¿Los periodistas se adueñaron de la radio?
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Una reflexión al hilo del libro “Disculpen que les hable de la radio”, de Javier Tolentino (y II)
La radio que heredamos
Así nacieron en la radio, ya más avanzada su historia, los seriales, los radioteatros de extensión casi ilimitada, cuyos guiones se embarullaban hasta límites insospechados. Crecía por tanto la dependencia de los oyentes respecto de estas historias, su vinculación y su fidelidad. Cada capítulo de ‘Ama Rosa’ o ‘Lucecita’ o, posteriormente, la comedia costumbrista “La Saga de los Porretas” (escuchar el podcast), era una pequeña obra de arte, que exigía un complicado proceso de producción, desde la escritura del guion (por supuesto a máquina de escribir y con copias en papel carboncillo, a muchos lectores les parecerá jurásico), hasta la grabación (casi todo en directo al comienzo, efectos especiales incluidos), pasando por los ensayos, donde los actores tomaban contacto con los textos.
Esa fecha supuso un auténtico aldabonazo al nacimiento de la radio informativa en nuestro país y a su omnipresencia durante la Transición, un período de la historia de España marcado por la avidez y demanda informativa de los españoles, que estrenaban libertades. Los periodistas habían ganado la batalla de la radio: desaparecieron los concursos y los radioteatros, y ellos mismos comenzaron a liderar los programas, que incluían siempre, por defecto, información. Espacios como “Directo, directo”, en RNE, dirigido y presentado por Alejo Jesús García Ortega, representaron la bandera de las libertades recuperadas por los oyentes de la radio pública, que podían opinar libremente en antena.
Y un nombre propio: Luis del Olmo. El berciano no era periodista de carrera. Pero su voz ‘aterciopelada’ (como la definieron) y su vocación, no exenta de pasión, le encumbraron en RNE y en todo el periplo que realizó por las cadenas privadas, desde Cope a Punto Radio, pasando por Onda Cero y, en sus inicios, en la SER de Asturias. Del Olmo pertenecía a Programas, no a Informativos, mientras que su gran y directo competidor -y amigo-, en la SER, Iñaki Gabilondo, poseía la adscripción inversa. El vasco tuvo que aprender de radio, y completar su formación periodística adaptada al medio. Y el ponferradino tuvo que hacer el viaje contrario: aprender a leer las noticias y a dar información en radio, por mucho que le escribieran los guiones. Del Olmo es el representante por excelencia de la conocida -y reconocida- radio de guion.
Pero ese subidón liderado por los periodistas, en todas las capas de la radio, en informativos, en programas, en gestión, en dirección, no ha concluido. Llegó para quedarse y, en este sentido, la frase, atribuida a Federico Volpini, sigue teniendo vigencia, aunque no tanta contundencia, a mi entender. Es cierto, como he señalado, que la entrada de los periodistas en la radio se transformó en omnipresencia. Pero también he señalado, en varias ocasiones, que un periodista, tamizado por su paso por el departamento de Programas, se convierte en un ‘radiofonista’, que aúna conocimiento del oficio de periodista y del lenguaje radiofónico. Mantengo que una sin la otra se muestra incompleta.
La radio que heredamos
Me gustó, y mucho, la frase atribuida a Federico Volpini, siempre vehemente, de “Los periodistas se han apropiado de la radio”. Y puedo llegar a entenderla, y hasta a compartirla. Pero, aparte del deliberado carácter provocador de la frase, lo cierto es que la explicación da, al menos, para un post. Éste:
Es cierto que la frase abunda en la histórica separación, por departamentos, de la dirección de antena de una emisora de radio: los informativos y los programas. Es decir, de manera muy básica, aquellos que se dedican a informar, y aquellos cuyo principal cometido es entretener, respectivamente. La escisión, en algunas épocas de la radio, en España, era radical. Tanto que de ese organigrama se derivaron hasta peleas y agresiones. Todavía algunos veteranos recuerdan las bromas y burlas, y no siempre de buen gusto, que protagonizaron nombres como Joaquín Prat, padre, con sus compañeros de los Servicios Informativos de Radio Madrid (entonces, marca mucho más conocida que Cadena SER, por más que sorprenda a algunos).
En la imagen Miguel Ángel Nieto (Izquierda) y Bobby Deglané (Derecha) entrevistando a José Luis Coll en "Cabalgata fin de semana" |
Hoy en día, la radio ha recuperado los radioteatros, pero con nuevas narrativas, con una clara influencia cinematográfica, unida a la tradición radiofónica
Vaya por delante mi condición profesional de periodista. Estudié para ello; aunque en el fondo, mi auténtica vocación era la radio. Y el camino que me indicaron para llegar hasta ella -me lo dijeron- era la carrera, entonces, de Ciencias de la Información, que cursé en la Universidad de Navarra, de la que guardo un grato recuerdo. Como le ocurrió a Javier Tolentino, el autor de “Disculpen que les hable de la radio”, que ha provocado esta reflexión, a la condición de periodista se sumó luego la de ‘radiofonista’. Es más, conforme escribo estas líneas, estoy más convencido de que mi camino fue el inverso: yo ya partía de ser ‘radiofonista’ y evolucioné en periodista. En todo caso, dudas al margen, ambas son aptitudes complementarias.
La una, sin la otra, vive en una cojera permanente, tratándose de radio, claro. Y matizaré esta afirmación, retrotrayéndome a los comienzos del medio.
Cuando llega la radio a España, con programación estable, una vez superadas las pruebas iniciales, no sabe cómo llenar su tiempo. Y lo que ocurre es que, como todo en esta vida, lo más recurrente es echar mano de lo que ya existía entonces: los periódicos y las revistas. La radio, por tanto, en sus comienzos, copia a la prensa escrita. Todavía nos quedan ‘vestigios’ heredados de aquella época como las denominaciones “boletín informativo” o “diario hablado de las dos”, por ejemplo, por no hablar de las “revistas de actualidad” (los famosos magazines) que se mantuvieron vigentes hasta hace relativamente pocos años.
La radio se puso en marcha pronto a partir de esquemas de programación copiados, sin ningún recato, de los periódicos de la época. Incluso se leían informaciones y reportajes en la antena, que los oyentes escuchaban con fruición, dada la novedad del medio recién llegado. La radio, como los periódicos, necesitaba crear hábitos de escucha, o de consumo, según se mire; y para ello recurrieron a la misma estrategia que emplearon los periódicos para vender: los folletines, las historias por entregas que enganchaban a los lectores y, ya en la radio, a los oyentes. La radio, pues, copia a Alejandro Dumas, Robert Louis Stevenson o Charles Dickens, por citar los máximos exponentes de este género que logró vender periódicos a cientos de miles a comienzos del siglo XIX.
Manolo Martín Ferrand puso las bases de una información libre en la radio española, tras el final de la dictadura militar |
Así nacieron en la radio, ya más avanzada su historia, los seriales, los radioteatros de extensión casi ilimitada, cuyos guiones se embarullaban hasta límites insospechados. Crecía por tanto la dependencia de los oyentes respecto de estas historias, su vinculación y su fidelidad. Cada capítulo de ‘Ama Rosa’ o ‘Lucecita’ o, posteriormente, la comedia costumbrista “La Saga de los Porretas” (escuchar el podcast), era una pequeña obra de arte, que exigía un complicado proceso de producción, desde la escritura del guion (por supuesto a máquina de escribir y con copias en papel carboncillo, a muchos lectores les parecerá jurásico), hasta la grabación (casi todo en directo al comienzo, efectos especiales incluidos), pasando por los ensayos, donde los actores tomaban contacto con los textos.
La escisión, en algunas épocas de la radio, entre Programas e Informativos era radical. Tanto que hubo peleas y agresiones
Hasta la llegada de la cinta magnetofónica, en los años 40, la radio se hacía, toda, en directo. Los discos de pizarra son anteriores, pero eran poco prácticos en las emisiones radiofónicas. Pocos conocen el dato de que la radio, y la televisión, deben mucho a la confianza ciega de un actor y cantante de la talla de Bing Crosby, que invirtió 50.000 dólares de la época en la compañía Ampex para fabricar magnetofones. La llegada de estas máquinas milagrosas, capaces de retener el sonido, y reproducirlo a voluntad, supuso una segunda revolución del medio.
Pero la radio, en su época dorada, apostó por el entretenimiento, puro y duro. La prohibición, tras la guerra civil, de ofrecer información en la radio (entonces solo existían como cadenas la SER y RNE) cortó de raíz este género y realimentó los concursos y los radioteatros como principales estrategias para captar y fidelizar la audiencia.
En la radio no existía el departamento de informativos, porque no se podía hacer información libre en España. Y de esto no hace tanto tiempo. Las auténticas estrellas de aquella radio eran los chicos de Programas. Y por las calles, su presencia provocaba disturbios y alteraciones del orden público. Bobby Deglané fue mucho más famoso en su época que hoy Justin Bieber. Y lo fueron José Luis Pécquer, Joaquín Prat, Raúl Matas, etc. nombres que llevaban con orgullo pertenecer al departamento de Programas de Radio Madrid. La censura, indirectamente, logró que la Cadena SER se convirtiera en una enorme máquina del entretenimiento.
Sin embargo, algo ocurrió el 28 de octubre de 1956 en España que afectó de manera decisiva a la radio: la llegada de la televisión al país. Por supuesto en blanco y negro y bajo el conocido nombre de Televisión Española (TVE). ¿Qué hizo la televisión al llegar? Por supuesto, lo mismo que la radio respecto de la prensa: copiar a su hermano mayor. Así TVE, siguiendo la estela de quien llega el último, copió a la radio. Y los cimientos de ésta se tambalearon, pero como eran tan sólidos y contaban con tanto apoyo de los oyentes, no sufrieron demasiado, y soportaron la embestida.
Carmen Mendoza y Pedro Pablo Ayuso, miembros del cuadro de actores de Radio Madrid |
Durante muchos años, la radio y la televisión del entretenimiento convivieron con naturalidad. Pero en la SER, con la mirada puesta en lontananza, en el final del dictador, un hombre de mirada inteligente y cabeza privilegiada, Antonio Calderón, que lo fue todo en la radio, se apresuró a plantear un nuevo escenario, relacionado en este caso con la información. Con la obligación de conectar a las horas en punto con “el parte” de RNE, a Radio Madrid le quedaba muy poco margen. Pero empezaban a llegar nombres a Gran Vía 32 que cambiarían la historia de la radio: los periodistas, uno de ellos, el propio hijo de Calderón, Javier González Ferrari, al que se sumaron, entre otros, Luis Rodríguez Olivares, José Joaquín Iriarte y Manolo Martín Ferrand e Iñaki Gabilondo, procedente de Radio San Sebastián, por citar sólo unos pocos nombres.
Los periodistas resultaron proverbiales para el medio. Es cierto que los comienzos fueron de apropiación tal vez indebida, como elefantes entrando en una cacharrería
Su deporte, entonces, en los comienzos, era burlar a la censura, como me confesaba Luis Rodríguez Olivares en la entrevista que le hice hace unas semanas. Y así comenzaron los primeros “programas de cuestiones actuales”, como “Hora 25”. Pero los chicos de Programas ya miraban con recelo a los periodistas que les iban a apear pronto de su trono de la antena. Y su manual de supervivencia les hacía dirigir sus ataques contra aquellos advenedizos que no sabían leer ante el micrófono, ni conocían los intríngulis del lenguaje radiofónico, que ellos habían mamado. No fue nada fácil la convivencia, porque los que estaban se sentían amenazados por los que llegaban.
Éste es el origen del enfrentamiento histórico entre el personal de los departamentos de Programas e Informativos. La radio de los 50, los 60 y los 70, en España, estaba liderada por los chicos de Programas, pero aquello iba a cambiar muy pronto.
No tenía sentido que la radio prosiguiera su carrera de entretenimiento, basada en espacios, como los concursos o los radioteatros, que la televisión le iba arrebatando. Títulos de TVE como los de “Un, dos, tres, responda otra vez”, de ese genio llamado Chicho Ibáñez Serrador, o “Estudio 1”, que se ocupaba del teatro, iban arrinconando a la radio, sin pretenderlo. La decadencia de estos géneros estaba próxima en aquella radio que clamaba libertad de expresión. Mientras tanto, agazapados, los periodistas de Radio Madrid empezaban a tomar posiciones ante la supresión, más que previsible, de la obligatoriedad de conexión con RNE, hecho que se produjo el 25 de octubre de 1977, dos décadas después de la llegada de la televisión a España.
Luis del Olmo, en una reciente imagen, de TVE, encarna los dos mundos de la radio: el del locutor de programas y el periodista de informativos |
Un ‘radiofonista aúna conocimiento del oficio de periodista y del lenguaje radiofónico. Una sin la otra se muestra incompleta
Y un nombre propio: Luis del Olmo. El berciano no era periodista de carrera. Pero su voz ‘aterciopelada’ (como la definieron) y su vocación, no exenta de pasión, le encumbraron en RNE y en todo el periplo que realizó por las cadenas privadas, desde Cope a Punto Radio, pasando por Onda Cero y, en sus inicios, en la SER de Asturias. Del Olmo pertenecía a Programas, no a Informativos, mientras que su gran y directo competidor -y amigo-, en la SER, Iñaki Gabilondo, poseía la adscripción inversa. El vasco tuvo que aprender de radio, y completar su formación periodística adaptada al medio. Y el ponferradino tuvo que hacer el viaje contrario: aprender a leer las noticias y a dar información en radio, por mucho que le escribieran los guiones. Del Olmo es el representante por excelencia de la conocida -y reconocida- radio de guion.
La orientación de la radio cambió. El advenimiento de la televisión sirvió de revulsivo al medio y lo revitalizó. La figura profesional que supo acaparar el protagonismo de esa mutación fue, precisamente, la del periodista. Es cierto, “los periodistas se han apropiado de la radio”. Pero, estoy convencido, ellos fueron los que, con su impecable trabajo -y nueva Escuela- garantizaron la supervivencia de la radio en la era de la televisión. Sin ellos, sin su aportación, y la incesante demanda informativa que generó el tiempo convulso de la Transición política española, la radio hubiera entrado en una decadencia insostenible, que la hubiera alejado definitivamente de las nuevas generaciones de oyentes.
Guillermo Sautier Casaseca y Arturo Pérez Reverte, dos escritores al servicio de la radio |
Los periodistas fueron, ya en sus tiempos de gestores, quienes arrinconaron los radioteatros y los concursos. Eduardo Sotillos, periodista, en su etapa de director de RNE (lo cuenta en el libro de Javier Tolentino) disolvió el cuadro de actores de la radio pública, pero porque ya no tenía razón de ser y los costes eran inasumibles.
Los chicos de Programas miraban con recelo a los periodistas que les iban a destronar de la antena. Su manual de supervivencia les hacía dirigir sus ataques contra aquellos advenedizos que no sabían leer ante el micrófono
En el siglo XXI, los periodistas siguen controlando la radio. Bueno, es un decir. En realidad, mandan los números, los balances y las cuentas de resultados; aunque hay algún periodista que dirige el primer grupo de comunicación de este país, que bien podría haberse dedicado a hacer periodismo y no a emponzoñar con su gestión su futuro. Ahora, con los años, esos mismos periodistas, evolucionados en ‘radiofonistas’ algunos, no todos, son los que han descubierto -no sin sorpresa- que la información no lo es todo en la radio actual y que, si bien su peso sigue siendo importante, ya hay espacio para otros géneros. El nacimiento de los morning shows, de hecho, en las radiofórmulas, representa una relajación de los oyentes en la demanda de información pura y dura, y una preferencia por contenidos más lúdicos.
Hoy en día, la radio ha recuperado los radioteatros, pero con nuevas narrativas, con una clara influencia cinematográfica (y la de sus bandas sonoras) unida a la tradición radiofónica de los inolvidables radioteatros y radionovelas, por entregas, que siguen vigentes ahora en forma de podcast. ¡Las vueltas que da la vida, queridos! Los seriales de la radio de los 50 y 60 son los podcast del siglo XXI. El “Lo que no muere” de 1952, de Guillermo Sautier Casaseca, y Luisa Alberca, es, hoy, el “Bienvenido a la vida peligrosa” de Arturo Pérez Reverte. ¡Y han transcurrido 65 años de historia de la radio en España!
Los periodistas resultaron proverbiales para el medio. Es cierto que los comienzos fueron de apropiación tal vez indebida, de aterrizaje forzoso, de elefantes entrando en una cacharrería. Pero la radio, que también actúa y decide, e inocula, terminó por abducirles y mostrarles que la información en radio tiene sus códigos y quien no los sigue termina por fracasar, porque la radio le da la espalda. Hoy, esos mismos periodistas, evolucionados en ‘radiofonistas’, han redescubierto la ficción (algunos, pobres ignorantes, se creen que la han inventado) y los reportajes ficcionados, y la información ilustrada con radioteatro; es decir, un nuevo y más acorde con los tiempos, lenguaje radiofónico en el que los géneros se entremezclan para mejorar y enriquecer el producto.
Menos mal que “los periodistas se adueñaron de la radio”.