Carlos Pumares: "Si yo soy algo en la radio es gracias a García"
https://www.gorkazumeta.com/2016/12/carlos-pumares-si-yo-soy-algo-en-la.html
Entrevista al crítico cinematográfico en la revista Jot Down
"Decían que Antena 3 era la emisora más erótica, porque comenzaba con El primero de la mañana, de Antonio Herrero, y terminaba con el Polvo de estrellas"
Jot Down. Fran G. Matute. «Sí, buenas
noches, dígame». Así daba entrada Carlos Pumares (Portugalete,
1943) a sus oyentes en el ya míticoPolvo de estrellas, programa de radio
pionero y único gracias al cual muchos nos convertimos en insomnes y de paso en
verdaderos creyentes del séptimo arte. La erudición enciclopédica de Pumares en
aquellos tiempos preinternet resultaba apabullante. Durante muchos años nos
explicó el significado oculto del monolito de 2001: Una odisea en el
espacio, nos hizo disfrutar con las «sinfonías tontas» de Walt Disney y nos
emocionó repasando plano por plano la secuencia final de Centauros del
desierto.
Reportaje fotográfico de Javier Nadales para Jot Down |
Más allá de ese amor por el
cine clásico que siempre desplegó —y que siempre contagió—, su personalidad
como locutor no pasó desapercibida. Desenfadado y antiacadémico, la relación de
Pumares con sus oyentes fue un tanto tortuosa: míticas fueron también las
grescas en antena, los gritos, los cortes de llamada, los insultos.
Tras el inesperado cierre de
Antena 3 Radio, la estrella de Carlos Pumares fue apagándose poco a poco,
despuntando de nuevo en televisión gracias a las Crónicas marcianas de Xavier
Sardá, en un giro de su carrera que no todos supieron encajar.
Pumares nos recibe en su
«oficina» del hotel Eurobuilding. Lo encontramos escribiendo un artículo a
bolígrafo, en una pequeña cuartilla, con letra diminuta, renegando de las
nuevas tecnologías. Tratamos con esta entrevista de profundizar en el hombre de
cine que siempre fue, tratamos también de comprender al histriónico personaje,
si es que acaso uno no fuera el mismo que el otro.
¿Qué ha sido para ti Manuel
Martín Ferrand?
Todo. A mí hay tres personas que
me han influido y que me han cambiado la vida, y son: José Luis Balbín, Manuel
Martín Ferrand y Xavier Sardá. El más grande: Manuel Martín Ferrand.
Balbín me llevó a la televisión y me relacionó con gente y tal; y Sardá me
cambió el registro. Pero Manolo, el más grande. El que lo ha hecho todo por mí.
Lo conocí en una tertulia que teníamos en una cafetería que se llama Las
Bridas, a la que íbamos por la noche. También íbamos a El Comercial, donde
estaba Carmelo Bernaola, Antonio Giménez-Rico… Teníamos
una especie de pandilla allí, y el primero que me llama es José Luis Balbín
para La Clave, como asesor cinematográfico, porque yo ya escribía
en Fotogramas y tenía ya una cierta fama de cine. Y en La
Clave conozco a Rosalía, que es la mujer de Manolo, y
entonces ahí ya empieza la relación. Y por esa tertulia de Las Bridas,
Martín Ferrand me lleva a Hora 15, como crítico de cine. Y entran
las frecuencias moduladas, y él me lleva, y ahí es donde empieza mi etapa en la
radio, que creo que fue en 1982.
Carlos Pumares, el crítico de cine de la radio con mayor personalidad |
¿Qué te parece que se haya
creado una Escuela de Periodismo en su nombre?
Pues me parece muy bien todo lo
que se haga por Manolo. Y Luis Ángel de la Viuda, que es el que lo
organiza, sabe que por Manolo y por él yo hago cualquier cosa. Ya he ido a dar
una charla allí, de hecho.
Polvo de estrellas fue
un programa único en su género. ¿En quién o en qué te inspiraste para
diseñarlo?
En nada. Alfonso Eduardo hacía
algo de cine en Radio Nacional, pero Polvo de estrellas fue un
programa pionero. Me acuerdo de cómo nació; me dijo Manolo: «Oye, ¿tú no
querías hacer un programa de cine?», y le dije: «Sí». «Pues por la noche cuando
termine García. ¿Y tienes algún nombre?», y le dije: «Hay una
canción mubonita que se llama “Stardust”». «¿Y eso qué es?», me
dijo. «Pues “polvo de estrellas”». Y me dijo: «¡Ese, ese! ¡Ese es el
nombre!». Luego decían que Antena 3 era la emisora más erótica, porque
comenzaba con El primero de la mañana, de Antonio Herrero,
y terminaba con el Polvo de estrellas.
¿Qué preferías? ¿Los
especiales o las llamadas?
A mí me gustaban las dos cosas.
Lo que pasó con las llamadas es que había muchos pesados. Teníamos una lista
con ellos, y no los volvíamos a llamar en mucho tiempo. Eran como clientes. Y
yo decía que eso no podía existir: el cliente no puede existir en un programa
de radio. Y los aparcábamos. Yo decía: «A ese dentro de dos meses lo puedes
llamar». Y luego los especiales… Salía a comprar discos, iba a Londres o a
Nueva York. A la emisora iba con una bolsa de El Corte Inglés llena de discos.
Ahora se bajan de internet. Además, esos especiales se hacían en directo, salvo
en agosto, claro, que los grababa. ¿Tú sabes lo que era poner discos de vinilo
en directo, para buscarles justo el punto en el que tenían que sonar? ¿Tú sabes
lo que es editar una cinta con papel celo? Eso lo he vivido yo. Y las escenas
de las películas estaban sacadas de mis vídeos. Del VHS o del Beta. Que yo los
compraba en Londres, y aquello quedaba de cojones.
Carlos Pumares y sus oyentes, una relación amor-odio |
¿Te acuerdas alguna vez de tus
técnicos? ¿De Alberto y Jaime Rull?
¡Hombre! Mis dos grandes amigos. Alberto,
mi primer ayudante, y Jaime, su hermano, el segundo. Dos tíos
maravillosos. Mira, por la noche los técnicos eran los mejores, pero iban
por la noche porque estaban castigados. Hacían algo mal y: «¡A la noche!». Y yo
encantado. Eran los mejores. Es que la radio en directo era fascinante
cuando había muchos cacharros. Aun así, recuerdo la gilipollez de uno que me
enseña un día en una radio una mesa de cincuenta y cuatro canales: «Mira,
Carlos, cincuenta y cuatro canales». Y yo: «Cojonudo. Uno para hablar, y el
otro para la música. ¿Y qué hago con los cincuenta y dos restantes?». Y se me
queda el tío mirando… «Claro, es que cada canal es para una cosa, y yo no tengo
cincuenta y cuatro cosas». Pero como esa era más cara y quedaba más bonita… Yo,
que he desarmado los teléfonos en los hoteles, porque hacía las crónicas de los
festivales con un ITAME: abría el teléfono y con unas pinzas… Claro, es que
pedir una línea telefónica era muy caro, y al final era como una llamada
telefónica, porque no había móviles. Pues eso, que me hablen a mí de cincuenta
y cuatro canales, joder…