Luis del Val: “Mi infancia transcurrió alrededor de la radio”
- El periodista aragonés comparte sus recuerdos sobre la radio, el medio en el que ha permanecido más tiempo en ejercicio profesional: desde "La carta", a "La letra pequeña" o "La fotografía" de Luis del Val
- "Iñaki es la perfección, el rigor, el mantenimiento de una disciplina interna, la exigencia permanente en primer lugar a sí mismo. Carlos, en cambio, es más relajado, menos exigente, y los fallos le sirven de soporte para una divertida observación o para burlarse amablemente de la equivocación"
“Hay un Herrera hedonista, con apariencia superficial, hay un Herrera frívolo que disfruta como un niño con el caca, culo, pedo, pis, hay un Herrera que se estremece ante la lírica barroca y hay un Herrera degustador de los placeres de mesa. Conocer a un hombre es difícil. También a Carlos Herrera”
Pero no vamos a centrarnos en el capítulo que aborda la
Transición, que no conviene desvelar todos los atractivos del libro, que son
muchos, sino en las sesenta páginas que dedica a la radio, que empiezan con la
frase que he elegido como título de este post. Luis del Val se puso por primera
vez delante de un micrófono cuando tenía dieciséis años. Y ya quedó abducido
por sus poderes. Pero mucho antes, en su niñez, la radio estuvo muy presente. “En
aquella España gris, de escasos recursos, la radio venía a ser una especie de
cine sin imágenes, de teatro sonoro, donde se convertía en realidad que la
radio es el descanso de los ojos y el trabajo de la imaginación”, escribe
Luis.
El capitulo que Luis del Val dedica a ‘La Radio’ en
esta “Memoria
y olvido” rinde homenaje a grandes nombres de la radio, como Matilde
Conesa, y a su virtuosismo vocal en ejemplos tan simples como entonar con
diferentes inspiraciones un simple “buenos días”, como Rosa María Belda,
actriz que, al morir los espacios dramáticos, tuvo que refugiarse en la publicidad
y el doblaje, incluidas películas porno, “¡Uhff! ¡Ahgg! ¡Aaaaaaahhh!”, o como
grandes nombres de aquella época dorada de la radio espectáculo, Pedro Pablo
Ayuso, Teófilo Martínez, Julio Varela, Fernando Dicenta, Rafael Taibo, y
tantos otros.
Pero el mejor homenaje que recogen estas pocas páginas, se
lo dedica su autor a los profesionales con los que ha tenido la suerte de
trabajar, mano a mano, micrófono al lado. En 1981 Luis del Val llega a la
dirección de Radio Cadena Española, fusión de la Red de Emisoras del Movimiento,
Cadena Azul de Radiodifusión y la Cadena de Emisoras Sindicales. “Recorrí buena
parte de las emisoras y cambié al director en casi la mitad de ellas. Nunca
cesé a nadie por teléfono. Almorzaba con ellos, cambiábamos impresiones,
buscábamos una salida laboral y le anunciaba mi decisión antes de que la
supiera nadie. Ninguno dejó de hablarme nunca y todos estuvieron en la toma de
posesión de su sucesor”, rememora. Tan solo estuvo un año al frente de RCE.
Poco después, en 1989, todas sus emisoras se integraron en Radio Nacional de España.
“En aquella España gris, de escasos recursos, la radio venía a ser una especie de cine sin imágenes, de teatro sonoro, donde se convertía en realidad que la radio es el descanso de los ojos y el trabajo de la imaginación”
Del Val cuenta cómo, para frenar la fuga de Luis del Olmo,
que ya triunfaba en RNE con su “Protagonistas”,
el entonces director general de RTVE, Carlos Robles Piquer (“uno de
los hombres más honestos y capaces que he conocido en el ámbito político”)
y él, pensaron en una estratagema para aumentar la retribución del leonés,
porque RCE sí podía contratar publicidad. Así nació “Hora Punta”, de 4 a
5 de la tarde, en esta sintonía. Y, como habían encontrado un patrocinador, del
Olmo cobraría un millón de pesetas mensuales. “¡Pensar que comenzó mi
amistad con Luis del Olmo siendo su jefe! Nunca me consideré como tal, y creo
que él lo notó. Para mí era una auténtica estrella de la radio, y lo respetaba
como tal, y me permitió descubrir su gran capacidad de trabajo. Y sus dos
pasiones: la radio y el ferrocarril. Bueno, y Ponferrada y el botillo”, concluye.
En 1982 Luis del Val cesó como director de RCE y se puso a
buscar trabajo. Se acercó a la radio, a la Cadena
SER, que entonces dirigía Eugenio Fontán, y en la que Tomás
Martín Blanco era el poderoso director de Programas. Con ambos había tenía
relación, cuando ejerció como máximo responsable de la cadena pública, pero de
ejercer como iguales, tras perder la púrpura del poder, se encontraba en
inferioridad de condiciones. Luis pidió trabajar en la trinchera, como redactor.
Pero los nombres mencionados no lo vieron así. Primero le ofrecieron la dirección
regional de Valencia y luego la recién creada dirección de Relaciones Externas.
Muy educadamente, del Val renunció a ambas propuestas, con la sorpresa de Martín
Blanco, que no entendía la tozudez del maño de “trabajar en la trinchera, y
no en el Estado Mayor”. El director de Programas de la SER reflexionó en voz alta: “Esto va a
ser más difícil”. Finalmente, fue Basilio Rogado quien rescató a
Luis del Val para su programa “Cita a las cinco”, que dio el carpetazo a
los seriales de la tarde en la SER. Allí
nació “La Carta de Luis del Val”, que empezaba todas las tardes con un
recurrente “Amado Basilio”.
Las mañanas de la Cadena SER de aquel año eran inconmensurables. Iñaki Gabilondo dirigía el primer tramo, el informativo, hasta las diez de la mañana y a partir de esta hora, y hasta el mediodía. se ocupaba de la antena otro profesional que nada tenía que ver con el donostiarra, el almeriense Carlos Herrera. Y Luis del Val colaboraba en ambos tramos. “Carlos e Iñaki mantienen una excelente relación personal -describe Luis-, pero tienen dos maneras de trabajar algo diferentes. Iñaki es la perfección, el rigor, el mantenimiento de una disciplina interna, la exigencia permanente en primer lugar a sí mismo. Carlos, en cambio, es más relajado, menos exigente, y los fallos le sirven de soporte para una divertida observación o para burlarse amablemente de la equivocación”. El autor de esta “Memoria y olvido” se confiesa ante tamaña duplicidad de colaborar con ambos, con Iñaki y Carlos: “A veces he comentado que esa experiencia laboral puede que me sirviera para hacerme inmune a cualquier atisbo de esquizofrenia”.
Cuando Iñaki Gabilondo le ofreció colaborar en su programa: “Mantuve la calma, no comencé a dar volteretas de alegría, le dije que podíamos probar, y allí se inició una relación profesional que, con algún intervalo, duró más de un cuarto de siglo”
Este capítulo dedicado a “La Radio” resulta a todas luces
delicioso, como una delicatessen para los que, como servidor, aman profunda e
incondicionalmente el medio. Luis se prodiga en confesiones: “con Iñaki
logré una compenetración profesional que es difícil de alcanzar”, confianza
que se trasladó también al ámbito personal, cuajado de confidencias, “naturalmente,
no voy a traicionar esas confidencias”, adelanta; pero sí relata algunos
episodios en la biografía del periodista donostiarra que orientan muy bien al
lector sobre los territorios que forjaron su carácter y fuerte personalidad. Merece
mucho la pena seguir profundizando en la relación Gabilondo-del Val que nos
propone este último. Eran los tiempos, para quien lo recuerde, de “La letra
pequeña” y “La Fotografía” de Luis del Val en el “Hoy por Hoy”.
1988 marcó un antes y un después en la trayectoria
profesional de Luis del Val. La Cope le hizo
una oferta con una retribución sustanciosa. Iñaki fue de los primeros en conocerla.
“Bueno, la situación no es mala. O ganas más dinero en la SER, o lo ganas en la Cope”, le comentó el donostiarra. Semanas después
Luis estrenaba, en las madrugadas de la cadena de los obispos, “Sé que estás
ahí”, un programa “intimista, dirigido a los insomnes, a los conductores
y a los que trabajan en los turnos nocturnos”. En la noche de Cope tuvo la suerte de conocer a una productora
fetiche en el actual universo radiofónico: María Luisa Núñez, “que
venía de la emisora de Cope en Villalba”. Núñez tuvo que ingeniárselas a
menudo, no solo para convencer a algunos invitados de que acudieran al
programa, sino también para sortear a toda la pléyade de intermediarios cuya
única función consiste en entorpecer las gestiones de los periodistas, en lugar
de facilitarlas. Hoy, María Luisa Núñez sigue siendo productora, ahora como escudera
de Carlos Herrera, “porque estuvo con él en Radio Nacional, en Onda Cero y,
actualmente, en la Cope”, y Luis del Val no ahorra elogios su trabajo y a su
agenda, “una productora vale lo que vale esa agenda”, sentencia.
Portada del libro que comentamos en este post |
La etapa de Cope terminó
una buena noche. “El horario resultaba endiablado”, reconoce el
periodista. Y añade que las secuelas de aquel programa se llaman “problemas
digestivos, que me han acompañado con molesta fidelidad”. Y concurrió otra
circunstancia determinante: la llegada a las noches de la cadena de los obispos
de José María García, procedente de Antena 3 Radio, recién comprada por
Prisa, y que provocó una estampida de profesionales a Cope. Este aterrizaje “afectaba a mi programa
que, o bien se retrasaba a la una de la madrugada, o bien desaparecía”.
Aunque intentaron arreglarlo, e incluso le propusieron una renovación por
cuatro años, Luis del Val prefirió cerrar etapa. Corría el año 1992.
Cuarenta y ocho horas después firmaba un contrato en la SER, para regresar al “Hoy por Hoy”
de Iñaki Gabilondo. “Fue mucho más sencillo que la primera vez”,
reconoce con humor. La simbiosis Gabilondo-del Val en la antena de la cadena de
Prisa era palpable. “Fue una etapa agradable y fructífera”, reconoce en
el libro. Pero la salida de Gabilondo del “Hoy por hoy” y la llegada de Carles
Francino, en cuyo proyecto no encajaba tanto, determinó el regreso a Cope, esta vez con Ernesto Sáenz de Buruaga,
recién llegado a las mañanas en 2010. “Con Ernesto me sucedió algo bastante
raro. Creo que lo resumí en la dedicatoria de un libro que publiqué al cabo de dos
años: ‘A Ernesto, amigo en un tiempo de la vida en que resulta extraño hacer
amigos’. Porque nos hicimos amigos”. Buruaga quería tenerle en el
locutorio, con él, como apoyo, se sentía reconfortado y más seguro con Luis del
Val al lado. “Cuando comenzaron a aparecer algunas discrepancias entre la
dirección de la empresa y su criterio, hizo un mutis caballeroso, renunciando a
la indemnización que le correspondía de todo un año, gesto que no suele ser
habitual, por no decir extraño y extravagante”.
Durante un tiempo colaboró en la SER con Iñaki Gabilondo hasta las diez, y con Carlos Herrera de diez a doce. “A veces he comentado que esa experiencia laboral puede que me sirviera para hacerme inmune a cualquier atisbo de esquizofrenia”
Tras Buruaga llegó Ángel Expósito, viejo conocido. Cope aguardaba, como alma en pena, el regreso
del hijo pródigo, Carlos Herrera, que se produjo en 2015. En septiembre
inauguró “Herrera en Cope”, y tres meses más tarde el EGM certificó que aportó
a la audiencia de su nuevo destino casi un millón de oyentes. “Herrera es un
gran trabajador que se esfuerza mucho en dar la imagen de trabajar poco. Y
puede que tenga engañada a mucha gente, pero no a mí”. La personalidad de
Herrera es algo en lo que profundiza del Val con respeto y, creo, acierto. “A
mí me parece que su personalidad es muy poliédrica”, describe. Y a
continuación, enumera los Herrera que conoce: “Hay un Herrera hedonista, con
apariencia superficial”, pero también hay un Herrera disciplinado que, si
hay que trabajar al día siguiente, se levanta de la cena con decisión. También “hay
un Herrera frívolo que disfruta como un niño con el caca, culo, pedo, pis”.
Y también “hay un Herrera que se estremece ante la lírica barroca” o la
Semana Santa de Sevilla. Y tampoco puede olvidarse que “hay un Herrera
degustador de los placeres de mesa”, concluye. “Conocer a un hombre es
difícil. También a Carlos Herrera”.
El capítulo dedicado a “La Radio”, de este libro, “Memoria y olvido” de Luis del Val, representa solo una parte de sus recuerdos, pero la radio ha impregnado muchos episodios de su biografía, como el citado encuentro con Severo Ochoa, especialmente emocionante para el periodista aragonés. Es difícil abstraerse al medio y a lo que supone, porque las experiencias vitales que aporta están mucho más cerca de las emociones que del simple y rutinario trabajo remunerado. Algo ocurre en el directo, cuando dos personas hablan desde la sinceridad y la autenticidad. “En esa trinidad de palabra, música y sonido, mezclada con más o menos acierto, depende que se llegue o no se llegue. No al cerebro, sino al corazón”. Y Luis del Val termina parafraseando a Descartes, “escucho, luego siento”. Gracias por compartir tus recuerdos, querido y admirado Luis.
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