Pepa superó la prueba de las emociones desatadas
https://www.gorkazumeta.com/2019/07/pepa-supero-la-prueba-de-las-emociones.html
Adiós a la etapa de Pepa Fernández al frente del programa "No es un día cualquiera", tras dos décadas ininterrumpidas
Pepa Fernández: "No sé qué vendrá después, pero no superará esto"
Pepa Fernández: "No sé qué vendrá después, pero no superará esto"
Teatro Monumental de Madrid, 21 de julio de 2019. Gorka Zumeta. A las 8:40 horas enfilaba el hall
del Teatro Monumental de la madrileña calle de Atocha. Y me introducía en el
patio de butacas, que ya estaba prácticamente lleno de público madrugador. Enseguida
me encontré con Victoria Hernández, eficaz y simpática productora de
este “No es un día cualquiera” que cierra etapa con Pepa Fernández
al frente. “Acércate a la primera fila, tienes allí sitio reservado, Gorka”.
Le doy gracias efusivas, pero me quedo mirando, sorprendido a medias, la platea
repleta de almas, en general, de edad avanzada, con algunas excepciones. Es el
público de Pepa, del que sin duda formo parte, por generación, y por
convicción.
Pepa Fernández, en uno de los momentos emocionantes de su último programa al frente de "No es un día cualquiera", de RNE (Reportaje fotográfico: Gorka Zumeta) |
Me acerco a la primera fila y
llega ¡la primera gran sorpresa de la mañana! El reencuentro con uno de mis
colaboradores más queridos de “La Ventana del Verano”, en la Cadena SER, Juan Barbacil, con el
que tanto aprendimos, mis oyentes de mediados de los noventa, y todo el equipo.
Es experto en gastronomía y enología, pero de lo que sabe de verdad es de
humanidad, que desborda. ¡Cuánto he agradecido este encuentro! De hecho, nos
hemos sentado juntos, y comentado las evoluciones del programa. En medio de
ambos, una butaca ocupada, a ratos, por Paloma Zuriaga, la directora de RNE, que tenía ojos y oídos para todo y
para todos, y a menudo se ausentaba para ayudar. Hacía tiempo que no veía (desde
los tiempos de Benigno Moreno), una directora tan implicada en el
trabajo a pie de fábrica, con tanto desapego por el despacho.
Me propuse, al llegar, fijarme en
el público, en sus rostros, en sus gestos, en sus reacciones. En sus
comentarios. Mirar al escenario era fácil, atender lo que decían los “escuchantes”
allí congregados, era más complicado, pero no imposible. Pepa Fernández, preocupada
por no ser presa de la incontenible emoción, que se desbordó en varias ocasiones
a lo largo de la mañana del domingo, logró crear, gracias a la radio, una atmósfera
imbatible de cordialidad y camaradería. No en vano “No es un día cualquiera”
ha sido durante los veinte años de Pepa al frente (el programa comenzó con Magín
Revillo y Nuria Guitart en la temporada 92-93), un espacio “amable”,
y así se ha despedido, rodeada de 1.500 personas que aceptan a regañadientes la
decisión, precisamente, de Paloma Zuriaga, allí presente: pasar página y
trasladar a Pepa a “Las Mañanas de RNE”, desplazando a Alfredo
Menéndez a las noches (“Gente Despierta”), de donde sale Carles Mesa
para suceder a Pepa al frente del programa. Un cambalache de cambios de comunicadores
que puso de moda la Cadena SER en 2012,
con Gemma Nierga y Carles Francino, en tiempos difíciles para
ambos.
El latinista Emilio del Río sentado, con el Mago More, en sendos inodoros, con Pepa Fernández, detrás, no dando crédito a lo que está viendo |
“No nos puedes hacer esto”,
me contaron que le dijo ayer sábado a Pepa una escuchante, por las calles de
Madrid, entre perpleja y molesta por la decisión de apearla de los fines de
semana de la radio pública. Y se lo dijo en tono de recriminación, por si había
dudas, y hasta vehemente, como si la decisión hubiera sido suya. “Este
programa es para no olvidarlo”, sentenció otro escuchante a la salida del
Teatro Monumental, pocos minutos después de la una de la tarde. “¡Pero qué
maja es Pepa! ¿Por qué nos la quitan?”, comentó una asistente, también a la
salida, apesadumbrada, dirigiéndose a su acompañante, que asentía con disgusto
Piluca íñigo cambió de sección, dejó el lenguaje a un lado y se marcó un rock and roll, "lo que más me gusta en esta vida es bailar" |
Juan Yeregui, fiel
subdirector, estuvo atento en todo momento al rostro de Pepa, para salir de inmediato
en su ayuda si lo necesitaba, por si la presión emocional, latente en el aire, lograba
vencerla. Conociendo a Pepa, estoy seguro de que éste fue el mandato expreso al
periodista navarro, que ejerció su misión con respeto y sensibilidad, no exenta
de admiración, como evidenciaban sus miradas a la jefa. “Sabéis que tenemos
la costumbre, cuando finaliza el programa en cualquiera de los lugares que
hemos visitado, de charlar un poco, fuera de micrófonos, con el público
-comentaba al final del programa Yeregui, micrófono en mano-. Pero hoy, nos
vais a disculpar, porque son muchos los compromisos, han venido nuestros
familiares, y no tenemos tiempo”, se excusó. En realidad, Pepa estaba
desbordada. El sábado exigió una única condición para presentar el
programa este domingo, y es que aparcara en la puerta un camión con un
cargamento de kleenex. El camión no estaba, pero los pañuelos se
sucedían a un ritmo acelerado, no solo sobre el escenario, sino en todo el
teatro.
El público abarrotaba el Teatro Monumental de Madrid, para despedir a Pepa Fernández |
Pero ¿qué ha canalizado esas
lágrimas de emoción? No creo que nadie lo dude a estas alturas de la película:
la radio. Como escribía en un post reciente, “la
radio es el medio que mejor canaliza las emociones”. Y eso ha sido “No
es un día cualquiera” esta mañana de domingo: un cúmulo de emociones,
contenidas y afloradas. Yo, que debo reconocer, gestiono muy malamente mis
emociones, no sé si hubiera resistido el compromiso de Pepa, que recaía cada
cierto tiempo. Durante la emisión del programa, se sucedían mensajes de amigos,
que querían despedir a Pepa. Ha sido un error no incorporar en algunos casos su
nombre, en off, porque el público no sabía si hablaba Emilio Gutierrez Caba
o Plácido Domingo, por citar dos de los nombres que se escucharon. La voz
que no hacía falta identificar era la del gran maestro, el gran referente de la
radio española, ya retirado, pero presente aún en nuestra memoria sonora: Luis
del Olmo. Al oírlo, Pepa no ha podido contener la emoción. Yo tampoco.
La emisión de este último
programa de “No es un día cualquiera” ha sido un homenaje a Pepa
Fernández, en primer término, e, inevitablemente, a la radio después. Se nota
que Pepa, todavía, está procesando el cambio, porque “este programa ha sido
mi vida”, le ha reconocido al público, al final, ya fuera de micro, solo
para la sala. “No sé qué vendrá después, pero no superará esto”,
auguraba la periodista catalana, con orígenes gallegos, en medio de los incesantes aplausos que sonaban
en el Monumental, a lo que Paloma Zuriaga, se mostraba contrariada, porque
espera mucho de Pepa en “Las Mañanas”, y no conviene condicionar a la
baja las ambiciosas previsiones de la dirección de RNE a partir de septiembre.
Miguel Ríos, invitado especial en la última edición de "NEUDC" de Pepa Fernández |
“¡En este programa no se hace
nada importante sin Miguel Ríos!” entonó Pepa Fernández hacia el final del
programa. Y el cantante apareció en escena. Yo me levanté para recibirle con
mis aplausos. Pero nadie me acompañó. Sensación de ridículo. Lo superé. Pero
creo que los españoles somos poco dados a enaltecer los méritos de nuestros
artistas y, por el contrario, muy aplicados en su etiquetado,
generalmente ideológico, lo que muchos consideran que les descalifica según las
simpatías por la orientación. Y no, son grandes, porque son grandes. Y recuerdo
el funeral del también rockero Johnny
Hallyday, en 2017, que desbordó París, contó con la asistencia de los
presidentes de la República Emmanuel Macron y sus antecesores François
Hollande y Nicolas Sarkozy, y se convirtió en un funeral de Estado.
Miguel Ríos ensalzó el papel tradicional de la radio en la promoción de la
música y deslizó una no tan velada crítica: “ahora parece que los
prescriptores han cambiado de sitio, ya no están en la radio”, afirmó. El
cantante de “Santa Lucía”, “El blues del autobús” o “El himno a la
alegría” es un símbolo generacional en España. Por eso estaba en el último
programa de “No es un día cualquiera” presentado por Pepa Fernández.
Así miraba Pepa Fernández a sus colaboradores |
“Pues yo la voy a escuchar
entre semana”, prometía una escuchante de avanzada edad a su amiga, en la
segunda fila de la platea del Monumental. “Yo es que no voy a poder, trabajo”,
le respondió. “Es que Pepa es muy buena, no me extraña que se la quieran
llevar a “Las Mañanas”, pero no me gusta nada la idea de perderla”, comenta
otra escuchante. Todos los asistentes están unidos por el mismo dolor: la
pérdida de Pepa, el mismo que a ella le afecta. Pero Pepa relativizó en su
despedida: “Ya sé cómo es la memoria radiofónica, pronto se olvida, y se
recibe a los nuevos”, vino a decir, ya fuera de micrófono, cómplice. “Una
vez me dijeron: solo es un programa de radio”, concluyó.
David Vicente y Victoria Hernández son los encargados de sacar la tarta de los 20 años de "NEUDC", con Pepa Fernández |
No estoy del todo de acuerdo. La
radio es mucha radio. Y la implicación emocional de quien habla, con su
público, nada tiene que ver con la televisión y, mucho menos, con la prensa.
Internet es un canal frío. Nadie quiere a Internet. Sin embargo, a la radio se
la quiere. Los oyentes nos sentimos parte de nuestros programas favoritos, y
hablamos de sus comunicadores refiriéndonos a ellos por su nombre de pila: “ha
dicho Iñaki”, “ha dicho Pepa”… La radio va mucho más allá de la
prescripción.
Allí estaban todos sus
colaboradores: los presentes y los pasados. Decenas de ellos se subieron al
final al escenario, mientras cantaba Helena Bianco, de “Los Mismos”
(un grupo de vanguardia… ¡en los sesenta…!) uno de los temas emblemáticos de
este grupo “El Puente”.
Bianco, septuagenaria de voz rotunda y aún en activo, flamante ganadora de “La
Voz Senior”, de Antena 3 (¡como si la descubrieran ahora…), despidió el programa.
Así, escuchando otra de sus canciones
más populares, “Ata
una cinta alrededor del viejo roble”, que el público acompañaba con sus
palmas, y puestos en pie (ahora sí, tocaba), todos se soltaron la melena, los
de arriba y los de abajo, y dejaron plena libertad a sus sentimientos
encontrados: Pepa se marchaba. Nunca más presentará “No es un día cualquiera”.
Le sucede Carles Mesa, que, insisto, debía haberse dejado ver en el Teatro
Monumental, para facilitar el “cambio tranquilo”. Mesa tenía que haber
pasado el examen del público allí reunido. Y lo hubiera superado, porque forma
parte de la familia.
Final de fiesta apoteósico, todos los colaboradores sobre el escenario |
Como somos de la familia, se
perdona todo. Las carreras del David Vicente, otro de los productores,
se sucedían debajo del escenario, para solucionar marrones; algún que otro
micrófono fallaba, no daban con la regleta adecuada en mesa de sonido, o se les
iba un poco la mezcla de voz y música en “La Macarena” que improvisaron
la Boticaria García y Emilio del Río, también por la escasa
pericia en acercarse al micrófono como debían. “Tienen que fallar las cosas
para que se den cuenta de que no es fácil hacerlas” justificaba Pepa,
defendiendo a sus técnicos.
A la entrada al Teatro Monumental,
el personal de sala regalaba a los asistentes un abanico-merchandising
de “No es un día cualquiera”. No le di mayor importancia, ni siquiera lo
abrí. Pero Pepa remarcó varias veces que hacía mucho calor y no había aire
acondicionado. Que el aire era “manual” y que “vistos desde aquí,
están ustedes todos muy guapos” con los abanicos, y con las luces de los
móviles encendidas dirigidas hacia el escenario, como había invitado a hacer el
grupo de Facebook del programa, a una de cuyas componentes le tocó un viaje en
Iberia a Shangai, lo que desató la alegría del personal del grupo presente en
el Monumental.
Final de fiesta: Pepa descocada, bailando con la música de Helena Bianco |
En definitiva, fue una mañana
gloriosa. Todo el equipo de “No es un día cualquiera” se volcó en su
último programa. “¿Y qué va a pasar con vosotros? -preguntaba una señora
algo exaltada a Josto Maffeo- ¿Pasareis a ‘Las Mañanas’?”
interrogaba. “No se sabe todavía”, respondía el periodista italiano que
se encargaba del resumen de prensa. Pepa recogió varios regalos de los
escuchantes y repartió besos al público, agradecida, y superada, por tantas
muestras de cariño desatadas. Juan Yeregui insistió en que fueran abandonando
el teatro, porque aquello se había terminado. Pepa respiró, arropada por su
gente. No sé cómo aguantó. Y no era por el calor.