Javier Tolentino (RNE): “La buena radio se planifica, pero hay que dejar espacio para el azar”
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"Disculpen que les hable de la radio", editado por Ediciones Caníbal y Ocho y Medio (II)
“El periodista en la radio es muy diferente al periodista en la prensa escrita"
“El periodista en la radio es muy diferente al periodista en la prensa escrita"
Continúa…
Siempre he pensado, tal y como me
enseñaron mis mayores, que la objetividad es un sueño. Vemos la realidad de
acuerdo a nuestra pantalla de enfoque, compuesta por nuestra cultura, nuestra
trayectoria, nuestros prejuicios, en suma, la imperfección de nuestra condición
humana. Pero, contra este mal cartel en que sitúo a los periodistas, y a mí
mismo, hay que reivindicar la honestidad. Y, por extensión, y tras años y años
de ejercicio, la credibilidad, que cuesta décadas construir y puede tambalearse
y venirse abajo en cuestión de minutos. Javier
Tolentino, autor de este “Disculpen
que les hable de la radio”, reflexiona también sobre este aspecto, y la
forma en que la información se ofrece a los oyentes. “El saber de este oficio periodístico ha ido dictando y
ordenando unas normas estructurales que no hacen otra cosa que poner énfasis en
los diferentes registros de la actividad: hay un momento para la notificación,
otro para el estudio y análisis, otro para la construcción sonora del lenguaje
periodístico y otro momento de crítica y aportación de la mirada explícita del
propio periodista. Pero no fundamos los géneros, no mezclemos los aceites,
y tengamos respeto por un ciudadano que necesita también conocer y saber cuándo
el periodista le está informando y cuándo le está aportando su visión”.
Javier Tolentino en acción, en directo, en uno de sus programas de RNE |
En definitiva, lo que –arropado
por todo el sentido común que le asiste- defiende Tolentino es que los
periodistas, y también sus empresas, actúen con honestidad y muestren, desde el
principio, las cartas boca arriba, por supuesto prescindiendo de la bocamanga
como túnel hacia la trampa.
En este sentido, la cita que
realiza Tolentino al maestro Ryszard
Kapuscinski resulta demoledora: “el
deber de un periodista es informar, informar de manera que ayude a la humanidad
y no fomentando el odio y la arrogancia. La noticia debe servir para aumentar
el conocimiento del otro, el respeto al otro. Las guerras siempre empiezan
mucho antes de que se oiga el primer disparo, comienza con un cambio de
vocabulario en los medios”. Las
guerras empiezan por las palabras, podríamos resumir. ¡Cuánta responsabilidad
de la radio! Aquellas arengas de Hitler, previas a su llegada al poder en la
Alemania de la posguerra de la Primera contienda mundial… Pero no hace falta
irse tan lejos en la historia ¿verdad?
"En el periodismo es muy habitual que algunos entrevistadores se consideren más protagonistas que sus propios entrevistados”
“El periodista en la radio es
muy diferente al periodista en la prensa escrita por distintas cuestiones, la
más esencial es el soporte (…). Si para los teóricos de la prensa escrita un
micrófono o una grabadora distorsionan la comunicación entre periodistas,
testigo o entrevistado (…), para un periodista radiofónico la grabación o
emisión de ese encuentro es la razón de ser. El objetivo del radiofonista
estará en que disminuya la distorsión que genera la presencia de un micrófono o
de una cámara”. Ciertamente, constituye un compromiso, y un reto para los
profesionales, que los entrevistados logren olvidar las circunstancias que les
rodean cuando hablan en la radio, obvien el atrezzo
y se sinceren ante el micrófono. Sólo desde la confianza puede haber confesión.
Nunca desde la tensión inducida de los ‘interrogatorios”…
Tolentino recuerda a un gran
profesional que hizo de sus entrevistas pequeñas obras de arte: Jesús Quintero, a quien conocí, como
oyente, en las tardes de RNE, hace muchos años. Años más tarde, parió un
personaje –“el loco de la colina”-
que casi como “Drácula” a Bela Lugosi, o “Tarzán” a Johnny Weissmüller, anuló su auténtica
personalidad. Nació en la radio pública, pero emigró pronto a la radio
comercial –la SER- para mejorar su situación económica y competir con las
noches de José María García.
Tolentino dice de él: “no puedo entender
la radio de Andrés Aberasturi o de Carlos Herrera sin Jesús Quintero”.
Mejoró el género de la entrevista, aportándole un extraordinario dominio de los
silencios y la más apropiada creación de atmósferas.
Presentación del libro que nos ocupa en Salamanca, en una imagen del digital 'Salamanca al día' |
No se refiere directamente a
Quintero, Tolentino cuando dice: “en el
periodismo es muy habitual que algunos entrevistadores se consideren más
protagonistas que sus propios entrevistados”, pero lo cierto es que ambas
reflexiones están muy cerca y se centran en las entrevistas, de las que el
autor de este “Disculpen que les hable de
la radio” mantiene: “la entrevista es
uno de los géneros fuertes del periodismo y en ella no debe confundirse
complicidad con compadreo. El periodista si bien debe estar muy preparado para
entrevistar a su personaje, no debe ser un vasallo de su invitado”. La
relación de entrevistador y entrevistado no puede situarse a un mismo nivel. Lo
decía Iñaki Gabilondo, “cuando un médico se sitúa ante su
entrevistador, sabe mucho más de medicina que él; un economista o un
arquitecto, igual”, pero la labor de un periodista es, manteniéndose uno o
dos peldaños por debajo, lograr entresacar lo auténticamente relevante de la conversación.
"No fundamos los géneros, no mezclemos los aceites, y tengamos respeto por un ciudadano que necesita saber cuándo el periodista le está informando y cuándo le está aportando su visión”
Sólo obtendremos réditos de una
entrevista periodística si el invitado se encuentra razonablemente cómodo,
desde luego el acorralamiento es muy poco aconsejable. Por eso, me enerva
asistir últimamente a una mutación de las entrevistas en interrogatorios. Y
discrepo respetuosamente de una afirmación de Javier Tolentino referida a la
codirectora de “Hoy por Hoy”, en la
SER, Pepa Bueno, a la que dibuja
como “una mujer del periodismo
radiofónico, se nota en su estilo narrativo, perfecta conocedora del medio y su
lenguaje. Sus orígenes están en la radio pública, en Radio Nacional de España,
en Extremadura”. Nada tengo que decir respecto de sus orígenes, pero sí del
tipo de periodismo que ejerce en la cadena líder de este país, donde el
lenguaje radiofónico brilla por su ausencia y se destila mal rollo con algunos
invitados a los que directamente manifiesta su animadversión con entrevistas
tensas que a menudo derivan abiertamente en enfrentamientos verbales. Nada que
ver con el periodismo inteligente y amable al mismo tiempo que practicaba
Gabilondo, e incluso su primer sucesor, Carles
Francino, que heredó el trono y supo mantenerlo, y hasta mejorarlo.
Las reflexiones de Javier
Tolentino prosiguen en torno a la entrevista como género: “debemos huir del estiramiento de una entrevista administrativa y
burocrática, hacerla amena, espontánea, libre, incluso traviesa y con cierto
guiño hacia el oyente, que es a quien nos debemos (…). El periodista no hace ni
la radio ni la entrevista para sus jefes, tampoco es portavoz de la editorial,
de la institución o la distribuidora del invitado, pero tampoco es el enemigo”.
Nadie que se siente frente a ‘su enemigo’ dará un titular atractivo, más allá
del puro enfrentamiento, cuya aportación, se mire como se mire, siempre se
invalidará.
Javier Tolentino es un periodista, evolucionado en radiofonista |
Cuando un profano en el universo
radiofónico acude a un locutorio, se sienta y espera a ser entrevistado, frente
a él observa al profesional que le va a preguntar embutido en unos cascos que le confieren un aspecto casi
cómico de Mickey Mouse. Al ser invitado a ponérselos, y escuchar su propia voz
al hablar, su rostro dibuja una expresión de sorpresa que casi siempre suele
terminar por prescindir de los auriculares, por invasivos. ¿Ese artilugio
introduce ‘ruido’ en el proceso de la entrevista? Escribe Tolentino: “no es un ejercicio de vanidad, como algunos
compañeros piensan, es un acto radiofónico en el que el conocimiento del ritmo
y el uso de la velocidad constituyen algunas de las características de su
lenguaje. Si nos quitáramos los auriculares deja de ser radio para convertirse
en una comunicación que no tiene conciencia del que nos escucha”. Estoy
absolutamente de acuerdo con esta reflexión, y es más, puntualizo que su
utilización continuada, por lo general, a un volumen demasiado alto (para no
perder detalle de la emisión) termina por provocar pérdidas de audición entre
los profesionales.
"El periodista no hace ni la radio ni la entrevista para sus jefes, tampoco es portavoz de la editorial, de la institución o la distribuidora del invitado, pero tampoco es el enemigo”
Tolentino admira a sus compañeros
y colegas. El libro está plagado de notas a pie de página repletas de nombres a
los que ensalza por su trabajo. Podría haberlas ubicado al final, pero ha
preferido hacerlo en cada página, aun a riesgo de repetirse –como ocurre- en
nombres y citas. Se lamenta a menudo de los oficios que se están perdiendo,
como el del “realizador radiofónico”,
y cita, entre otros muchos, a Alfredo
Salvador, “realizador de continuidad”.
Fue el realizador de “Directo, directo”
(creación de Alejo Jesús García Ortega).
“No sólo era exigente, preciso y
extraordinario (en su trabajo), sino
que era una persona alegre y llena de pasión por la radio y el conocimiento”.
La pasión constituye un elemento imprescindible si se quiere triunfar en este
oficio. Imprescindible.
“La buena radio es la que se prepara y planifica, pero que cuando se
tiene todo a punto, conviene dejar un sitio para que el azar se exprese. A
veces no se manifestaba y, después de haber solicitado todos los permisos,
autorizaciones y recursos, la atmósfera ideal no llegaba a producirse, no se
alcanzaba esa climax de la buena radio”. La mayoría de las ocasiones la
radio de este tipo no brilla. Y no es sencilla de convocar. Pero, cuando surge,
los oyentes la perciben de inmediato. Y la agradecen como agua de mayo. Escasea
tanto…
Continúa…