El radio es radioactivo; la radio, también
- El término ‘radio’ presenta no solo diferentes acepciones, sino también distinto género, según se trate de un país u otro. En España es femenino, mientras en que México, Centroamérica, Colombia o Venezuela es masculino
La radio es 'radioactiva', nunca podría ser 'radiopasiva' |
No vamos a referirnos a la sustancia química, sino al
proceso de transmisión (envío y recepción) de ondas hertzianas. ¿Por qué afirmo
que se trata de ‘radioactivo’? Jugando con las palabras, podríamos afirmar, en
primer lugar, que porque nunca podría ser ‘radiopasivo’. La escucha de radio
siempre pasa por un proceso activo de acercamiento al medio. Uno escucha la
radio porque quiere escucharla. Si no hay voluntad previa, activa o proactiva,
de acercarse a ella, el proceso no se completa en ese caso.
La radio del directo, de la información, del enganche colectivo y simultáneo -la radio activa- es invencible cuando ejerce como tal, cuando logra contar los hechos en el mismo momento en que están ocurriendo
Existe una situación particular, la de los oyentes de radio
cautivos. Por ejemplo, en el coche o en un autobús, donde puede darse el caso
de que haya ocupantes que no tengan más remedio que oír la emisión que suena en
el vehículo; o en un comercio, una peluquería, un supermercado, o en la sala de
espera de una consulta de dentista. En estos casos, el oyente no tiene más
opción que oír la radio que suena en esas dependencias, pero dispone de la
libertad de elección de escucharla o no. Puede discriminar en su cerebro la
señal y evitar centrar toda su atención en ella. De esta manera, la radio
continúa siendo ‘radioactiva’.
La radio puede contribuir a que el oyente pase a ser
escuchante, si incluye algún contenido que llama su atención, lo que obliga a
cambiar el modo de escucha a uno más activo. Pero no siempre lo logra. Es muy difícil,
por no decir imposible, que la radio consiga mantener una tensión constante y
permanente que haga que el oyente se pegue literalmente al altavoz para
escucharla sin perderse detalle. Ocurrió el 23 de febrero de 1981, cuando el
pueblo español no dejó de escucharla durante el golpe de Estado que protagonizó
el teniente coronel Tejero en el Congreso de los Diputados que, afortunadamente,
no prosperó. De hecho, aquella noche, tan angustiosa, se rebautizó como “la
noche de los transistores”.
La radio ha ofrecido, a lo largo de sus cien años de vida, infinitos
episodios en los que el enganche entre emisión y oyente ha sido tan adhesivo
como el pegamento más ultrafuerte del mercado. Todos los que militamos como
oyentes de radio hemos vivido momentos en los que no podíamos abandonar nuestro
vehículo hasta que terminara la entrevista, la información o el reportaje que
se estaba emitiendo en esos momentos en directo. Tal era la fuerza de atracción
que ejercía el medio que nos resultaba imposible despegarnos de ella hasta
conocer el desenlace de una historia o, simplemente, el final de aquel contenido. Esta es la
radio-imán.
La industria de la radio ha recibido un enorme bofetón económico este año 2020 que, por fin, se acaba, muere. Esa ‘mala salud de hierro’ con la que convive desde hace años se contagió de mayor inestabilidad a principios de año con los meses más duros del COVID-19
En aquella noche fatídica del golpe de Estado del 81, la
emisión de la radio logró enganchar simultáneamente a millones de españoles que
aguardaban el final de aquella pesadilla. En aquel momento solo la radio
pudo ofrecer en directo lo que estaba ocurriendo en el Congreso de los
Diputados. La televisión ofreció más tarde las imágenes, cuando pudo hacerlo.
La radio se jugó la vida de sus periodistas y técnicos en la Cámara Baja. Pero
también confirmó definitivamente su credibilidad, y consolidó una nueva imagen
del medio, lastrada por el desprestigio de haber superado un período -la dictadura-
en la que se le hurtó el derecho a la información.
La radio, a partir de aquel golpe, se hizo más activa. Y la
audiencia más fiel. En aquel episodio tan trascendente de nuestra reciente
democracia, la radio probó lo que hoy resulta incuestionable: su valor social.
La radio del directo, de la información, del enganche colectivo y simultáneo
-la radio activa- es invencible cuando ejerce como tal, cuando logra contar los
hechos en el mismo momento en que están ocurriendo. La obligación de la radio
es engancharnos, pero no puede hacerlo a cualquier precio, so pena de perder lo
que considero, hoy en día, su principal patrimonio: su credibilidad.
En el mismo instante en que la radio cayera en las fake
news, su luz -la que le queda- se apagaría. Creemos en ella, en lo que nos
cuenta.
La radio activa no tiene nada que ver con el pódcast. Este
nuevo soporte, en sí mismo, carece de valor social en general, carece también
de responsabilidad colectiva; no podría enganchar desde la simultaneidad a
millones de personas porque, por definición, no se desenvuelve en la sincronía.
Cualquier producción que ejecute será diferida en el tiempo y, aunque podría
llegar potencialmente a millones de oyentes, en ningún caso ese proceso
generará la misma reacción emocional colectiva y unitaria como sí puede
lograrla la radio, cuando hace Radio con mayúsculas.
La radio ha cumplido cien años y, aunque su esencia no ha variado, su envoltorio es muy diferente (Fotografía Pixabay) |
El pódcast, en sí mismo, carece de valor social en general, carece también de responsabilidad colectiva; no podría enganchar desde la simultaneidad a millones de personas porque, por definición, no se desenvuelve en la sincronía
Pero la radio activa que engancha es cara y exige un exhaustivo
control de calidad. La industria de la radio ha perdido músculo y ha ganado en gadgets.
Ha permitido que el pódcast la supere de media en calidad y ha cedido a la
previsibilidad, la intrascendencia, la inercia y el desinterés. El motor de las
parrillas de radio actuales es rellenarlas de la manera más barata posible. Da
la impresión de que la radio está de liquidación. Y el oyente, que escasea y,
en el peor de los casos, está envejeciendo y desapareciendo por el lógico e invencible
ciclo vital, se está dando cuenta de que a menudo le intentan vender ‘pescado
fresco’, cuando en realidad se trata de ‘pescado congelado’.
No albergo esperanzas de que la radio recupere sus
tentáculos con la historia diaria para contársela a sus oyentes, en
cualquier momento; no solo en el prime time matinal o en los programas
deportivos, donde no cabe el pódcast, porque su esencia consiste es vivir
intensamente el directo.
La industria de la radio ha recibido un enorme bofetón
económico este año 2020 que, por fin, se acaba, muere. Esa ‘mala salud de
hierro’ con la que convive desde hace años, que le ha permitido esquivar los obstáculos
con más suerte que la prensa, las revistas o los dominicales, se contagió de
mayor inestabilidad durante la pasada crisis del ladrillo y ha vuelto a hacerlo
este año, con mayor intensidad, por la pandemia del COVID-19. Ha sido la
puntilla del sector, que aguarda las salidas de sus ERTES y sueña con la
esperanza de que la vacuna nos devolverá a la rutina y la seguridad de años
anteriores.
En un paisaje cada vez más complejo, que requiere de inversiones y de una estrategia de cara al futuro, donde se abre una guerra de intereses frente al pódcast y hay que afrontar el reto de la digitalización, se necesita un músculo financiero sólido, y no parece ser esta la tendencia
2021 va a ser un año decisivo para algunas marcas,
especialmente para la Cadena SER. El
Grupo Prisa ha sido zarandeado por segunda vez en tres años en su cúpula,
con la expulsión de su presidente Javier Monzón. La salida se puede
maquillar como se desee, pero, al igual que la de Juan Luis Cebrián en
2017, certifica la disparidad de criterios de sus socios y el mal ambiente
reinante. Está claro que, entre los inversores, hay objetivos diferentes: unos
-los originarios Polanco, en clara minoría- siguen creyendo en la inspiración
social del medio, y en su tradición y potencialidades, mientras que otros únicamente
confían -y trabajan por ello- en recuperar sus inversiones, tomar el dinero y
salir corriendo. Prisa arrastra la herencia Cebrián. El destino ha querido que
el inversor que él mismo introdujo en el Grupo -Amber Capital- se haya
convertido en su primer inversor y principal enemigo de la continuidad de las
esencias del Grupo Prisa, ahora desmembrado en dos unidades independientes:
educación y medios. La oferta de Blas Herrero no ha hecho más que abrir
la puerta de las ofertas de compra. El éxito sobrevendrá cuando la cantidad
ofrecida colme las aspiraciones de algunos de los inversores que están hartos
de perder dinero.
En un paisaje cada vez más complejo, que requiere de inversiones
y de una estrategia de cara al futuro, donde la radio ya se está enfrentando a
una guerra de intereses frente al pódcast, con actores muy poderosos, pese a
que la industria también domine en España, de momento, este ámbito con sus
producciones; y donde la evolución del sector exige una puesta al día en la
digitalización para dinamizarlo y actualizarlo, la fortaleza financiera es
imprescindible y la situación no apunta en este sentido, más bien al contrario.
A pesar de todo, Feliz Navidad! Solo le pido un deseo al 2021: SALUD. ¡Salud para todos!
Me ha encantado este artículo.
ResponderEliminarUna de las magias de la radio - aparte del hecho de que todo eso te llegue por el aire - es la situación consciente de saber que en cualquier punto del territorio alguien puede estar escuchando lo mismo que tú y que ese emisor la hace en directo. Eso también lo tiene la tele pero en la radio seguramente hay algo más, porque no es lo mismo.
¡Felices fiestas!
PODI-.
Gracias Carlos! Igualmente, FELIZ NAVIDAD!
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