Felipe Serrano: “Policías y periodistas tienen mucho en común”
https://www.gorkazumeta.com/2017/09/felipe-serrano-policias-y-periodistas.html
Periodista de la Cadena SER, ha publicado "La flor del magnolio", de Editorial Playa de Ákaba (I)
“Pienso a menudo que los
periodistas solo somos capaces de atisbar una pequeña parte de los mangoneos
del poder”
Felipe Serrano conserva todavía la elegancia del excelente camarero
que estoy seguro fue en el hotel Ritz de Madrid. La elegancia de los caballeros
que ejercen con innata distinción un oficio como éste, que consiste en servir a
los demás, como el papel de Sir Anthony Hopkins
en “Lo que queda del día”. El
periodismo comparte esa misma vocación por servir a la comunidad, como
depositario del derecho de todos los ciudadanos libres a la información veraz. Nuestro
invitado en esta ocasión ha conseguido trasladar esa elegancia al periodismo, y
por su forma de ser y de ejercerlo, ha merecido el respeto y la admiración de
sus colegas, entre los que me encuentro, como militante. Serrano es un hombre
tranquilo, que pregunta sin subir la voz, educado, dispuesto siempre a agradar,
con la sonrisa permanentemente esbozada. Y no por ello, pese a los
prejuicios derivados de esta cordial imagen machadiana, su alta cotización como
periodista se resiente. Pero, precisamente, ahí reside la profesionalidad de preguntar sin
herir, entrevistar y no interrogar, saber atinar en vez de agredir. Felipe
Serrano es un periodista de casta, elegante y certero. Y también escritor. De
todas sus facetas hablamos en esta conversación que he tenido la ocasión de
disfrutar con él.
Felipe Serrano, en los estudios de la Cadena SER, donde trabaja (Fotografía CadenaSER.com) |
-En periodismo se empieza siempre por ‘lo último’, y en este caso, ‘lo
último’ referido a Felipe Serrano
es una novela de intriga, “La Flor del
Magnolio” que acaba de publicar. ¿Qué cuenta?
-La novela arranca en 1989,
cuando el exinspector Santos Senabre
escucha en la radio que durante las obras de rehabilitación para construir la
sede del Banco Santander en el Paseo de la Castellana de Madrid, aparecen unos
restos mortales. Se trata de una antigua sala de fiestas (Alazán), cerrada por
un incendio en 1976 y reabierta como club de alterne un año más tarde.
Inicialmente, los datos que escucha son escasos y bastante confusos, pero el
expolicía conoce con certeza la identidad del cadáver. Años antes, harto del
acoso de sus superiores, Santos decide abandonar el Cuerpo Nacional de Policía,
donde llegó a ser jefe del Grupo Antiatracos. Desde entonces (1984) trabaja
como jefe de seguridad en la lujosa joyería Grassy, en la madrileña Gran Vía.
Tiempo atrás (desde 1978) se había dedicado en cuerpo y alma a investigar la
extraña desaparición de Rubí, trabajadora de Alazán. Llega a la conclusión,
aunque no lo puede probar, de que ha sido don Álvaro, el dueño del club, el que la hizo desaparecer para evitar que
contara todo lo que sabe de sus oscuros negocios, incluidos los diamantes. Si a
todos estos ingredientes sumamos la ciudad de Amberes, con su floreciente
mercado de gemas, y la presencia en la capital de Flandes de mercaderes y
mafiosos sin escrúpulos, o la irrupción de la gemóloga Adela Salgado, de la que Santos Senabre acaba enamorado como un
adolescente, podrán hacerse una idea de qué va esta historia que, naturalmente,
no quiero seguir destripando.
“Aún estoy en ‘primero de novelista’”
-¡No, no, ni yo te lo pediría, claro! ¿Tienes más vocación de asesino,
de policía o de juez… de víctima o verdugo?
-No tengo vocación, Gorka, ni de víctima
ni de verdugo. Por supuesto que no.
-¿Dicen que todos llevamos un asesino en nuestro interior,
afortunadamente adormecido…?
Portada de su nueva novela, ambientada en los 80 |
-Sí, todos en nuestro interior hemos
podido albergar alguna vez este tipo de ‘sentimientos irracionales’. Porque
matar es fácil, otra cosa distinta es desprenderse del cadáver, cargar con ese
remordimiento de por vida. Y tampoco es sencillo eludir la acción de la
Justicia o de la Policía, con lo cual, casi mejor olvidarnos del asunto. Basta
echar un vistazo también a cualquier prisión para comprobar que en la cárcel
ingresan muchas personas “normales” que nunca imaginaron ese final. Confío en
que no suene a disculpa, porque una situación así es difícilmente justificable,
y no digamos comprensible, pero, como digo, a cualquiera le puede pasar.
-¿Y como juez?
-Pues tampoco… Puestos a elegir,
me encuentro más cómodo en el papel de policía o investigador. Como mi
personaje Santos Senabre, que es lo más parecido que veo al oficio de
periodista.
-¿Policías y periodistas mantienen conexiones en sus respectivos
oficios?
-Como buenos sabuesos, cuando
actúan al servicio de lo público, tienen mucho en común.
-¿Cómo hace un buen escritor en este tipo de novelas de intriga para
que el lector no pierda el hilo… con las tramas… los personajes…?
“He comprobado que los personajes de una novela tienen vida propia por encima, incluso, del propio autor”
-Desconozco cómo lo hacen los
buenos escritores. ¡Ya me gustaría conocer la receta! Me temo, en todo caso,
que no hay ninguna fórmula secreta y que el éxito literario, más allá del
ineludible componente comercial, está sujeto a una especie de misterio
insondable sin que nadie disponga de una varita mágica. Yo aún estoy en
‘primero de novelista’ y he aterrizado en esta pista con bastante humildad.
-¿Con inseguridades?
-Sin duda, Gorka, porque,
obviamente, no es mi registro habitual. En mi caso, más que la técnica
literaria, he tratado de que los personajes sean de carne y hueso y, muy
importante, que pese a la pátina de ‘novela negra’ o policial que pueda tener
el libro, la trama no sea incompatible con los sentimientos. Me gusta la
literatura que toca el corazón, no lo puedo negar.
-¿Por qué parte de la trama se desarrolla en Amberes y no en
Villarrubia de los Ojos, tu pueblo de Ciudad Real?
Serrano en la presentación de "La flor del magnolio" en la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) |
-La trama transcurre en Amberes y
Madrid; pero, inevitablemente, también tiene un toque “mancheguista”. No lo
busqué, no era mi intención inicial, diríamos que brotó de una forma
espontánea. No sale Villarrubia de los Ojos, el pueblo en el que nací y me crié,
pero sí aparece Herencia, a 25 kilómetros, donde estudié durante cuatro años.
La Mancha, por tanto, con su aspecto más costumbrista o realista, queda
reflejada en uno de los capítulos del que me siento más íntimamente satisfecho.
-¿Dominaste a los personajes de tu novela o ellos te llegaron a dominar
a ti también un poco?
-No un poco, sino completamente.
Fueron ellos los que me dominaron a mí desde el mismo instante en el que fueron
concebidos. Y este ha sido un descubrimiento particularmente mágico e incluso
hasta divertido. Son los personajes, sin duda, los que escriben la novela, y esa
ha sido mi particular enseñanza en esta novela. Cuando uno se pone en la piel
de Santos Senabre, Adela Salgado, Marina Monforte, Aurora o Rubí, o de los
malvados Gaston Vanhülle y don Álvaro, es muy fácil que fluya lo que ellos, y
solo ellos, nos tienen que decir. El autor es, entonces, un mero instrumento.
Solo tiene que estar atento y limitarse a transcribir lo que ellos quieren
contar. Sus palabras, entonces, fluyen solas y a una velocidad de vértigo.
Desde ese punto de vista ha sido, como digo, un feliz descubrimiento. El de
comprobar que los personajes tienen vida propia por encima, incluso, del propio
autor. Ellos mandan y el escritor se somete a su dictado.
Felipe Serrano con otro de sus libros: "El Tamayazo" (Ed. Catarata) en una imagen de Fran Lorente |
-¿Y quién domina a los políticos?
-El control parlamentario, los
electores y los medios de comunicación, fundamentalmente. O así debería ser.
Pero también, y ahí están las hemerotecas y los servicios de documentación de
las radios y televisiones para certificarlo, la acción policial y de la
Justicia.
-Pero, a pesar de todos los controles, pasa lo que pasa…
-El error de algunos políticos cuando
estuvieron en el poder fue pensar que tenían inmunidad permanente. Que contaban
con impunidad para cometer sus desmanes y tropelías y que, embriagados por el
manejo de los fondos públicos y del Boletín Oficial, podrían irse de rositas
porque eran más listos que los demás. Hasta que llegó su hora.
Continúa…