Miguel Álvarez-Fernández: "Mientras seamos manipulables, la radio seguirá existiendo"
- Álvarez-Fernández acaba de publicar el libro "La radio ante el micrófono" (Editorial Consonni), un ensayo histórico con la radio y su influencia de fondo
Miguel Álvarez-Fernández (Fotografía M.A.F.) |
"En las últimas décadas ha faltado en la radio un mayor atrevimiento empresarial, un poquito más de audacia y de arrojo al probar nuevos formatos. Quizá ello simplemente sea una manifestación más de uno de los males endémicos de la iniciativa privada en nuestro país, que tradicionalmente no ha valorado (ni recompensado) de manera suficiente la innovación"
-Algunos cambios recientes en nuestra sociedad, bastante
profundos y estrechamente vinculados con el tremendo auge de las redes
sociales, me animaron a pensar cuáles podrían ser sus más remotos orígenes, es
decir, cómo y cuándo se iniciaron esas transformaciones. Surgía así la
intuición de que tal vez en aquellos momentos embrionarios pudiésemos encontrar
ciertas pistas acerca de las formas en que hoy nos pensamos y nos sentimos. La
génesis de la sociedad de masas parecía un punto propicio desde el que
investigar todo esto, pues creo que aún podemos (y debemos) reconocernos en ese
concepto. Por su parte, el análisis del lenguaje radiofónico, planteado también
desde los más tempranos balbuceos de eso que Agustín García Calvo
describía perspicazmente como un “medio de formación de masas”,
también parecía una guía particularmente adecuada en esa exploración, no
solamente por su cronología paralela a los cambios sociopolíticos antes
mencionados, sino también por la íntima relación que ambas realidades, la
radio y la sociedad de masas, guardan con ese otro gran fenómeno del siglo XX,
que en este ensayo sirve para triangular la argumentación: el fascismo.
-Dices en la introducción que la radio se filtra en
nuestras vidas a través de caminos secretos y que realmente no sabemos bien
cómo nos afecta aquello que escuchamos a través de la radio. ¿Por
qué?
-Aunque hoy podemos cuestionar la estabilidad y la permanencia de los soportes visuales, lo cierto es que, al menos en nuestro imaginario, continuamos caracterizando lo sonoro como algo efímero, volátil y transitorio. Ese flujo continuo e imparable de información, tan típico de la radio, impide que podamos detenernos a revisar aquello que nos transmite, y de hecho dificulta —esta es una de las hipótesis del ensayo— cualquier reflexión profunda, sosegada y emocionalmente neutra sobre ello. La escritura, como soporte eminentemente visual, sí proporciona esas posibilidades; este libro intenta habitar poéticamente esa tensión entre la escritura y la oralidad radiofónica.
La radio ha generado en España enormes iconos —valga la paradoja—, quizá más populares que otras figuras análogas en otros países de nuestro entorno. Desde Iñaki Gabilondo hasta El loco de la colina, desde Encarna Sánchez hasta José María García, desde Gomaespuma hasta Julia Otero…
-En el libro hablas mucho del micrófono como una especie
de barrera del espacio radiofónico y hablas de algunas experiencias de poetas
sonoros como Henri Chopin que, en una de sus performances,
introducía su micrófono en la garganta.
-El micrófono se entiende aquí como un puente, o una
barrera, entre nuestro mundo y el espacio radiofónico, esa oscura inmensidad
electromagnética en la que las señales electrificadas viajan a la velocidad de
la luz. Todo el libro trata, en realidad, de los conflictos estéticos (que son
siempre también políticos) propios de esa frontera que encuentra su metáfora en
la membrana microfónica.
-¿De qué modo ha actuado la radio como testigo de
guerras? Dices en el libro que la radio es un medio de comunicación que históricamente
ha florecido en los tiempos de mayor incomunicación.
-Durante la primera presentación pública del libro en
Madrid, el filósofo Fernando Castro incidió en la dimensión del
micrófono y de la radio como dispositivos, en el sentido que Michel Foucault
consignó para este concepto. Dispositivos técnicos, pero también
ideológicos. Es fascinante cómo cada una de estas invenciones porta, dentro de
sí, ideas muy profundas (y a veces un tanto oscuras) acerca de lo que es, de lo
que debería ser o de lo que podría ser la sociedad, el sujeto, el conocimiento,
el lenguaje, la comunicación… Los distintos usos y apropiaciones de estas
o cualesquiera otras tecnologías pueden pensarse, todos ellos, en todo momento,
como invisibles batallas dentro de una verdadera guerra en la que todos estamos
permanentemente incursos, y donde no hay inocentes.
-¿Qué relación hay entre la voz, la radio, la
intimidad y el erotismo? ¿Cuáles serían las principales características de
la expresividad radiofónica?
-La excitación erótica apela necesariamente a nuestros
sentidos, y los medios de comunicación —tal y como vislumbró (Marshall)
McLuhan—pueden entenderse como una extensión del ser humano, esto es,
como una suerte de prótesis para esos sentidos. La forma en que las voces
radiadas acarician nuestros tímpanos (de manera análoga a como, en otro lugar
del mundo, acarician la membrana del micrófono) genera, tal y como se sostiene
en este ensayo, una particular forma de intimidad radiofónica que,
curiosamente, se aproxima mucho a lo que el filósofo José Luis Pardo
describió en un fascinante ensayo titulado, precisamente, “La intimidad”, y
publicado por Pre-Textos en 1996 (por cierto, en aquellas fechas, Pardo, que
tenía exactamente la edad que yo tengo ahora, nos hablaba de estas
cosas —así como de Platón y de Deleuze— a sus
imberbes alumnos de Filosofía en un instituto público de Torrelodones).
Portada del libro de Miguel Álvarez-Fernández |
-Has colaborado en distintas experiencias musicales -o,
mejor dicho, sonoras- con artistas como El Niño de Elche
con representaciones sonoras a partir de la obra de (José) Val
del Omar. ¿Cómo ha sido esta experiencia?
-Aunque en este ensayo no aparecen referencias explícitas a
José Val del Omar, desde luego sus
concepciones mecanísticas sí están presentes en las alusiones a
aquello que queda del otro lado del micrófono, es decir, más allá de su
membrana. Tanto el alucinado pensamiento valdelomariano como
el de otro artista/inventor igualmente vinculado a Valencia, Juan García Castillejo (cuya principal obra
teórica se acaba de reeditar con un estimulante prólogo de Llorenç Barber),
deberían analizarse en una continuación de “La radio ante el micrófono”,
que si todo va bien se titulará “La radio entre altavoces”, y donde
el énfasis no estará en la radioperformance —como
sucede en este primer volumen—, sino en la instalación sonora como ámbito
de reflexión estética (la trilogía concluiría, conforme a este plan, con “La
radio tras el tímpano”, dedicado al análisis del arte conceptual en su
relación con lo radiofónico). Volviendo a Val del Omar, desde luego que el
proceso de escritura de este libro ha estado marcado por la doble experiencia
compartida con Niño de Elche (y los demás miembros del equipo) en el
trabajo sobre el guion, el diseño sonoro y la producción musical de la
instalación Auto Sacramental Invisible. Una representación sonora a
partir de Val del Omar (que se puede visitar en el Reina Sofía
de Madrid hasta noviembre de 2021), por una parte, y en la dirección
artística y la producción musical de “La distancia entre el barro y la
electrónica. Siete diferencias valdelomarianas,” último trabajo
discográfico del exflamenco (publicado en formato de doble vinilo, en
una edición limitada de 1000 ejemplares numerados). Al fin y al cabo, ni para Francisco
Contreras ni para mí resulta muy diferente pensar con palabras o
hacerlo con sonidos. Son diferentes formas de investigación, es decir, de aprendizaje.
El renovado auge, en estos últimos años, de lo radiofónico —en sus formas más diversas— tal vez esté relacionado con la presencia cada vez mayor y más evidente de determinadas ideologías en la muy deteriorada esfera pública, e incluso en algunos parlamentos"
-¿Crees que hay cultura sonora o cultura radiofónica
en nuestro país, comparada con países como Francia o Reino Unido?
-Aunque siempre es delicado generalizar sobre cuestiones de
este tipo, mi impresión es que sí existe una amplia cultura radiofónica en
nuestro país. De hecho, la radio ha generado en España enormes
iconos —valga la paradoja—, quizá más populares que otras figuras
análogas en otros países de nuestro entorno. Desde Iñaki Gabilondo hasta El loco
de la colina, desde Encarna Sánchez hasta José María
García, desde Gomaespuma hasta Julia Otero… Y
todo ello sin retrotraernos a otros periodos anteriores de nuestra historia,
como la posguerra, cuando la radio ostentaba prácticamente el monopolio del
entretenimiento. Si nos referimos a manifestaciones más experimentales, como
las que se analizan en este libro, también puede defenderse que nuestro país es
una verdadera “potencia mundial” en este terreno. Yo espero que esto
quede claro para todos los lectores, por mucho que a los españoles a veces nos
cueste reconocer algunos de nuestros méritos. Ahora bien, junto a todo lo
anterior hay que admitir que en las últimas décadas sí ha faltado, en
el primero de los ámbitos señalados —el de la radiofonía española con
una vocación más comercial y masiva—, un mayor atrevimiento empresarial, un
poquito más de audacia y de arrojo al probar nuevos formatos. Quizá ello
simplemente sea una manifestación más de uno de los males endémicos de la
iniciativa privada en nuestro país, que tradicionalmente no ha valorado (ni
recompensado) de manera suficiente la innovación. Pero lo cierto es que cuando,
en estos últimos años, algunas empresas han apostado por propuestas
novedosas, originales y cuidadas —y esto tú lo conoces muy bien, por
tu experiencia en Podium Podcast y Podium Studios—,
los resultados están siendo no solamente lucrativos, sino también culturalmente
relevantes. Por otro lado, regresando al dominio de la creación artística
experimental orientada hacia la radio, y contemplando de nuevo los brillantes
resultados —reconocidos internacionalmente— que se han venido
alcanzando en España sin apenas ningún apoyo por parte de las instituciones
culturales, solamente cabe imaginar qué podría pasar si algunas de esas
instituciones se comprometieran mínimamente —como sí sucedió en
los años ochenta y primeros noventa— con estas prácticas artísticas.
Miguel Álvarez-Fernández, en una imagen de Lisbeth Salas |
-Igual que ha sucedido en tantos momentos de la historia,
ciertos trabajos radiofónicos experimentales —tales como los que se
discuten en este ensayo— pueden continuar, hoy, abriendo caminos e
indicando rutas a través de las cuales nuevas posibilidades estéticas podrían
dotar de sentidos todavía insospechados a todos esos dispositivos aún
emergentes (audiolibros, podcasts, apps de audio social, notas
de voz de WhatsApp, altavoces inteligentes, etc.). Si bien la creación
artística tiene muy poco que ver, afortunadamente para todos, con el I+D
empresarial (ni tampoco, en realidad, con la investigación académica,
necesariamente mucho más pautada y previsible), lo que este ensayo
presenta —obras que surgieron totalmente al margen de la empresa y de la universidad— bien
podría suscitar, entre lectores procedentes de esos dos ámbitos (o incluso
de otros igualmente alejados a priori del arte contemporáneo),
fértiles ideas o, al menos, imprevistos estímulos para la imaginación (sería
muy triste, además de reduccionista, asumir que esta es patrimonio
exclusivo de los artistas, por mucho que este colectivo esté, por lo general,
bastante entrenado en su uso).
-Por último, ¿hacia dónde crees que va la
radio? ¿Cómo te imaginas la radio en el año 2050, por ejemplo?
-Yo entiendo que al final de una entrevista como esta
se debería lanzar algún mensaje positivo u optimista… Pero lo cierto es
que una de las tesis de este libro, tal y como se apuntó anteriormente,
conecta la radio y la sociedad de masas a través de la noción de fascismo. A
partir de esa premisa se podría llegar a pensar que el renovado auge, en
estos últimos años, de lo radiofónico —en sus formas más
diversas— tal vez esté relacionado con la presencia cada vez mayor y
más evidente de determinadas ideologías en la muy deteriorada esfera pública, e
incluso en algunos parlamentos. Las últimas palabras del libro, de hecho,
apuntan precisamente en esta dirección. Así que, al pensar en el futuro de
este medio, y recordar su pasado —como también se intenta en este ensayo—,
solamente cabe concluir que mientras seamos manipulables, la radio
seguirá existiendo.
-Esta
entrevista en Valenciaplaza.com
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