"La radio de los prodigios", el libro que logró atrapar la radio
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Escrito por Joaquín Martín, y publicado por Ediciones Dauro
La radio, esa entrometida
“La radio de los prodigios”, de Joaquín
Martín (Ediciones Dauro) es, en sí misma, un prodigio. Porque encierra en
sus poco más de 400 páginas, primorosamente editadas, un nuevo género
literario, surgido de la combinación de todos: no es una novela, pero lo es
también; no es un ensayo, pero lo es también; no es una autobiografía, pero lo
es también; incluso es una entrevista, pero también muchas cosas más. El libro
tiene, así, múltiples lecturas, todas enriquecedoras, pero con un nexo común:
la radio, a la que ha dedicado su vida el autor, con gusto, y regusto.
Tuve la suerte, además, de que
Joaquín me lo dedicara, y aquí mintió. “Para
Gorka, por tanta radio juntos… con afecto y admiración”. Y digo mintió,
porque yo he compartido -por desgracia- muy poca radio con el autor de esta radio
“de los prodigios”. Tan sólo una pequeña incursión en la ya fenecida Punto
Radio (Vocento) antes de que extinguieran su señal a la que dejaron casi
languidecer. Allí, en las dependencias de ABC, en el espacio de la radio, tuve
la suerte de conocerle durante un intenso verano. Y de verdad que me hubiera
gustado mucho compartir más radio con Joaquín, porque es un ‘animal’ del medio,
de los que no quedan, y de los que se aprende siempre. Una especie en extinción.
El autor de este libro |
Por eso, y por muchas razones
más, me he acercado a este libro con mucha curiosidad: porque, como digo, y a
pesar de la generosidad extrema de la dedicatoria, no tuve la suerte de conocer
tan bien a Joaquín, como le conocen otros. Y eso había que remediarlo. Y, en
éstas, llegó el libro. ¡Bienvenido sea!
Y la primera sorpresa, por
inesperada, es cómo está escrita “La
Radio de los prodigios”. No dudaba de que estuviera bien escrita. Pero es
que, lo que se ofrece en estas páginas, es muy superior a lo que podía esperar.
Joaquín atina cada palabra. Su elección denota un esfuerzo, un afán
perfeccionista, que ha quedado patente, y evidente. Y se disfruta, como el borbolleo de una cafetera…
Portada del libro |
Joaquín Martín ha volcado toda su
alma de radio en este libro. Y sus críticas: “Desengáñate, muchacho, el oficio ha muerto. Esto no hay quien lo
remedie. Los yupis piafantes que nos dirigen acaban de descubrir la radio
cuando los huesos de Marconi son ya pura ceniza, más ceniza radiofónica”. La
ventaja, o desventaja del texto, y de la mezcolanza de géneros, es que el
lector no sabe muy bien, a ciencia cierta, a qué corresponde cada página: a su
autobiografía, a un ensayo, a pura ficción o en qué diantres de cajón hay que
archivar tal o cual parágrafo. ¡Y qué importa, habría que añadir!
Con este libro también sonríes.
Hablamos siempre de los oyentes, y en ellos vertimos nuestros elogios y piropos
a veces demasiado alegremente. Porque Joaquín Martín nos recuerda que también
existen los “moscones”. Y él mismo
los define, y con gracia: “los oyentes
pesados, aquellos que venían a conocerte a la radio, cosa muy de agradecer,
pero que luego no veían el momento de irse y dar por concluida la cita; por
tanto, te las veías y te las deseabas para deshacerte de ellos”. De todo
hay en la viña del Señor…
Con razón dícese de la gente de
la radio como enormes creativos, como duchos estrategas de la imaginación. El
autor de este libro, imprescindible para los practicantes del oficio, y para
quienes disfrutan de él, teje magistrales historias, casi siempre breves, que
hacen que la lectura se realice, además de con comodidad -e interés-, por
tiempos. “La radio de los prodigios” se
puede abrir en cualquier momento, por cualquier parte. Se puede, por tanto,
recurrir a él en cualquier momento, exactamente igual que la radio, de la que
tan bien desarrolla sus historias.
Nutrida asistencia de público a la presentación que tuvo lugar en la Fundación Diario Madrid, el pasado 30 de marzo (Foto Gorka Zumeta) |
Y todos, profesionales y oyentes,
pero amantes del medio, tenemos nuestras referencias, y referentes. Nuestras
particulares, y muy personales, “Historias
de la Radio”. Una película con nombre y apellidos para cada persona.
También para Joaquín: “Quizá porque había
madrugado demasiado, se adormiló en cuanto el vehículo empezó a rodar por la
autopista en dirección a la estación de Moncloa, situada a la entrada de
Madrid. La radio del autobús, que sonaba por los altavoces, colaboró a que se
relajara. Araceli González Campa con
su atmosférica voz y Fernando Argenta,
con su tono dicharachero, presentadores del programa “Clásicos Populares”, daban paso a hermosas piezas de música que
parecían sonar cada vez más lejos”. Debemos reconocer que solo pronunciar
estos nombres nuestra memoria nos retrotrae a tiempos pretéritos en los que les
escuchábamos cada tarde, en la sintonía de RNE.
Lo que nos cuesta reconocer es que estos nombres no signifiquen absolutamente
nada para generaciones que no tuvieron la suerte de conocerles. En este
sentido, “La Radio de los prodigios”
tiene una indudable carga nostálgica, pero sin pretensiones de añorar en exceso
el pasado, ya superado, en lo bueno y en lo malo.
Joaquín Martín firmando ejemplares de su libro |
La radio no pide permiso para
compartir nuestras vidas. Esto bien lo sabe Joaquín Martín, el autor del texto
que analizamos: “En pocos minutos, su voz
formará parte de esta luz y deambulará como un saltimbanqui por toda la ciudad.
Se colará en las casas sin llamar al timbre, trepará por las barandas,
curioseará a través de las ventanas. Su voz tocará la piel, la boca, la ropa de
la gente; pero ellos no lo sabrán. Brillará como el pescado y se mezclará con
el aire”. Así lo cuenta, y por tanto así lo siente, Joaquín Martín. Ciertamente,
no se puede describir mucho mejor. ¡Así es la radio! Una entrometida.
En ocasiones, cuando rebuscamos
en nuestro interior, en el de quienes nos hemos dedicado al oficio en cuerpo y
alma, al encuentro de aquel impacto, de aquel momento, que nos hizo enamorarnos
de la radio, y querer servirla de mayores, no logramos entrever las razones
últimas que nos condujeron a ese, sin duda, feliz deseo, transformado luego en vocación. El autor de “La
Radio de los prodigios” tal vez tenga las ideas más claras: “En la playa de La Antilla, cercana a la raya
con Portugal, donde mi familia solía veranear allá por los 70, siendo yo un
muchacho, la recepción de Radio Tánger era muy clara. A veces me adormilaba
escuchándola bajo la sombrilla como el que escucha el dulce zumbido de las
abejas. (…) La programación no tenía demasiado interés, pero el hecho de que
aquellas voces y aquellas músicas llegaran del otro lado del mar las convertía
para mí en algo mágico”.
Martín en su tiempo en Punto Radio, ya cerrada |
La memoria es muy retorcida. Nos
sorprende constantemente: de pequeños, cuando se nutre, por la claridad del
proceso de recuperación de datos, tan inmediata, tan espontánea, y de mayores,
cuando recupera episodios extinguidos, olvidados en alguna esquina polvorienta
de nuestro cerebro y, de repente, el recuerdo se activa caprichosamente, sin
razón aparente. La radio contribuye a alimentar la memoria y a ocupar su
espacio. Con el tiempo se olvida, pero un simple chasquido con el sonido adecuado sirve
para refrescar el recuerdo. Es lo que nos ocurre hasta con la publicidad, lo
cita Martín: “donde estés y a la hora que
estés, un Martini te invita a vivir… Su brillante sabor tiene vida y color… Es
Martini…”. Es curioso, pero quién nos iba a decir que la nueva radio -la
radio bajo demanda- iba a beber (nunca mejor dicho) de este anuncio
publicitario: “donde estés y a la hora que estés”. Esto es un podcast: un
simple acto de libertad en la elección.
Y así, poco a poco, “La Radio de los prodigios” consigue revivir
conceptos, recuerdos, como la radio-compañía,
“en ocasiones, he realizado quinientos
kilómetros de un tirón, con la única compañía de la radio, sus músicas y las
voces de los locutores”; la radio-historia,
Manuel Fraga Iribarne estableció que “todos
los receptores de válvulas de radiodifusión deberían ser aptos para recibir
ondas métricas con modulación de frecuencia, o FM” (qué genial si alguien
tomara la decisión de incluir la DAB+ en los nuevos receptores) o la radio-teatro, “retiraba meticulosamente la loza y las sobras y tomaba asiento en una
de las mecedoras , junto a la radio (…) para escuchar muy bajito el ‘Teatro
invisible’ de Juan Manuel Soriano”, entre otras radios.
El público compartió anécdotas de la mesa de presentación, y la radio estuvo muy presente (Fotografía GZ) |
En el “Epílogo”, Joaquín Martín se queja de la falta de bibliografía
dedicada a la radio. Y, además de tener el detalle de citarme, cosa que
agradezco sobremanera, recupera las geniales “Greguerías
Onduladas” que escribió don Ramón Gómez de la Serna,
cuyo papel en la radio -en concreto en Unión Radio, germen de la futura Cadena SER- es solo comparable al de Eisenstein
en la historia del montaje cinematográfico. Lástima que la invención de los
magnetofones fuera muy posterior y gran parte de sus aportaciones a la historia
de la radio se fueran con el aire. A pesar de ello, de la fugacidad de la radio
de aquella pretérita etapa, el autor de “La
Radio de los prodigios” nos regala “Greguerías Onduladas” como “las
ondas deberían oler a tomillo” (ciertamente, sin saberlo, Gómez de la Serna
ejerció de futurólogo, pues uno de los grandes Jefes de Emisiones de la SER se apellidó ‘Tomillo’); “El violín es el que hace más cosquillas a
las ondas”; “Las bombillas de la
radio son tan inteligentes que nos miran y nos comprenden” o, la más
conocida de entre todas ellas, con toda probabilidad: “el último cierre de la última estación de radio se verificará diciendo:
“Fin del mundo… Buenas noches… Nos despedimos de ustedes hasta la eternidad”.
En definitiva, sumergirse en “La Radio de los prodigios” es muy
similar a encender la radio (o clicarla…). Las experiencias e historias son variopintas;
los enfoques muy personales, y creativos; la suma de reflexiones, ficciones,
recuerdos, y referencias enormemente enriquecedoras, a la par que atractivas.
Joaquín Martín ha sabido componer una pieza única a partir de múltiples fuentes
de inspiración, con el único nexo de la radio como vital e imprescindible hilo conductor, inagotable y perpetuo.
Joaquín Martín |
El autor
Joaquín Martín (Cortegana,
Huelva), periodista, creativo publicitario y locutor, ha desarrollado casi toda
su carrera profesional en la radio en Barcelona y Madrid,: Radio Manresa
-Cadena SER-, Radio Gramanet, Radio España de Barcelona, Onda Cero, Punto Radio
y Radio Nacional de España. Considera un privilegio haber trabajado o colaborado
con los profesionales más relevantes de ese medio: Joaquín Soler Serrano, Pepe
Ferrer, Luis Arribas Castro, Luis de Benito, Andrés Aberasturi, Julia Otero,
Concha García Campoy, Luis del Olmo, Carlos Herrera, Nieves Herrero, Carlos
Alsina…
Actualmente colabora en
Cadena Cope y Radio Intereconomía; presta su voz a programas de TVE, como “La Noche Temática”, o “Documentos TV” y grandes documentales; y
con productoras como Movistar Plus, HBO, National Geographic, Odisea o Canal
Historia, dirige la locución de los más variados documentales.