El cuadro de actores de la SER: homenaje a un irrepetible aquelarre creativo
- Con la muerte en las últimas semanas de Matilde Vilariño, Juana Ginzo y Manuel Lorenzo, el maravilloso teatro radiofónico pierde a sus últimos protagonistas
Imagen del Cuadro de actores de Radio Madrid (Archivo Cadena SER) |
"Teófilo Martínez, el narrador, se colgó del cable del montacargas de la radio para que su voz, surgida de las profundidades del hueco del ascensor, tuviera la sonoridad requerida" (Luis Rodríguez Olivares)
Eran tiempos oscuros, con un medio amordazado que intentaba
recuperar la aceptación popular que ya había conseguido Unión Radio antes de la
Guerra Civil, emitiendo música, dramáticos e informativos. La información era
monopolio de la dictadura, Unión Radio se había convertido en la SER, y allí
desplegaba un torrente de ideas Antonio Calderón, guionista y director del cuadro de actores. En aquellas
emisiones en directo, los intérpretes representaban la obra sin cortes frente
al micrófono, y desde galernas a peleas de espadachines, desde jardines primaverales
a lúgubres monasterios, eran recreados por efectos de sonido cuya máxima
expresión fue un legendario guion de Calderón que se creía desaparecido y ha
sido recuperado por el periodista Luis Rodríguez Olivares en su libro Pasos
1946 (ExLibric), de reciente publicación. “Pasos”, dice
Rodríguez Olivares, “es una obra cumbre de la radio. Calderón exprimió al
máximo los recursos con los que contaba, elevó el nivel de su ya célebre
exigencia, y puso las bases de unos principios que ya no pudieron ser discutidos
o puestos en duda”.
En torno a Calderón se creó el primer cuadro de actores, con
Carmita Arenas, Maribel Alonso, Teófilo Martínez… En 1946, Tu carrera
es la radio aportó más talento —Juana Ginzo, Joaquín Peláez, Julio
Varela, Vicente Marco— y otros se sumaron desde el Conservatorio de Madrid,
como Matilde Conesa, o a través de un concurso de tangos, el caso de Pedro
Pablo Ayuso. Sus voces llegaban a todo el país por las emisoras locales de la
SER, y su enorme popularidad registró cientos de anécdotas. A Vicente Marco,
tras protagonizar a Judas, le asaltaron a la salida de la emisora gritándole:
“¡Traidor, malvado!”. Juana Ginzo recibió la carta de un pastor ofreciéndole
leche de sus cabras, conmovido por su personaje de una mujer sin recursos.
Cubierta del nuevo libro de Luis Rodríguez Olivares |
Con el radioteatro llegaron al último rincón del país las
grandes obras universales, del teatro griego a Cervantes, de Galdós a
Shakespeare, de Ibsen a Molière, pero también de autores contemporáneos,
siempre bajo la mirada escrutadora de la autoridad. “Se nos manchaban los dedos
de azul”, escribe Juana Ginzo en Mis días de radio, “por la tinta
fresca de la multicopista, tras haber pasado los guiones por las manos de la
censura”. Pero llegaron también los largos seriales de consumo masivo con
historias para sufrir, reír y vivir otras vidas. Lacrimógenos y llenos de
personajes tópicos, estaban bien construidos e interpretados, y dispararon las
audiencias y la publicidad. Fue el tiempo de Ama Rosa, Lo
que no muere o El derecho de los hijos, con aquella voz cavernosa
que advertía al inicio de cada capítulo: “¡Lo que Dios ha unido, que no lo
separe el hombre!”.
En los años setenta el serial languideció hasta extinguirse.
La mujer accedió al mundo laboral, la radio musical atrajo a los jóvenes y
cuando llegó la democracia las ondas se inundaron de información. Sin embargo,
los archivos nos permiten hoy volver a escuchar
este periodo histórico a través de Podium, en podcasts que
alcanzan millones de descargas, según María Jesús Espinosa de los Monteros,
directora general de audio de PRISA Media: “Esto demuestra que su vitalidad y
actualidad permanecen intactas. Ninguna de nuestras grandes ficciones sonoras
actuales tendrían sentido sin el trabajo de los dramaturgos y actores de esta
etapa medular de la historia de la radio”.
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