¿Por qué los viernes son negros en la radio pública?
https://www.gorkazumeta.com/2018/05/por-que-los-viernes-son-negros-en-la.html
Una colaboración especial de Alejandra Martínez, miembro del Consejo de Informativos de Radio Nacional de España
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El Gobierno del PP derogó la Ley de Consenso de RTVE para manipular la radio de todos los españoles
- La radio pública perdió casi la mitad de su audiencia en menos de una temporada, tras el cambio de la Ley de consenso de elección del presidente de la Corporación RTVE
- La estructura de los comisarios políticos conduce al miedo y a la autocensura
- Ha transcurrido un año desde el nuevo acuerdo de todos los partidos y todo sigue igual, bloqueado sin más razones que el interés político del PP
Cuando el Partido Popular decidió cambiar la ley de consenso para volver a elegir a dedo la presidencia de la radiotelevisión pública, RNE tenía 1.943.000 oyentes. Apenas unos meses después, habíamos perdido más de 800.000. Es decir, ¡casi la mitad de la audiencia en menos de una temporada! Un derrumbe histórico cuya remontada llevará años (seguimos muy lejos de ella), porque la audiencia de la radio no es como la de la televisión, que va y viene de canal según le gusten más o menos los formatos. El oyente de radio establece con su emisora una relación de cercanía, de confianza, que se rompe casi para siempre cuando se siente traicionado.
Trabajadores de RNE en uno de los recientes "viernes negros" para exigir una radio pública independiente del gobierno de turno |
¿Y por qué nos dejaron muchos de los nuestros? Pues parece obvio. El mero cambio de la ley ya era una mal indicativo, porque anticipaba lo que se quería hacer: anular la obligatoriedad de consenso que tan buenos resultados había dado para volver a elegir la presidencia a imagen y semejanza del gobierno de turno. Y eso sólo se hace si se pretende volver a manipular. Pues tal cual. Aquella primera dirección –la que nos hundió porque, según decían, “ese millón de oyentes extra no era nuestro”- puso en los puestos clave de los informativos a gente que nunca había trabajado en ellos. Gente enfrentándose a cuatro horas de antena -con edición, análisis y entrevistas- que jamás había pasado por la redacción de informativos ni había mostrado un interés por los mismos. Gente que decía que Pyongyang era un dictador comunista, que el Borussia de Dortmund jugaba en Borussia o que le preguntaba por las FARC al alcalde de Vigo, porque se le traspapelaba el guión y no sabía distinguir quién era su interlocutor. Es decir, necesitaban tal grado de obediencia para la manipulación y la censura, que sólo se prestaron esos perfiles. A aquello se sumaba una política de instrucciones directas (no dar determinadas noticias hasta que no hubiera reacción del PP, por ejemplo), unas tertulias desequilibradas, una programación deficiente y un mal trato hacia todos aquellos trabajadores que no consideraban de su cuerda. Porque eso es un clásico de las direcciones políticas (sean de derechas o de izquierdas): si no estás conmigo, estás contra mí.
La situación era tan asfixiante, en la antena y detrás de ella, que la mayoría nos rebelamos, recogimos firmas y acabamos ayudando a que aquella dirección cesara y fuese sustituida. La que llegó después, que todavía sigue, era, como solemos decir, una dirección de familia más moderada. Más profesional. Hay muchos de los temas que no se tocan en TVE (que ahora tienen a la familia radical) que en RNE se tratan con naturalidad profesional. Por ejemplo, los famosos audios de la Secretaria de Estado de Comunicación faltando a los pensionistas ¿Eso quiere decir que la actual dirección sea independiente? Ni mucho menos. Porque hay temas que siguen siendo sensibles. Temas que, a veces, se tratan de forma correcta, pero otras no (véanse los informes de los sucesivos Consejos de Informativos). Según los días, asuntos como Cataluña o los casos de corrupción que afectan al PP, generan más nerviosismo en la dirección (que la ves más presente en la redacción que de costumbre) o generan más dudas entre los propios editores o redactores, conscientes de que son temas delicados. Porque cuando hay direcciones puestas por un partido y no por consenso lo que entra en juego, de forma indeseable pero inevitable, es la autocensura. Y ahí también hay grados. Están aquellos que son elegidos porque comparten sensibilidad y ya van a actuar por defecto con ese sesgo, sin necesidad de que nadie les guíe, y están (o estamos) los que caen igualmente en ella, porque cuando sabes que manejas material sensible empieza la pelea interna: “¿el tema tiene realmente interés? ¿Si lo doy se enfadarán los jefes? ¿Me estoy planteando darlo porque tiene interés de verdad o para demostrar que no me autocensuro y que no tengo miedo?”. Un bucle espantoso del que es muy difícil escapar y que desaparecería automáticamente si tuviéramos direcciones profesionales e independientes surgidas del consenso y no nombradas por un solo partido.
Pero no es sólo que haya temas sensibles (que nunca son Ucrania o Siria), sino que tenemos unas tertulias que siguen siendo tan desequilibradas como al principio y, lo que es aún peor, muy faltas de calidad. Tenemos no pocos contertulios que hablan más desde el estómago que desde la cabeza y el rigor exigibles en la radio pública (también sobradamente acreditado en nuestros informes). Y con las entrevistas, aunque varía según el editor y el momento, encontramos dobles raseros intolerables. Entrevistas incisivas con la oposición y amables con gobierno o el PP. Que las deseables son las primeras, las exigentes, pero para todos.
Trabajadores de RNE protestan, vestidos de negro, en la escalinata de acceso a la Casa de la Radio, en Prado del Rey, sede de Radio Nacional de España |
"La inmensa mayoría cree en el periodismo honrado y exigente, y trata de ejercerlo cada día" |
Esa sería muy por encima, y con el inevitable grado de subjetividad, la descripción de la redacción central, la de Madrid. Pero luego están las territoriales y las locales. Cada una con sus propias circunstancias y muchas de ellas con sus propias travesías por el desierto. Andalucía, La Rioja, Murcia, Valencia… muchas han vivido en estos años situaciones terribles de censura y manipulación (a lo que se añaden los problemas derivados de las sinergias y la falta de personal).
Alejandra Martínez, la autora de esta reflexión |
Así llevamos ya seis años (más otros tantos que se han ido viviendo con gobiernos anteriores, de derechas y de izquierdas). Un tiempo en el que hemos tratado de convencer a los políticos de que no tiene ningún sentido manipular la radiotelevisión pública. Que es un abuso entenderla como algo suyo y no como algo de los ciudadanos. Que es necesario volver a una ley que obligue al consenso. Y el caso es que la ley se consiguió. Su trámite se inició, de hecho, con un verde total en el hemiciclo. Pero la muestra de que la voluntad política no es real es que ha pasado un año desde entonces y seguimos con la misma cúpula. Hace unos meses y tras mucho esfuerzo -porque todo el mundo sabe cómo está siendo esta legislatura- se logró un acuerdo de toda la oposición. Toda ¡Incluido UPN! Pero ni por esas. Los recovecos parlamentarios siguen permitiendo al PP un retraso tras otro. Esta semana parecía que rozábamos el desbloqueo, pero el panorama político vuelve a teñirlo todo de incertidumbre y de negro, que es como tendremos que seguir vistiendo los viernes para seguir exigiendo lo obvio. Inexplicable e intolerable en democracia.
Y esto cansa. Porque aquí dentro la inmensa mayoría cree en el periodismo honrado y exigente, y trata de ejercerlo cada día. Pero ese trabajo queda deslucido por esa sombra permanente de sospecha de la que tienen la culpa quienes siguen empeñados en nombrar a dedo a direcciones que, de forma más o menos acusada, dejan notar su sensibilidad en las programaciones. Esto no puede depender de los momentos o de si te toca una familia radical o moderada. Porque no es cuestión de si robas mucho o poco, robar siempre está mal. Por eso es fundamental que la suelten todos y para siempre.
Alejandra Martínez
(Miembro del Consejo de Informativos de RNE)
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