Iñaki Gabilondo: "Tenéis por delante un futuro mucho más rico del que creéis”
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Clase Magistral de Iñaki Gabilondo en el Máster de RNE el pasado 16 de enero de 2019
“Animaros a vivir una vida que no se parece en nada a la que os habéis creído que es. Pero no tengáis miedo. Es maravilloso"
- “Se abren de manera impresionante las posibilidades profesionales”
- “Ya no hay solo un modelo de periodismo”
- “Vais a tener que aprender a aprender, permanentemente”
- “No descartéis nada, porque todo puede pasar. Todo puede hacerse”
- “También los medios, esta casa RNE, la Cadena SER, vivirán esa transformación, la vivirán. Y lo viviréis con ellos”
- “Aprendiendo un poco cada día es una manera estupenda de vivir"
- “El periodismo te permite vivir la vida de una forma particularmente intensa”
- “Siempre he sido un obsesionado del oyente”
- “Todos los que han triunfado en la radio han tenido esta idea del oyente muy clara”
- “La sensación del oyente que me ha acompañado durante toda mi vida es casi táctil”
Fotografía de familia en el estudio 'Música 3', de RNE, con Iñaki Gabilondo en el centro rodeado de alumnos y profesores (Fotografía Rafael Ramírez, RNE) |
Fue mucho más que una Másterclass sobre periodismo. Fue, ante todo, una lección de vida. Iñaki Gabilondo lo dejó muy claro en el estudio ‘Música 3’ de Prado del Rey, donde tuvo lugar el feliz e intenso encuentro entre los alumnos del Máster de Radio Nacional de España, y el periodista donostiarra el pasado 16 de enero: “Yo lo que os quisiera transmitir hoy no es un sentimiento periodístico, sino un sentimiento vital”. Y es que el periodismo es, tal vez sin saberlo, el oficio que más te pega a la vida, como un adhesivo ultrafuerte. “Si habéis elegido una actividad -el periodismo- que se mueve en el territorio de las ‘burbujas’, pues, caramba, a por las burbujas”, repitió Iñaki con los ojos brillantes, aún emocionados por su profesión, cuando ha cumplido los 76 años, y sigue en la brecha, por querencia, y convicción: “Me siento bien, y quiero seguir haciendo cosas”. Y contó el secreto de su éxito, de su impulso y energía vital: “La clave, a mi juicio, es la curiosidad”.
Aquella tarde, el color de la atmósfera de la ‘Casa de la Radio’ cambió con la voz de Iñaki situada delante del micrófono intensamente rojo de la radio pública. “Yo no me siento enfermo de la droga del periodismo. Para nada. Yo me siento vivo”, insistía. El exdirector del “Hoy por Hoy”, en la Cadena SER, no edulcoró su discurso; al contrario, dibujó un inminente y ya progresivo cambio de paradigma, al que tendrán que enfrentarse las nuevas generaciones, que tenía delante, y no le perdían de vista, ni de oído. “Pasa que se está cayendo el mundo en el que vivimos. Y veis cómo se está cayendo. Y sabéis que está naciendo otro, pero mientras que del que cae veis los escombros a vuestro alrededor, y tenéis que apartarlos, el que está naciendo lo veis más desdibujado”. A la salida, me preguntó si había alargado exageradamente su intervención ante los chavales, “¡qué rollo les he soltado!”, me confesó. Pero todos habíamos celebrado cien veces que se hubiera alargado. Iñaki estaba a gusto. Los alumnos ensimismados. Atentos. Devotos. Esponjas. “Tengo debilidad por los encuentros con los jóvenes. Creo que nuestro pensamiento debe ser transmitido, porque tiene un fondo estimulante”
Aquella tarde, el color de la atmósfera de la ‘Casa de la Radio’ cambió con la voz de Iñaki situada delante del micrófono intensamente rojo de la radio pública. “Yo no me siento enfermo de la droga del periodismo. Para nada. Yo me siento vivo”, insistía. El exdirector del “Hoy por Hoy”, en la Cadena SER, no edulcoró su discurso; al contrario, dibujó un inminente y ya progresivo cambio de paradigma, al que tendrán que enfrentarse las nuevas generaciones, que tenía delante, y no le perdían de vista, ni de oído. “Pasa que se está cayendo el mundo en el que vivimos. Y veis cómo se está cayendo. Y sabéis que está naciendo otro, pero mientras que del que cae veis los escombros a vuestro alrededor, y tenéis que apartarlos, el que está naciendo lo veis más desdibujado”. A la salida, me preguntó si había alargado exageradamente su intervención ante los chavales, “¡qué rollo les he soltado!”, me confesó. Pero todos habíamos celebrado cien veces que se hubiera alargado. Iñaki estaba a gusto. Los alumnos ensimismados. Atentos. Devotos. Esponjas.
“Una biografía de cada uno de vosotros, al final de vuestra vida, va a incluir nueve cambios en nueve ciudades, en nueve actividades, en nueve puestos, hasta en nueve profesiones. Preparaos"
Mi impresión es que aquella sesión no podía quedarse allí, morir en el ‘Música 3’, igual que lo hace la palabra tras retar al viento. Ocupa el espectro, impresiona -o no- y desaparece. Las palabras de Iñaki Gabilondo, dirigidas a un grupo de jóvenes universitarios que aguardaban escucharle, alimentando la leyenda (que Iñaki se ocupó de demoler desde la cercanía y complicidad), no podían ser exclusivas de Radio Nacional de España. Y, precisamente, por su vocación pública, había que reproducirlas a los cuatro vientos para que otros jóvenes, en su misma situación, recién abrazado el periodismo y/o la radio, puedan conocer su línea de pensamiento, y actuar en consecuencia: escuchándole, o no; que ambas actitudes pueden presentarse en los cruces de caminos. Solicité, como profesor del Máster, el correspondiente permiso al codirector del Máster, Benigno Moreno, y éste entendió de inmediato mi intención, y me facilitó el material, que ahora yo pongo a disposición de mis lectores, entre los que, me consta, se cuentan cientos de estudiantes universitarios de periodismo que tienen la generosidad inmensa de seguir estas humildes pero apasionadas páginas. Antes de concluir, tengo que felicitar a mis alumnos, porque sus preguntas dieron en la diana y alargaron el tiempo que inicialmente estaba previsto compartir con Iñaki. Rememorando el título de uno de los grandes programas de Radio Nacional, aquí os traslado las palabras de un periodista de radio irrepetible, “Para vosotros, jóvenes”.
Iñaki Gabilondo en los estudios de RNE (Fotografía RNE) |
-¿Cree que las nuevas generaciones, a estas alturas, podemos hacer algo para lograr un mundo mejor?
-Como yo no voy a hacerlo, sino tú; soy yo el que te pregunto a ti. ¿Te parece? ¡Hazlo! Mi perspectiva es que ahora, el mundo con el que os vais a encontrar, os va a dar, al tiempo que se limitan de una manera dramática las posibilidades laborales en el mundo convencional, se abren de manera impresionante las posibilidades profesionales en todos los demás ámbitos de la actividad, que podéis crear, elaborar y construir vuestros propios universos profesionales. ¿Construye ése? ¡Peléalo! ¡Hazlo! Yo ya he toreado mi toro, el tuyo está en la arena. ¡A por él! ¿Te gusta? ¡Pues hazlo! ¿Tú sabes lo que quiere decir eso? Nosotros nunca nos hubiéramos podido imaginar que alguien nos dijera: si quieres hacerlo, hazlo; porque, o trabajabas en la SER, en la Cope o en Radio Nacional o no trabajabas en la radio. Ahora hay millones de cosas que se pueden intentar hacer. ¡Claro que da vértigo! Porque está fuera de los ámbitos a cubierto. Ya no hay solo un modelo de periodismo. La moda antes era una moda; ahora hay mil modas, una para cada estilo de vida.
“O trabajabas en la SER, en la Cope o en Radio Nacional o no trabajabas en la radio. Ahora hay millones de cosas que se pueden intentar hacer”
Animaros a vivir una vida que no se parece en nada a la que os habéis creído que es, porque vuestros padres os dijeron que era así. Vais a tener que aprender a aprender, permanentemente. Una biografía de cada uno de vosotros, al final de vuestra vida, va a incluir nueve cambios en nueve ciudades, en nueve actividades, en nueve puestos, hasta en nueve profesiones. Preparaos para vivir una cosa distinta de la que han vivido quienes os precedieron. Pero que no os asuste eso. Esto no está mal, es maravilloso.
Yo soy el último japonés, el último. Empecé en la SER, y me voy a morir en la SER. No hay nadie ya. Viene la gente a sacarme fotografías, el último dinosaurio. La biografía de un tío normal ahora incluirá saltos, cambios, viajes… ¿Qué hay que hacer? Tener la cabeza permanentemente conectada en la posición ‘On’. Y meterse en el mundo con todo el valor.
Walter Concrite era el periodista más famoso de la televisión americana. Estuvo 40 años dirigiendo y presentando el telediario. Cuando terminó, se organizó una rueda de prensa de despedida y un periodista le preguntó: con la autoridad que tiene usted en este país, ¿por qué no se dedica a la política? Por cierto, ¿si usted se dedicara a la política, por qué partido se presentaría? Y Concrite respondió: que yo haya estado 40 años haciendo un informativo en televisión, y que ustedes me hagan ahora esa pregunta, me honra. Demuestra que yo he cumplido con mi misión que consistía en contar cómo son las cosas, sin que quedara de manifiesto mi visión de las cosas.
“Una persona se hace mayor el primer día que estudia una cosa que no le van a preguntar en un examen. Empieza a preguntarte, ante el mundo que vives, ¿qué cosas te duele no saber? ¿Qué cosas te da vergüenza no saber?”
Muchos creíamos que éste era el modelo ideal, el único. Pero apareció otro modelo que dijo: ¡no! Esa es una legítima mirada, pero hay otra igualmente legítima que dice: yo soy del Atlético de Madrid y voy a informar de deportes; pero, ¿por qué tengo que ocultar que soy del Atlético de Madrid? Ahora existen estos dos modelos, pero es que a estos hay que sumar un montón de modelos nuevos, de casos especializados, de nuevos periodismos… No descartéis nada, porque todo puede pasar. Todo puede hacerse.
También los medios, esta casa RNE, la Cadena SER, vivirán esa transformación, la vivirán. Y lo viviréis con ellos. Yo creo, sinceramente, que tenéis por delante un futuro mucho más rico del que creéis. Pasa que se está cayendo el mundo en el que vivimos. Y veis cómo se está cayendo. Y sabéis que está naciendo otro, pero mientras que del que cae veis los escombros a vuestro alrededor, y tenéis que apartarlos, el que está naciendo lo veis más desdibujado. Pero el mundo que está naciendo, es que no lo sabéis… es que es la monda. Y hay gente haciendo cosas impresionantes. No os asustéis, porque efectivamente veis los escombros. Lo que ocurre es el último estertor se parece mucho al primer vagido de un niño al nacer. Pero están abriéndose puertas en cantidades industriales.
-Me abruma la cantidad de información a la que tenemos que enfrentarnos cada día. Y lo que estaba antes, para entender lo que ocurre ahora, yo no lo conozco. ¿Por dónde tenemos que empezar a mirar, libros, periódicos…?
-Pues trabaja. Mira, una persona se hace mayor el primer día que estudia una cosa que no le van a preguntar en un examen. El día que uno empieza a amueblar su cabeza y su cerebro, además de las cosas que los profesores han decidido que tienen que colocarte en el cerebro para que tengas una visión de las cosas, las que sabes que tú tienes que ordenar, porque sabes que están vacías. El día que tú inicias ese viaje, inicias un viaje maravilloso. Empieza a preguntarte, ante el mundo que vives, ¿qué cosas te duele no saber? ¿Qué cosas te da vergüenza no saber? ¿Qué cosas te da miedo que salgan en la conversación porque se van a dar cuenta de que no tienes ni puñetera idea de ese asunto? Cuando te enfrentas con esta situación, en ese momento te haces persona mayor. Empiezas a estudiar no para aprobar un examen, sino para llenar tu cabeza y tu corazón. Y por eso digo y recomiendo leer, porque al leer uno llena su cabeza y su corazón con vidas que otros vivieron, con tiempos que ya no están… ¿Por dónde hay que empezar? Por donde tú quieras, pero empieza. Ese conocimiento te proporcionará tacto para entender mejor las noticias. El Brexit… vale, en Reino Unido, ¿qué países componen Reino Unido? No os dais cuenta de lo que significa que desde los cuatro años hayas sido pastoreado por personas que han decidido por ti lo que necesitas saber para ser una persona mayor… Es una manera estupenda de vivir: aprendiendo cada día un poco.
Los alumnos del Máster de RNE junto a Iñaki Gabilondo (Fotografía RNE) |
-¿En algún momento un periodista deja de ser periodista, deja de vivir como una presencia permanente ese afán por saber de las cosas?
-Yo lo que os quisiera transmitir hoy no es un sentimiento periodístico, sino un sentimiento vital. Se deduce de tu pregunta que el periodismo puede identificarse como una droga, que nos puede afectar mentalmente. Es que, la droga a la que te refieres, se llama vida. Hay muchas maneras de vivir. El periodismo te permite vivir la vida de una forma particularmente intensa. Yo he sido un hombre muy afortunado: he viajado por todo el mundo, he conocido a la gente más importante, pero en otras escalas de la vida, el periodismo tiene otras posibilidades, como es ayudarte a tener una vida ‘con burbujas’. Hay vidas con burbujas, y vidas sin burbujas. Trabajar en un banco, de 8 a 3, tiene menos posibilidades de vivir una vida con burbujas que hacerlo con una actividad que te permite estar en contacto con la vida, con las personas que la construyen, con el mundo en transformación. Si habéis elegido una actividad que se mueve en el territorio de las ‘burbujas’, pues, caramba, ¡a por las burbujas…! Y eso no es una droga, porque uno no se quiere desprender de ella. Yo no me siento enfermo de la droga del periodismo. Para nada. Yo me siento vivo. La clave, a mi juicio, es la curiosidad.
“El mundo que hemos conocido se cae. Pero el último estertor se parece mucho al primer vagido de un niño al nacer. No lo dudéis: están abriéndose puertas en cantidades industriales”
-¿Volverías al frente del ‘Hoy por Hoy’?
-No, de ninguna manera. Primero porque uno tiene que saber quién es y quién no es. Y hay que saber que los tiempos están donde tienen que estar. Uno tiene que saber apartarse de la pista. Yo sigo jugando al tenis, pero no juego en la pista central. Aunque me muriera de ganas, que no es el caso, no lo haría, porque no debo hacerlo. Hay un tiempo para cada cosa. Aparte de que no me siento en condiciones, ni se me ha pasado por la cabeza.
-En alguna ocasión has dicho que en la radio se ve mucho al oyente. ¿A qué te refieres?
-Pues a que se le ve. Yo siempre he sido un obsesionado del oyente. Yo siempre me acordaba de que me estaban oyendo. Y con mi equipo insistía mucho: hoy, nuestro objetivo se llama Mari Carmen, es de Logroño, tiene 40 años, le están saliendo las primeras canas, está algo preocupada, le está empezando a gustar más de lo debido un compañero de la oficina, el niño pequeño nos sé qué… Ésa es la diana. Ésa es la razón de ser de nuestro trabajo. Por esa persona llevamos trabajando siete horas… No por Polanco, ni por El Mundo, ni por El País, ni por Federico Jiménez Losantos, ni lo que digan estos o los de más allá. No. La razón se llama Mari Carmen. La conciencia del oyente ha sido para mí una obsesión. Para darme cuenta de que mi trabajo no terminaba en el control, esperando a ver qué mirada ponía el compañero, sino que ahí, en ese lugar nacía el mensaje, que florecía en otro sitio. Fruto de esa obsesión, tenía la sensación de estar viendo permanentemente al oyente. Hay que tener presente que tu trabajo se justifica en su destino.
Un momento de la entrevista a dos que le hicieron a Iñaki Gabilondo dos de las alumnas del Máster (Fotografía Gorka Zumeta) |
Y es muy impresionante lo que pasa cuando uno es consciente de esto: un día haciendo un programa en Santander, en la UIMP, con estudiantes como vosotros. En las pausas de publicidad hablábamos, preguntaban y yo contestaba. Cuando llevábamos ya cuatro horas, les dije: ¿ya sabéis qué es esto, no? Bueno, pues ahora os voy a presentar al oyente. Decidme una ciudad. Me contestaron: ‘Murcia’. Pedí llamadas de oyentes de Murcia y un camionero respondió enseguida, y opinó sobre el programa, sobre lo que acabábamos de decir. Lo había oído, le había importado, y tenía opinión sobre ello. Habíamos llegado al oyente. Y esa obsesión mía en torno al oyente, omnipresente, porque yo le veía, me llevaba a concluir situaciones como ‘este tema no funciona’, ‘este tema no le está gustando’, ‘este disco ha sido una equivocación’, ‘este invitado no era’, etc. Todos los que han triunfado en la radio han tenido esta idea del oyente muy clara. Por eso en la radio hay a veces programas en los que tú notas que se lo están pasando muy bien, mejor que tú, y ellos insisten en pasárselo bien, y tú -como oyente- te encuentras cada vez más lejos. La sensación del oyente que me ha acompañado durante toda mi vida es casi táctil.
“¿Cómo vais a tener que enfrentaros a lo que va a llegar, está llegando? Teniendo la cabeza permanentemente conectada en la posición ‘On’. Y metiéndoos en el mundo con todo el valor”
-¿Piensas en algún momento en la retirada?
-En este trabajo haces cuando confían en ti, y dejas de hacer cuando no confían en ti. En este sentido, me bastaría con que la SER me dijera una mañana que ya no cuenta conmigo, para que yo no tuviera mucho que decir al respecto. Por tanto, es otro, el que te da el micrófono, el que resuelve esa duda. ¿Sabes qué ocurre? Que a veces es muy difícil administrar el tiempo. A mí me gustaría tener menos actividad. Pero no puedes decidirlo. Puedes decidir que lo dejas del todo, me voy a mi casa. Pero yo no quiero hacer eso, porque me siento bien, y quiero seguir haciendo cosas. Pero una vez que estás, a menudo te arrastran las circunstancias, compromisos, necesidades… que pueden a veces mucho más que tú. Por tanto, a mí me gustaría seguir haciendo, me gustaría hacer menos, lo estoy intentando. Pero, como te digo, otros deciden por ti, o la salud. Tengo ya una edad… ¡tienes buen aspecto’, me dicen a menudo. Sí, el aspecto es lo único que no me duele. Yo ya sé que llegará una mañana, y no tardará mucho, alguna señal que te dirá ‘hasta aquí’.
"Para vosotros, jóvenes"
-Yo no puedo resistirme a un encuentro con gente joven, como vosotros. Porque yo sí tengo la sensación de que os debo contar estas cosas. No sé si os servirán para algo, o para nada, pero yo sí creo que debo decíroslas. Tengo la sensación de que con todo lo que he vivido, debo transmitíroslo, porque a lo mejor le ayuda algo. En este sentido, yo sí tengo una debilidad: me parece que nosotros, los que llevamos mucho tiempo en esto, tenemos una especie de compromiso con hacer partícipes a los demás de nuestros puntos de vista, acertados o equivocados. Pero tenemos esa obligación. Nuestro pensamiento, creo, tiene derecho a ser transmitido, porque tiene un fondo estimulante. Y aquí quiero citar a García Márquez que me decía que “el escepticismo de los mayores, en vez de avinagrarse en cinismo, se convierta en un mensaje para los jóvenes, el que sea”.