Obituario Manuel Lorenzo (1931-2021)
https://www.gorkazumeta.com/2021/09/obituario-manuel-lorenzo-1931-2021.html?m=0
Escrito por su hijo Javier Lorenzo, y publicado en su Facebook
El papel de abuelo Segismundo en 'Los Porretas' le encumbró
- Su hijo Javier, periodista y escritor, le recuerda en este retrato
- Como tantos otros actores del "Cuadro de Actores de Radio Madrid", Lorenzo se quedó desamparado cuando la dirección de la SER decidió cerrar la etapa de los seriales, ante la llegada de la televisión y la apertura de las libertades para informar
- Apodado "Don Criticón", fue un enamorado del deporte, el fútbol, el boxeo y su amado ciclismo y hasta participó en algunas películas, como "El Crack", de José Luis Garci (1981)
Ha muerto Manuel Lorenzo, el abuelo cascarrabias y a la vez entrañable que protagonizó en la Cadena SER la exitosa radionovela “La saga de los Porretas”, el último de los grandes seriales radiofónicos, que fue galardonado en 1978 con el premio Ondas.
Con Manuel Lorenzo se extingue también el mítico “Cuadro de actores” de la emisora, ya que las otras dos grandes protagonistas de la serie, Matilde Vilariño y Juana Ginzo, fallecieron los pasados 20 y 26 de agosto, respectivamente. Así pues, en apenas once días, la historia de la radio ha perdido a tres de sus referentes: los culpables de que durante la titubeante, impredecible y muchas veces trágica Transición a los españoles siempre se les despertara una sonrisa.
"En los periódicos es costumbre que se tengan ya escritos los obituarios de aquellos personajes que, por su edad o estado de salud, están próximos a la muerte. Durante los últimos meses tuve esa tentación con respecto a mi padre. Pero me negué a hacerlo. Me lo prohibí tajantemente. No podía anticipar de ese modo su desaparición. No iba a dar ni una excusa al destino. Pero hoy, esta noche, después de haber besado y acariciado su rostro por última vez, sé que estas líneas son algo que le debo"
Tal vez hoy sea difícil comprender aquel fenómeno. Cómo la historia de una familia de clase media, preocupadísima por el chalé, el fin de mes o los estudios de sus vástagos, pudo calar de aquella forma entre el público. Tanto, que estuvo en antena doce años (1976/1988). Tanto, que es el único espacio radiofónico que se ha emitido tres veces al día. Tanto, que una década más tarde aún se reponía en alguna cadena. Tanto, que se ha hecho una serie de televisión y hasta una película. Tanto, que los taxistas o los camareros invitaban a los actores/locutores cuando les reconocían la voz. Y tanto, que el hoy rey emérito –seguidor acérrimo- enviaba felicitaciones navideñas a los integrantes del serial.
Era un éxito colectivo. Del genial Eduardo Vázquez, autor y guionista; del director José Fernando Dicenta, de los técnicos de sonido, del responsable de los efectos especiales –recuerdo que se llamaba Juan Salas- y, por supuesto, de los actores. Y entre éstos destacaba don Segismundo Porretas, con su voz aguardentosa –que era impostada-, con sus expresiones castizas, con sus blasfemias atemperadas, con sus ingenuos líos amorosos o las efervescentes discusiones con su nuera Candelaria. Y la magia era la voz. Esos “¡pero, leñe!”, esas expresiones si se quiere anticuadas, pero no por eso menos contundentes, que empujaban al oyente a ponerse instintiva y constantemente del lado del tozudo abuelo Porretas. Y ese impulso, ese acento, ese registro, Manuel Lorenzo lo bordaba. Ése fue su gran mérito y con ello hizo feliz a mucha gente.
Nacido en Madrid el 4 de noviembre de 1931 –“me engendraron monárquico, pero nací republicano”-, Manuel Lorenzo vivió las extremas circunstancias de la posguerra: su padre fue condenado “por auxilio a la rebelión” y su casa –en la calle Bordadores, a unos pasos de la Plaza Mayor- fue bombardeada por la aviación nacional; también fue un “niño de Rusia”, rescatado a vuelapluma por una familia de Valencia y tuvo un hermano que murió en el Jarama… Un panorama desolador.
A su vuelta de Valencia, siendo poco más que un crío, empieza a trabajar en banca, pero a la vez le atrae el teatro. Destaca sobre todo por su voz peculiar -ronca, potente-, que le conduce al encuentro del humorista Luis Sánchez Polack “Tip”, quien le presenta a su vez a José Fernando Dicenta. Tras una rápida prueba de micrófono, el dictamen es categórico: “Venga usted mañana a las ocho”.
"Cada uno se enfrenta a la pérdida de una manera única e implacable. Definitiva. Y yo, amigos, en estos momentos sólo soy un hombre triste que intenta hacerlo lo mejor que puede. Descansa en paz, papá. Te echaré de menos"
A partir de entonces colabora en los grandes seriales radiofónicos de la SER como "Matilde, Perico y Periquín" (guion de Eduardo Vázquez) o "Ama Rosa" y "Simplemente María" (de Guillermo Sautier Casaseca). Además, poco a poco se introduce en el campo deportivo, donde comparte espacios con Vicente Marco, Alfonso Azuara o José María García. Así nace “don Criticón”, que desde el principio hace honor a su nombre, lo que a la postre le acarreará una denuncia del entonces presidente del F.C. Barcelona, José Luis Núñez, y la consiguiente desaparición del personaje. Pese a ello siguió vinculado al deporte, sobre todo al ciclismo, pues durante casi una década fue el locutor oficial de la Vuelta ciclista a España.
El éxito de “La saga de los Porretas” le impulsa a otros trabajos. Da voz a numerosos cortos y documentales –aún sigo buscando el de “Gran Vía”, donde aseguraba muy chuleta que “era la segunda calle más importante del mundo, porque la primera la están construyendo”- y en 1981 interpreta a Rocky, el barbero, en la película "El crack", de José Luis Garci. Colaboración que repetiría dos años más tarde en "El crack 2". Fue su papel más destacado en el cine, un medio que en realidad nunca cultivó, pues la radio siempre fue su gran pasión. Una pasión con la que consiguió emocionar y hacer reír a todo un país.
P.D. En los periódicos es costumbre que se tengan ya escritos los obituarios de aquellos personajes que, por su edad o estado de salud, están próximos a la muerte. Durante los últimos meses tuve esa tentación con respecto a mi padre. Pero me negué a hacerlo. Me lo prohibí tajantemente. No podía anticipar de ese modo su desaparición. No iba a dar ni una excusa al destino. Pero hoy, esta noche, después de haber besado y acariciado su rostro por última vez, sé que estas líneas son algo que le debo.
Tengo mil anécdotas y recuerdos, pero ya son el poso de un perfume añejo, el tono sepia de una fotografía familiar. Así que no ahondaré. Los guardaré y de vez en cuando los sacaré a la luz entre quienes lo conocieron para que, aunque sólo sea por un segundo, brillen de nuevo. Por lo demás, pido disculpas por la extensión del texto, por la pena que desprende o incluso, algunos quizá lo piensen, por su aparente frialdad. Cada uno se enfrenta a la pérdida de una manera única e implacable. Definitiva. Y yo, amigos, en estos momentos sólo soy un hombre triste que intenta hacerlo lo mejor que puede.
Descansa en paz, papá. Te echaré de menos.
Fantástico Javier. Y de tal palo tal astilla. Un abrazo enorme con todo mi ánimo
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