La radio pierde enteros por momentos y por las sinergias. Cada vez más dependiente
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Las Nocheviejas de la radio desde la televisión
Radio-Televisión: los lenguajes se entremezclan por intereses económicos
Debo reconocer que este final de
año no ha sido como lo había previsto. Tal vez por aquello de que los esquemas
que se repiten una y otra vez desde los medios de comunicación, incluida la
radio, gravitan siempre en torno a la misma idea, casi obligada: la felicidad.
Todos, no sé si por decreto ley,
debemos apuntarnos al consumismo alocado, a la glorificación gastronómica y a
la sonrisa impostada; porque todo ello, sumado, produce la felicidad (¡siempre fugaz!) que nos
regala la Navidad. Y este año no he tenido el cuerpo, ni la mente, apropiadas a
estas circunstancias.
Carles Mesa presentó es 'Especial Nochevieja', en RNE, aunque conectó con TVE para las Campanadas |
No solo porque algunos
problemillas de salud se han presentado en mitad de las fiestas, sino porque he
despedido a un buen amigo, que nunca pidió nada para él, y sin embargo dio
mucho a los demás. Se nos ha ido Gonzalo
Estefanía, un prohombre de la radio, jovencísimo, sin cumplir los 40,
víctima de un cáncer, como
recuerdo en este obituario, que me costó escribir unas Navidades, en todos
los sentidos.
Gonzalo Estefanía se dedicó,
desde la radio que tanto quería, a hablar de salud. Pasó de hablar de personas
enfermas a sentirse protagonista involuntario de una variedad de cáncer, con un
porcentaje caprichosamente complicado y casi imposible en adultos, como
explicaba en esta entrevista pocos meses antes de fallecer. Advierto que se
trata de un video que, en las actuales circunstancias, cobra una dureza
inusitada, por la entereza y la sinceridad que muestra, y demuestra. Pero él siempre apostó por la radio.
Hoy, primero de enero, cuando
escribo estas líneas, la opinión pública, bueno, en realidad, la opinión
publicada, que no siempre coinciden, aunque muchos se lo crean, se ha
despertado preguntándose por el vestido de Cristina
Pedroche en las Campanadas de Fin de
Año de Antena 3, o por el color de los calzoncillos de Jorge Javier Vázquez, que se bajó los pantalones (no es metafórico)
para recibir al nuevo año en Telecinco. Prefiero no calificar estos esperpentos
innecesarios, y en un caso absolutamente vulgar, para evitar epítetos
malsonantes. Pero la lucha por la audiencia -que en definitiva es de lo que se
trata- llega hasta estos límites en televisión, vergonzantes, y vergonzosos.
No es solo que la televisión ningunee a la radio, es que la radio lo consiente
La radio, por fortuna, queda
fuera de esta campaña tan impresentable. De hecho, mientras que todas las
cadenas publicitan sus rostros famosos para atraer miradas de telespectadores,
y engordar sus datos en los audímetros, desde la radio, prácticamente nadie
informa de quiénes se van a ocupar de las Campanadas
de Fin de Año. Ni se dedican recursos, por supuesto. Ni siquiera hay EGM, y
los directivos son conscientes que la televisión copa todo el interés en esta
fecha. Pero hay compañeros que han abandonado a sus familias directas para
acompañar -y digo bien, y subrayo, acompañar- a los oyentes que prefieren la
radio para recibir al nuevo año.
PR
Noticias fue de los pocos medios que informó acerca de los planes de las
diferentes cadenas para esta programación especial que se ponía en marcha con
ocasión del fin de año. La Cope, por ejemplo,
encomendó esta labor a Agustín Bravo,
que estuvo desde las 23:00 horas, y hasta las 3:00 al frente del micrófono
azul, con los oyentes de la cadena de los obispos. La SER optó por el humor de ‘Especialistas Secundarios’, en “A por uvas”, en idéntico horario. RNE le encargó la labor a Carles Mesa, que conectó para las uvas
con Ramón García y Anne Igartiburu, en TVE y Onda Cero hizo lo propio con Antena 3,
dejando que Alberto Chicote y
Cristina Pedroche despidieran el año junto con sus oyentes, en un ya tradicional
2x1, con la diferencia de que los oyentes de la cadena verde no podían ver el
vestido de la presentadora, sino solo (¿solo?) imaginarlo. Por cierto, ¡bien por
la SER y la Cope!
En el Concierto de Fin de Año, retransmitido por RNE y TVE, desde Viena, ya no escuchamos
la voz de José
Luis Pérez de Arteaga, que falleció en febrero del 2017, sino a Martín Llade, flamante Ondas 2016, por
su programa matinal “Sinfonía de la
mañana”, en Radio Clásica. Reconozco que siento especial devoción por
Llade, no solo por compartir patria chica donostiarra -que también- sino por su
manera de hacer radio. Pero en el Concierto pecó de estar pendiente
excesivamente de la televisión y muy poco de la radio. Algo incoherente con su
origen, más propio, deduzco, de las directrices marcadas por los responsables
de TVE de que moderara su verbo porque “la
tele no es la radio”. Y yo, que seguí el concierto por Radio Clásica, no me
enteré -lo deduje después- de algunos gestos del napolitano Riccardo Muti, director de la orquesta,
que Martín obvió describir para no hablar demasiado, además de muchos largos
silencios, entre pieza y pieza, que no encontraron apoyo en la voz del
narrador. Y no hay peor contenido en la radio que el silencio mal gestionado.
Agustín Bravo en Cope, esta pasada Nochevieja |
La radio y la televisión son medios diferentes. Y cada uno tiene su clientela. Sirvámosles en bandeja a cada público su medio, genuino, auténtico
La radio está perdiendo enteros
por momentos. Hubo un tiempo en que los profesionales de la radio acaparaban
todo el interés en estas fechas y eran ellos los que cantaban los cuartos y las
campanadas del reloj de la Puerta del Sol, que bien podría llamarse la “Puerta
del Reloj”. Hubo un tiempo en que había dobles retransmisiones, unos
profesionales se ocupaban de la radio -para sus oyentes- y otros de la
televisión -para sus televidentes-. Pero no, llegaron las sinergias y todo lo
corrompieron: mezclaron lenguajes y, apoyados en las lentejuelas y los rostros
populares, y medio desnudos, optaron por unificar emisiones. ¡Qué más da que en
la radio no pueda haber silencios! O ¿qué más da que la radio no dé las
campanadas para sus oyentes y prefieran delegar esta labor en los chicos de la tele, para evitarse los
costes del desplazamiento de un equipo. Yo conocí la línea microfónica que
llegaba a Gran Vía 32 procedente de la Puerta del Sol, y que transportaba el
sonido, en directo, del reloj español más popular, con el que dábamos la
bienvenida al Año Nuevo.
Me apena que el progreso suponga
la degeneración de la radio. Su menoscabo, en beneficio de la televisión, en
realidad, su hermana pequeña, su heredera. No pretendo reivindicar aquí la
supremacía de la radio frente a la televisión, que nadie me malinterprete. Solo
pido, modestamente, el mismo tratamiento para uno y otro medio. Y que los
directivos responsables de los medios audiovisuales sean conscientes de sus
claras diferencias, y necesidades; incluidas las de quienes los oyen o los ven.
¿Quiénes ven la televisión para
recibir al nuevo año y quiénes, por contra, prefieren la radio para tomarse las
uvas? Probablemente tiene que ver con la movilidad. Escuchan la radio quienes
no pueden ver la televisión: personal que trabaja, que tiene que simultanear su
actividad con el saludo al nuevo año, y esto puede hacerlo solo la radio. Y
personas que no tienen un buen momento anímico, que prefieren la calidez de la
radio para sentirse acompañados, arrullados, por una voz en que confían. La
radio, no lo olvidemos, acompaña; especialmente en estos días en los que la
soledad se convierte en una enfermedad a la que se busca solución. Y a menudo
se encuentra en la radio. Es difícil que la televisión proporcione la misma
sensación. Es harto difícil.
Martín Llade, responsable este año de la transmisión del Concierto de Año Nuevo de Viena |
La radio y la televisión son
medios diferentes. Y cada uno tiene su clientela. Sirvámosles en bandeja a cada
público su medio, genuino, auténtico. El más coherente. Y olvidemos los ahorros forzosos (¡qué fácil es decirlo
sin tener la responsabilidad de la cuenta, claro!), las sinergias mal
entendidas, que tienden, ¡qué casualidad! a prostituir la radio, en beneficio
-siempre- de la televisión.
La radio, no lo olvidemos, acompaña; especialmente en estos días en los que la soledad se convierte en una enfermedad a la que se busca solución
Sin embargo, a pesar de estos continuos
desplantes, la radio sigue dándole a la televisión los espacios, y el tiempo,
que requiera para hablar de ella, de sus éxitos y sus miserias. Hoy seguro que
hay programas de radio que se recrearán en los calzoncillos de Jorge Javier
Vázquez, y en las transparencias de Cristina Pedroche. Hay grandes
profesionales -y me acuerdo ahora de Ferrán Monegal, con Julia Otero, en Onda Cero, por ejemplo- que hacen de la
crítica televisiva un contenido de altísimo nivel de calidad. Pero no es
extensible a todos. Lamentablemente.
Muy pronto, en esta web de marca
personal, tendremos ocasión de leer a un profesional, a un líder de audiencia,
en torno a la necesidad de que la radio hable de la radio, hable y reflexione
sobre sí misma. Y por eso, esta temporada ha incluido una sección quincenal
para hablar de la radio, todo un triunfo, que ojalá genere ‘jurisprudencia’, y
otros sigan el ejemplo.
No es solo que la televisión
ningunee a la radio, es que la radio lo consiente. Y sobre esto también debemos
reflexionar. Si no, acabaremos todos haciendo televisión, y haciendo del sonido
la hermana pobre de la comunicación, cuando -sin ninguna duda- es el más grande
de los recursos para comunicarnos con mayor carga emocional. Y los seres humanos,
cada vez más, somos enormes contenedores de sentimientos. La radio lo sabe, pero
por desgracia no la dirigen sus aliados.