Mi cuento de Navidad para todos vosotros
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Lo que aprendí de mi padre
La cena de Nochebuena había sido un desastre. No sólo se quemó el pavo y tuvimos que quitarle la piel chamuscada, sino que Paquito, mi primo más pequeño, tiró sin querer al suelo la lámpara preferida de mi madre, provocó un cortocircuito, se fue la luz de la casa, y excuso deciros el cabreo que se pilló mamá… Mi tío Rafa llegó tarde y algo piripi de la copichuela con los amigos… Y por si fuera poco, la calefacción se estropeó un par de horas antes de recibir a la familia en casa. ¡Vamos! Que teníamos el ambiente perfecto para disfrutar de la Nochebuena. Por las Narices!
La Navidad, momento para empatizar (Fotografía Pixabay) |
Pero, es curioso, ante aquel escenario repleto de tensiones espontáneas, e incomodidades manifiestas, mi padre, disfrazado con un ridículo traje de Papa Noel, con una barba raída que le impedía casi comer, le dio la vuelta a la situación con una enorme, y admirable, habilidad:
-¡Pues a mí me ha encantado este churrasco de pavo, mamá! ¡Es una receta exquisita!
Y provocó una carcajada general de todos los que estábamos comiendo aquel trozo de carne casi carbonizada…
-¡Ah! Y menos mal que habéis apagado la luz, porque si no yo no podría haber bajado por la chimenea sin que me vierais… ¡que estoy de servicio!
Y mis primos más pequeños abrieron los ojos como platos al oírle decir esto…
-¡Rafa, dinos si tienes frío! Me temo que con el alcohol que llevas en la sangre ahora te sientes como en Copacabana, así que ya sabéis cuál es la solución para luchar contra el frío: aquí tengo un vino excelente, un rioja gran reserva… ¡que corra!
Y todos se lanzaron al vino para ahogar sus penas, y las de todos…
Y todos se lanzaron al vino para ahogar sus penas, y las de todos…
Mi padre, con su sentido de la oportunidad, supo darle la vuelta a aquella noche en la que mi tío Rafa terminó bailando ‘paquito el chocolatero’ encima de los sofás… Fue increíble, mi mejor Nochebuena.
Así que ya sabéis, si algo se tuerce en vuestras cenas de Navidad… intentar darle la vuelta a las cosas, echarle una sonrisa, un poco de paciencia y unas gotitas de conformismo recurrente. Esta fórmula es infalible! La aprendí de mi padre…