“El periodista de radio”, un libro de Guillermo Orduna (I)
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“La radio se imita a sí misma”
El libro de Guillermo Orduna (Madrid, 1954) es rojo. No sólo porque comparte el color corporativo
de RNE, la casa madre que lo ha
editado, sino porque creo que el rojo –el color de la pasión- es el que mejor
se adapta al medio radiofónico, el más cálido de todos cuantos existen. Pues
aquí está: les presento al ‘libro rojo’ de la radio. “El periodista de radio” es mucho más que un manual para estudiantes
del Instituto de RTVE, su principal impulsor. Orduna es un veterano del oficio,
que se considera antes un ‘radiofonista’ que ‘periodista’. Lo primero le llevó
a lo segundo. Pero nunca ha dimitido de la militancia proactiva por la radio y
el periodismo.
Conocer la existencia de este pequeño, pero gran libro me
condujo de inmediato a solicitarlo a mi buen colega, y amigo, Eugenio ‘Yeyo’ González Ladrón de Guevara, alma máter del mencionado
centro de formación. Al poco tiempo, el libro llegó a mis manos, y empecé a
‘devorarlo’. “¿Quién está al otro lado?”
–se pregunta el autor en el subtítulo del libro-. Y con esta frase trata de
subrayar la importancia –fundamental- de tratar de conocer a los oyentes que
forman parte de nuestra audiencia, porque sólo así podremos ofrecerles lo que
esperan, y responder a sus expectativas.
Fragmento de la portada del libro objeto de análisis |
Guillermo Orduna se formó en el ‘Gabinete de la SER’, un laboratorio en Gran Vía 32 por el que
pasaron grandes nombres de la radio, antigua y actual, para formarse en radio.
El autor de este “El Periodista de radio”
compartió clases de grandes nombres de la época como José Fernando Dicenta o el mismo Iñaki Gabilondo con Carlos –Charly- Llamas, Emilio de la Peña
(ambos de la SER) o Alicia G. Montano
(TVE), entre otros, y ya en las primeras sesiones se dejó abducir por este
medio, al que, con posterioridad, dedicó toda su vida profesional, desarrollada
en la radio pública. Así, Guillermo Orduna hizo radio, durante cuatro años, en
el País Vasco, para incorporarse después a la Casa de la Radio, en Prado del Rey, donde hizo de todo, desde
corresponsal en Roma hasta director y editor de ’24 Horas’ o el ‘Diario de la
Tarde’, pasando por responsable de programas como ‘Siete días’, ‘Las cosas como
son’ o ‘El Suplemento’.
El ERE de 2006 acabó con su trayectoria profesional en RNE, no por decisión propia. Le ocurrió lo
mismo que a otros grandes nombres –históricos- de la pública, que ya hemos
citado a menudo en esta web, como Julio
César Iglesias, Manolo Ferreras
o Magín
Revillo. Estos nombres, y muchos más, tuvieron que hacer las maletas y
despedirse de su propia sombra.
Los medios técnicos también influyen en la manera de hacer radio |
Por eso Guillermo Orduna sabe lo que dice, y lo recoge, muy
bien por cierto, en este libro rojo, que no ‘libreta colorá’, de mi querido y
admirado Carlos Santos, aunque ambos
cuadernos comparten pasión, por el rojo, por la radio y en especial por RNE.
Guillermo Orduna empieza fuerte, recordando ‘una guerra’
interna en las redacciones de la radio. “El
periodista de radio es una figura incorporada tardíamente al medio”. Primera
frase de la introducción. “Por ello se
crearon “dos compartimentos estancos: la sección de Programas y la de
Informativos”. Y no sólo ‘estancos’, sino también, en muchos casos,
“enfrentados”. “Esto hizo que existiera
un cierto aislacionismo de los periodistas en la radio y que no se
profesionalizaran plenamente como verdaderos radiofonistas”. Claro, porque
llegaron más tarde que los locutores, con una formación más sólida, pero con
escaso conocimiento del medio y, pese a ello, desplazaron pronto a los
locutores, que fueron saliendo por la puerta de atrás. De la radio de culto al
perfeccionismo (guión, dicción, puesta en escena, etc.) se pasó a la radio
informativa, cuyo empacho seguimos sobrellevando hoy en día. “Hoy, en cambio –dice Orduna-la figura de los informadores de radio está
totalmente integrada en el engranaje de la producción y realización
radiofónica, hasta el punto de haberse convertido en su principal motor y
ocupar el espacio central en una radio alimentada casi totalmente de géneros
informativos”. Dicho más políticamente correcto, sin duda. Pero hubo
peleas, y no sólo dialécticas. Joaquín
Prat, al igual que José Luis
Pécquer, Carmen Pérez de Lama o el mismísimo Bobby Deglané, que había revolucionado la radio española, todos de
la SER, fueron víctimas colaterales de esta bifurcación de
caminos que nos trajo la incorporación de los periodistas a la radio. Otros lo vieron
desde un punto de vista alternativo: los periodistas al principio fueron ‘mano
de obra barata’ frente a los poderosísimos sueldos de los locutores estrella de
la radio…
La ‘introducción’ de este libro no tiene desperdicio: “La radio sigue siendo un medio poderoso
pero en estos momentos sigue sosteniéndose sobre unos cimientos que pueden
empezar a resquebrajarse”. Tan cierto como que la OM terminará por
desaparecer si la digitalización en DRM no lo impide. “La radio ha dejado de tener la exclusividad de la inmediatez, que es
ahora también patrimonio de los medios digitales y de la televisión. (…) La radio ahora se encuentra en ‘modo
inercia’, sin que se susciten nuevas fórmulas ni formatos desde hace decenios”.
Y la última frase que destaco de este comienzo tan provocador es: “La radio se imita a sí misma”.
Guillermo Orduna |
Me hubiera gustado leer, con más detenimiento, más
reflexiones de Guillermo Orduna, porque esta introducción se me queda muy
escasa. Incompleta. Tampoco hay posibilidad de reengancharse a unas
‘conclusiones’, inexistentes. Tal vez porque el objetivo del libro era
enriquecer los conocimientos de las jóvenes generaciones en torno al oficio, y
no deprimirles, claro. Me parece muy acertada la postura, aunque en mi caso se
impongan otros intereses.
Que el primer capítulo de este ‘Manual del periodista en radio’ sea “La audiencia de la radio’ no es, desde luego, una casualidad. “Si alguien quiere saber cuál es el secreto
para hacer un buen informativo en radio, le diré que hay dos: conocer el
lenguaje del medio y sus técnicas, y tener siempre presente a la audiencia a la
que nos dirigimos”. Por supuesto. Y ahora me pregunto: ¿cuántos directores
de programas conocen el perfil de su audiencia, más allá de los datos
cuantitativos? Mucho me temo que la mayoría se contenta con el dato de cuántos, frente al de quiénes. (El oyente) “sólo nos seguirá concediendo su presencia si hemos logrado captar su
atención o hemos llegado a producirle alguna sensación: interés informativo,
sorpresa, ternura, agradable estética sonora y, si es posible, todos estos
elementos juntos. (…) Cuando se
perciben sensaciones contrarias a éstas, el oyente se aparta de la escucha y
elige otro canal”.
Orduna señala pronto cuáles son, en su opinión, los tres
elementos fundamentales que suministra la radio a sus seguidores: “Información, entretenimiento y compañía”.
Y hay muchos periodistas que se creen ‘liberados’ de los dos segundos, o que,
incluso, les parece indigno ocuparse del ‘entretenimiento’ y de la ‘compañía’,
como si les fuera a producir una urticaria. Los tres elementos no son
compartimentos estancos. La radio no exige a sus oyentes que se paren para
escucharla. Los periodistas, por tanto, trabajan, horas y horas, para ser
escuchados (muy) de vez en cuando. O sea, que nuestra función más destacada es,
efectivamente, hacer compañía a nuestros oyentes.
Guillermo Orduna, en la redacción de RNE, en los años 80 |
“Dice Robert S. Kiev, uno de
los padres del lenguaje radiofónico, que el oyente rechazará al locutor que no
se muestra con sinceridad ante un micrófono”. En nuestro código, tamizado
con reminiscencias publicitarias, la frase podría sustituirse por “la radio no engaña”. Y no es porque la
radio imponga filtros para garantizar la autenticidad de quien habla por ella,
no. Simplemente, la voz humana es el mejor reflejo de la personalidad de cada
uno. Y el oyente lo percibe de manera inconsciente.
“La radio generalista en España la escuchan más hombres que mujeres,
sobre todo con edades comprendidas entre los 24 y los 54 años y mucho menos de
14 a 24 y de 54 a 99”. Guillermo Orduna se basa en el EGM, elaborado
trimestralmente, por la AIMC, para establecer esta afirmación. Y se hace una
pregunta muy interesante: “¿qué respuesta
tendría el oyente de radio ante la innovación de formas y contenidos en la
radio española?”. El rechazo es el principal temor que frena los cambios.
Pero en los últimos veinticinco años en España han cambiado muchas cosas,
muchos hábitos, y la radio se ha quedado relegada en viejos formatos impuestos
por el líder (la SER). Lo único en lo
que ha evolucionado, claramente, es en la manera de hablar, pero esto no tiene
más mérito que la suma de diferentes generaciones de profesionales que
evolucionaban con los tiempos, con la radio al margen.
“Según el profesor Georges
Hills, la permanencia de la atención de un oyente no va más allá de los 2 ó 3
minutos continuos y hasta los 8 cuando el interés es de grado máximo hacia los
mensajes que le son suministrados”. ¿Y para esto voy a estudiar yo cuatro o
cinco años? ¿O desarrollar jornadas de trabajo agotadoras, e interminables, de
ocho o nueve horas? ¡Pues sí, querido! ¡Bienvenido al mundo real! “Quien escucha la radio normalmente lo hace
mientras desarrolla otras actividades y ésta, que es una ventaja de nuestro
medio, puede volverse en nuestra contra”. De hecho se vuelve. La notoriedad
alcanzada por la radio, su fuerza, está en relación directa con el número de
impactos; dicho de otro modo, con la repetición, uno de los resortes de la
memoria para absorber información, junto con la asociación. En la pelea radio
versus televisión, ¿quién predomina? Está claro: la mayoría de las personas
somos más visuales que auditivas, dicen los expertos en Programación Neuro Lingüística (PNL). Pero con la repetición como herramienta, la
radio es imbatible.
Portada y contraportada del libro de Guillermo Orduna |
“Los periodistas que quieran dedicarse a la radio (…) habrán de tener en cuenta que en el medio
radiofónico, casi como en ningún otro, los componentes estéticos (ante la falta
de la imagen), la armonía de lo que se escucha, aporta valor informativo a
cuanto se quiere transmitir y, en muchas ocasiones, una mala presentación
sonora destruye toda la efectividad del mensaje”. Como principal conclusión
de esta afirmación se puede decir que, para trabajar en la radio, no es
suficiente sólo con ser un buen periodista, sino también hay que conocer los
códigos del medio para ser más eficaz. “¿Es
el periodista de radio un profesional específico para el medio, que debe reunir
unos requisitos y aptitudes concretos? La respuesta es sí”. Totalmente de
acuerdo. Como también el profesional debe reunir condiciones, y habilidades,
para ejercer su oficio en televisión, o en un periódico digital.
Continúa…