radiografía. La que hace el oyente respecto de quien le habla. Equivale a la
primera impresión que nos provoca una persona, cuando nos la presentan. En
segundos, nuestro cerebro es capaz de realizar un retrato robot de ella, que
derivará en simpatía o antipatía, y también tiene que ver con la autenticidad
de su personalidad, en si encaja con la nuestra o nos provoca rechazo. ¡Y no le
conocemos! No hemos tenido tiempo material para profundizar en la relación. Y,
sin embargo, nuestro cerebro ha emitido sentencia en apenas unos segundos. La
frase “solo hay una oportunidad para causar una buena impresión” nos
debe enseñar que los comunicadores en la radio también están sometidos a esta
ley del ‘juicio inconsciente', aunque en ocasiones también resulte un
‘pre-juicio’.
Uno de los grandes hitos ocurridos en el último año, en octubre de 2021, Iñaki Gabilondo y Carlos Herrera nombrados Doctores Honoris Causa por la Universidad Europea (Fotografía UE) |
La radio, en realidad, es una radiografía. La que hace el oyente respecto de quien le habla. Equivale a la primera impresión que nos provoca una persona, cuando nos la presentan. En segundos, nuestro cerebro es capaz de realizar un retrato robot de ella, que derivará en simpatía o antipatía, y también tiene que ver con la autenticidad de su personalidad, en si encaja con la nuestra o nos provoca rechazo. ¡Y no le conocemos!
La credibilidad en la radio no solo afecta a las noticias de las que se informa. La credibilidad en la radio se basa en la verdad: reside en la verdad que proyecta quien habla, la verdad de lo que cuenta, la verdad sobre sí mismo que autodescubre. El oyente elige marcas, es cierto. Pero su auténtica
confianza recae en los profesionales que hacen la radio. De lo contrario, no se
entenderían los bailes de nombres entre cadenas, como los protagonizados,
otrora, por José María García o Luis del Olmo o, más
recientemente, en 2015, por Carlos Herrera en su traslado de Onda Cero a COPE.
Esta realidad se gestiona de manera muy diferente entre marcas. En la SER, su primer directivo lo tenía claro: Augusto
Delkáder comentó en una ocasión: “la
radio no podía basarse en las estrellas, auténticas ‘burbujas’ que se
convertían en ‘empresas dentro de la empresa’ (Asamblea de
directores de la SER, León, 1992). En otras compañías, sin embargo, los profesionales
constituían sus propias empresas mercantiles y facturaban cada mes. ¿Dónde
queda la vinculación a la marca? ¿Dónde se asienta la identificación con el
concepto de equipo? La SER lo sabe muy
bien, lo ha fomentado, aunque no siempre sus profesionales han encontrado el
mejor trato de la casa.
Lo que defiende la Unesco es que
los oyentes no pierdan su fe en la radio, en la que encienden cada mañana, en
la que les acompaña en sus desplazamientos en coche, en la que les entretiene
mientras hacen deporte o se ocupan de las labores de la casa. Las tendencias marcadas
por el EGM en lo que a la evolución de las audiencias se refiere no son nada
halagüeñas, más bien al contrario, no es ningún secreto. La radio no puede
permitirse el lujo de perder oyentes. Ya que no los gana, al menos que no los
pierda por sus propios errores. Gracias a la Unesco por recordarnos lo que
todos sabíamos, pero a menudo se olvida. En la credibilidad es donde la radio
se la juega. Y le quedan ya menos balones para jugar el partido. A ver si, impulsada
la industria por las pérdida progresiva de oyentes, va a caer en la tentación
de empobrecer la calidad de sus contenidos en busca de apoyos fáciles, lo que
aceleraría, no tengo la menor duda, su caída. Y de ahí, a la frase “entre
todos la mataron y ella sola se murió” solo media un pequeño
trecho.