Juan Carlos Ortega: “Soy un inadaptado”
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Barcelonés de 48 años, el
humorista colabora con Gemma Nierga, Javier Sardá, Pepa Fernández y Andreu
Buenafuente
"Me he llevado algunos palos por cuestionar la crueldad de algunos de mis colegas"
El
País, Elvira Lindo, 19 de marzo de 2017. Ortega es un raro. Hasta su voz de locutor formal resulta algo
incongruente con un aspecto juvenil. Ortega sabe que es raro y lo explota
elaborando un humor que no se parece al de nadie. Con un oído prodigioso para
el habla y sus lugares comunes elabora unas historietas que mezclan lo
cotidiano con lo extraordinario provocando un efecto hilarante. Su humor es
heredero del de aquellos cómicos que convocaban alrededor de la radio a toda la
familia. Ortega, el de Las noches de Ortega. La ironía orteguiana, tan fácil de
disfrutar como sofisticada en su elaboración, es una gema en el país del
exabrupto.
Juan Carlos Ortega trabaja en su propia casa donde dispone de su propio estudio (Captura video JCOrtega) |
-Yo quería ser un locutor. Vamos,
quería ser Luis del Olmo. Mi madre lo escuchaba mientras cosía y toda mi vida
he crecido con esa voz.
-En el colegio me sentí muy
tonto, pero ¡es que lo era de verdad! Muchas veces, tras esa frase de “yo era
muy tonto” se esconde una vanidad que se traduce en “lo que me pasaba a mí es
que era muy inteligente y vivía en mi mundo”. Pues no. Yo no estaba en un
universo más elevado, es que, por lo que fuera, no me enteraba de nada. Lo cual
no implica que ahora te pueda hablar bien de mí y de mi inteligencia, pero de
niño, ay, no me salían las cosas. Los profesores pensaban lo mismo, y el Padre
Paíno les decía a mis padres, "este chico no hará nunca nada importante". Me da
rabia esa gente que cuando hace algo relevante en su trabajo anda ajustando
cuentas con el pasado y siempre porque los profes eran muy burros.
-Pero reconozco que sentía como
una tristeza, una melancolía, porque mi falta de talentos era general. No se me
daba bien nada. Ni hacer un puzzle podía. Si jugaba al fútbol y de pronto me
iba, mis compañeros ni reparaban en mi ausencia. No entendía las matemáticas,
que luego me han entusiasmado. Yo creo que mi cerebro evolucionó muy
lentamente.
"Yo quería ser un locutor. Vamos, quería ser Luis del Olmo"
-A partir de los 16 años me
empezó a interesar el mundo de la cultura a través de la ciencia, de la serie
Cosmos. Y eso me llevó a los libros, de Asimov a Shakespeare. Empecé a destacar
en FP, porque yo no me saqué el graduado escolar.
-Con 18 años entré a trabajar en
RNE con Sardá y el mítico señor Casamajor. Con el primer sueldo me compré un
magnetofón Kashtan, una mesa de mezclas y un micrófono. Y empecé a hacer en
casa de Luis del Olmo. Pero ocurrió que en cuanto me puse a imitar a los
locutores a los que había admirado toda mi vida tuve que parodiarlos. Hacerlo
en serio no me salía. Durante mucho tiempo mi único público eran mis padres y
mis tíos, que se partían de risa. Pero el humor nunca fue mi vocación, porque
yo soy humorista, sí, pero entre otras muchas cosas.
-Fíjate, las voces de mujeres que
hago las saqué una noche grabando el “Hablar por hablar”. Yo no quería quedar
como un hombre haciendo falsete, así que lo pergeñé de la siguiente manera:
desaceleré la voz de la señora, y así más lenta yo ya podía imitarla, y después
de eso aceleraba mi voz. O sea, era una mezcla de técnica e interpretación. Hay
humoristas que confían en sus brotes de talento y descuidan el esqueleto, la
parte científica. A mí me gusta combinar lo artístico con lo artesano.
"Mis maestros son Gila, Faemino y Cansado, Mihura, Jardiel…. Yo es que soy un antiguo. Perdón, no, es que ellos eran muy modernos"
-Hoy en día hay en el humor un
exceso de improvisación. Pero hay que tener respeto al público. En principio,
yo no creo que todo lo que se me ocurra merezca ser oído, por eso trabajo algo
elaboradito.
-Hay mucho humor que se disfraza
de transgresión, esa palabra tan manida, y en el fondo es una mierda. Yo me
pregunto, ¿el humor siempre ha de servir para criticar al poder? Pues mira, no
solo. Una vez fui a una tertulia sobre el asunto y todo el mundo decía que el
humor sirve para vencer los miedos a la muerte o como denuncia, esas cosas,
pero nadie dijo que sirve para que la gente se ría. Lo apunté yo y sentí que tenía
que pedir perdón. Porque sí, hay que hablar del puro placer de reírse. Pero
parece que la risa por si sola es como poca cosa.
-Mis maestros son Gila, Faemino y
Cansado, Mihura, Jardiel…. Yo es que soy un antiguo. Perdón, no, es que ellos
eran muy modernos.
-Me he llevado algunos palos por
cuestionar la crueldad de algunos de mis colegas. Hay gente que me agredió
brutalmente. Desde entonces, decidí no mirar comentarios en la red, ya no tengo
ese impulso. No me da la gana, porque soy muy inmaduro y la gente me puede
joder. Así que ignorarlo me hace más libre.
-Haber sido lento está muy bien,
porque cuando empiezas a entender las cosas te quedas estupefacto. Esos años
míos de torpeza me inspiraron un humor distinto. Y me ha ido bien haber sido
tan raro, porque conseguí diseñarme este oficio a la medida de mis manías. Todo
lo que hago sucede casi siempre en mi cuarto.
-Hago unos once sketches a la
semana. Le tengo mucho cariño, por ejemplo, al de una señora a la que se le
aparece la Virgen y está la pobre un poco cansada de tanta visita. Me gusta
mezclar cosas cotidianas con fenómenos extraños. Ahora estoy haciendo uno de
una mujer que cuenta que ha estado poseída por el demonio, la han exorcizado, y
se trasluce que echa un poco de menos a satán, porque había ahí algo entre los
dos, como un enamoramiento.