Javier del Pino (SER): "No tenía vocación de periodista"
https://www.gorkazumeta.com/2017/08/javier-del-pino-ser-no-tenia-vocacion.html?m=0
Una entrevista de Íñigo
Domínguez para Jot down
"Me he tenido que acostumbrar a trabajar en equipo, después de haber estado veinte años trabajando absolutamente solo"
- "Cuando regresé a España, dieciséis años después, atravesé la redacción como Darth Vader en la Estrella de la Muerte, y nadie me conocía"
Un extracto de la entrevista publicada en Jot Down. Aquí completa.
-Estaba haciendo un informativo
en España y me tocó vivir un periodo muy sucio de la historia política de la
Transición, que tiene que ver con los medios de comunicación: la famosa guerra del fútbol. Un partido político
que ocupaba el Gobierno entonces y que quería acabar con un medio de
comunicación utilizando armas absolutamente ilegales, como era una legislación
hecha a propósito para hundir a ese medio de comunicación. Y yo de repente me
vi metido en una trinchera, compartiendo los principios ideológicos de esa
trinchera, pero cansado de que hacer información consistiera en combatir contra
un Gobierno.
Javier del Pino, director de 'A vivir que son dos días" en la Cadena SER, en un reportaje fotográfico de Begoña Rivas |
-Mi actividad periodística no se
debe a una vocación de nacimiento, es una cosa sobrevenida; cuando de repente
tienes que estudiar una carrera, pensé que no era a lo que me quería dedicar.
-Tenía que hacer algo para vivir
fuera de España, quería vivir esa experiencia. Lo forcé un poco, se dieron las
circunstancias y acabó pasando.
-Hay algo muy curioso, porque
recuerdo que acabé siendo corresponsal y había mucha gente que quería ser
corresponsal, en todas las redacciones de todos los periódicos. Era un puesto
muy suculento no porque te pagaran bien, sino porque molaba mucho, y sin
embargo, a medida que pasaba el tiempo, cuando ya era corresponsal, veía que
cada vez menos gente quería ocupar mi cargo. Al principio siempre pensaba: «Voy a durar aquí muy poco porque seguro que
habrá algún directivo medio que pedirá este puesto y me lo quitará». Y te
vas dando cuenta de que nadie quiere ir, porque el extranjero era una cosa
mucho más cercana para todo el mundo, la gente ya viajaba.
-Para mí lo de corresponsal, de
todas maneras, fue un poco de decepción en cierta manera, porque creía en
ese concepto romántico, bogartiano, del corresponsal. Yo era muy
joven, no sé si habría cumplido los treinta años cuando llegué a Washington, y,
claro, esperas encontrarte a lo mejor de lo mejor y crees que has tenido mucha
suerte. Crees que te vas a encontrar a Hemingway. Piensas: soy
demasiado joven para estar aquí y ha habido un montón de casualidades que
han hecho que esté aquí, pero seguro que los demás son gente seria, no
como yo, que soy… Y de repente te das cuenta de que todos tienen una historia
mediocre como la tuya y se humaniza mucho.
-(Al llegar a los EE.UU.) me
sentí como uno (más) de ellos. Yo conocía bastante el país, había viajado mucho
por allí, incluso ya había cubierto unas elecciones, las primeras
de Clinton y Gore en el 92. También había hecho lo que es
el equivalente al Inter Rail americano. En esa época, a mediados de
los años noventa, las líneas aéreas Delta tenían algo así para los menores
de treinta años. Les regalaban unos billetes para volar un mes por todo el
país, con el único inconveniente de que tenía que haber plazas vacías en el
vuelo en el último momento. Entonces te quedabas en la puerta de embarque y, si
quedaban plazas, te ibas. Así viajé mucho por Estados Unidos, con paradas
en lugares tan estúpidos como Boise, Idaho. No sé quién quiere ir a Boise,
Idaho, pero yo fui. El caso es que conocía muy bien el país y en parte por eso
sabía que quería ir allí. Y la verdad es que creo que sentí una
especie de corrección de un error antropológico: «Yo tenía que haber nacido
aquí. Algo ha pasado en el universo para que yo nazca en España, porque yo
creo mi sitio es este, yo aquí me encuentro muy bien».
-Al volver aquí tienes el dilema
de que, hombre, es tu país, pero hay muchas cosas que no consigo que me
interesen, como la política, y no sabes si es porque realmente no es
interesante o que tú ya te has pasado de vueltas. Sin embargo, si voy a otro
país, me interesa cómo funcionan y cómo son y todo me parece apasionante. Pero
lo propio me lo parece menos. Supongo que un psicoanalista haría maravillas con
esto.
Dos excorresponsales charlando de su experiencia fuera de España, y a su regreso |
-También me asusta ver cómo los
otros medios hablan constantemente de la tele, en el periódico se habla de la
tele, en la radio se habla de la tele, pero la tele nunca habla de los
periódicos ni de la radio, la tele solo habla de sí misma. Los demás, todos
están hablando de la tele. Tele y fútbol.
-Yo recuerdo cuando me marché a
Washington, alguien me dijo que ser corresponsal tiene dos grandes ventajas:
que tienes el jefe a seis mil kilómetros y no tienes a nadie a quien mandar.
Ambas cosas son maravillosas y te dan una sensación de libertad y de no estar
encerrado en un despacho, aunque estés haciendo cuatro crónicas y escribiendo
la última página. Luego sales a dar una vuelta y dices: «Joder, es que estoy en el extranjero». Es realmente como estar de
vacaciones y a lo mejor has trabajado doce horas ese día, pero es la sensación.
-Yo me marché en el año 96 y,
cuando te marchas, no piensas que vas a estar mucho tiempo sin volver, a lo
mejor porque eres demasiado joven, pero creía que aquello era un trabajo de
lunes a viernes, que los fines de semana pasaría por Madrid. Es que ni se me
ocurrió alquilar mi casa, por ejemplo, y estuvo ahí cerrada y deshabitada
durante muchos años. El primer verano sí que me vine a España y cometí un error,
que ahora recomiendo a todos los corresponsales que no cometan, que es ir a
visitar la redacción. Yo recuerdo llegar a la redacción, llevando un año fuera,
y yo sentía que yo había crecido, que había cambiado y me sentía diferente y
llevaba un año fuera de esa redacción. Entonces, de repente, vi que todo el
mundo no solamente estaba en el mismo lugar en el que yo lo había dejado, sino
seguramente llevando la misma camisa que llevaban el día en el que yo me había
marchado. Entonces, ese día, decidí que nunca más volvería por la redacción
hasta que no regresara a España, y así fue. Tanto es así que, cuando regresé a
España, dieciséis años después, atravesé la redacción como Darth
Vader en la Estrella de la Muerte, y
nadie me conocía [risas].