Opus Vitae: Hay que seguir adelante, ¡siempre adelante!
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Una reflexión biográfica, y vital, firmada por José A. Bueno, @feedmen
“Yo también jugaba de
niño a radiar noticias, presentar programas, hacer entrevistas o crónicas”
José A. Bueno representa a uno entre cientos, seguro que miles, a los que la vida les sonrió desde la radio, trabajó -disfrutó- en ella; pero un día se le atravesó el destino y dinamitó esta creativa y absorbente relación. Como él, tantos otros, vieron que la radio se alejaba de su día a día, y que sólo les quedaba el refugio de ejercer como ansiosos oyentes. A pesar de todos los sinsabores, y de todas las barreras, incluso de salud, José A. Bueno no sólo no ha perdido la ilusión, sino que la ha acrecentado. Por eso, merece la pena recoger su experiencia y lanzarla a los cuatro vientos, para que otros, seguro que miles, la recojan y se contagien de su enorme fuerza de voluntad. Después de cerrar su propia emisora online, ahora quiere poner en marcha "Ninguna Radio" y de nuevo, determinado por su afición inquebrantable, se aferra a la radio como antídoto contra el desánimo y la pusilanimidad. Éste es el ejemplo de José A. Bueno @feedmen
Además de otro tan importante o
más que aquí no viene a cuento, el gran
amor de mi vida es La Radio. No siempre ni con la intensidad deseada he
podido estar implicado en la Comunicación y en el Periodismo, mis pasiones desde hace ya un poco más de
¡cuarenta años!, ni más ni menos.
Este primer cassette recorder hizo felices a muchos jóvenes y orientó a decenas de ellos hacia la radio |
Tal y como muchos profesionales
de extensa o intensa biografía cuentan cuando se les pregunta, yo también jugaba de niño a radiar
noticias, presentar programas, hacer entrevistas o crónicas. Recuerdo que
en mis tiempos de insti, cuando era estudiante de bachillerato,
animaba a otros compañeros a salir a la calle, grabadora en ristre (aquellas
primeras Phillips de bandolera del por entonces incipiente cassette), a hacer
entrevistas o encuestas. Luego, con todo el material y el radiocassette de
casa, montaba aquellas cintas a base de mucho rec y play ¡Cuántas
horas rebobinando dándole al bic!
La radio es mi pasión. Creo que,
de cuantos existen, es el mejor de los
medios, por encima de los visuales. El
atractivo de la pantalla, la útil y entretenida pantalla que a todo el
mundo encandila y que ha conseguido que
el televisor sea el poderoso totem que preside todos los
salones o cuartos de estar del mundo o que los pasajeros del metro no
levanten la vista del gadget que les ilumina la cara, es
paralizante. Nos exige estar ahí, prestándole toda nuestra atención, mirando lo
que nos enseña que o es una pequeña parte de la realidad, o, por lo general y
salvo honrosas excepciones, es algo frívolo. La televisión, la hoy plana y
otrora caja tonta que a veces no lo es tanto, aunque atonte, es, además, una
extensión del cine para el que se ha consumado como feroz alternativa.
Cuando todavía era un mozalbete,
entre los amigos del barrio, en la pandi, estaba Carolina, una
guapísima chica rubia, pizpireta y a la sazón hija de Matilde
Conesa y de Julio Montijano, dos actorazos del tristemente
desaparecido cuadro de actores de la Sociedad
Española de Radiodifusión, la SER.
En casa de Carolina (en la actualidad actriz de doblaje), con ocasión de algún
cumpleaños, de alguna fiesta o simplemente porque llovía y hacía mal tiempo en
la calle, jugábamos con guiñoles haciendo teatrillos. Allí, por entre las
rendijas de puertas entreabiertas, pude ver a otros grandes como Pedro Pablo
Ayuso, Carmen Seco, Juana Ginzo… ¡Las grandes estrellas de la radio! ¡El
Hollywood de las ondas! Escuchar aquellas voces sin transistor de por medio
me estremecía de modo inconfesable, mientras que para mis compañeros de juego
parecía ser algo normal, intrascendente.
El cuadro de actores de Radio Madrid (SER), uno de los grandes referentes, creadores de sensaciones, del autor de este artículo |
Nunca alcancé mi sueño de hacer o simplemente de colaborar con uno de
esos programas de nivel mass-media, pero en mi experiencia profesional
llevo a gala algunos hitos que sólo han sido y son importantes para mí. Todavía
estudiante, conseguí que Ernesto Pérez de Lama me permitiera
hacer un programita en Radio Juventud de Madrid. El primer día que llegué a la
emisora de Diego de León para hacer mi programa me temblaban las piernas y sudé
como si hubiera entrado en una sauna. De un programa semanal pasé a presentar
uno diario. Depositaron en mi gran
confianza, me entregaron las llaves de la emisora a la que acudía
cada mañana a eso de las seis y media para encender los equipos, transmisor,
giradiscos..., que debían calentarse previamente para alcanzar un funcionamiento
óptimo a la hora de empezar la emisión, justo a las siete AM. A Madrid, al
menos a una pequeña parte, la despertaba cada mañana con un programa de una
hora que precedía al famoso Antonio Fernández y su “Área Reservada”. Y luego, en un alarde
de osadía, propuse y conseguí conducir el primer programa de la FM española que
suponía una emisión continuada de 24 horas. Aquel programa que sólo se emitía
en las noches de viernes a sábado y de sábado a domingo (mañana en la que nos
daba el relevo un tal Juan Ramón Lucas), se llamaba “Ni corto ni perezoso”. A la iniciativa
no tardaron en sumarse emisoras más poderosas con programas de parecido corte.
Por el nuestro pasaron, entre otros muchos, artistas como Miguel Ríos, Luz
Casal o Joaquín Sabina al que mi querido y prematuramente
fallecido compañero Jaime Barella le hizo su primera
entrevista radiofónica cuando, recién llegado de Londres, empezó a cantar
en LaMandrágora, por entonces el templo de los cantautores en
la Cava Baja del madrileño barrio de La Latina.
Después, acabados los estudios, la necesidad de trabajar me condujo hasta
Elche, a Salamanca después, luego a Elda, luego a Alicante y luego a Cádiz
donde fui jefe de programas hasta
casi la extinción de Antena3-Radio antes de pasar a ser, ya absorbida por la SER, Sinfo-Radio. A lo largo de esos años
tuve, además, la oportunidad de ser testigo y participar en la inauguración de
emisoras nuevas, una experiencia de emoción indescriptible.
Jaime Barella, a finales de los 70 en el viejo Estudio 5 de Radio Madrid, profesional de la radio, tristemente desaparecido, en una imagen rescatada por Juan de Dios Rodríguez |
Pero complejas vicisitudes me alejaron de mi amada radio de la que, quizá
por la cabezonería de mantener un pundonor mal entendido, el de no pedir
favores ni querer “enchufes” (mi familia tenía cierta relación de amistad
con la de Díaz-Cañabate, por entonces gran accionista de la SER), no me llegaron nuevas oportunidades.
Hubo un tiempo en el que me vi trabajando en la obra, como un simple peón en
una empresa de impermeabilizaciones de balsas de riego, un trabajo físico duro
y exigente que había que hacer sin dejar de poner en él los cinco sentidos
constantemente. Un pequeño error, un mínimo fallo, supondría el colapso de toda
la estructura una vez que el peso de toneladas de agua la pusiera a prueba.
José A. Bueno, autor de este post (Foto Twitter) |
Pero aún exiliado de mi mundo y lejos, muy lejos de lo que podía
considerar mi casa, allá, en medio de la nada, encontré la manera de tener un
mínimo contacto con mi apasionante vocación. En Cuevas de Almanzora, en el
levante almeriense, donde convivía con el resto de la cuadrilla del trabajo,
había una emisora municipal. Su director de entonces, Manolo León (apellido
que, dicho sea de paso, reavivó recuerdos para mi entrañables y a la vez
duros), me invitó a coloquios que moderaba los domingos por la mañana. No es
que yo fuera un experto ni que supiera gran cosa, pero a base de leer libros de
instrucciones, revistas sectoriales y folletos publicitarios (la mayoría en
italiano, idioma del proveedor principal de los materiales que se utilizaban en
las obras), llegué a per capire (a comprender), algunas cosas
que, en lugares como Almería, región de gran especialización en cultivo de
invernadero, son cotidianas e importantes, vitales.
Al poco, Manolo me permitió
presentar un programa los domingos por la tarde, hora de escasa audiencia pero
suficiente para satisfacer mi “mono” de hacer radio. Recuerdo que cuando se
cumplió mi etapa con aquella empresa de trabajo tan penoso y me despedí, Manolo
me dijo “¡hombre!, si desde un principio llego a saber que eras tan profesional
y periodista te hubiera propuesto un contrato”. Gran persona Manolo
León, perdí su contacto, pero estoy seguro de que retomaríamos la
amistad de inmediato en el mismo punto en que se quedó cuando nos dimos un
abrazo de despedida.
Luego, mi relación con la radio
pasó a ser diferente. Lejos de los
centros de emisión y ante la necesidad de tener que pagar mis facturas, me
lancé al ruedo de la producción,
de la publicidad y, con las oportunidades que comenzaron a florecer con los
nuevos tiempos, también al de eso que llaman “emprendimiento”. Precisamente
por prestar dedicación plena a esos objetivos, en 2012 y con gran dolor, tuve que cerrar una emisora on line que
puse en marcha cuatro años antes. Fue una historia relativamente corta pero
intensa la de «La
Ibisí», bautizada así por el topónimo del lugar desde el que emitía. Ese
mismo año, lleno de ilusión y junto a tres compañeros extraordinarios, nació un
proyecto llamado «Wussic» con el que conseguimos el prestigioso premio «LinktoStart» que concede la Fundación INLEA. Fue el momento
de comprobar que una cosa son las ideas y otra la capacidad financiera para
poder hacerlas tangibles.
Ahora, una puñetera lesión de espalda, razón por la que llevo ya dos
operaciones, me tiene prácticamente inmóvil, atenazado, a veces grogui
por efecto de los calmantes, a veces fuera de mi (como he tenido ocasión de
comprobar con tristeza), y a la espera de ser llamado de nuevo a quirófano para
una tercera intervención. Pero eso no es
óbice para que aliente nuevas ilusiones y, a pesar de todo, persiga nuevas
metas con proyectos como el de Ninguna Radio, un
plan que puede parecer utópico, pero que creo factible siempre que otros se
animen a hacerlo también suyo. Se trata de hacer funcionar una de esas teorías
formuladas sobre lo que ha venido a llamarse «la nueva radio». Hay que seguir adelante, ¡siempre adelante!
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