Los becarios, eternas víctimas del sistema
https://www.gorkazumeta.com/2014/10/los-becarios-eternas-victimas-del.html?m=0
A
nadie creo que sorprenda a estas alturas de la película lo que está sucediendo en
numerosos medios de comunicación con respecto a los becarios, que se convierten
en ‘vitalicios’, ocupando un puesto
de trabajo como el de cualquier redactor pero cobrando sueldo de becario.
Mientras tanto, los Expedientes de
Regulación de Empleo (ERE) se van formando a base de redactores senior, muy experimentados, pero mucho
más caros, que –según los empresarios- se han convertido en una lacra para las
cuentas de resultados.
El
último episodio, muy sonado, ha ocurrido en la SER, donde la Inspección de Trabajo ha
obligado a regularizar la situación a esta compañía de Prisa, lo que ha supuesto la
salida de 80 becarios, según algunas informaciones, de Madrid y emisoras,
de todos los departamentos, programas, deportes e informativos. 80 jóvenes a la
calle porque la SER es incapaz de
pagarles un sueldo digno y acorde con el trabajo que realizan.
“Hemos
trabajado como un redactor más, pero cobrando la décima parte”. Éste
era el titular de un post que
publiqué en octubre de 2012, hace ahora dos años, y que confirma que la
inspección del Ministerio de Trabajo llega muy tarde. Los becarios son
perfectamente conscientes de la labor que desarrollan y la remuneración –ridícula-
que perciben, si es que perciben alguna. Por lo menos en la SER se paga (unos 300€ si no recuerdo
mal).
La
investigación no fue tal sorpresa. Independientemente de que el Ministerio de
Trabajo había iniciado, meses atrás, inspecciones en medios de comunicación
para certificar lo que ocurría realmente con los becarios, el caso es que
algunos días atrás de la salida masiva de los jóvenes de Gran Vía 32, a la
mayoría de los becarios de la SER
empezaron a comunicarles que “tenían que
abandonar la casa, por problemas presupuestarios”. Por supuesto, nada se
les dijo de que el Ministerio de Trabajo iba a inspeccionar su situación, lo
que hubiera supuesto reconocer abiertamente la ilegalidad del marco laboral que
les acogía.
Siempre
ha ocurrido esto. No es una novedad que los medios de comunicación, y
especialmente los que financieramente se encuentran en peor situación, se han
servido de las becas de formación
para abastecer sus necesidades informativas o programáticas. Por lo general,
unos buenos estudiantes, bien adiestrados, pueden cumplir sobradamente la función
de un redactor junior y cuestan muchísimo
menos que éste, no solo en remuneración, sino también en seguridad social y
otros conceptos.
Pero
igual que afirmo esto, también hay que apuntar que durante muchos años la única
‘puerta de acceso’, al menos en la SER,
era ésta: la de los becarios. Después de la infinita paciencia de muchos de
ellos, y del apoyo económico de sus padres, los que verdaderamente demostraban
su valía profesional, recibían como premio un contrato, con la consiguiente
alegría que suponía para el joven, que ya no lo era tanto, después de ir
sumando beca tras beca, en ocasiones matriculándose en estudios que no podía
seguir, única y exclusivamente porque esa condición de estudiante le permitía
seguir renovando la beca.
Las
triquiñuelas de la ley favorecían el descontrol laboral en torno a los
becarios, las empresas se beneficiaban de mano de obra barata, aunque
inexperta, y los becarios no salían a la calle a protestar en manifestación,
porque les iba en ello su ‘puesto de trabajo’ y su (pírrico) sueldo. Era poco,
pero era. Y trabajar en un medio de comunicación, de la categoría de la SER, sumaba enteros ‘de prestigio’ a la
beca. De esto último se valían en ésa, y otras casas, para apuntalar su estructura de becarios que
en esta última etapa, financieramente tan dura para todo el grupo Prisa, estaba claramente desproporcionada, más
si cabe tras la salida masiva de profesionales que dejaron huecos importantes en
la plantilla que hubo que ir recolocando a modo de puzle.
En cuanto se forman, realizan un buen trabajo y se les empieza a exigir más de lo que pueden y deben ofrecer (Fotografía Pixabay) |
A
la Federación de Asociaciones de la
Prensa, FAPE, no le ha quedado más remedio que aplaudir la actuación de
Inspección de Trabajo. Así lo ha hecho a
través de un comunicado en el que defendía las buenas prácticas laborales
en el ámbito del periodismo. A los compañeros de la Junta Directiva de la FAPE se
les ha iluminado de repente la bombilla: “hay
becarios que ocupan puestos estructurales de las mermadas plantillas de algunos
medios, asumiendo tareas de responsabilidad que no les corresponden y que, por
supuesto no son remuneradas". Todos ellos son profesionales que trabajan,
o han trabajado, en medios de comunicación y todos ellos han visto, siquiera de
reojo, lo que ocurría en la mayoría de medios. Llegar ahora, con esta declaración,
extemporánea, caducada, me produce un poco de sonrojo colectivo.
La
FAPE comenta en su comunicado que esta situación no beneficia a los jóvenes
periodistas, que "sufren una
explotación en el trabajo sin que se garantice su formación práctica, mientras
que está llevando al paro a los más experimentados", por lo que "estimamos que no es exagerado afirmar que un
becario explotado equivale, al menos, a dos o tres periodistas veteranos
parados. "Al final, el resultado
es un deterioro progresivo de la calidad de la oferta periodística de los
medios que realizan estas prácticas", indica la nota.
Por
supuesto que estoy de acuerdo con todo. Pero ¿cuántos años hemos perdido en
esta carrera por el trabajo digno de los periodistas? ¿Cuántos años mirando
para otro lado y permitiendo que la condición de becario –no solo en el mundo
del periodismo, miremos hacia la ciencia y la investigación, sin ir más lejos- perdurase
artificialmente, postergando y alimentando el espejismo de unos jóvenes que,
cuanto más tiempo pasaban al abrigo de la empresa, más ilusiones se hacían de
continuar en ella? Llegar a esta situación, somatizada por todos, me parece,
sinceramente, indigno de una empresa seria, que diga defender y cuidar el
talento.
Por
otra parte, me gustaría recoger aquí también otro testimonio de uno de esos jóvenes
que salieron por piernas de las dependencias de la SER,
con una mano delante y otra detrás, y en el mejor de los casos, que los habría,
con un “gracias por los servicios
prestados” de algún jefe.
Me
decía uno de ellos: “nos han echado a
todos, sin miramientos”. Las noticias no son las mismas si se personalizan,
se les ponen nombres y apellidos, es lo que se denomina ahora el Storytelling (contar, en lugar de dar la
noticia, fríamente). Esos 80 jóvenes expulsados del templo tenían una vida,
unos sueños, unas aspiraciones. De momento han creado 80 frustrados. A casi
todos, se les adelantaba que podían permanecer en esas circunstancias “hasta dos años”. Éste era el tiempo que
permitía utilizar, más o menos alegalmente, la ley.
“Pero yo estaba haciendo curriculum, Gorka,
estaba aprendiendo y, es verdad, haciendo un trabajo de un redactor. Pero… es
eso o nada” –me decía mi joven y estupefacto interlocutor, que acababa de
abandonar su condición de eterno becario (iba para dos años)-. Es cierto, el
inspector planteó dos opciones: o se prescinde de esa persona o, en justicia,
se le hace un contrato de redactor y entra a formar parte de la plantilla, con
todos sus derechos y deberes. La segunda opción es impensable hoy en la SER, donde el dinero llega con
cuentagotas, y después de pasar veinte filtros. Que se lo digan a los
proveedores…
En
todo este asunto, no hay más que una monumental hipocresía. Empezando por el
Gobierno, que consiente legislaciones laxas en este asunto, facilitadoras de
subterfugios y chanchullos que permiten a las empresas no solo beneficiarse de
mano de obra barata, sino desprenderse de la mano de obra cara y sustituirla
por carne de becario. Tampoco me olvido de las universidades que, en la mayoría
de los casos, se desentienden de sus alumnos, y solo se acuerdan de las prácticas
cuando deben contabilizar los créditos. Y el colectivo de periodistas, que
conoce bien la situación y no la denuncia con la determinación necesaria. La
cadena SER, u otras empresas similares,
no tienen toda la culpa. ¿Que se benefician de ello? Es cierto, pero si no
existiera la posibilidad, si las prácticas estuvieran mejor remuneradas por
ley, y más claramente delimitadas en el tiempo, los problemas no se multiplicarían.
En el tema de los becarios en España, en algunos casos hay que hablar,
directamente, de explotación laboral, pero da igual. Nadie moverá ni un dedo
por ellos, porque el mundo al que afectarían las medidas es el de las empresas
y con el dinero, señores, no se experimenta. Mientras tanto, nos seguirán dando
mucha ‘gaseosa’, como diría Eugeni d’Ors.