La radio y las falsas polémicas sobre la Semana Santa
https://www.gorkazumeta.com/2017/04/la-radio-y-las-falsas-polemicas-sobre.html?m=0
Calificar a las imágenes de culto de 'muñecos' es una provocación en la que la radio no debe caer
Una radio que apueste y promueva la convivencia pacífica de su comunidad
Si la radio es el reflejo de la sociedad, la radio debe recoger estos días la Semana Santa, con profundo respeto hacia las creencias de millones de españoles que participan o asisten a los pasos de estos días, en tantas ciudades españolas, que veneran a sus imágenes con fervor. Pero en el camino, se han oído algunas voces, desde luego muy polémicas, como las del portavoz del grupo municipal de ‘Izquierda Unida’ en el Ayuntamiento de Sevilla, Daniel González Rojas, que incendió, sin necesidad, las redes sociales, refiriéndose a las imágenes como “muñecos”, en su afán por cuestionar una tradición que, al parecer, y en su opinión, está vinculada ideológicamente a la más ‘rancia’ derecha española.
La radio está muy presente estos días en la Semana Santa de decenas de ciudades españolas |
Por si fuera poco, la secretaria
provincial de ‘Podemos’ en Sevilla, Begoña
Gutiérrez, tras ser preguntada en
una entrevista publicada por El Mundo en relación con su postura sobre esta
celebración, Gutiérrez afirmó que "en
Podemos todo lo decidirán los ciudadanos" y que "si se llegara a plantear esta cuestión"
relativa a la continuidad de esta tradición "serían ellos quienes lo decidirían". ¿Decidir qué? ¿La
supresión o la continuidad de la Semana Santa sevillana? ¿Pero por qué hay que
cuestionarla?
Las críticas de ‘Podemos’ a la
emisión de la misa de los domingos en la televisión pública tampoco son una
casualidad, sino que forman parte de los innecesarios ataques de la izquierda
española, algo radical, que abre debates allá donde no los hay en absoluto.
Pero las críticas, todas, forman parte de una estrategia que intenta recargar
la energía de sus votantes a costa de herir sensibilidades ajenas, que nada les
han hecho a ellos. Críticas, por tanto, artificiales, pero rentables.
La radio puede -y debe- resituar y relativizar los extremos, y apostar por la concordia
La radio, insisto, es el reflejo
de la sociedad, gran parte de la cual, la que vivía con absoluta naturalidad -¡y
pasión!- la Semana Santa, en tantas ciudades de España, se ha despertado
sorprendida, cuando no avergonzada, por tan impostado debate que emponzoña,
como digo, innecesariamente, la pacífica convivencia tanto de quienes desean
participar con intensidad, como cofrades, de sus pasos; como de aquellos que
prefieren mantenerse al margen. Ambas posibilidades caben. Antes, en tiempos
pretéritos de la dictadura franquista, que los jóvenes de ‘Podemos’ no han
vivido desde luego, se obligaba a practicar la religión, la oficial, claro.
Pero, las circunstancias, afortunadamente han cambiado.
Cada uno vive la Semana Santa
como quiere. Pero sin enfrentarse a nadie, ni falta que hace. La radio lo sabe
y cubre, con igual pasión en muchos casos, la Semana Santa de ciudades, por
citar algunos ejemplos cargados de simbolismo, como la mencionada Sevilla, o
Murcia, Toledo, Cuenca, Valladolid, Málaga, San Vicente de la Sonsierra (La Rioja) o Segura,
un pequeño pueblo en la provincia de Guipúzcoa, donde cada año se renueva la
tradición.
Hay otra diferencia respecto de
la radio del franquismo, y la que ahora disfrutamos. Y es que en aquellos
tiempos en Semana Santa sólo se escuchaba Semana Santa, por decreto ley. Misas
por doquier, procesiones, olor interminable a incienso y actos públicos multitudinarios
de contrición. Era la imagen del Régimen, donde su inspirador caminaba bajo
palio. La penitencia era obligatoria y ojo de aquel que se le viera renegar de
la religión oficial, sobre todo en los pueblos donde se conocían todos, y el
deporte más extendido era el de la inquisición doméstica, las delaciones más vengativas.
El director regional de Murcia de la SER, Domingo Camacho (izquierda) presenta la Guía de la Semana Santa, de Radio Murcia |
Aquella radio ha dejado paso a
otra radio, en la que se combina con naturalidad ambas realidades: la propia de
la profesión religiosa derivada de la fe y la ajena a la Semana Santa y a todos
sus actos. Pero no están enfrentadas, salvo que alguien -de manera artificial-
trate de provocar un sentimiento inexistente, e interesado. El fantasma de las
dos Españas, la roja y la azul, todavía subyace, qué tercos y pertinaces son
algunos. No les demos pábulo. Habrán ganado, si lo logran.
Pero tampoco entendamos a la
radio como una hermanita de la caridad. Durante estos días, cientos de
emisoras, nacionales, regionales y sobre todo locales, inflan sus cuentas de
resultados gracias a la Semana Santa. Y no es pecado. Es, simplemente, el
mercado de la oferta y la demanda. Se extienden, como corresponde a las fechas,
multitud de programaciones tamizadas por las procesiones y la vida de las
diferentes Hermandades de cada ciudad. Aumenta el consumo de radio local por la
Semana Santa y los anunciantes acuden con intención de rentabilizar la concentración
de oyentes.
Apuesto por una radio que no aplauda las discrepancias como origen de conflictos, y los justifique, atendiendo a la incuestionable razón de las mayorías, simplemente por serlo
Y hay que tener en cuenta otro
aspecto, que no es baladí. Independientemente del fervor religioso que
despiertan las procesiones, la Semana Santa no deja de ser un reclamo turístico
de primera magnitud. De hecho, las oficinas de turismo se aprestan a canalizar
sus campañas en las ciudades desde donde llegan más curiosos. Madrid, por
ejemplo, es una comunidad emisora de turistas que acuden en busca de la Semana
Santa. Provincias limítrofes de Sevilla también son escenarios de campañas que
intentan atraer turistas a la capital andaluza.
La radio concentra todas las
caras de la Semana Santa: la del fervor y la pasión y la del folcklore, de la
que participan tanto gente sin profundas creencias, que se acerca a las procesiones
para disfrutarlas desde otro punto de vista, más estético que religioso; como
turistas que ven en ellas un reclamo más para conocer las ciudades, igual que
cualquier otra actividad lúdica. De todo hay en la viña del Señor…
Suprimir por tanto la Semana
Santa sería ir contracorriente: contra el esfuerzo de miles de personas que
viven intensamente estos días de penitencia, dedicándose en cuerpo y alma, durante
todo el año previo, a los preparativos de sus cofradías; contra los beneficios
económicos que reporta una actividad ‘turística’ de primerísimo nivel, que
atrae a miles y miles de personas que se dejan sus buenos dineros; pero, sobre
todo, contra el sentido común y el respeto por la libertad ajena, que nadie
tiene el derecho de coartar o reducir, por mucho que se apele, precisamente, a
una supuesta libertad, que en realidad es la misma inspiración que, desde el
otro lado de la balanza ideológica, ejercía el franquismo, que tanto hemos
criticado.
La radio ha reflejado esto con mayor
o menor fortuna: las críticas de un lado de los representantes políticos de la
izquierda, al parecer ofendidos por una Semana Santa que les incordia; la
devoción de miles de personas que viven por y para estos días, orgullosos de su
penitencia en público y la necesidad de vender
la Semana Santa como atractivo turístico de primer orden, como una fuente de
ingresos poderosa para las arcas de las ciudades que más desvelos dedican a
estar jornadas religiosas.
Fotografía ganadora del Concurso Fotográfico de Semana Santa, organizado por Cope Jaén, en 2016. La radio, muy presente en el ámbito local en estas fechas |
Pero lo que la radio no debe
hacer es extender la crispación por doquier, exagerar las críticas y concederles
más representatividad de la que poseen, restablecer el sentido común y tratar
de resituar la vida diaria de estas ciudades dentro de la normalidad más
absoluta, en la que la convivencia debe ser la nota predominante. A este paso,
si no es la Semana Santa, serán los Sanfermines, Las Fallas o La Tomatina,
porque si a alguien le molesta la suciedad, el ruido, la alteración de la
tranquilidad, lo más fácil es promover el rechazo a unas fiestas incómodas. Y
esto no es defender las libertades, sino justamente todo lo contrario: defender
el despotismo, ataviado con ropajes de libertad.
La radio puede -y debe- resituar y relativizar los extremos, y apostar por la concordia. Lo contrario, puede resultar rentable a efectos de audiencia (porque, desgraciadamente, el morbo vende). Pero constituye una irresponsabilidad apostar por este modelo de radio basura, que por fortuna no ha arraigado en nuestro país, en el que sí es moneda de cambio en televisión, sin embargo, donde la guerra de las audiencias prevalece.
Constituye una irresponsabilidad apostar por el modelo de radio basura, que por fortuna no ha arraigado en nuestro país
La radio puede -y debe- resituar y relativizar los extremos, y apostar por la concordia. Lo contrario, puede resultar rentable a efectos de audiencia (porque, desgraciadamente, el morbo vende). Pero constituye una irresponsabilidad apostar por este modelo de radio basura, que por fortuna no ha arraigado en nuestro país, en el que sí es moneda de cambio en televisión, sin embargo, donde la guerra de las audiencias prevalece.
Apuesto por una radio con valores
sociales, donde la preocupación por la convivencia pacífica de sus integrantes,
respetando las diferencias de todos los colectivos, esté siempre presente en el
desiderátum de la emisora. Una radio -pública y/o privada- que defienda la
fraternidad, aunque no forme parte de la letra de nuestro himno nacional. Una
radio que no aplauda las discrepancias como origen de conflictos, y los
justifique, atendiendo a la incuestionable razón de las mayorías, simplemente
por serlo. Una radio que vele por la defensa de los derechos humanos, porque ante
todo somos personas y el objetivo último de la radio es servirlas, en pequeñas,
medias y grandes comunidades.
“Todo el mundo recibe tanta información durante todo el día que pierde
su sentido común”. Gertrude Stein (Escritora y
poetisa estadounidense, 1874-1946).