“Mientras otros opinan, nosotros contamos noticias”
https://www.gorkazumeta.com/2016/04/mientras-otros-opinan-nosotros-contamos.html?m=0
Es una frase de Alfredo Menéndez (RNE) que repite todos los días en su programa
Reflexiones en torno al valor añadido que la radio aporta a la información
Ésta es la frase que emplea todos
los días Alfredo Menéndez, director
de “Las Mañanas de RNE”, la radio
pública. Es un eslogan que tiene en la competencia una de sus referencias. Un
eslogan que llama la atención de quienes escuchamos con frecuencia a este
periodista, que en el último EGM (1ª ola 2016) ha logrado sumar a su programa
99.000 oyentes más y situarse en la nada despreciable cifra de 1.010.000
oyentes. Por tanto ese número de oyentes sabe que la marca que distingue a la
radio pública es que, desde ella, no se opina. Sólo se informa. Si lo hacen
otros, allá ellos. Indirectamente, se refiere, a Pepa Bueno (SER), Carlos Herrera (Cope) y Carlos
Alsina (Onda Cero) o Federico Jiménez Losantos (EsRadio).
Alfredo Menéndez, en RNE, con la cantante Chenoa y Ramón Arangüena (Fotografía RNE) |
Las generalizaciones suelen
resultar tan injustas como recurrentes. Y ante este eslogan, que me recuerda a
aquellas campañas publicitarias, algo agresivas, en las que el fabricante de un
producto pretende compararse con la competencia, ésta presentada con nombres y
apellidos, me surgen una serie de reflexiones en torno al papel de la radio
informativa en el siglo XXI.
Está claro que Menéndez
reivindica la información, servida en plato frío, ante la opinión, casi siempre
ofrecida en plato caliente. De Federico Jiménez Losantos, qué vamos a decir a
estas alturas: si no ofreciera opinión, y por lo general bastante vehemente, no
lograría atraer a la parroquia que le escucha cada día. Pero está escorada
claramente hacia un lado de la balanza ideológica, y está en su derecho. Igual
que en el quiosco convivieron durante una época larga los periódicos “El
Alcázar” y “Egin”, que representaban las antípodas. Losantos critica la escena
política, y hasta la adjetiva, a menudo, con calificativos de dudosa condición.
Por eso le echaron los obispos de la Cope
(pese a su sólido liderazgo) y a la presión del Gobierno, diana de sus dardos.
A Losantos le escuchan quienes reúnen las mismas complicidades, pero también
aquéllos que, lejos de coincidir con sus postulados ideológicos, deciden
seguirle para conocer sus opiniones o, simplemente, para alimentar su morbo
matinal.
Carlos Herrera ejerce una enorme influencia en sus editoriales en Cope (Fotografía Cope.es) |
Recuerdo cómo Losantos, tras el
parto de EsRadio, manifestó su opinión de poner en marcha una cadena de radio
online, lo que sin duda le conducía a apostar por la difusión de su señal a
través de la red. Durante un tiempo EsRadio realizó la travesía del desierto.
Pero ahora, esa radio de opinión vehemente, a la que sin duda, y de forma
implícita recordaba Alfredo Menéndez en su frase-desiderátum, está creciendo.
Después del crecimiento de Herrera, la cadena que más ha crecido en el último
año ha sido EsRadio. En el último año, Federico Jiménez Losantos ha logrado atraer
106.000 oyentes, lo que supone un crecimiento de un 28 por ciento. Suma 484.000
oyentes, bordea pues el medio millón. La falta de controles fiables en su
audiencia online impide poder sumar con precisión lo que le aporta su ‘poste
online’. Pero estudios
avalados por Audioemotion, en su día recogidos en esta web, confirman que
el interés suscitado por EsRadio en la red es alto, o muy alto, si lo
comparamos con el resto de cadenas radiofónicas que, teniendo más volumen que
EsRadio, no están viviendo crecimientos de estas características.
Según esto, y a la vista de estos
resultados, podríamos concluir que Federico Jiménez Losantos opina para tener
más éxito. De hecho su éxito le llega, precisamente, por opinar. Bien.
Prosigamos.
¿Qué ocurre con Carlos Herrera?
Sin duda, que también opina y utiliza, como Losantos, adjetivos calificativos
para referirse a algunos de los actores más protagonistas de nuestra vida política
patria, aunque eso sí, de más bajo calibre. No es necesario citar a algunos de
los nombres que han desfilado por los editoriales de Cope con más frecuencia. Entre ellos el del
alcalde de Cádiz, “Kichi” (José María
González) al que se refirió el periodista almeriense como “ignorante político”. Pero no sólo con este alcalde de la órbita
de Podemos se mete Herrera. Sus editoriales reparten –y reparten bien- collejas
para todos. Y se le sigue –y sus oyentes son muy fieles, hasta militantes “herrerianos”-, tal es su fuerza- para
escuchar sus comentarios, basados, en ocasiones, en la suma del sentido común y
el hastío del personal por la repetición de rutinas y actitudes que cansan al
ciudadano. Pero es que, además, tratándose de Carlos Herrera, esos editoriales
están impregnados de ironía, cuando no de sosa caustica. Pero las gotas de humor no neutralizan la
contundencia de sus críticas (ni tampoco creo que pretendan atemperarlas). Por
aquí conecta muy bien con su perfil de oyente, ideológicamente de centro, o
centro derecha, liberal y defensor de las tradiciones más enraizadas en la
sociedad española. Y, como en el caso de Losantos, está en su derecho de hacerlo
y mantiene fuerte y muy cohesionada a su parroquia.
Cristina López Schlichting, fuerte carga ideológica en Cope |
En el fin de semana, otra de las
periodistas de Cope, Cristina López Schlichting, profesional de incuestionable prestigio y
trayectoria, entrevistaba una mañana a Esperanza Aguirre. La lideresa se explayaba todo lo que quería
defendiendo sus posturas e ideas. Al término de la charla, la periodista, al
parecer, abducida o ensimismada en el aura aguirriana, le dijo: “qué bien se explica usted, señora Aguirre.
Da gusto escucharla”. No creo, desde luego, que éste –el de confesarse
devota de una invitada, de un clarísimo signo político- sea el mejor método
para un profesional de la información que debe mantener su independencia en una
caja fuerte.
¿Qué me dicen de Pepa Bueno, en
la SER? Da la impresión de que necesita
posicionarse como adalid de la progresía. Nunca hasta ahora había escuchado
entrevistas tan viscerales, y enfrentadas, opositoras a los políticos de la
derecha española, como hasta ahora. Que le pregunten a Mariano Rajoy, o a Esperanza Aguirre, por citar sólo dos ejemplos,
cómo salen del estudio A1 de Gran Vía 32 tras ser entrevistados por la
co-directora del “Hoy por Hoy” de la SER. Escaldados. Ni Iñaki Gabilondo, ni Carles
Francino, emplearon nunca esta metodología tan agresiva, bastante
descalificadora en sí misma, porque no la necesitaron. Los titulares se consiguen,
así lo creo, desde la amabilidad, la cortesía y la confianza, no desde luego
desde el enfrentamiento y la tensión inducida. No me gusta el periodismo al
límite, no me atrae esa mutación de entrevista a interrogatorio. La dureza
de quien pregunta bajo ese método, o media sonrisa forzada, inevitablemente se
traslada al oyente y, salvo los muy hooligans,
el resto termina por etiquetarla en negativo. Ni siquiera en un juicio se ha
oído el tono inquisitorial marcado por Pepa, a la que reconozco otros valores
profesionales, pero tampoco el de adaptarse al “sonido SER”, con el que no se
la identifica.
Si Alfredo Menéndez ya ha elegido
‘club’, sólo nos queda Carlos Alsina. Me consta que el co-director de “Más de Uno” huye de la etiqueta
ideológica como de la lepra. Sus monólogos, bien construidos y mejor presentados,
intensos, a veces ‘ilustrados’ (con intervenciones de terceros), y siempre
interesantes y esclarecedores, abundan en la explicación de los hechos, no en
la opinión sobre los hechos. Existe una enorme diferencia –esencial, diría yo-
en este planteamiento. Alsina ha repetido hasta la saciedad en varias
entrevistas que “a mis oyentes no les
interesa mi opinión, sino entender lo que pasa”. Y a ello se dedica, en cuerpo y alma: cada
día disecciona la actualidad en sus monólogos kilométricos que abarcan el primer agua del día, el afeitado, el
peinado y hasta las abluciones menos decorosas. Alsina no sólo cuenta noticias,
que sería el ámbito elegido por las mañanas de la radio pública, sino que va
más allá, tratando de explicar lo que pasa, sin contaminar las interpretaciones
con añadidos ideológicos. Es la apuesta de Alsina y, por extensión, la apuesta
de Onda Cero, una cadena que ha apostado
por la diversidad ideológica de sus grandes conductores. ¿Qué tienen que ver,
si no, Julia Otero, con David del Cura (recién llegado de
Moncloa, de servir en las filas de Soraya
Saénz de Santamaría), con Isabel
Gemio o el propio Alsina? Dejémoslo en ‘poco’. Alsina abomina del
periodismo de trinchera o de púlpito. Le produce urticaria.
Tras este repaso, podría decirse
que Alfredo Menéndez está en minoría, como Alsina, porque las opciones que
triunfan –las que más apoyos suscitan- son las que apuestan por la
identificación ideológica clara, las que cuelgan etiquetas de derecha, centro
derecha o centro izquierda, según se apelliden Losantos, Herrera o Bueno,
respectivamente. Esto nos debería llevar a concluir que los españoles prefieren
saber de qué pie cojea el periodista al que escuchan, y se sienten cómodos
navegando en la previsibilidad de su discurso y eligiendo la realimentación
ideológica. Menéndez y Alsina, que coincidieron en Onda Cero, concuerdan en el planteamiento,
pero el EGM les lleva la contraria. Alsina es consciente de que su opción no es
la mayoritaria, pero a pesar de ello sigue defendiéndola y practicándola cada
mañana, de 6:00 a 10:00 horas. Ofrecer datos, información, sin elementos ideológicos
que contaminen o sesguen su explicación, creo, sinceramente, que es algo que
cada vez se valora más, en un entorno en el que existe, tal vez, demasiada
ideologización de los medios. Los datos son sagrados. La opinión es libre. Pero
cada cosa en su momento. Y no siempre queda clara la inspiración.
Gemma Nierga y Pepa Bueno, un tándem que ha funcionado en términos de audiencia (Fotografía Cadena SER) |
¿Y qué pinta la irrupción de
internet en este escenario, si es que algo pinta? Creo, honestamente, que
pinta, y mucho. La red le ha robado a la radio el trono de la inmediatez. Las
últimas horas llegan antes al Smartphone que al boletín informativo. Tanto es
así que no sería una locura modificar la estructura programática de una cadena
prescindiendo de los boletines e integrándolos en los programas, si todavía no
fueran una referencia a las horas en punto para confirmar la información que ha
llegado a través de internet, o ampliarla. ¿Qué le queda a la radio, aparte de
la credibilidad que merece el medio? Las interpretaciones, las explicaciones,
los porqués y, por supuesto, la opinión ante los hechos, la de los conductores
y la de los contertulios. La radio no puede perder el valor añadido que
indudablemente puede aportar, apoyada en su solidez. En este sentido, el
discurso de Menéndez se quedaría anticuado, fuera
de onda. La radio ya no puede dedicarse sólo a “contar noticias”, porque en
este negociado tiene competencia muy fuerte. Debe cuidar, como digo, el valor
añadido que es capaz de aportar y sentirse muy orgullosa de él. La radio tiene
que seguir aportando, siempre con su sello de calidad muy presente. Y no
olvidemos otro elemento que condiciona la fidelidad de un oyente: la prescripción
del profesional, su imagen, el imán que es capaz de ejercer ante el oyente que
en el caso de la radio es imbatible, por mucho internet que se meta en medio.
Muy de acuerdo con tu reflexión sobre los boletines informativos. La emisora que mejor se ha adaptado a los tiempos actuales es la Cope, que los integra dentro de los programas e incluso incluyen una dosis de opinión en La Tarde de Expósito. Para mí, eso es el futuro.
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