Avance, Felipe Serrano (SER): “Policías y periodistas tienen mucho en común”
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Periodista de la Cadena SER, ha publicado "La flor del magnolio", de Editorial Playa de Ákaba (I)
“Pienso a menudo que los periodistas solo somos capaces de atisbar una pequeña parte de los mangoneos del poder”
Felipe Serrano conserva todavía la elegancia del excelente camarero que estoy seguro fue en el hotel Ritz de Madrid. La elegancia de los caballeros que ejercen con innata distinción un oficio como éste, que consiste en servir a los demás, como el papel de Sir Anthony Hopkins en “Lo que queda del día”. El periodismo comparte esa misma vocación por servir a la comunidad, como depositario del derecho de todos los ciudadanos libres a la información veraz. Nuestro invitado en esta ocasión ha conseguido trasladar esa elegancia al periodismo, y por su forma de ser y de ejercerlo, ha merecido el respeto y la admiración de sus colegas, entre los que me encuentro, como militante. Serrano es un hombre tranquilo, que pregunta sin subir la voz, educado, dispuesto siempre a agradar, con la sonrisa permanentemente esbozada. Y no por ello, pese a los prejuicios derivados de esta cordial imagen machadiana, su alta cotización como periodista se resiente. Pero, precisamente, ahí reside la profesionalidad de preguntar sin herir, entrevistar y no interrogar, saber atinar en vez de agredir. Felipe Serrano es un periodista de casta, elegante y certero. Y también escritor. De todas sus facetas hablamos en esta conversación que he tenido la ocasión de disfrutar con él.
Felipe Serrano, en los estudios de la Cadena SER, donde trabaja |
-En periodismo se empieza siempre por ‘lo último’, y en este caso, ‘lo último’ referido a Felipe Serrano es una novela de intriga, “La Flor del Magnolio” que acaba de publicar. ¿Qué cuenta?
-La novela arranca en 1989, cuando el exinspector Santos Senabre escucha en la radio que durante las obras de rehabilitación para construir la sede del Banco Santander en el Paseo de la Castellana de Madrid, aparecen unos restos mortales. Se trata de una antigua sala de fiestas (Alazán), cerrada por un incendio en 1976 y reabierta como club de alterne un año más tarde. Inicialmente, los datos que escucha son escasos y bastante confusos, pero el expolicía conoce con certeza la identidad del cadáver. Años antes, harto del acoso de sus superiores, Santos decide abandonar el Cuerpo Nacional de Policía, donde llegó a ser jefe del Grupo Antiatracos. Desde entonces (1984) trabaja como jefe de seguridad en la lujosa joyería Grassy, en la madrileña Gran Vía. Tiempo atrás (desde 1978) se había dedicado en cuerpo y alma a investigar la extraña desaparición de Rubí, trabajadora de Alazán. Llega a la conclusión, aunque no lo puede probar, de que ha sido don Álvaro, el dueño del club, el que la hizo desaparecer para evitar que contara todo lo que sabe de sus oscuros negocios, incluidos los diamantes. Si a todos estos ingredientes sumamos la ciudad de Amberes, con su floreciente mercado de gemas, y la presencia en la capital de Flandes de mercaderes y mafiosos sin escrúpulos, o la irrupción de la gemóloga Adela Salgado, de la que Santos Senabre acaba enamorado como un adolescente, podrán hacerse una idea de qué va esta historia que, naturalmente, no quiero seguir destripando.
ESTE MARTES, 19 DE SEPTIEMBRE, ENTREVISTA AL
PERIODISTA FELIPE SERRANO: “POLICÍAS Y PERIODISTAS TIENEN MUCHO EN COMÚN”. “PIENSO
A MENUDO QUE LOS PERIODISTAS SOLO SOMOS CAPACES DE ATISBAR UNA PEQUEÑA PARTE DE
LOS MANGONEOS DEL PODER”.