La Radio como negocio, y arte (I)
https://www.gorkazumeta.com/2016/01/la-radio-como-negocio-y-arte.html
A raíz del magnífico artículo de
mi profesor de radio, Ángel Faus,
que publiqué en esta web ¡el año pasado!, las redes sociales comenzaron, además
de a ensalzar las reflexiones, por atinadas, a defender la identificación de ‘Radio’ con ‘Arte’; como si esta asociación de conceptos invalidara -¿por
incoherente?- otro emparejamiento singular como es el de ‘Radio’ y ‘Negocio’.
Carlos Alsina y Javier del Pino juntos, en los Ondas: dos de los pocos periodistas de radio que arriesgan y han ganado... (Fotografía Premios Ondas, CadenaSER.com) |
Hay párrafos firmados por el profesor Faus repletos de una capacidad de observación irrefutable: “con las barricas de roble desaparecieron, entre otros, los gestores de la creatividad y la calidad radiofónica: los directores de las emisoras fueron reconvertidos en delegados económico-administrativos de la empresa. Consecuencia inmediata fue la pérdida de la calidad de la programación y de la expresión radiofónica, hoy ya inexistente”. Pero, ¿qué ha ocurrido para llegar a esta situación –podríamos preguntarnos-?
Los mercados publicitarios, que
son en definitiva los que mantienen la radio en España, porque nadie,
históricamente, ha pagado por ella (conviene recordarlo, y tenerlo muy
presente) se contrajeron como consecuencia de la crisis económica. Y los
gestores de las diferentes empresas radiofónicas comprobaron cómo los ingresos
que les permitían mantener una estructura profesional en esas emisoras locales
iban reduciéndose peligrosamente. Tanto que, finalmente, y en algunos casos, en
función del ‘desastre’, decidieron despedir al personal, unificar
programaciones locales con provinciales o regionales, y hasta –en el peor de
los casos- vender la emisora a terceros para evitar las pérdidas.
Personalmente, soy de la opinión
de que toda frecuencia es rentable, si se sabe hacer bien. Tener una emisora de
radio es, como he oído en boca de nombres reputados en la profesión, “garantizarte la jubilación”. Y no es
para menos. Pero prosigamos la historia…
Qué pena de primer plano del staff directivo en los Ondas ante las palabras de Javier del Pino (Fotografía Premios Ondas, CadenaSER.com) |
Y para desarrollar esta
estrategia, abandonaron otra: la de promocionar dentro de las empresas de radio
a los periodistas –conocedores profundos del producto y, en muchos casos, del
oficio- hasta convertirlos en gestores. No digo yo que esto resulte la panacea,
pero por lo menos esta estrategia demostraba preocupación de los directivos por
la calidad del producto. La nueva estrategia priorizaba la rentabilidad –también
la supervivencia en algunos casos- frente al producto, que se empezó,
inevitablemente, a descuidar.
Y la situación de deterioro
progresivo del producto de las grandes cadenas en estos niveles de emisoras
locales –y no sólo en este ámbito- degeneró en despropósitos tan evidentes que
hasta la antena se ha resentido en muchos casos con profesionales junior que aspiran, sin conocimientos, ni
bagaje, ni contactos, a ocupar el puesto de un profesional senior, que hubiera garantizado, de continuar, un trasvase entre
generaciones mucho más tranquilo, y eficaz, a imagen y semejanza de lo que ha
sucedido hasta ahora en todas estas grandes referencias de la radio española.
No hace falta subrayar aquí la trayectoria impecable, hasta ahora, de la Cadena SER, la que siempre consideraré mi
casa, que ha evolucionado, desde hace más de noventa años, con una muy alta
consideración de la calidad del producto ofrecido, tanto es así que, hoy día,
su liderazgo sigue siendo certificado por el EGM, ola tras ola, sin que todavía
exista alternativa seria que pueda alterar este statu quo.
Julio César Iglesias, sin duda, uno de los grandes de la radio contemporánea |
Hace un par de meses, en la
ceremonia de entrega de los Premios Ondas,
en Barcelona, el periodista Javier del
Pino, director y auténtico alma mater
del programa del fin de semana “A Vivir que son
dos días”, con la plana mayor de sus jefes, incluido Juan Luis Cebrián, el gran responsable
del desaguisado sufrido por esta casa, sentados en la primera fila, se atrevió
a decirles a la cara, al recoger su caballo alado, que “hay
muchas empresas que se desprenden de gente que vale mucho y la cambian por
gente que cuesta poco”. Por si fuera poco, Carlos
Alsina, después, les dedicó un sentido
publirreportaje sobre las excelencias de Onda Cero que según
algunos confidenciales llegó a molestar, por la descortesía, a los gerifaltes
de Prisa. Es posible… conociendo la vehemencia en que se mueven algunos de sus (i)
responsables…
¿O parece adecuado, en RNE, la otra gran escuela de radio de este
país, desprenderse de todo el talento acumulado en la casa, con aquel infausto
ERE de 2007, que propició la salida de profesionales como Julio César Iglesias, Manolo Ferreras, Guillermo Orduna y demás
nombres, que desaparecieron de la Casa de
la Radio, en Prado del Rey, de un día para otro, como prejubilados de oro, si atendemos a su trayectoria profesional. ¡Qué
gran e imperdonable desperdicio!
Seguro que hay alguien que,
leyendo estas líneas, cree que mi postura alberga odio hacia quienes decidieron
amortizar mi puesto (¡qué forma más elegante de hablar de una desgracia tan
repetida en estos últimos años en España!). En absoluto. Y no sólo porque el
odio no hace más que arruinarte la vida, y reconcomerte por dentro, sino porque no resulta práctico, ni por
supuesto inteligente. Pero creo que las cosas podían haberse hecho de una
manera diferente y, sinceramente, más eficaz.
La crisis económica diezmó, es
cierto, los ingresos por publicidad de los grandes grupos de comunicación que mantenían sus
radios. Pero es igualmente cierto que los principales accionistas priorizaron sus
márgenes a costa de desprenderse de miles de trabajadores que eran no sólo los
que mantenían el negocio, sino los que lo hacían grande. Este segundo concepto
también fue amortizado y, por lo visto, el primero también.
El talento, la experiencia, debe
convertirse, en las empresas inteligentes, que realmente lo primen, como se
defiende en los cursos de formación que recibí en la misma empresa que
prescindió de mí, en el cemento del puente que garantice el paso natural entre
generaciones. Y hay figuras jurídicas para prejubilar, en parte, a
profesionales para que se dediquen a servir de apoyo (formación) a los jóvenes
profesionales que van a sustituirles. Hablo de los viejos redactores jefes,
que, con un carácter algo avinagrado por el paso del tiempo y las vivencias
acumuladas (de todo signo), servían de referencia a los que llegábamos de
nuevas a las redacciones con unas ínfulas que nos duraban, en el mejor de los
casos, un cuarto de hora, antes de sentirnos totalmente desamparados…
El cierre de Punto Radio: un fracaso en la gestión |
Es responsabilidad de los
gestores garantizar el escenario de libertad necesario para ejercer el oficio
con éxito. Jesús de Polanco sabía
mucho de esto. Y es su responsabilidad también reconocer el trabajo de quienes
hacen, día a día, hora a hora, minuto a minuto, la radio, la buena radio. Y
proteger ese talento gracias al que obtienen sus beneficios como accionistas de
la compañía. ¿Radio es igual a negocio? ¡Sí! Pero en la misma medida en que
también es un arte, un oficio artesano… Una identificación y la otra no sólo
pueden convivir. Es que, si no hay negocio, no hay radio. Éste es uno de los
principales escollos del progreso y consolidación de la radio online, que no
termina de vertebrar su estructura como negocio.
Concentraciones de trabajadores de la radio española protestando por los despidos de sus compañeros |
Se podía haber hecho de otra
manera. De entrada, con un mayor respeto por las formas. En la cadena SER, me consta porque así lo he
percibido, todo el antiguo staff
directivo, ya fuera de Gran Vía la mayoría, critica la estrategia con dureza,
porque son conscientes del precio tan alto que se ha pagado y cómo se ha
quedado la casa, “hecha unos zorros”.
Y las voces no sólo se oyen desde fuera…
Quienes han llevado a la radio a
la actual “situación
terminal sin entender en qué trabajan ni qué les espera en la gran avenida
digital recién inaugurada en la que los últimos veinte años son solo un día y
el podcast ni siquiera una nota a pie de página" –como mantiene
con tanto acierto como dolor el profesor Faus- no pueden sentirse orgullosos de
nada. Son unos fracasados que intentan revertir su imagen por la de unos
grandes gestores, sin darse cuenta de que, por mucha cultura que aireen, en el
fondo no son más que unos pobres –y peligrosos- urdidores de su propia
supervivencia en el puesto. Y algunos, es triste, van
y lo consiguen…
Continúa...
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