Las incertidumbres del discurso académico
https://www.gorkazumeta.com/2020/03/las-incertidumbres-del-discurso.html
Los cambios que se avecinan en el universo del audio deben hacernos replantear muchos esquemas en la producción de contenidos
Desaprender lo aprendido
Y existe otro elemento negativo que refuerza que las mismas fórmulas de producción de contenidos se extiendan y repitan indefinidamente entre nuestros jóvenes aspirantes a periodistas. Es una evidencia, que corrobora oleada tras oleada el injustamente desacreditado EGM, que las nuevas generaciones no escuchan la radio. Ellos mismos, cuando llegan a las aulas de la Universidad, en Grado o Postgrado, casi con altivez, reconocen que no la escuchan, porque “¿para qué? Si lo que cuentan no nos interesa. Es aburrido”, se defienden. Así, sin referentes ni referencias directas, son mucho más manipulables. Si les decimos que la estructura de un informativo es la que es -la que hemos venido escuchando incansablemente desde hace décadas- aceptarán nuestras enseñanzas sin ningún espíritu crítico, porque su pensamiento en esta materia carece de otras argumentaciones para contrastarlas. Es peligroso que no escuchen la radio los que aspiran a trabajar en ella. Por más que insisto, no suelo lograrlo. Pero no debe ser como una imposición, sino como una sugerencia, presentada con atractivo. Recuerdo cómo en la EGB me obligaron a leer con apenas trece años “El Quijote”, y mi reacción ante la obra cumbre de don Miguel de Cervantes fue contraria, de rechazo. Evidentemente, no estaba preparado. Hay que invitar, no forzar. Y preparar.
Insisto en lo de la valentía porque su afirmación incluye a
su propia casa, la SER, en donde tampoco
encuentra ese buen informativo. Su afirmación coincide en parte con
mi reflexión. Los tiempos han cambiado, las circunstancias, ahora, más de
cuarenta años después de que Manuel
Antonio Rico, uno de los grandes referentes de la información en radio
de finales de los 70, presentaba y dirigía las “Españas” en RNE (‘España a las 7’, ‘España a las 8’…)
nada tienen que ver con aquel entorno histórico. Pero nadie pone en duda de
Rico hizo un gran informativo, como sus coetáneos, en una época en que la
información libre se abría paso en todos los medios, y supuso en gran parte la
salvación de la radio, que había perdido el entretenimiento, en beneficio de la
televisión.
El director del “A Vivir” habla del fondo de los actuales programas informativos, que se dedican a hacer una recopilación, casi lineal, de informaciones acaecidas en la jornada, y prestan poca atención a explicar las consecuencias de las decisiones de nuestros políticos; es decir, se centran en qué pasa (más en el qué ha pasado, en pretérito), más que en el por qué pasa. En medio, no vamos a hablar del reiterativo y recurrente formato de las tertulias, tan previsibles.
“Es fácil decir esto, y mucho más difícil realizarlo, dar con la nueva fórmula de éxito”, pensará más de un lector. Cierto. Pero tampoco debo dar muchos más datos, si pretendo vivir de esto, ruego se me disculpe. Pero sí creo que debo invitar a hacerlo, y sobre todo entre los más jóvenes que no deben perpetuar el mismo modelo que viene imperando desde hace décadas, de un modo acrítico, y condescendiente.
El problema de la radio, además de la compleja renovación
generacional de los oyentes, está también en el aspecto que tiene, en
la “naftalina” a la que huele, como decía Javier del Pino, en la entrevista a
El País. Y por esto, del otro lado, el podcast le está adelantando por el
arcén, sin que casi se dé cuenta la mastodóntica y centenaria radio,
compañera de nuestras biografías y henchida de autocomplacencia. Toca
arriesgar.
Hacemos la misma radio de hace treinta años, y trabajamos
con las mismas coordenadas de hace tres décadas. Sin ningún rubor. Dando por
hecho que es la forma, y la fórmula, adecuadas de hacerlo y que los oyentes
demandan eso, exactamente. Lo que ocurre es que quienes ya hemos cumplido la
cincuentena larga nos hemos acostumbrado a una radio-tipo, previsible, cómoda,
asumida. Y nos cuesta adaptarnos a otra aportación o evolución, que nos cambie
los esquemas, y atente contra la rutina.
¿Qué estamos trasladando a los jóvenes que quieren aprender radio? Debemos formar desde la honestidad (Fotografía Pixabay) |
Lo de los nuevos formatos, y las nuevas narrativas, lo
aceptamos, algunos de muy buen grado, en el soporte del podcast, que está
innovando mucho más que la radio, y donde también el nivel de exigencia en
materia de creatividad está aumentando las expectativas a cada entrega. Es
agradable, y esperanzador, comprobar cómo el podcast ha rescatado, y
actualizado, del pasado, géneros que la radio abandonó en su día por
considerarlos caducos o faltos de interés, como los dramáticos, los
documentales o incluso la radio infantil. Está claro que se equivocó, a
juzgar por los resultados.
A mis alumnos les invito a transgredir, a romper las normas que les trasladamos y a innovar en la manera de contar. No hay normas sagradas o inviolables en la radio, más allá de respetar al oyente
En mis clases, para sorpresa de mis alumnos, entono el nostra
culpa como profesor que forma parte de un colectivo académico solidario,
que trata de instruirles en los secretos y habilidades del oficio de la radio,
cuando les auguro que lo que aprendan ahora tal vez no les sirva en el futuro,
porque el escenario haya cambiado. “Tendréis que desaprender lo que habéis
aprendido aquí”, les digo. Y sus rostros evidencian una palpable
contrariedad inesperada. Pero, como lo creo, desde mi honestidad, debo
confesárselo.
Con independencia de los soportes y canales, de la técnica y
de la difusión, prefiero centrar mi discurso en los contenidos, y en su
elaboración. Y aquí seguimos -también- siendo demasiado previsibles a la hora
de elaborarlos. La radio, es cierto, debe combinar la rutina -en la que el
oyente se siente cómodo, sobre todo seguro- con el efecto sorpresa, tan poco
habitual últimamente. En la balanza, parece que evitamos aderezar nuestros
programas con dosis excesivas de sorpresa, no vaya a ser que, como con la sal,
nos pasemos.
Pero hay que arriesgarse, como todo en la vida.
Personalmente, a mis alumnos les invito a transgredir, a romper las normas que
les trasladamos y a innovar en la manera de contar. No es una casualidad que
nosotros mismos contribuyamos a extender un modelo de elaboración de contenidos
basado en el histórico de tres o cuatro décadas atrás, una fuente de la que
también nosotros hemos bebido, pero que no ha evolucionado, porque quienes
formamos, y yo soy el primero que se autoacusa, no hemos sabido, o no hemos
querido, fomentar la ruptura con esas coordenadas que hace mucho tiempo que
existen y han perdurado.
Creo que veremos movimientos, pequeños al principio, valientes, sorprendentes, que nos zarandearán como oyentes tradicionales de radio, y nos introducirán por veredas desconocidas, pero hábiles en su adaptación a los nuevos tiempos, maneras y costumbres
Y existe otro elemento negativo que refuerza que las mismas fórmulas de producción de contenidos se extiendan y repitan indefinidamente entre nuestros jóvenes aspirantes a periodistas. Es una evidencia, que corrobora oleada tras oleada el injustamente desacreditado EGM, que las nuevas generaciones no escuchan la radio. Ellos mismos, cuando llegan a las aulas de la Universidad, en Grado o Postgrado, casi con altivez, reconocen que no la escuchan, porque “¿para qué? Si lo que cuentan no nos interesa. Es aburrido”, se defienden. Así, sin referentes ni referencias directas, son mucho más manipulables. Si les decimos que la estructura de un informativo es la que es -la que hemos venido escuchando incansablemente desde hace décadas- aceptarán nuestras enseñanzas sin ningún espíritu crítico, porque su pensamiento en esta materia carece de otras argumentaciones para contrastarlas. Es peligroso que no escuchen la radio los que aspiran a trabajar en ella. Por más que insisto, no suelo lograrlo. Pero no debe ser como una imposición, sino como una sugerencia, presentada con atractivo. Recuerdo cómo en la EGB me obligaron a leer con apenas trece años “El Quijote”, y mi reacción ante la obra cumbre de don Miguel de Cervantes fue contraria, de rechazo. Evidentemente, no estaba preparado. Hay que invitar, no forzar. Y preparar.
El camino es más duro cuando no hay referentes, cuando no
contamos con la ayuda de quienes ven con clarividencia el futuro, y la
evolución del medio. Pero aquí reside el problema: que esa clarividencia no
existe, al menos con la rotundidad que muchos desearían ver. Y por eso hay que
construirla día a día, pero no heredarla sin sentido crítico, asimilando sus
presupuestos y estructuras como la norma inviolable a seguir. No hay normas
sagradas o inviolables en la radio, más allá de respetar al oyente.
A este aspecto se refería Javier del Pino, director
de ‘A Vivir que son dos días”, en la Cadena
SER, líder de las mañanas del fin de semana, cuando en una reciente
entrevista en el diario El País, comentaba, con valentía: "Hace
25 años que no se renuevan los formatos informativos en la radio española.
Hacer un informativo es muy sencillo si lo haces mal, y es muy complicado si lo
haces bien y yo todavía estoy esperando escuchar un buen informativo. Tiene que
contarte los efectos de la política, no las acciones de los políticos y eso no
lo encuentro en ningún sitio".
El equipo de 'A Vivir que son dos días', con Javier del Pino a la cabeza, en medio de un programa realizado fuera de los estudios (Fotografía Twitter A Vivir) |
El camino es más duro cuando no hay referentes, cuando no contamos con la ayuda de quienes ven con clarividencia el futuro, y la evolución del medio. Pero aquí reside el problema: que esa clarividencia no existe, al menos con la rotundidad que muchos desearían ver
El director del “A Vivir” habla del fondo de los actuales programas informativos, que se dedican a hacer una recopilación, casi lineal, de informaciones acaecidas en la jornada, y prestan poca atención a explicar las consecuencias de las decisiones de nuestros políticos; es decir, se centran en qué pasa (más en el qué ha pasado, en pretérito), más que en el por qué pasa. En medio, no vamos a hablar del reiterativo y recurrente formato de las tertulias, tan previsibles.
Esta es la baza de los ‘Dailys’, en formato podcast:
abundar en determinados temas, en profundidad, sin obsesionarse con el ritmo y el tiempo. Pero la radio no puede perder
esta oportunidad, y repetirse hasta la saciedad. Es cierto que, como defiende
Pino, hay que innovar en fondo y forma, también con la información. Además de
los titulares, hay que aportar los porqués. Y esto supone reflexionar en torno a los nuevos modelos, analizar la
situación, y tomar decisiones.
Si uno mira hacia los informativos que realizan y producen
los estudiantes en algunas de las radios universitarias agrupadas en torno a la
Asociación de Radios Universitarias (ARU), que cometieron el error de
distinguirme como ‘socio de Honor’ en su última Asamblea, celebrada en
Pamplona, es fácil darse cuenta de que siguen los mismos esquemas que les hemos
inculcado, heredados de la actual manera de producirlos en todas las emisoras,
sean nacionales, regionales, locales, privadas o públicas. Mis colegas no les
animan lo suficiente a transgredir lo aprendido y tratar de aportar, en
lenguaje, en estructura, en tratamiento del oyente, en estética, en aspecto o
envoltorio, en tantos vértices como presenta un informativo. Y tienen que
transgredir para adaptarse a los tiempos.
A los jóvenes, si les decimos que la estructura de un informativo es la que es -la que hemos venido escuchando desde hace décadas- aceptarán nuestras enseñanzas sin espíritu crítico, porque su pensamiento carece de otras referencias para contrastarlas: no escuchan la radio
“Es fácil decir esto, y mucho más difícil realizarlo, dar con la nueva fórmula de éxito”, pensará más de un lector. Cierto. Pero tampoco debo dar muchos más datos, si pretendo vivir de esto, ruego se me disculpe. Pero sí creo que debo invitar a hacerlo, y sobre todo entre los más jóvenes que no deben perpetuar el mismo modelo que viene imperando desde hace décadas, de un modo acrítico, y condescendiente.
Tampoco estoy propugnando una revolución, una ruptura drástica
del statu quo, una actitud iconoclasta radical. No me parece el camino
adecuado. Al contrario, funciona mejor construir una senda alternativa, poco a
poco, y mantener la otra ruta abierta, en paralelo, y probar. Y, cuando la nueva
senda se haya convertido en un nuevo camino, con un buen trazado y asfalto
suficientemente firme, entonces habremos alcanzado la gesta.
Creo que veremos movimientos, pequeños al principio,
valientes, sorprendentes, que nos zarandearán como oyentes tradicionales de
radio, y nos introducirán por veredas desconocidas, pero hábiles en su
adaptación a los nuevos tiempos, maneras y costumbres. Como suelo invitarles a mis
alumnos, cuando realicen un trabajo, para un informativo o para un programa, lo
primero que se les ocurre, su primera reacción, estará claramente influenciada
por lo que han aprehendido de sus mayores, profesores o escasos referentes de
la escucha. Deben tener la suficiente fuerza de voluntad como para tirar ese
trabajo a la papelera y volver a empezar, esforzándose un poco mucho
más en creatividad y sobre todo originalidad, en fondo y forma. Es posible que se equivoquen, o no.
Los programas que realizan nuestros universitarios parten de los mismos modelos que hemos trabajado sus antecesores durante más de tres décadas (Fotografía ARU) |
Como siempre, impecable Gorka. Me parece una situación preocupante, sobre todo por tu primera frase: «Hacemos la misma radio de hace treinta años, y trabajamos con las mismas coordenadas». Aunque yo diría que se hace peor incluso que hace veinte años.
ResponderEliminarNo tienes más que escuchar la radio deportiva. Compara un Carrusel de Paco y Pepe del año 2000 con uno de ahora... El tiempo no pasa en vano. Lo atípico es que Paco González y Pepe Domingo Castaño sigan haciendo carruseles a su edad. Y Manolo Lama narrando con la voz francamente cascada, a lo Sabina, debiendo haber dejado de narrar hace ya años como el añorado Gaspar Rosety, que lo hizo por cuenta propia en el año 2003 para centrarse en otros menesteres administrativos dejando el pabellón muy alto.
Por no hablar de De la Morena, que está conduciendo una versión descafeinada de “El Larguero”, sin su sanedrín, sin su Pepe y sin el mejor equipo de deportes de la radio española (con Alcalá, Laura Martínez, Joseba Larrañaga, Pacojo o Jesús Gallego, entre otros), en Onda Cero. Confío en que Manu Carreño, Ponseti, Carlos Martínez (espero que lo descodifiquen), Juanma Castaño, Joseba Larrañaga y Antonio Esteva reviertan esta tendencia.
Por no hablar de la radio de variedades. Alsina es un oasis en mitad del desierto y suerte tenemos de que Herrera y Federico Jiménez Losantos sigan deleitándonos cada mañana con sus principios y lecciones editoriales, e incluso morales y humorísticas. Ángels Barceló me resulta insufrible; cuando la sustituye Pedro Blanco es como si se abriese una ventana y entrase aire fresco en las mañanas de la SER. Hablando de arriesgar, yo sigo diciendo que le daría “Hoy por Hoy” a Javier Ruiz y que haga y deshaga a su antojo, como ya hizo y deshizo en “Las Mañanas de Cuatro”, plantando cara e incluso ganando al todopoderoso García Ferreras.
En las tardes encuentro otro poco de oxígeno gracias a doña Julia Otero, la mejor comunicadora de nuestra radio, y al señor Francino, la voz más identificativa de la SER a mi modesto entender, a pesar de que se incorporó hace 15 años, tiempo suficiente para que haya demostrado su profesionalidad, integridad y valor moral. Creo que ha sabido ordenar, evolucionar y renovar la gran “Ventana” que hizo Gemma Nierga, incluso conservando un cierto poso que evoca la época del genio, Javier Sardá.
EliminarPor las noches, Ángel Expósito se ha hecho fuerte y ha obligado a la SER a trasladar a su reina de las mañanas a las noches. Casi nada. Pepa Bueno está defendiendo el pabellón, reincorporando espacios imperdibles y de alto valor didáctico e informativo como el “Hora 25 de los negocios” de Javier Ruiz. Creo que “Hora 25” ha ganado en músculo informativo, pero a costa de perder terreno en el campo de la interpretación y el análisis, que fue precisamente donde brilló con luz propia el malogrado Carlos Llamas con sus señores de la tertulia (estoy pensando, por ejemplo, en Carlos Carnicero y Carlos Mendo, con esos piques que ya son antología pura de la radio). Pepa no es Charli, pero tampoco lo era la Barceló; de hecho, sostengo que Pepa lo está haciendo bastante mejor que Ángels. Y Lucas es un genio que debería tener más audiencia de la que tiene porque también ofrece cosas distintas, tiene un criterio único y una visión de las cosas que le llevaron hacer historia en las mañanas de RNE, con sus mejores cifras en el EGM. Falta, como bien dices, arriesgar un poco más y confío en que Lucas, Expósito y Pepa lo sigan haciendo... pero sin caer en la vulgaridad, por favor, que es de lo que peca “el tron” muchas veces; no puedes estar soltando doctrina y matraca editorial, pero luego ir de colega.
En las madrugadas es donde veo más campo abonado para la innovación: Mara Torres con su “Faro”, “No son horas”, Broncano y su escuadrón suicida de La Vida Moderna, La Noche de la COPE, el Pulpo poniendo las calles y el valor seguro siempre de RNE. Lo que no puede ser es que Onda Cero reponga, en la época del podcast, “El Transistor” de José Ramón De la Morena. Eso es intolerable.
Y el fin de semana, sin ser un Pinolieber reconocido porque le debo escuchar más de lo que le escucho, creo que “A Vivir” es infinitamente mejor ahora que en la época de Fernando G.Delgado, Ángels Barceló y Montserrat Dominguez para deleite de Javier del Pino y su legión de fans. Pero creo que Cristina López Schlichting en la COPE está haciendo un producto igual o mejor incluso que el de la SER, de hecho me parece mucho más próximo y dinámico. Al que tengo un poco más descuidado es a Jaime Cantizano, que me recuerda demasiado a la televisión y cuando le escucho, echo de menos las imágenes (es como escuchar a Ana Rosa, Jorge Javier o Rosa Villacastín).
De lo que también se podría hablar largo y tendido es de la radio musical, pero yo dejo un titular en el aire y corto el rollo: Tony Aguilar debería salir de Los 40 y pasar a ser el animador principal de Carrusel Deportivo. Sin Pepe Domingo Castaño sigue habiendo radio, deporte y Carrusel. De hecho, Pepe empezó también en Los 40 Principales de la época con un programa buen parecido al mítico “Del 40 al 1” de Tony. Lo que ganaría Carrusel y la radio con Tony Aguilar haciendo de Juanma Ortega, Pepe, Joaquín Prat o Andrés Caparrós... para mí es mejor que todos ellos.
Saludos radiofónicos
Y las mañanas del fin de semana, ojito al otro Pino, al que llaman “Pino malo”, que tiene también una legión de seguidores y no hay más que ver su Twitter: Luis del Pino, el responsable del magacine del fin de semana en EsRadio. Me atrevería a decir que no hay nadie en la radio del fin de semana tan influyente en materia política como él. Ojo con él.
EliminarY en el fin de semana deportivo, por favor, un recuerdo para Edu García y su “Marcador”, el mejor espacio de retransmisiones deportivas ahora mismo. Edu García lleva casi tantos años como Paco González, de hecho ya le hacía la competencia a su Carrusel desde el “Radioestadio” de Onda Cero hace dos décadas, y ahora se la sigue haciendo desde Radio Marca y esRadio, consiguiendo unas dignísimas y merecidas cifras de audiencia que le llevan a ser Incluso el tercer programa más escuchado de los deportes del fin de semana. Edu se ha sabido reinventar y modernizar mucho mejor que Paco. Su “Tiempo de Juego” era mucho mejor que el actual y con peor equipo. Tiene su mérito.
Mil gracias Alejandro por compartir tus reflexiones con mis lectores.
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