Carles Francino: “La radio es como la vida, cuantos menos artificios y disimulos mejor”
Carles Francino en el Centro de Convenciones de Campohermoso, en una imagen de Juan Sánchez para La Voz de Almería |
-En la SER, por razones obvias, hubo debate sobre si
debíamos salir o no. Se planteaba una disyuntiva: vivir acogotados por el miedo
o seguir adelante tomando todas las precauciones. La radio siempre ha sido un
instrumento para acompañar, pero en esta tesitura resulta más necesaria que
nunca. Es una forma de recobrar la normalidad.
"Cuando fallan las cosas, la radio está ahí. Tenemos una tradición histórica y ahora hemos reforzado el vínculo, que no se toca, pero se percibe. Había que resistir, dar ánimos y voz a la gente y contar historias"
-Durante el estado de alarma hicieron ‘La Ventana de
la Resistencia’. ¿Fue una vuelta a la esencia de la radio como medio que
une a la gente y sirve incluso como terapia?
-Estoy convencido de que sí. La radio es
acompañamiento y servicio y estar cuando necesitas echar mano de algo. Cuando
fallan las cosas, la radio está ahí. Tenemos una tradición histórica y ahora
hemos reforzado el vínculo, que no se toca, pero se percibe. Había que
resistir, dar ánimos y voz a la gente y contar historias.
-Durante el confinamiento siempre preguntaba a los
oyentes qué veían por su ventana. ¿Qué le gustaría ver por la suya cuando se
levante un día y la pandemia haya acabado?
-Me gustaría ver un país con menos ruido y más
esperanza. Tenemos los mimbres para serlo, pero no rematamos bien. Los medios
tienen una responsabilidad: no dar altavoz al ruido. Y parece adictivo lo de
dar minutos a la gente que monta pollos. Tenemos que escuchar a los que
proponen.
-Acostumbrado a la intimidad del estudio, ¿qué siente
Carles Francino al exponerse a la mirada del público? ¿Da pudor?
-Aunque he trabajado en radio y televisión, soy una
persona muy tímida. Siento nervios porque tengo un escrutinio más directo, pero
también noto el cariño. Ver la radio ya me parece una cosa rara, pero las
salidas me dan gasolina. La intimidad del estudio tiene su magia y exponerte
como un cantante de rock, un código propio.
-Lleva 40 años en esto del periodismo y ha contado de
todo, incluso la muerte de su amigo Michael Robinson la pasada primavera. ¿Cómo
hace uno para contener la emoción en situaciones así?
-No lo sabes nunca, te metes y vas a lo que surja.
Cuando esa mañana me llamó Àngels Barceló, yo me eché a llorar en
antena. Luego en ‘La Ventana’ mi preocupación era no hacer un programa
funeral, porque Michael nos habría dado dos hostias a todo el equipo. Yo estaba
jodido porque no lo iba a ver más, pero al mismo tiempo pensaba en él y me
acordaba de un montón de historias alegres. En la radio al impostor se le pilla
y las emociones hay que dejarlas fluir. Si lloras un día en antena, que a mí me
ha pasado varias veces, pues mala suerte; igual que te descojonas luego en ‘Todo
por la radio’. La radio es como la vida, cuantos menos artificios y
disimulos mejor. Hay que ir con la verdad por delante porque la comunicación es
un fenómeno natural”