Tras casi 40 años de servicio, la periodista abandona su responsabilidad al frente de la Documentación de Prisa Radio
Iñaki Gabilondo la bautizó como "la memoria viva de la SER"
Desconozco ahora mismo cuál es el segundo apellido de Ángeles Afuera, pero, ante la duda, yo le pondría “Radio”. Iñaki Gabilondo, maestro de tantas cosas, la ‘bautizó’ con el sobrenombre de “la memoria de la SER” y con este cariñoso apodo ha recorrido los últimos años de su intensa y prolífica vida profesional, que este año cumple treinta y nueve de ejercicio ininterrumpido en la Sociedad Española de Radiodifusión, su querida –nuestra querida- Cadena SER.
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Ángeles Afuera, la voz de la memoria de la SER, en su último día en la radio |
Lástima que el magnetofón no se inventara con la radio, sino que tardará varias décadas en llegar, porque nunca podremos oír cómo sonaba la radio de nuestros pioneros, los locos años 20, los 30 y los 40. Además, influyó, de manera decisiva, no sólo la falta del soporte de conservación sino también la ausencia de sensibilidad ante el necesario concepto de la creación de un archivo. Un término por cierto, éste de ‘archivo’, que nunca le gustó a Ángeles Afuera y que rehuía de manera sistemática, "me repatea".
Yo la conocí, sin embargo, mucho antes de la creación del Servicio de Documentación de la SER, luego de Unión Radio y, finalmente, de Prisa Radio. Cuando ingresé en la casa, en Radio San Sebastián, Ángeles estaba presentando el “Informativo de las 14:30”, y a menudo, con más frecuencia de la que hubiera deseado (porque el terrorismo era lo que me impelía a intervenir en cadena), participaba desde la capital donostiarra en ese tramo, de 14:30 a 15:00 horas.
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Su voz es 'Sonido SER' |
Recuerdo una anécdota (ahora de nuevo de actualidad, por su protagonista). Juan Luis Cebrián, mandamás de Prisa entonces, y hoy el mayor (i) responsable de este Grupo venido a menos, colocó a su entonces mujer, Teresa Aranda al frente de este informativo, “por méritos propios”, claro. Teresa duró muy poco en este destino en el que, al parecer, no se sentía muy cómoda. Una tarde, me encontraba preparado en el locutorio de la SER de la Avenida de la Libertad número 27 de San Sebastián, para intervenir en cadena con Teresa. Pero algo ocurrió. El caso es que de repente Teresa se calló. Se oyó ruido de auriculares cayendo sobre la mesa. Un silencio injustificado. Ruido de papeles de un lado para otro, hasta que al final de esta secuencia que parecía más propia de un radioteatro, que de un informativo en directo, quien me dio paso en antena fue Ángeles Afuera. Teresa Aranda había sufrido un episodio de pánico, se sintió mal, se levantó, arrojó los auriculares sobre la mesa del estudio, se levantó y se marchó. Ángeles, en milésimas de segundo, decidió coger los papeles del guion y continuar con los contenidos previstos. Ahí entré yo. Allí se terminó el recorrido de Teresa Aranda en la SER, la mujer del jefe.
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Teresa Aranda |
Estoy seguro de que Ángeles podría contar cientos de anécdotas, de uno u otro signo. Desde que entró en Radio Madrid, gracias a un programa cuyo objetivo era la defensa de los derechos de las mujeres, a finales de los años 70, con una incipiente protodemocracia –“Las Ciudadanas”, se llamaba- hasta que Fernando Ónega, con buen criterio, decidió incorporarla a los Servicios Informativos que hicieron la transición, demostró que estaba hecha para la radio, y que el micrófono la quería.
Yo tuve la enorme suerte de conocer brevemente aquella última etapa de los Servicios Informativos formados por la vieja guardia, Fernando González, Javier Roch, José María Alfageme, Antonio Muñoz, Luis Rodríguez Olivares, Carmelo Encinas, la propia Ángeles -ya se había ido José Joaquín Iriarte-, etc. Como ya he escrito alguna vez, yo me sentía, recién aterrizado de provincias, como un ‘yanqui en la corte del Rey Arturo’. Y en cualquier caso, como un privilegiado. Ya se había producido la llegada de algunos nombres procedentes de Radio El País (Prisa había entrado pocos meses antes) y allí estaban Charly Llamas, Juan Ramón Lucas, Ernesto Estévez, Luis Fernández, nombres de la nueva escuela, jóvenes con escaso pasado. Ángeles fue el punto de conexión entre la vieja escuela y la nueva. Fue personal de Eugenio Fontán (el anterior director general) y de Eugenio Galdón (el nuevo director general, impuesto por Prisa, que llegó para ‘limpiar’ la casa de personal…). Ángeles encajó a la perfección, como Carmelo Encinas. Representaron el puente de conexión entre ambas generaciones. Eran savia nueva, pero vivieron en primera persona el desembarco de Prisa. Ónega lo recuerda a menudo: “entraron como un elefante en una cacharrería”. El periodista gallego se marchó, pero otros se quedaron, entre ellos Ángeles, y Carmelo. Alfageme decidió emigrar a Cope, ante una buena oferta, y cambiar los informativos por los programas. El resto salió de la casa, como siempre, no de muy buenas maneras. Luis Rodríguez Olivares recaló en RNE por un tiempo. Todos ellos fueron para mí magníficos anfitriones cuando llegué a Gran Vía 32.
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En los comienzos no había manera
de conservar los sonidos. Los
magnetofones llegaron en los 50 |
Con la entrada de Prisa en la SER, adonde llegaron con un complejo de superioridad heredado de “El País” (un poco incomprensible después de su fracaso al frente de "Radio El País") salieron grandes nombres de la radio que la habían hecho asimismo grande en épocas pretéritas. Entre ellos un directivo que empezó haciendo micrófono, desde abajo, Tomás Martín Blanco, que fue quien fichó a Ángeles para aquel programa dedicado a reivindicar los derechos de las mujeres. Martín Blanco encontró luego hueco en una incipiente Onda Cero.
A Ónega, recién llegado a la SER para dirigir los Servicios Informativos, le tocó de lleno resolver, desde el punto de vista informativo, el intento del Golpe de Estado de 1981, en España, visualizado en la entrada del Teniente Coronel Tejero en el Congreso de los Diputados, en plena votación para elegir al nuevo Presidente del gobierno. Éste fue el primer material que Ángeles se encontró en la radio. 60 cintas de aquellas intensas horas. Con aquellas grabaciones, que se utilizaron luego para realizar un programa especial sobre el Golpe de Tejero que llegó a ganar el prestigioso “Premio Italia” de radio, nació el embrión de la Fonoteca de la SER, que primero almacenaba el material en grandes ‘tortas’ de cinta magnetofónica y luego, poco a poco, con el paso de los años, se fueron digitalizando. Hoy, el Departamento de Documentación de la SER cuenta con todos sus fondos digitalizados. Y es trabajo de Ángeles y de su equipo, donde destaca también la labor de Ana Martínez Concejo.
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Último guion de Ángeles,
sobre la fuga de Roldán |
La propia Ángeles me contaba en 2012 las cualidades que debe reunir un buen periodista que quiera dedicarse a la documentación en radio: “Formación, aptitud y actitud. La formación la dan las Facultades de Información y Documentación; la aptitud más importante es el conocimiento de la actualidad y de la historia de las últimas décadas; la actitud es tener todo el nervio periodístico para enfrentarte a un momento de urgencia informativa, pero a la vez la serenidad de saber qué es lo realmente importante para conservar. Y además, meticulosidad, capacidad de trabajo, curiosidad, ¡y saber llevar a antena con gracia todo el potencial que tiene un archivo sonoro”.
El oyente de la SER conoce sobradamente la magnífica labor que ha desarrollado en estas casi cuatro décadas Ángeles Afuera. Pero los compañeros conocemos, además de su faceta profesional, la enorme riqueza personal que encierra, que proyecta y que comparte. El trabajo de Ángeles consistía en ofrecer un servicio a las redacciones, tanto de informativos, sus primeros ‘clientes’; como de programas. Acudías a ella, al principio a su despacho, con el tiempo las comunicaciones electrónicas nos ahorraron hasta el desplazamiento y la visita, y le pedías lo que necesitabas. No sólo nunca le vi, en todos los años que tuve la suerte de compartir redacción con ella, una sola cara de contrariedad o de incomodidad, sino que era la primera que aportaba ideas para mejorar la calidad del trabajo final.
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Ángeles Afuera puso en marcha el Servicio
de Documentación de la SER en 1989 |
Ángeles era ya una institución en la casa, una amiga, compañera, profesional, que siempre tenías cerca y estaba a disposición de todos cuantos tuvieran necesidad de contar con su conocimiento y colaboración. Un punto de apoyo esencial para enriquecer el producto y por si fuera poco una escuela en sí misma en el ‘Sonido SER’, que ella ha conservado y resguardado del paso del tiempo y ha trasladado a las nuevas generaciones de periodistas que encontraban siempre en ella un modelo a seguir, siempre accesible y disponible. El respeto se gana a pulso, por un trabajo bien hecho, en fondo y forma, y Ángeles es maestra en esto. Pero la cosa va mucho más allá: a esto se le suma el cariño, que ella siembra y que por tanto recolecta con creces del resto de compañeros. Por eso, cuando le preguntaba en 2012 acerca de sus peores momentos, no dudaba en responderme: “Los malos momentos son cuando se va la gente buena y se pierde talento criado aquí”. ¡Claro! No hay mejor máster en la vida que el trabajo continuado en una universidad de la categoría de la Cadena SER. Formar a alguien, hacerle grande, buen periodista, contagiarle el amor por la radio, incluso imbuirle el necesario e imprescindible olfato que requiere un profesional de la información, cuesta mucho tiempo y esfuerzo, un período en el que el lado emocional y la relación personal se estrechan, porque somos personas, no máquinas y Ángeles ha sido –me consta- de las compañeras –personas- que más han sufrido las decenas de salidas de compañeros que, uno tras otro, han ido saliendo por la puerta de Gran Vía 32 hacia la calle, para no volver.
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Recogiendo el Premio de la SEDIC |
Por eso su labor ha obtenido reconocimientos tan importantes como el Premio Nacional de Documentación a la Calidad e Innovación, concedido por la Sociedad Española de Documentación e Información (SEDIC), patrocinado por el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional (2012) o la Antena de Oro (del mismo año) concedida por la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión de España. Algunas voces en internet, como la de Radiochips (Pac Vera) han pedido un mayor reconocimiento a su labor en la Cadena SER, a su impecable trayectoria, el Ondas, por ejemplo. Si la Academia de la Radio fuera otra (y ella, además, luchó y trabajó por lograr una Academia donde los profesionales de la radio se sintieran representados y acogidos, sin lograrlo) también se merecería uno de sus Premios Nacionales. Me apunto, allá donde sea menester, a impulsar su candidatura al Premio Ondas. Por fortuna la prejubilación no la separará definitivamente de la radio. Seguirá participando en su programación en pequeñas parcelas relacionadas con la documentación. Su brillante trayectoria profesional es su mejor aval. Pero su calidad humana la supera, sin duda.