La radio sale a la calle: ¿para qué?
https://www.gorkazumeta.com/2019/12/la-radio-sale-la-calle-para-que.html
El editor reflexiona en torno a las razones que deben impulsar las salidas de la radio a exteriores
Personalmente, participo de la
idea de Carlos Alsina, y admiro su condición camaleónica de saber adaptarse a
los diferentes escenarios, desde entrevistar al presidente del Gobierno, hasta
colgarse el inalámbrico en la Feria del Libro de Madrid, confundirse con el
público por las calles de El Retiro, y entrevistar a una paseante tan ilustre como la reina Letizia. Pero está claro que cada uno tiene su cometido: el periodista de radio
tiene que ocuparse y responsabilizarse de los contenidos y de lo que sale por
la antena, y el de Márketing en cómo viste todo aquello que se deriva de
la actividad de una marca, para hacerla más grande y recordada en la memoria de
sus oyentes. El EGM está en juego.
A la calle hay que salir para hacer radio, "radio-radio", que diría el maestro Herrera. Y no todos se atreven, ni saben. La Escuela de reporteros está bajo mínimos, porque no hay personal para ocuparse de la calle, ni primeros espadas, ni infantería, casi. Manolo Ferreras fue un gran referente. Y hoy lo es Severino Donate, en la SER. Otra cuestión es que los redactores preparen, puntualmente, reportajes; pero no con exclusividad del género. La radio es calle, en tanto en cuanto la vida transcurre en la calle, y no en los estudios. Si nos llama tanto la atención la propuesta de Alsina no es porque la haya inventado, sino porque la ha reformulado. Pero todas las caras de la radio son importantes: la que se oye es vital, pero la que se ve es fundamental.
Relacionado:
Sobre las salidas de programas:
"La radio viajera" (I)
"La radio viajera" (y II)
Sobre los técnicos de radio:
"Las estrellas en la sombra" (I)
"Las estrellas en la sombra" (y II)
La radio no puede moverse solo por el EGM y la publicidad
- Hay profesionales que huyen de las salidas, les provoca inseguridad; al tiempo que recelan del contacto directo con los oyentes
Salir a la calle. Trasladar la
mínima parte de espectáculo que integra la radio al ciudadano de a pie. Sacar
la radio de los estudios, de su arropada zona de confort, y vivir con
intensidad la potencialidad de las inseguridades del directo. La incertidumbre
en torno al producto final. El resultado, en la calle, queda en entredicho. Y
quien sale tiene que asumirlo como algo normal, inherente a la propia salida.
Pero no es tan fácil.
Imagen de una de las salidas del programa de la SER "A Vivir que son dos días", dirigido por Javier del Pino (izquierda), con el pianista James Rhodes (Fotografía Cadena SER.com) |
Conozco a muchos compañeros a los que no les gusta desprenderse de la seguridad de su locutorio. Se encuentran incómodos en la calle, frente a un ciudadano que pasa cerca del set de la radio y les contempla como si fueran chimpancés expuestos en el zoo. Con curiosidad. Con indiferencia. Incluso, también se da, con hostilidad. No es algo que, de entrada, apetezca. Resulta mucho más cómodo, dónde va a parar, resguardarse en los estudios, prescindiendo del contacto con el oyente. O sea, remedando la esencia del Despotismo ilustrado, y de su claim: “todo para el oyente, pero sin el oyente”. También conozco colegas que no querían salir, pero fuera han descubierto otras vibraciones y su actitud ha cambiado. La radio inspira a quien ama el medio y vence sus miedos e inseguridades ante el contacto, directo y personal, con el oyente.
Conozco a muchos colegas a los que no les gusta desprenderse de la seguridad de su locutorio. Se encuentran incómodos en la calle, frente a un ciudadano que pasa cerca del set de la radio y les mira como si fueran chimpancés expuestos en el zoo
El origen de todo, en la radio,
es el oyente. Y, como tal, todo profesional que trabaja en el medio, debería
aspirar a conocerlo físicamente, si no a todos y cada uno de ellos, cuestión
harto imposible; sí, al menos, a una representación de ese colectivo que es, en
última instancia, el que mantiene la radio tal y como la conocemos (aunque la
paguen los anunciantes). Y, cuando se sale a hacer exteriores, los oyentes se
acercan, y participan.
El oyente puede ser un aliado del
programa, pero también un problema. En determinadas circunstancias,
especialmente tensas, como por ejemplo los últimos acontecimientos violentos ocurridos
en Barcelona en los enfrentamientos entre los independentistas y las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado, incluidos los Mossos de Escuadra, el ambiente
no era el más propicio para organizar un programa en la calle, cara al público,
salvo que la inspiración ideológica de la cadena coincidiera con la mayoritaria
de los manifestantes. Nadie en su sano juicio pondría en peligro una operación ante
esas circunstancias. Y es muy lógico pensarlo así. No han sido uno o dos los
casos, sino varios, en los que se ha agredido a profesionales de la información
por hacer su trabajo.
Pero la radio tiene que salir a
la calle, tiene que acercarse al oyente. Sin duda, muchos de mis avispados lectores
podrían argumentar que, hoy en día, no es imprescindible para tener contacto
con los oyentes. Las redes sociales han acercado, y de qué manera, la radio a
los oyentes. La reacción a tal o cual contenido es inmediata en este escenario
público. Y su participación se puede estructurar mucho mejor. No olvidemos las
notas de audio de WhatsApp que parecen haber nacido como instrumento para canalizar
la participación de los oyentes en la radio. La costumbre de grabarlas nos ha
hecho más concisos y breves a la hora de exponer nuestras ideas, lo que
facilita el ritmo de la antena. Siempre
me he manifestado un gran fan de las notas de audio de esta red de mensajería
instantánea.
Pero, a pesar de la evidente irrupción
de las redes sociales, creo que la radio debe salir más a la calle. Y no solo
me refiero a la salida de programas enteros (la mayoría patrocinados), sino
también a los redactores en general que cogen la unidad móvil o, en términos de
más penuria, su smartphone, para cubrir determinados acontecimientos, de
diferente naturaleza, y acercarlos al oyente, en directo. En el mismo momento
en que realiza esta acción, está estableciendo un cordón umbilical entre la
realidad cronológica de ese momento y el oyente que está conectado a la radio como extensión de la propia vida. En este contexto, la radio es invencible. O lo era,
dirían los defensores de la televisión, que heredó esta Escuela del directo
de la radio, y la explota mucho mejor que su hermana mayor. Programas como “España
Directo”, de TVE, no hacen más que explotar un modelo que la radio ha
perdido, o se ha dejado ganar.
Àngels Barceló en el estudio de Callao, con el que Radio Madrid celebró sus 90 años de vida (Fotografía CadenaSER.com) |
Las salidas de programas de radio
a la calle cuestan dinero. Más si hay desplazamientos, y estancias hoteleras de
los miembros del equipo y sus colaboradores. Y también hay gastos técnicos en
la retransmisión, sobre todo si la conexión se realiza vía satélite. El “No
es un día cualquiera” de Pepa Fernández, en RNE, que podríamos definir como uno de los
programas más viajeros de la radio española, era posible porque les
invitaban: ayuntamientos, diputaciones, gobiernos regionales, pagaban todos sus
gastos, y facilitaban la operación especial. Se necesitan recursos, y no pocos.
En ocasiones, el sonido de la emisión es perfecto, casi igual que el del estudio. Entonces, ¿para qué salimos, si no estamos dispuestos a asumir el coste, también en términos de sonido, de nuestro deliberado acercamiento al oyente?
En el caso de las cadenas
privadas, para salir, los clientes/patrocinadores deben afrontar no solo los
gastos de desplazamiento y estancia, sino también un margen de beneficio lo suficientemente
atractivo como para justificar la salida. No deja de ser otra fuente de
ingresos, muy interesante, que engorda su cuenta de resultados. Para estas
ocasiones, todas las cadenas de radio tienen montados sus sets con mesas
y sillas corporativas, un atrezzo ad hoc, con el que se desplazan
adonde sean requeridos.
En ocasiones, ese mismo atrezzo
contribuye a distanciar a los oyentes de los periodistas. O sea, les protege
de ellos. Una de las excusas podría ser la calidad del sonido, que no debe
contaminarse mucho del ruido ambiente, no vaya a ensuciar demasiado la antena y
provoque el zapping en beneficio de la competencia. Un técnico de
exteriores me defendía en una ocasión la opción de un locutorio cerrado, con un
micrófono fuera para captar el sonido ambiente, como si fuera un efecto
especial para decorar la emisión. He visto sets acristalados, de buena
factura, atractivos ciertamente, escaparates incluso, en donde el equipo de un
programa se convierte en maniquíes circunstanciales, observados desde el
exterior, exactamente igual, como escribía en líneas precedentes, que los
chimpancés en su jaula del zoo. El sonido de la emisión será perfecto, casi
igual que el del estudio. Entonces, ¿para qué salimos, si no estamos dispuestos
a asumir el coste, también en términos de sonido, de nuestro deliberado
acercamiento al oyente? Simplemente, para hacer publicidad de nuestra marca,
para ofrecer el mínimo espectáculo de que es capaz de la radio, puro marketing.
Ausencia de alma. De hecho, para enriquecer 'el espectáculo visual' de las salidas
de programas, se acostumbra a incluir algún cantante o grupo que sume algo de
música/espectáculo al programa, y provoque una mayor curiosidad y atención de los oyentes.
El camión de Onda Madrid, un estudio sobre ruedas que llama mucho la atención, pero no acerca al oyente a su radio regional, solo le invita a que la mire (Fotografía Twitter) |
Las salidas de Carlos Alsina,
en Onda Cero, las que él elige, no las
que elige por él el departamento comercial de Atresmedia, están impregnadas
de esta radio de proximidad, radio que toca piel de oyente. De hecho, el
Premio Ondas que ha merecido este año se lo ha ganado a pulso por la salida de
su programa “Más de Uno” el Día Mundial de la Radio, por las
calles de Madrid. Pero no ha sido el
único con que ha sorprendido, primero a su propio equipo (incluido -sobre todo-
el de los técnicos) y después a sus oyentes. Alsina le ha cogido gusto a esto
de salir a la calle y llevarse un atrezzo minimalista, tanto que, si
pudiera, el director del programa del prime time de Onda Cero, estoy seguro, se llevaría solo su
micrófono de mano para entrevistar a quien se le pusiera delante. El programa
por el que recibió el Ondas era producto del equilibrio perfecto entre la
planificación (el guion, no hay mejor improvisación que la preparada, defienden los maestros) y el destino, la sorpresa, lo imprevisto.
Respecto del atrezzo, Alsina rehúye las vitrinas humanas, se aleja de ese concepto distante, aséptico, y prefiere sumergirse en el pasillo del contacto directo con el oyente, tanto que resulta sorprendente que un primer espada de la radio española, como nadie cuestiona a estas alturas, se enfunde su traje de reportero dicharachero y entreviste a un perfecto desconocido. Y, conociendo a Alsina, estoy convencido de que, de esta guisa, es al menos tan feliz -si no más- que entrevistando a Pablo Iglesias o Pedro Sánchez en los estudios de San Sebastián de los Reyes.
Respecto del atrezzo, Alsina rehúye las vitrinas humanas, se aleja de ese concepto distante, aséptico, y prefiere sumergirse en el pasillo del contacto directo con el oyente, tanto que resulta sorprendente que un primer espada de la radio española, como nadie cuestiona a estas alturas, se enfunde su traje de reportero dicharachero y entreviste a un perfecto desconocido. Y, conociendo a Alsina, estoy convencido de que, de esta guisa, es al menos tan feliz -si no más- que entrevistando a Pablo Iglesias o Pedro Sánchez en los estudios de San Sebastián de los Reyes.
Carlos Alsina haciendo el programa "Más de Uno" desde la Universidad Complutense de Madrid, el día del examen de Selectividad en 2019 (Fotografía Onda Cero.es) |
Afirmaba antes que una salida en
la que los periodistas se mantenían prudentemente a distancia de los oyentes,
protegidos por una Super Unidad Móvil, el Super 1 de la SER, por ejemplo, o el de Onda Madrid (mirar fotografía), marcaba
distancias, y no contribuía precisamente a establecer relación afectiva. En
estos casos, entiendo que se trata más de una operación de promoción de la
marca, que de hacer auténtica radio que se imbrique con sus oyentes. Sin
embargo, soy de los que creo en el marketing; más en un modelo de radio cuya supervivencia se
basa en el recuerdo de lo escuchado -¡y visto!- el día anterior, y en las
marcas y nombres que la memoria alcanza a perpetuar. Esto es el Estudio
General de Medios que, nos guste o no, marca el ritmo del sector y el
reparto de fuerzas e ingresos publicitarios.
Por eso, creo en el equilibrio de ambos conceptos: la antena y el marketing, siempre éste supeditado a las necesidades del primero. Así, si el director de un programa, por ejemplo, necesita un atrezzo minimalista, reducido a su mínima expresión, para acercar realmente la radio a los oyentes, e invitarles a que se acerquen, no a que miren desde la distancia y la protección, el departamento de marketing correspondiente está obligado a facilitarle diferentes opciones que respondan a sus necesidades. Pero una cadena privada nacional no puede delegar la imagen de marca en la decisión del comunicador, sea quien sea, sino trabajar codo con codo con él para adaptarse a sus ideas y hacerle sentirse cómodo con sus soluciones. Si tiene que encargar un set de mimbre con una mesa y unas sillas corporativas, elegante, a la par que funcional, deberá hacerlo. Porque, insisto, la imagen es importante. Una cuestión es hasta dónde puede llegar una radio comunitaria, o una radio escolar, y otra, bien diferente, es el papel que le corresponde a una marca potente, que debe dar una imagen en consonancia con la proyección de su identidad corporativa, aunque sea minimalista.
Por eso, creo en el equilibrio de ambos conceptos: la antena y el marketing, siempre éste supeditado a las necesidades del primero. Así, si el director de un programa, por ejemplo, necesita un atrezzo minimalista, reducido a su mínima expresión, para acercar realmente la radio a los oyentes, e invitarles a que se acerquen, no a que miren desde la distancia y la protección, el departamento de marketing correspondiente está obligado a facilitarle diferentes opciones que respondan a sus necesidades. Pero una cadena privada nacional no puede delegar la imagen de marca en la decisión del comunicador, sea quien sea, sino trabajar codo con codo con él para adaptarse a sus ideas y hacerle sentirse cómodo con sus soluciones. Si tiene que encargar un set de mimbre con una mesa y unas sillas corporativas, elegante, a la par que funcional, deberá hacerlo. Porque, insisto, la imagen es importante. Una cuestión es hasta dónde puede llegar una radio comunitaria, o una radio escolar, y otra, bien diferente, es el papel que le corresponde a una marca potente, que debe dar una imagen en consonancia con la proyección de su identidad corporativa, aunque sea minimalista.
Un momento del programa especial "Más de uno" especial Día Mundial de la Radio 2019, realizado el 11 de febrero, por el que ha obtenido un Premio Ondas (Fotografía Onda Cero) |
A la calle hay que salir para hacer radio, "radio-radio", que diría el maestro Herrera. Y no todos se atreven, ni saben. La Escuela de reporteros está bajo mínimos, porque no hay personal para ocuparse de la calle, ni primeros espadas, ni infantería, casi. Manolo Ferreras fue un gran referente. Y hoy lo es Severino Donate, en la SER. Otra cuestión es que los redactores preparen, puntualmente, reportajes; pero no con exclusividad del género. La radio es calle, en tanto en cuanto la vida transcurre en la calle, y no en los estudios. Si nos llama tanto la atención la propuesta de Alsina no es porque la haya inventado, sino porque la ha reformulado. Pero todas las caras de la radio son importantes: la que se oye es vital, pero la que se ve es fundamental.
Relacionado:
Sobre las salidas de programas:
"La radio viajera" (I)
"La radio viajera" (y II)
Sobre los técnicos de radio:
"Las estrellas en la sombra" (I)
"Las estrellas en la sombra" (y II)