Carlos Alsina o cuando la radio exige toda la atención

Carlos Alsina se adelantó al Día Mundial de la Radio sacando a todo su equipo a la calle y acercándose al oyente, como nunca antes lo habían hecho 

José María García: "La radio tiene que salir a la calle, me parece un invento tuyo de cojones"  

• Alsina se subió a la Unidad Móvil a las 7 de la mañana con su editorial y concluyó haciendo radioficción en el Teatro de Marquina casi seis horas después 

Durante la Semana de la Radio, solo hubo un comunicador que fue trending topic, no uno, sino dos días. Se llama Carlos Alsina, trabaja en las mañanas de Onda Cero, y es, sin ninguna duda, una marca en ascenso. La primera razón por la que Twitter le concedió el título de ‘TT’ fue por tener el arrojo, la valentía, o tal vez la inconsciencia, de subirse a una unidad móvil a las 7 de la mañana del lunes día 11 de febrero, en vísperas del ‘Día Mundial de la Radio’, instituido por la Unesco, y darse un garbeo de ¡casi seis horas! haciendo “Más de Uno”, de aquí para allá, por las calles del centro del Madrid. Inaudito.

Carlos Alsina saliendo de los estudios de Onda Cero en San Sebastián de los Reyes, al norte de Madrid (Reportaje fotográfico Onda Cero)

El segundo trofeo ‘TT’ lo obtuvo Alsina por la entrevista que realizó al president Quim Torra que, desconozco las razones, decidió dedicar parte de su mañana del “Día Mundial de la Radio”, precisamente, a autoinmolarse en los estudios de Onda Cero, en San Sebastián de los Reyes. No es éste el tema objeto de atención de este post, por cuanto ya comenté en su momento la habilidad congénita de Carlos Alsina para poner contra las cuerdas a sus señorías, recurriendo, pura y simplemente, a eso que se ha llamado ‘periodismo’, que para algunos está en extinción, y para otros -entre los que me incluyo- es más necesario que nunca. En su día escribí “Las entrevistas de Carlos Alsina, para cuatro cafés”.  

A la radio le debería dar vergüenza que programas de televisión como “España Directo” estén haciendo más radio que la propia radio. Pero estos programas son caros: exigen desplazar personal y ya no los hay, porque han sido víctimas de diferentes ERE’s que han dejado las delegaciones locales y regionales tiritando

Regreso a lo inaudito de una situación como la que se produjo el pasado día 11 de febrero, cuando Carlos Alsina decidió calzarse unos voluminosos zapatos ‘Callaghan’ (anunciante del programa) y lanzarse a la aventura, de la ¿improvisación? Cuando utilizo el adjetivo ‘inaudito’ me refiero a algo que “jamás fue oído, y que por tanto resulta absolutamente sorprendente”. Hasta la publicidad estaba bien ‘colocada’, porque Alsina se pegó un paseo grande, y sus pies -eso dijo- no se resentían. Deben de ser buenos…

El primer anuncio de las intenciones de Carlos Alsina, no ofrecía muchos detalles acerca de la estructura del programa. Solo avanzaba que se desarrollaría fuera de los estudios, y que el director de “Más de Uno” realizaría el programa “desde el centro de la capital de España”. Y así fue, pero la información silenciaba las verdaderas intenciones del periodista madrileño. Insisto: inaudito.

Mi primera referencia, al leer las primeras líneas del avance de intenciones, fue recordar a mi amigo, y referente, Julio Lagos, periodista argentino, cuyo programa “Despierto y por la calle”, consistía en recorrer, todas las noches del año, las calles de Buenos Aires, de madrugada, con un micrófono en la mano, en busca no sé si de la noticia, pero desde luego sí de la vida. Julio hablaba con todo el mundo que se le ponía delante, con total libertad. Los personajes anónimos se convertían en protagonistas. Pero cada noche se tiraba a una piscina vacía con coraje. Esto todas las noches, una tras otra.

Alsina, y Onda Cero con él, se lanzaron a la calle solo una mañana. Que “Más de Uno” cambiara de aspecto el lunes 11 de febrero era, por tanto, una excepción. Lástima. Porque, como escribí en Twitter el día anterior, la radio no tiene que abrir las puertas de sus estudios en el “Día Mundial de la Radio” para que los oyentes vayan en procesión religiosa a sus estudios, para dejarse deslumbrar por el despliegue técnico y profesional; sino que debe ser la radio la que salga en busca de los oyentes, para contar, de la mejor manera posible, sus historias de la vida. Pero esto, señores, cuesta mucho. El despliegue que nos regaló Atresmedia Radio movilizó a un equipo de más de 30 profesionales, entre técnicos y redactores. Y esto cuesta dinero. Mucho.

Carlos Alsina con Pablo Casado, presidente del PP, en las inmediaciones de la plaza de Colón

Me consta que, a pesar de la factura de la salida callejera, a Carlos Alsina le motivaría mucho salir más a menudo de los estudios de San Sebastián de los Reyes, y recuperar, si no el formato completo, sí variantes de esta misma propuesta, que el inefable José María García felicitó con efusividad y entusiasmo. Y lo volverá a hacer, estoy convencido. “A partir de hoy, este formato todos los días”, bromeó varias veces Alsina en su “Más de Uno” más callejero. ‘No se atreverá’, añadí yo, empatizando con los administradores de Atresmedia Radio. 

El equipo técnico, volcado

José Eduardo Martínez, 
la sombra de Alsina

Capítulo aparte merece la auténtica proeza del departamento técnico de Onda Cero, que se volcó varias semanas antes del “día D” en realizar las pruebas pertinentes, testando el recorrido, para que no surgiera ningún problema. Y lo hizo además, en diferentes condiciones meteorológicas, para no dejar espacio a la improvisación. De los 30 profesionales destacados en la operación, ocho eran técnicos, que utilizaron toda la tecnología existente para este tipo de retransmisiones: dos unidades móviles, más de 30 micrófonos, más tres inalámbricos, radioenlaces para los desplazamientos, y hasta un prototipo de conexión IP 4G Bounding para transporte de voz por datos. Además, el programa contó con seis emplazamientos fijos diferentes -entre ellos, Café Gijón, Mercado de San Antón, Biblioteca Nacional y Teatro Marquina- para los que se emplearon tres líneas RDSI, y una conexión IP móvil. Uno de los técnicos, José Eduardo Martínez, se convirtió en una auténtica sombra de Carlos Alsina durante todo el recorrido. Él hacía posible que la señal llegara correctamente. Celso del Río, el subdirector del departamento de Programas y Emisiones, coordinó todo el dispositivo.

No solo resultó sorprendente la salida en sí misma, el hecho de que Carlos Alsina se montara en la reducida y versátil unidad móvil de Onda Cero, bien rotulada, y enfilara carretera (“vamos bien, el tráfico es fluido”, decía Alsina, ¡qué diferencia a vivirlo a que te lo cuentes desde la DGT!) hacia plaza de Castilla, desde la sede de Atresmedia; sino que también resultó sorprendente el contenido, los diferentes encuentros ‘fortuitos’ de Carlos Alsina con invitados de excepción que iban aportando al programa. Una de las máximas que siempre intento trasladar a mis alumnos es que todo contenido que se presente en antena debe aportar, en uno u otro sentido, con más o menos profundidad, y matices, pero aportar. Y en este “Especial ‘Más de Uno’ Día Mundial de la Radio’ no sobró nada, ni siquiera la parte que quedaba fuera de guion, y era producto, sí, de la casualidad. Parecía una ficción radiofónica, que entrelazaba el mundo real y el fabulado.

Con el panadero, que entra a trabajar a las 5 de la mañana, ése sí es el mundo real de España, el de los profesionales que hacen país

Decía Matías Prats, padre, que “no existe mejor improvisación que la planificada”. Y el maestro sabía lo que se decía. Desde luego, no improvisaba aquellas interminables e impronunciables alineaciones de equipos de fútbol extranjeros, sino que su incontestable éxito en la antena era producto de un minucioso ejercicio memorístico que lograba concluir con una exposición ‘natural’ de los nombres de los jugadores. Alsina, viejo zorro de la radio bien hecha, de factura clásica, y al tiempo controladamente iconoclasta, estructuró este “Más de Uno” en grandes hitos-contenidos, que se iban sucediendo, unos a otros, con un control de los tiempos tan flexible como exhaustivo.

Así, no podían incluirse en el capítulo de casualidades (y seguro que ‘más de uno’ se lo creyó) los encuentros de Alsina con Pablo Casado o Íñigo Errejón, por citar los dos más evidentes. O con el citado José María García o Carlos Pumares y mucho menos con miembros del equipo de colaboradores como Sergio del Molino -artífice de esa nueva sección terapéutica bautizada como ‘Biblioterapia’-, Leo Harlem o Goyo Jiménez. ¿Alguien piensa que “Más de Uno” pudo conseguir, por arte de magia, que se abrieran las puertas del Teatro Marquina de Madrid, sin una labor de producción previa, pese a los juegos verbales entre el propio Alsina y Begoña Gómez de la Fuente, preguntándose cómo iban a hacer “La novela de las 12 y…” en la calle?

Con Leo Harlem, en la plaza de Chueca, megáfono en ristre y cartel sobre los hombros

Lo de Carlos Alsina el lunes 11 fue un recital de poderío, un espectáculo radiofónico de primera magnitud, un prodigio del dominio de la antena. La adrenalina alimentó sus casi seis horas de excursión. Estoy convencido de que a las 12 y media terminó deshecho. Le quedaba comprar embutido y rellenar esa barra de pan con masa madre que dejó encargado en la panadería a cuyo titular, de nombre Marco, entrevistó. “Aquí venimos a trabajar, todos los días, a las cinco de la mañana”, confesó el panadero.

Alsina, y su equipo, diseñaron la estructura de este “Más de Uno” sorprendente a cada minuto, con los contenidos mínimos, y dejaron huecos, ventanas de oportunidad, para completarlas con personajes anónimos, durante los imprescindibles desplazamientos entre uno y otro escenario del programa. Y ahí, de nuevo, el periodista madrileño volvió a brillar. Supo tirar de su olfato para testar los encuentros más interesantes, como cuando la pequeña Ada, a la que su madre, Zulema, lleva al colegio, le recitó el abecedario, o cuando los perros, enfurecidos y protectores de Inna, no le dejaron acercarse a preguntar, incluso cuando intentó entrevistar, sin éxito, a una patrulla montada de policías nacionales, a los que consiguió arrancarles poco más de los nombres de sus caballos “porque no podemos hablar, estamos de servicio, no nos ponga en un compromiso. Esto tiene sus cauces reglamentarios”, argumentaron los policías educadamente. Sin embargo, quien pregunta, al final obtiene. García les preguntó si estuvieron en la tarde del domingo de servicio en Colón, en alusión a la manifestación contra el Gobierno convocada por PP, Ciudadanos y Vox, a lo que uno de ellos terminó diciendo: “ayer estuvimos aquí, pero no de servicio”. 

Carlos Alsina entrevistando a Cristóbal Colón, que se parecía poderosamente a Goyo Jiménez

Eran, a pesar de todo, riesgos controlados. Más riesgo tenía -siempre lo tiene- entrevistar a José María García, quien se hizo el encontradizo con Alsina, a lo que éste le replicó “si hemos quedado aquí, ¿no?” destapando la parte de planificación previa del programa, imprescindible. García se declaró fan de la radio en la calle: “la radio tiene que recuperar la calle, esto me parece un invento tuyo de cojones”, afirmó, sin cortarse. Alsina trató de explicarle las cortapisas que su propuesta inicial encontró en algunos responsables de Atresmedia Radio, a lo que García, sin pensárselo, le contestó: "el gran problema de la comunicación es que hoy nos mandan zotes", poniendo en un compromiso a Alsina que se atrevió a esbozar algo así como “no sé qué me van a decir mis jefes cuando vuelva”, pero ya se sabe, a estas alturas, que García tiene bula radiofónica.

Nos ha sorprendido tanto la propuesta, valiente, de Alsina, porque no estamos acostumbrados a ella. Y no digo que la presencia de la radio en la calle deba ser permanente, como la que escuchamos el pasado 11 de febrero en Onda Cero, pero sí que la radio, coordinada desde estudios, debe disponer de tentáculos en exteriores como antaño (numerosos, y con sonido de calidad). A la radio le debería dar vergüenza que programas de televisión como “España Directo” estén haciendo más radio que la propia radio. Pero estos programas son caros: exigen desplazar redactores y técnicos, y en muchos casos, ya no los hay, porque han sido víctimas de diferentes ERE’s que han dejado las delegaciones locales y regionales tiritando. Y desde las empresas pretenden seguir logrando el mismo éxito y haciendo la misma radio de antaño con menos profesionales, y esto no es imposible, sino lo siguiente.

Siempre interesante y polémico, José María García, frente a la Biblioteca Nacional

Las ‘actuaciones’ de Leo Harlem, megáfono en ristre en la plaza de Chueca anunciando cual hombre-cartel su última película y de Goyo Jiménez, que se enfundó el traje de Cristóbal Colón, literalmente, y de esta guisa, se encontró en la Castellana con Carlos Alsina, fueron sencillamente sublimes. Y se notaba que no estaban leyendo, que estaban actuando, como lo saben hacer ellos, en diálogo directo. A menudo, en el estudio, la lectura del guion frena los resultados y compromete la eficacia.

Lo que demostró Carlos Alsina con su despliegue es que la radio es un medio vivo, caliente, que vive la vida minuto a minuto, que nos acompaña como nuestra propia sombra, y que necesita constantemente de buenas historias para sostenerse ante los oyentes. Pero ese avanzar en el tiempo supone que la radio se desarrolle en directo con el oyente, que se desplace con él, y que deje de hacer podcasts en la antena con contenidos casi atemporales, cápsulas de audio que no cuentan con el nervio del reloj marcando inexorablemente su escucha, desprovistos de tensión narrativa. Por eso, defiendo que el podcast ha llegado para que la radio se espabile. Que la radio salga a la calle no es solo atrezzo o efectos especiales, es más verdad, más exposición a la vida ordinaria, con sus luces y sus sombras. Y gestionar casi seis horas de radio en directo, por mucho guion que se tenga, por mucha red con que cuente, está al alcance de muy pocos, y Carlos Alsina ha demostrado que tiene las condiciones necesarias como para afrontar un reto de esta naturaleza, y salir no solo airoso del compromiso, sino reforzado. Su versatilidad como comunicador y como periodista le sitúan en el pódium exclusivo de los grandes, donde ya ha quedado instalado. Estoy seguro de que nos volverá a sorprender pronto con alguna nueva invención en torno a la radio, con la que volverá a renovar nuestra convicción en sus extraordinarias condiciones.

Última imagen del "Más de Uno" más callejero de la historia, realizada en el Teatro Marquina de Madrid, donde todo el equipo terminó haciendo "La novela de las 12 y..."

Escuchar -más bien disfrutar- de programas de esta naturaleza, me reconcilia con la radio que aprendí de mis mayores, y la que entiendo debe volver, para enganchar al oyente. De no hacerlo, nos arriesgamos a que la radio se vaya adocenando en la comodidad de su zona de confort, y vaya languideciendo, aferrada a la (falsa) convicción de que todo es cuestión de que los jóvenes vayan creciendo, y llegarán a demandar información y otros contenidos en la radio. Pero no es así, porque ya no existe el hábito de escucha de radio, se está perdiendo, y no hacemos nada por reeditarlo en las nuevas generaciones. La industria debería prestar mucha más atención a apoyar experiencias tan notables y plausibles como la 'Radio Escolar', que trata de inculcar a los más jóvenes ese hábito que está de retirada. Lo que hizo Carlos Alsina el pasado 11 de febrero es, sin duda, un alarde radiofónico, escribió una de las páginas más brillantes de la historia de Onda Cero. ¡Pero quiero más! Como dijo el personaje del crítico gastronómico de esa joya del cine de animación titulada "Ratatouille", Anton Ego, "sorpréndeme" Alsina. Después de muchos años has logrado recuperar algo que creía había perdido: mi capacidad de asombro. Gracias.

Recupera las casi 6 horas de emisión de "Más de Uno", desde las calles de Madrid, con Carlos Alsina