"Con que no era grave...", carta de Piluca Íñigo a su padre
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La periodista Piluca Íñigo le dedica esta carta a su padre José María Íñigo
"La ola de cariño que levantó su marcha transforma la tristeza en alegría, felicidad y sobre todo orgullo"
Papá:
"Con que no era grave", es lo que estará resonando
en su interior. De haber sido enterrado, le habría gustado tener esto como
epitafio. Pero nunca quiso saber qué pasaba. Solo si el bicho, como él lo
llamaba, era bueno o malo.
José María Íñigo, en una imagen de Miguel Gener, para El País, que puede verse aquí |
Su vida fue música y como tal, tomo estas líneas de sus
amigos que dicen que: "algo se muere en el alma cuando un amigo se va; y
va dejando una huella que no se puede borrar". Huella que permanece no
solo en nosotros, sus familiares, sino en
todo un país que ha crecido con su inconfundible figura y voz y que
ayer lloró su pérdida.
"Me falta el bigote y sus ojos azules pero comparto su curiosidad, inquietud, afán por nuestro idioma y descubrir nuevos. E incluso su estatura que como él siempre dijo: "somos bajitos porque la inteligencia, pesa"
Pero hablemos en presente, su tiempo. Y dejemos de lamentar
su pérdida y de resaltar la tristeza. La ola de cariño que levantó ayer su
marcha transforma esa tristeza en alegría, felicidad y sobre todo orgullo. Algo
bueno tuvo que hacer. Es más, algo muy bueno para que ayer recibiéramos dos
cartas de Palacio, un whatsapp personal de Albert Rivera, una nota del
presidente de Gobierno y hasta consiguiera, en esa situación tan delicada, que
su petición de tener una plaza con su nombre entrase en los planes de la
Comunidad de Madrid. Como siempre dice mi madre, "Piluca: es que no sabes quién
era tu padre y todo lo que hizo".
Empezó siendo almohadillero en San Mamés, lector de relatos
para un ciego y profesor de francés (cuando no sabía ni decir bonjour) para la
Ertzaintza. Aunque no sé si todo lo que nos dijo era verdad o era una manera
de incentivarnos
a trabajar y demostrarnos que nada llega solo.
Piluca Íñigo abraza a su padre en su despacho |
"Yo he estudiado periodismo por él", "yo soy
quien soy hoy en día por él", "tengo el reconocimiento y fama que me
precede, gracias a tu padre". Frases que me repitieron ayer y me siguen
repitiendo hoy. "Sin él, no habría llegado a ser quien soy hoy en
día". Y esta también la hago mía. Porque mucho de su poso lo llevo dentro.
Me falta el bigote y sus ojos azules pero comparto su curiosidad, inquietud,
afán por nuestro idioma y descubrir nuevos. E incluso su estatura que como él
siempre dijo: "somos bajitos porque la inteligencia, pesa".
Él es sin duda la
persona más brillante e inteligente que he conocido. Se ha ido sin que le
ganara jamás un rosco al Pasapalabra, le pillara con el desconocimiento del
significado de alguna palabra en inglés o me enseñara él una aplicación nueva,
útil o no, como aquella de "ouscultar" un melón con el móvil en el
súper para saber si salía dulce o no.
Él guarda un séquito de fieles que, de haber sido
predicador, una de las pocas profesiones que le faltó por hacer y, estoy
segura, habría reunido a un inmenso número de seguidores, no hay más que ver
sus redes sociales, habría hecho de su vida una religión: la Íñigo. La que
supuso el momento más visto de la historia de la televisión en España. A ver
quién puede decir eso hoy en día, casi 40 años después.
El periodista en su casa, hace unos años, en una imagen de Paco Toledo para El Mundo, que puede verse aquí |
Mis hermanos ayer me decían que sentían alivio porque ya
había terminado este viaje. Pero yo seguía queriendo tenerle a mi lado,
físicamente digo, porque en la memoria y recuerdo estará siempre; y de alguna
manera, creedme que lo hago. Abrazo a mi hermano Dani, el primogénito, para
sentir a nuestro aita, Dani ponte de pie para que todos puedan abrazarte cuando
se acuerden de papá. Eduardo fue creado a su imagen y semejanza, no hay más que
verle; Chemi sigue siendo José María Íñigo, una suerte que le ha abierto muchas
más puertas que al resto de hermanos, ¿verdad? O mi madre, ya que detrás de un
gran hombre siempre hay una gran mujer, aunque en su caso tuvo dos. Incluso en
los silencios, esos que para muchos se antojan incómodos, pero que con él eran
reconfortantes. Paco, su hermano y mi tío, puede seguir brindándonoslos.
Recuerdo que me dijo una vez, "yo
he hecho todo un viaje de 500 km de Madrid a Bilbao sin hablar". A lo que
respondí "¿ni una palabra?" y me dijo "sí: ¿baño?". Pararon
y reanudaron la marcha.
Así es él, un hombre de pocas palabras pero justas, directas
e inteligentes. Su vida ha sido "fantástica", el de ayer no fue su
"último grito", está recibiendo ahora en "directísimo" un
homenaje sin igual. Él ha sido, un "superviviente" que ha "vivido
cantando" toda la vida y "desde aquí la tierra" queremos que
allí, donde te encuentres ahora, daddy, sigas con tu banda sonora
que hoy hago nuestra. No sé por qué Eleanor Rigby, una mujer que
vivió en soledad y murió en soledad, era de sus canciones favoritas.
José María Íñigo con su hija Piluca, autora de esta carta |
Tu "estudio" siempre estará "abierto".
Él "no es un padre cualquiera" igual que sus días nunca lo fueron ni
lo serán a partir de ahora.
Si escucha lo que voy a decir, me mata porque siempre dijo
que esto no se pide; pero este Aplauso no es para mí. Es, naturalmente
que sí, para él.