20 años llamando a la radio todos los días para hablar con su hijo desaparecido
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Una mujer se levanta cada madrugada en Colombia, llama a la radio y durante dos minutos le habla a su hijo, de quien no se sabe nada
"Mi hijo sigue con vida y me espera"
"Mi hijo sigue con vida y me espera"
BBCMundo, 19 de septiembre de 2018. En Colombia "El día de la madre" es una celebración importante y ella la solía pasar junto a su esposo y tres hijos, con regalos, música y salidas a comer.
Lilia, la madre que encuentra refugio en la radio, cada madrugada (Fotografía BBC Mundo para este reportaje) |
La última vez fue en mayo de 1997, seis meses antes de la
tragedia que cambiaría la vida de todos ellos.
El 24 de noviembre de ese año, Carlos Alberto Hernández, el
hijo mayor de Lilia, médico y capitán de policía, desapareció, posiblemente por
un secuestro.
Durante muchos años, la madre se montó en lanchas, carros o
avionetas detrás de cualquier pista o dato que recibía sobre el paradero de su
hijo. Todo apuntaba a que había sido raptado por las FARC, pero
eso nunca se pudo verificar.
Agotada por los engaños, estafas y los muchos peligros
corridos, la mujer encuentra alivio en un hábito diario que para ella es lo más
importante de toda su jornada: enviarle mensajes a Carlos Alberto cada
madrugada a través de un programa de radio.
Se levanta antes de que salga el sol, cuando el termómetro
en Bogotá marca apenas unos pocos grados centígrados, llama por teléfono a la
radioemisora y obtiene dos valiosos minutos al aire. Ese es el tiempo que tiene para contarle a Carlos que ella
se encuentra bien, que sus hermanos están sanos y que los dos hijos que dejó
siendo niños pequeños ya son adultos.
Casi siempre termina diciéndole que vuelva pronto y
que lo están esperando. Después le envía la bendición y cuelga el teléfono.
Germán Hernández (izquierda) es el segundo hijo de Lilia y fue quien más viajes hizo en busca de su hermano (Fotografía BBC Mundo para este reportaje) |
Un avión
Mientras conversa con BBC Mundo, a ratos Lilia Hernández
llora y se le seca la garganta. Sucede cada vez que piensa en cómo se encuentra su hijo, si
pasa frío, hambre o tiene alguna enfermedad, pero ella afirma y reafirma que
está con vida.
"Todos los días imagino el momento en el que lo veré
bajando de un avión, corriendo a abrazarnos. Yo no pierdo la fe", dice la
mujer. Por un instante se le ve un esbozo de sonrisa, pero de
inmediato se le quiebra la garganta, comienza a toser y tiene que tomar otro
sorbo de agua.
A Lilia le gusta recordar a su hijo y no tiene reparos en
contar que era muy travieso en la escuela y que le encantaba comer mucho y de
todo. Añade que era hincha del club bogotano Millonarios y que le
gustaba correr en las madrugadas y levantar pesas.
Después, señala una de las paredes de la sala de su casa
donde está colgado el diploma de médico que Carlos Alberto consiguió en
la universidad. Mira orgullosa aquel certificado dentro de un marco dorado y
la voz se le corta nuevamente. "Éramos muy buenos amigos. Solo lo pude tener a mi lado
22 años".