Ondas'19: fiesta, mitomanía, autobombo y escasa enjundia
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La edición 66 de los Premios Ondas reunió en Barcelona lo más granado de la radio
La Gala se convirtió en un merecido homenaje a los equipos en la radio
La Gala se convirtió en un merecido homenaje a los equipos en la radio
- La nota dominante en los agradecimientos fue el autobombo, en detrimento de las reflexiones sobre el periodismo o el medio
- Los numerosos fallos técnicos no lograron ensombrecer la fotografía que resume el mejor homenaje a la radio, con del Olmo, Gabilondo, Alsina, Herrera y Bueno
- El descontrol del tiempo del agradecimiento, reducido a un minuto, se disparó entre los profesionales de la radio, acostumbrados a gestionarlo eficazmente
- La figura emergente de Carlos Alsina, en las mañanas de Onda Cero, ya ha ganado la batalla de la influencia. Le queda la de la audiencia
Cuando salieron a escena Luis
del Olmo e Iñaki Gabilondo, a entregar los Ondas, el exdirector del
“Hoy por Hoy” prometió: “los veteranos vamos a ser especialmente
breves”. Y añadió, a modo de justificación: “ya hemos hablado bastante
en la vida, demasiado”. Y un octogenario del Olmo, a continuación, con sorna y rostro
imperturbable, completó: “vamos a demostrar, si te parece Iñaki, a estos jóvenes
que están a punto de salir a escena lo que es el ritmo en la radio”. Y a
continuación le entregaron el Ondas al tipo que se pasó más pueblos en
su intervención: Carlos Alsina: ¡4’37 minutos! Nuevo récord. Resulta
paradójico que los profesionales de la radio, que son quienes más deben
controlar el paso del tiempo y su gestión, fueran quienes más lo violentaron. “Es
que habéis sido todos tan breves en vuestros agradecimientos -trató de
justificarse Alsina- que la gala se nos está quedando corta, y han pedido a
la gente de la radio que nos extendamos un poco más”. Ya había amenazado el
madrileño a la entrada, en la alfombra roja, con que un minuto podía
convertirse “tal vez en dos, tres… o cuatro”, y cumplió su
vaticinio.
Dos grandes referentes: Luis del Olmo e Iñaki Gabilondo prometieron brevedad y ritmo en la entrega de los premios de radio: no sabían lo que les esperaba (Captura video Cadenaser.com) |
Lo peor no fue el deliberado
descontrol del tiempo de Alsina, sino que el resto -empezando por Pepa
Bueno (3’37 minutos)- enarboló ante la presión cronológica del mimo, la misma
bandera de la impuntualidad del director del “Más de uno” de Onda Cero. Y aquel bloque de los Premios
Ondas, se convirtió, por arte de birlibirloque, en el más indisciplinado de la
noche. Y esto con Del Olmo y Gabilondo en el atril de entregadores, con
la vergonzante promesa, explícita, de reivindicar el ritmo de la radio en la
ceremonia. ¡Un despropósito!
La ceremonia presentó fallos inexplicables de realización, como empezar sin sonido, despistes de escaleta, o videos que no entraban. Hasta el propio Ortega tuvo que hacer esfuerzos por resetearse varias veces
Vaya por delante que una
ceremonia de entrega de premios es, por definición, un tostón. Y que la labor
de cualquier director de la gala es dotarla de ritmo, muy a pesar de los
premiados, que se empeñan en trastocar y traicionar sus planes y escaleta. De
ahí la introducción del personaje del mimo que, equipado con un iPad, iba
recordando (presionando) a los premiados sus tiempos. Está claro que le entró
una úlcera de campeonato con los profesionales de la radio, menos con Buenafuente
y Berto, cuyo gag era, precisamente, pasarse de tiempo, después de recibir ¡el Ondas blanco a la brevedad! Dudo de la oportunidad de introducir el rol del mimo-reloj,
porque inevitablemente robó protagonismo a los premiados, y hasta les
desconcentró en algunos momentos, lo que introdujo ruido en la gala. El
método ‘59 segundos’ podría ser una solución más eficaz, aunque entiendo
que menos divertida. Da igual que esté todo planificado al milímetro, si luego
todos hacen caso omiso del guion y sacan sus batallitas a pasear, como María
Teresa Campos y su recuerdo interminable de Camilo Sesto. No fue
extraño el corte que le metió Tony Aguilar. Y la mirada asesina
que le dedicó la Campos (ver foto).
Continuando con la ceremonia,
presentó fallos inexplicables en las experimentadas retransmisiones de los
Ondas, como empezar sin sonido -no se escuchó el saludo inicial de Juan Carlos
Ortega- o micrófonos abiertos o cerrados a destiempo. Sin olvidar momentos en
los que todo el mundo estaba más perdido que un pulpo en un garaje, y nadie
sabía cómo actuar y qué era lo siguiente. Hasta el propio Ortega tuvo que hacer
esfuerzos por resetearse a veces. Sobre todo cuando uno de sus videogags -la primera
entrevista por teléfono en la historia de la radio- no conseguía entrar
desde el principio, pidió la repetición, no lo consiguió y optó por suprimirlo.
Anunció la siguiente pareja de entregadores, pero rápidamente rectificó (el
pinganillo…) y dio paso a la actuación de Vanesa Martín. Un desatino.
La estructura de esta edición
repartió la entrega de los premios de radio en diferentes momentos, y así,
aunque Iñaki y Luis entregaron el grueso de los caballos alados de radio, lo
cierto es que RockFM fue la primera que lo recogió, en los comienzos de la gala,
por un podcast de radio titulado: “Woodstock. 50 años del festival
que cambió el mundo”, y Buenafuente y Berto la cerraron. A mí
particularmente, me desconcentró esta dispersión, aunque debo reconocer que mi
interés por la gala se reducía a los premios de radio. Como digo, fallos inexplicables
en las retransmisiones -siempre impecables, hasta ahora- de los Ondas.
Pero todo se olvidó cuando Juan
Carlos Ortega pidió LA FOTO, que no es otra que la de todos los grandes nombres
de la radio, primeros violines, de ayer y de hoy. Iñaki Gabilondo y Luis
del Olmo ya se sitúan, por derecho y trayectoria, en el parnaso de la radio
española. Incontestables. Les sigue el hijo pródigo, Carlos Herrera, tercera punta del triunvirato radiofónico español, y dos comunicadores
que, con trayectorias muy diferentes, antagónicas incluso, han ocupado los tronos de los maestros, sucediéndoles. Alsina es un enfermo
de la radio, obsesionado por la calidad del producto, jefe exigente pero
comprensivo, más radiofonista que periodista, sin ninguna duda. Y Pepa Bueno,
recolocada ahora en “Hora 25”, después de siete temporadas en el “Hoy
por Hoy”, al que llegó para suceder a un más que eficaz Carles Francino, parece haber encontrado su hueco en la noche, donde suena mejor. A diferencia de
Alsina, es más periodista que radiofonista. Pero está claro que, gracias a
ambos, la noche de los Ondas de Radio se convirtió en un merecido
homenaje a los equipos. Por justicia.
No pretendo convertir una fiesta en un Congreso, no se me malinterprete. Pero algunos guiños, siquiera envueltos en la fina ironía (el humor inteligente) del propio Ortega, que no brilló tanto como en 2018, hubieran dado un contrapunto necesario a lo que parece un camino despejado de dificultades
De hecho, coloquen ustedes a una
estrella de la radio frente a un micrófono durante seis horas completamente
sola, y observarán el resultado: el ridículo más humillante. Ahora bien,
concédanle un equipo brillante y la estrella resplandecerá más que ninguna. Y
es cierto: la estrella vive en la luz, mientras que el equipo (tanto el técnico
como el de producción) lo hace en la sombra. Es justo reivindicar su trabajo y,
como hizo Alsina, premiarlo con un Ondas. Otra cuestión es lo
innecesario de entrar en guerras por el pódium de los mejores técnicos de la
radio española. Alsina desaprovechó su intervención para reivindicar la
necesidad de ofrecer una radio más elaborada, simplemente más radio pegada a
la calle (que fue por lo que él se llevó un Ondas) y sin embargo, prefirió
repetir su publirreportaje de Onda Cero
de 2015, cuando recogió otro Ondas por ser el ‘Mejor presentador de radio
hablada”. Sinceramente, esperaba más del discurso de Alsina, más allá de la descripción de su Especial 'Más de Uno', el merecido homenaje a su equipo ¡y a sus jefes! y los lances provocadores al mimo. Al defender, convencido, que los mejores técnicos eran los de
su cadena verde, encendió el piloto de alarma de Pepa Bueno, que reivindicó
para la SER este título “¡porque nos han sacado de un
ciberataque”, se defendió. Y yo más. Chiquilladas.
A pesar de las aparentes fricciones, no hay nada de impostación en los gestos que se dedicaron Iñaki Gabilondo, Carlos Herrera, Luis del Olmo, Carlos Alsina o Pepa Bueno. Lo que hay entre ellos es una relación más que cordial, sincera. Unos más que otros. El berciano descubrió a Herrera, y le dio su alternativa involuntaria, provocada por una enfermedad repentina que le alejó del micrófono y obligó al almeriense a sustituirle in extremis; Iñaki hacía las mañanas en la SER, mientras Carlos, el Herrera, se inventó un programa, con sabor patrio, e instinto evocador, ‘Las Coplas de mi SER’, y compartían redacción en Gran Vía 32. Del Olmo también ejerció de padrino de Alsina, y los dos Carlos compartieron micrófono verde en los tiempos en que el almeriense estaba a gusto en Atresmedia. Casi una familia. Buenos compañeros.
A pesar de las aparentes fricciones, no hay nada de impostación en los gestos que se dedicaron Iñaki Gabilondo, Carlos Herrera, Luis del Olmo, Carlos Alsina o Pepa Bueno. Lo que hay entre ellos es una relación más que cordial, sincera. Unos más que otros. El berciano descubrió a Herrera, y le dio su alternativa involuntaria, provocada por una enfermedad repentina que le alejó del micrófono y obligó al almeriense a sustituirle in extremis; Iñaki hacía las mañanas en la SER, mientras Carlos, el Herrera, se inventó un programa, con sabor patrio, e instinto evocador, ‘Las Coplas de mi SER’, y compartían redacción en Gran Vía 32. Del Olmo también ejerció de padrino de Alsina, y los dos Carlos compartieron micrófono verde en los tiempos en que el almeriense estaba a gusto en Atresmedia. Casi una familia. Buenos compañeros.
Mereció la pena esperar casi al final de la gala para disfrutar con esta fotografía de LA RADIO. No están todos los que son, pero son todos los que están (Captura video Ondas'19, Cadenaser.com) |
Los micrófonos abiertos,
indiscretos ellos, nos permitieron leer entre líneas, cuando Carlos Herrera, al
final de su intervención, en la que defendió, y aplaudió, el papel de buen
anfitrión de la SER al reunir a la
profesión, aunque pertenezcan a distintas familias, ideológicas y
empresariales, y proclamar la unidad desde la discrepancia –“esto es algo
que sabe hacer muy bien la SER”, dijo, en catalán- dedicó la estatuilla
alada a Paloma
Tortajada, compañera de viaje en “Herrera en Cope”, y antes de Iñaki
en la SER, fallecida de un cáncer a
principios de este año. El donostiarra, al acercarse a componer esa imagen icónica
de los Ondas 19, con los grandes mitos de la radio, le susurró al oído a su
amigo Herrera: “¡qué bien, Carlos, por Paloma!”, celebrando la
dedicatoria.
El que está consolidando sin duda su candidatura al parnaso de las grandes voces de la radio es Carlos Alsina. “A mí me están llegando tarde los premios”, se lamenta a menudo. Pero es que lleva acumulados dos Ondas en cuatro años, y ya se sabe que “no hay dos sin tres”, sentencia la máxima. Es la mejor inversión de Onda Cero
Tantos años de lucha encarnizada
entre del Olmo e Iñaki Gabilondo, lucha de horarios, a ver quién empezaba
antes, hasta obligarse a empezar a las seis de la mañana, “y a alguno le
parece tarde”, suele apostillar Herrera sobre este tema, con ironía, se han
saldado con una excelente relación entre ambos, una imagen que deberían
aprender muchos otros competidores, en cualquier ámbito. Cuando ya Ortega había
despedido a ambos, del Olmo le pidió un último turno de palabra para añadir,
emocionado: “yo llevo no sé cuántos años, 200 ó 300 años de radio, yo tengo
algún premio Ondas en mi vitrina, pero esta noche, para mí, el hecho de compartir
atril con Iñaki, ha sido el mejor premio Ondas de mi carrera”. Y ese
Ortega, ensimismado en la radio, con toda su vocación de mitómano encima, no
pudo más que soltar un sentido ‘¡¡olé!! por lo que acababa de oír, a lo
que añadió una despedida muy peculiar a Luis, “¡adiós guapo!”. No se vio
el abrazo que se dio luego con Iñaki, fraterno, porque estaban recogiendo instrumentos
del escenario…
No me canso de repetir que el
ambiente que rodea a los profesionales de la radio es éste: hay mucha
discrepancia, hay mucho enfrentamiento empresarial, ¡no sorprendo a nadie! Pero
cuando la radio -en general, con mayúscula, la Radio- les reclama, acuden todos
sin mirar etiquetas o denominaciones de origen. ¡Todos por la radio! Y esta
edición de los Ondas, la 66, volvió a evidenciar esta relación entre todos
ellos, generales y también infantería. Doy fe.
El mismo Juan Carlos Ortega mamó
el ‘Protagonistas’ de Luis del Olmo, en RNE, en Cope,
en Onda Cero, en la desaparecida Punto
Radio y, de vuelta, en RNE. Si él
decidió dedicarse a la radio, mucha culpa de esa decisión corresponde a
del Olmo (otra gran parte a Javier Sardá). Y desde luego, si sobre el
escenario del Liceu de Barcelona había un mitómano, un friki de la radio, ése
era, sin duda, el Ortega. Estaba flipando con lo que veía. Y él fue el que
imaginó la escena de la fotografía de LA RADIO, entre del Olmo, Gabilondo,
Herrera, Alsina y Bueno.
Andreu Buenafuente y Berto Romero, 'Nadie sabe Nada', de la SER. Un gran descubrimiento, el programa de radio más 'intergeneracional' (Fotografía Cadenaser.com) |
El que está consolidando sin duda su candidatura al parnaso de las grandes voces de la radio es Carlos Alsina. “A mí me están llegando tarde los premios”, se lamentaba hace poco en una entrevista. Pero es que lleva acumulados dos Ondas en cuatro años, y ya se sabe que “no hay dos sin tres”, sentencia la máxima. Es la mejor inversión de Onda Cero. Pero la cadena verde tiene más limitaciones que los dos grandes trasatlánticos, Cope y, sobre todo la SER, con su tupida red de emisoras. Su cotización está en constante ascenso como profesional, y varios digitales han adelantado la teoría de que PRISA le lisonjea con sus Ondas, para tentarle, de lo que Alsina se ríe abiertamente. Ya lo dijo desde el escenario del Liceu, por si alguien no le escuchó: “Onda Cero es mi familia, y está dirigida por unas personas que me dejan equivocarme cada mañana y gracias a esto de vez en cuando acertamos”. Aviso a navegantes. No hay nada imposible, pero va a costar. Alsina ya ha ganado la batalla de la influencia. Le queda la de la audiencia. La más difícil.
Coloquen ustedes a una estrella de la radio frente a un micrófono durante seis horas completamente sola, y observarán el resultado: el ridículo más humillante. Ahora bien, concédanle un equipo brillante y la estrella resplandecerá más que ninguna. Y es cierto: la estrella vive en la luz, mientras que el equipo lo hace en la sombra
En estos Ondas’19 no hubo, al
menos en la modalidad de radio, mucha enjundia en los discursos de
agradecimiento. Sí mucho autobombo: Rock FM, Alsina y la propia Pepa Bueno. Herrera
se arrancó en catalán hablando y defendiendo la unidad en un momento
especialmente crítico en que los radicales pretenden apropiarse de las libertades
y hasta de la lengua. Pero tenía que introducir el contraste humorístico: “manda
cojones que tenga que venir un tipo de Sevilla a hacer un discurso en catalán”.
Ése es Herrera. El yin y el yang.
Pero los Ondas son los Ondas, una
cita ineludible con la radio, con su historia, con el medio, aunque parecen esquivar el futuro, o prefieran
no dedicarle mucho protagonismo, no vaya a ser que se agrie la fiesta. El
periodismo está en crisis. La radio está en crisis. La credibilidad está en
riesgo. El propio Iñaki
Gabilondo advirtió sobre su inestable y peligrosa situación en la Universidad
de Sevilla: ”Los periodistas tenemos que repasar nuestro manual de
instrucciones”. No pretendo convertir una fiesta en un Congreso, no se
me malinterprete. Pero algunos guiños, siquiera envueltos en la fina ironía (el
humor inteligente) del propio Ortega, que no brilló tanto como en 2018,
hubieran dado un contrapunto necesario a lo que parece un camino despejado de dificultades.
Nada más lejos… que Cuenca, que dirían “Martes y 13”. ¡VIVA LA RADIO!
Vuelve a ver la gala completa 2019 en Youtube.
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