Testigo de la “Hora 49” del World Radio Challenge
https://www.gorkazumeta.com/2014/05/testigo-de-la-hora-49-del-world-radio.html
Subía la Gran Vía
andando, camino de la plaza de Callao, pensando en cómo me encontraría a Fernando Carruesco y Sergio
Brau, los dos colegas, algo inconscientes; para algunos, tal vez, unos
excéntricos (hoy el sinónimo de esta palabra es ‘friki’), que han
afrontado con éxito el reto de presentar, en directo, un maratón radiofónico de
70 horas. Mi cabeza, inevitablemente, iba procesando recuerdos relacionados con
el tiempo de permanencia en la antena. Venían a mi memoria las tres horas
diarias de un par de veranos noventeros, con “La Ventana”, en la SER y los bajones de
órdago que me daban cuando, consumido el tiempo del directo y la adrenalina, me
veía liberado del micrófono. Pero las tres horas me parecían 25 ó 30 minutos,
tal era la percepción cronológica que experimentaba. Lo mismo les estará
ocurriendo a Fernando y a Sergio –pensaba, intentando apoyarles en mi universo
inconsciente-.
Fernando Carruesco y Sergio Brau, en plena acción |
Nada más cruzar la calle
Jacometrezo, y enfilando la plaza de Callao me encontré, ¡qué alegría!” con ese
grandísimo colega y amigo, subdirector de “Hora 25”, de
la SER, el
navarro –recio y honesto- Pedro Blanco.
Abrazo e intercambio informativo de vidas. Ambos trabajando en lo que nos
gusta, que no es poco. Arrogándome una responsabilidad de la que carecía, y
enarbolando la amistad que me une a Fernando y a Sergio, me tomé la libertad de
invitar a Pedro al programa, pero desestimó la petición, porque iba
contrarreloj. Me hubiera gustado que su vozarrón sonara en el World Radio
Challenge, de manera tan improvisada como –estoy seguro- apasionante.
Me presenté y Natalia, la
directora de producción, una joven resuelta y simpática, absolutamente
contrariada por mi retraso, anunciado, me dijo que en la pauta ya no disponía
de tiempo para intervenir. Yo mismo, al llegar tarde, había provocado la
descoordinación. No sabía cómo excusarse. Pero reconduje rápidamente la sensación
de contrariedad de Natalia. En realidad debía ser yo el que me excusara por
haber llegado tarde. Ciertamente, a mí no me importaba intervenir o no. Mi
único interés residía en dar un abrazo a aquellos dos héroes y transmitirles
todo mi ánimo. Pero Natalia estaba superada. Su rostro dejaba entrever una
impotencia por resolver aquella situación que a mí, la verdad, no me preocupaba
lo más mínimo.
La visita de Alfredo Menéndez en el WRC |
Subí al escenario, les saludé
en un momento a los dos, aprovechando una actuación musical y me bajé de la
tarima, hacia el photocall, donde se
empeñaron en hacerme una entrevista de video hablando de radio. ¡Qué
irresponsabilidad cometió conmigo aquella joven colega: ponerme delante un
micrófono! Por fortuna, supe controlarme y creo que no abusé ni del tiempo ni
de la circunstancia. Pero pensaba, conforme trataba de responder con acierto y
oportunidad a las preguntas que me formulaba, que la sensación de mi joven
interlocutora era la misma que yo mantuve, treinta años atrás, durante mis
primeras prácticas en la radio pública, en la Casa de la Radio, en Prado del
Rey, cuando tuve la enorme suerte de conocer a un triunvirato de comunicadores
excepcionales, por los que sentía auténtica devoción: Manolo Ferreras, Javier
Rioyo y el recientemente desaparecido Fernando
Poblet. En fin, ¡qué mayor me he hecho y qué pronto pasa el tiempo!
Ya me marchaba hacia el metro,
de vuelta a casa, cuando se cruzó delante de mí ella. Una de las más grandes
profesionales en activo de la radio pública española, directora y presentadora
del programa de RNE “No
es un Día Cualquiera”, Pepa
Fernández. “¡Hola Pepa!” –la
asalté-. Me identifiqué y nos dimos un gran abrazo. Pepa es muy cariñosa y
efusiva. Es curioso, aunque seguíamos desde la distancia nuestras carreras, el
uno del otro, no nos conocíamos personalmente. El encuentro tuvo mucho de flechazo profesional. Y para mí, intuyo
que para ella también, supuso un feliz momento compartido, con la radio
–siempre la radio- como protagonista.
Pido disculpas anticipadas
porque, en ocasiones, los profesionales de la radio nos volvemos un poco
endogámicos, y pecamos de dedicar demasiada atención al medio, cuando hay
momentos que lo propician. Pero aquel jueves, 8 de mayo de 2014, para mí fue un
poco histórico, por lo que me ocurrió, y la nebulosa en la que andaba flotando.
Momento del WRC en el que participé, junto con Pepa Fernández y el presidente de Correos, Javier Cuesta |
Pepa me presentó a Javier Cuesta, el presidente de
Correos, uno de los patrocinadores del World
Radio Challenge, que acudía a la cita acompañado por su
responsable de Comunicación, la periodista Emma
Marín. Al presidente de la empresa pública le hacía ilusión compartir
entrevista en el maratón con Pepa e invitó a la periodista catalana a volar
hasta Madrid para compartirla, a lo que la directora de “No
es un Día Cualquiera” accedió
de inmediato. Mi presencia allí había tocado a su fin. Llegaba la hora de la
intervención, yo había perdido mi tiempo, y eran ahora el patrocinador y Pepa
Fernández los invitados estelares del WRC. Pero Pepa insistió en que me
incorporara a la mesa. Decliné amablemente la invitación. No me veía encajado
en aquella charla, aunque mi curiosidad (un periodista nunca debe perderla…) me
hace interesarme por todo. Si pude resistir al primer embate, no pude repetir
mi hazaña con la segunda invitación, esta vez proveniente de la directora de
comunicación de Correos, Emma Marín que me insistió en el mismo sentido. Solo
quedaba un paso más, pedirle permiso a Fernando, que era en definitiva el
director del programa, y tenía la última palabra. Accedió de inmediato y me
senté en la mesa.
A partir de aquel momento,
estábamos entre amigos, y colegas. Incluso el máximo responsable de Correos,
Javier Cuesta, se autodefinió como fiel oyente de radio, con lo que asumió de
inmediato, motu proprio, el rol
necesario para participar, de tú a tú, en aquella charleta en torno a los
parecidos entre la radio y la empresa de comunicación que presidía. Aquello fue
una auténtica delicia. El tiempo se nos pasó volando y los generosos compañeros
del equipo del WRC tuvieron la enorme gentileza de fotografiarnos y twittear
posteriormente la imagen, señalando lo histórico del momento. Yo también lo
pensaba, pero excluyéndome yo, por supuesto. ¡Gracias a vosotros, chicos!
Uno de los momentos más duros del WRC, las 53 horas, la segunda noche |
A Fernando y Sergio los vi muy
bien. Mejor, sinceramente, de lo que me esperaba. A Fernando le di un apretón
de manos y a Sergio un cariño en la cara, y una palabra amable al oído. Ruego
se me entienda bien lo que voy a decir: a veces, y lo he pensado en varias
ocasiones, me gustaría ser ciego, como Sergio, para poder percibir, en toda su
extensión, con toda su fuerza y todos los matices, una emisión de radio. Los
ciegos tienen hiperdesarrollado el sentido del oído, su grandísimo apoyo, y la
radio tiene la enorme suerte de participar de esta circunstancia que,
ciertamente, no es agradable. Pero los ciegos oyen de otra manera la radio, la
sienten más intensamente. No en vano, la Once (Organización Nacional de Ciegos) tuvo la idea de montar una cadena
de radio de la nada, que se llamó Onda Cero, que
hoy en día está en manos de AtresMedia. Sabían,
positivamente, que sus afiliados, y ciegos en general, iban a aplaudir la
decisión.
Y en este momento, no puedo
dejar de recordar a una de las grandes figuras de la radio española, también
ciego, que es Carlos López Tapia,
por el que he manifestado, en varias ocasiones, mi admiración desde este blog.
El director de “El Cine de Lo Que Yo Te
Diga”, excepcional programa temático dedicado al cine, en la SER, que se llevó por delante la
crisis económica, tiene un sexto sentido para la radio. Hoy día colabora en el “A
Vivir que son dos Días” de mi también amigo Javier del Pino, ofreciendo siempre calidad, en fondo y forma,
aunque esté muy alejado de la magnífica, excepcional, factura de aquel
programa, ya mítico, que hizo historia en la cadena de Prisa Radio.
Ambiente que ha rodeado a la carpa del WRC durante todo el reto |
Fernando y Sergio, Sergio y
Fernando, iban solapándose aquella tarde, y en todos y cada uno de los minutos
que conformaron las 70 horas de emisión de radio en directo que tuvieron la
temeridad de asumir: exactamente 4.200 minutos. Solo alguien que ha hecho radio
sabe cuánto hay que trabajar para rellenar un minuto de radio, que equivale –en
texto- a unas dieciséis líneas, conque imaginen el esfuerzo de completar ¡4.200
minutos…! ¡Una hazaña!
Entiendo, y perdóneseme la
digresión, que este post es producto de una reflexión absolutamente personal
sobre el efecto que me causó mi visita al World
Radio Challenge. Los que compartimos la pasión por la radio,
como Fernando y Sergio y Pepa Fernández,
y Toni Garrido, Fernando Berlín o Alfredo Menéndez, que pasaron el
miércoles, y tantos otros compañeros que reforzaron con su presencia este reto,
tenemos que sentirnos solidarios con ellos. Han sido 70 horas intensas de
radio, para reivindicar que los jóvenes, las nuevas generaciones, no la van a
dejar huérfana nunca. Y eso me alegra. Muchísimo. Enhorabuena Fernando, Sergio,
Natalia, Silvia, Raquel, Víctor, Aitor, y tantos otros que, con su férrea voluntad,
apostaron por el WRC como camino para mostrar, y demostrar, que ellos también
pueden. Ellos también saben.