Gala de la Academia de la Radio Española 2014
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Aprender
de los errores
“Yo vengo sobre todo para saludar a los
compañeros”. Quería comenzar este post con la frase de mi compadre Goyo González, nada más vernos en el
Teatro Mira de Pozuelo de Alarcón (Madrid). La
Academia de las Artes y las Ciencias Radiofónicas
de España celebraba esa noche –el 13 de febrero, Día Mundial de la Radio- la quinta Gala de entrega de sus Premios
Nacionales y allí acudimos decenas de compañeros del oficio, como decía Goyo,
felices por darnos un abrazo.
Foto de familia del final de la gala con los premiados |
Acudía,
no voy a negarlo, con cierta precaución, y hasta prejuicios, en torno a las
bondades de la gala, después del desatino y descontrol que se produjo en la
edición del año pasado. Confieso que resulta casi una misión imposible poner a
un profesional de la radio delante de un micrófono sobre un escenario y esperar
a que se adapte no solo a su tiempo de intervención, sino también al ritmo que,
obligatoriamente, requiere una ceremonia como ésta. Pero he de reconocer que
casi todos, con algunas excepciones, se adaptaron a las exigencias de los
organizadores.
Este
año, dentro de esas ‘excepciones’ que citaba en el párrafo anterior, no se
encontraba el académico José Antonio
Pardellas, que fue uno de los que se extendió demasiado en 2013, tanto que
un contrariado, pero profesional, Albert
Castillón tuvo que salir a conminarle que concluyera su semblanza de Manuel Aznar después de que el público,
varias veces, intentara hacer lo mismo con sus cortantes aplausos. “¡Esta vez no me he pasado, eh? –me decía,
irónico, al final de la gala el propio Pardellas que, para demostrarme su
magnífico talante, me regaló un ejemplar de su libro “¡Oh,
la radio!” (Idea Ediciones, Santa Cruz de Tenerife,
2009).
Nada
más salir del coche me encontré con Joaquín
Prat, y su mujer, Yolanda. La radio, inevitable, salió a colación. De
inmediato, como un resorte. Coincidimos ambos en que el ambiente del oficio,
entre compañeros, es magnífico, y envidiable por otros sectores de la
comunicación, que no pueden decir lo mismo. Joaquín entregó luego, en la gala,
uno de los premios más emotivos de la noche: el Premio Nacional al mejor
animador deportivo Joaquín Prat, que rinde homenaje, y recuerdo, a su padre,
hombre excepcional y querido por la profesión. El elegido era Pepe Domingo Castaño, al que vi
realmente emocionado por reencontrarse con su pasado.
José Antonio Pardellas |
La
llegada al hall del Teatro Mira, que todavía no había abierto las puertas de la
sala, fue especialmente emotiva para mí. Reencuentros, siempre felices, con
compañeros que, como yo, acudíamos convencidos de que aquello era una fiesta de
la radio. Teo Rodríguez fue uno de los primeros,
un profesional que conoce a la perfección el lenguaje radiofónico y que anda
ahora metido en su segunda aventura editorial, tras el éxito de “Oscuro”; Goyo González, abrazo de hermanos; Susana Sánchez Riu, directora de Comunicación de la SER, felices
recuerdos compartidos; Emilio Javier, que
sigue sufriendo en las tripas de Radio Intereconomía, pero de momento sigue
haciendo lo que más le gusta: radio; Rogelio
de la Fuente, presidente de AEQ, que recogía premio esa noche, por la
aportación tecnológica indiscutible de su compañía en la evolución de la radio,
y con el que me unió, hace ya algunos años, el desarrollo de la DAB en España,
uno de los fracasos más estrepitosos de la reciente historia de la radiodifusión
en nuestro país; Gonzalo Estefanía, director de antena de Gestiona Radio, que andaba
nervioso por poder resolver unos problemas técnicos que le impedían retransmitir
la gala (fueron los únicos que la emitieron completa).
En
un determinado momento, cuando me giré, me encontré de frente a la gran Matilde Conesa, a la que felicité por
el premio y agradecí su trabajo. Más tarde, tras realizarse la fotografía
oficial de familia de los premiados, la vi algo desasistida sobre el escenario,
con la mirada fija en la traicionera escalera de bajada al patio de butacas y
corrí a ayudarla. Me lo agradeció con su timbre perfecto, inalterable,
poderoso, con el que leyó un texto emotivo tras recoger el premio. ¡Qué
expresividad, qué matices, qué VOZ sigue teniendo Matilde! ¡Qué lujo tenerla
tan cerca!
¡Nuestra fiesta! |
La publicidad de la gala
Soy consciente de la auténtica hazaña que supone para la
Academia de la Artes y las Ciencias Radiofónicas de España reunir recursos suficientes como
para acometer una gala de estas características, que otras Academias, como la
del cine o la de televisión, realizan con muchos más medios. Pocas horas antes
de la celebración de la gala, no había dinero para invitar a los asistentes a
un vino español. Finalmente lo hubo. Se consiguió in extremis gracias al propietario de una pequeña cadena de
restaurantes vascos que salió en socorro de la Academia. Lo primero, gracias. Pero
las alusiones comerciales que se hicieron en la gala, para, lógicamente,
agradecer su participación me parecieron muy desafortunadas. Referirse a la
excelencia de las alcachofas de la cocina de un restaurante vasco no creo que
resultara muy apropiado. Y no lo digo yo solo. Cuando el patrocinador, en un
alarde de expansión, invocando su origen bilbaíno, invitó a todos los que no
pudieran pagarse la comida en sus restaurantes, la voz de una espectadora dio
en el clavo del adjetivo: “¡qué chabacano!”.
Hay que buscar otras fórmulas más acordes con la situación.
El maestro Iñaki Gabilondo con el equipo de "Hablar por Hablar" (SER) |
En
el hall también me encontré con mi querida Macarena
Berlín y su joven equipo del programa “Hablar por Hablar”
de la Cadena SER, la que siempre
consideraré mi casa. Macarena acudió con su marido (al que dedicó el premio), y
Adriana Mourelos, Cristina Carpintero,
Jorge Martínez, Andrés Carabantes y
Elena Sánchez. No me sorprendió la delicadeza y el cariño desbordante, y
contagioso, de Macarena con el público allí presente, que la saludaban en su
condición, orgullosa, de oyentes del programa, y Macarena –siempre con una sonrisa
en la boca- les agradecía la complicidad. Sobre el escenario, la directora de “Hablar por Hablar”
pidió a los directivos de las empresas radiofónicas que no se deshagan de los perfiles
senior de las redacciones “porque
necesitamos su referente, sus enseñanzas”. Enorme sensibilidad hacia
nuestros maestros, de los que había muchos en el Teatro Mira, entre ellos Javier González Ferrari, Pepe Domingo
Castaño e Iñaki Gabilondo.
A
quien le costó más desplazarse por el escenario fue a un prohombre de la
historia de la radiodifusión española de la categoría de Eugenio Fontán, ex director
general de la SER, y uno de los artífices de que la radio se metiera hasta
el fondo de la cocina en millones de hogares de los 60, 70 y 80. Con él
trabajaron, mano a mano, dos nombres excepcionales como Antonio Calderón (inventor de todo) y Manuel Aznar. ¿Para cuándo un Premio Nacional de la Academia con el
nombre de Calderón a la radio “más
creativa”?
Rosa García Caro y José
María Alfageme condujeron la gala con oficio y eficacia, se ocuparon de
imprimir ritmo y de torear con algunos premiados que se extendían demasiado en
su intervención. Sin embargo, el final fue lo más emotivo de la gala, la
entrega de los premios correspondientes a Pepe Domingo Castaño, González
Ferrari y Matilde Conesa.
Iñaki Gabilondo, un indiscutible referente en el oficio |
Los
presentadores, además, participaron en un breve radioteatro, junto con el gran Primitivo Rojas y Antonio Muñoz, autor también del texto. Demostraron, una vez más,
la enorme capacidad expresiva de este medio. El reencuentro con Antonio Muñoz
llegó luego cuando, entre apretones sinceros de manos, recordábamos aquella
redacción que compartimos a finales de los 80, en Gran Vía 32, formada por
grandes nombres, como Luis Rodríguez
Olivares, Javier Roch, Antonio Jiménez, Ferrari, Carmelo Encinas, Ángeles Afuera y el propio Alfageme, entre otros
compañeros.
Después también se produjeron otros encuentros felices con Luis Balduque, verdadero caballero de la técnica, y con Roberto Sánchez, subdirector de "La Ventana", de la SER, que había acudido a recoger el premio de gastronomía, para Martín Berasategui, y con Juan Antonio Merayo, con quien tantas grabaciones he compartido en mi vida profesional.
Después también se produjeron otros encuentros felices con Luis Balduque, verdadero caballero de la técnica, y con Roberto Sánchez, subdirector de "La Ventana", de la SER, que había acudido a recoger el premio de gastronomía, para Martín Berasategui, y con Juan Antonio Merayo, con quien tantas grabaciones he compartido en mi vida profesional.
La
gala estuvo huérfana de presidente de la Academia, porque Jorge Álvarez estaba en París, atendiendo, precisamente, a una
reunión internacional. Pero tampoco estaba presente el presidente de honor, Luis del Olmo, porque a esa hora estaba
participando en otra gala paralela, en Barcelona, organizada por la Academia de
la radio catalana.
El
presidente ejecutivo de Onda Cero rechazó
el perfil de empresario que habían hecho de él, y reconoció que, para las
cuentas sigue utilizando los dedos, “os
aseguro que no fallan”. Lo que es, y sigue siendo, es “un periodista que tiene una enorme añoranza de micro y que, si puedo,
al final de mi carrera, me gustaría recuperar, para contar algo a alguien”.
Pocas horas antes de la entrega, charlando con Julia Otero, la gallega le ofreció un puesto en una de sus
tertulias…
Pepe Domingo Castaño también cumplió su sueño. Joaquín Prat fue para él maestro y amigo |
Pepe
Domingo Castaño estaba exultante. Terminó su agradecimiento con el grito de “¡Viva la Radio!”, coreado por todo el público.
El mismo grito que lanzó en una ocasión, y he escuchado en multitud de
ocasiones, Joaquín Prat, con una pequeña variante: “¡Viva la Radio siempre!”. Aunque señaló que no era momento de
reproches, sí reconoció que su salida de la SER
fue muy dolorosa “porque no me dejaron
despedirme en antena”.
Por
último, Matilde Conesa recogió su Medalla
de Oro de la Academia de la Radio con el público puesto en pie aplaudiendo.
Antes, Rosa García Caro presentó a Primitivo Rojas y éste, en un rizar el rizo,
a Iñaki Gabilondo para que el donostiarra impusiera la medalla a una de las dos
Matildes más famosas y populares de la historia de la radio española. Primitivo
inició su intervención haciendo suya una de las definiciones más afortunadas, y
certeras, que he oído pronunciar al maestro Gabilondo: “La radio es la banda sonora de nuestra vida”.
Matilde Conesa |
Iñaki
Gabilondo agradeció en primer lugar a Eugenio Fontán que le “abriera las puertas del paraíso”, en
referencia a la SER (nunca lo había
hecho delante de él) y defendió luego que la radio recuperara su enorme
capacidad expresiva, a través del radioteatro, en perjuicio de una exagerada
presencia de información. “Cuando las
circunstancias económicas lo permitan, recuperen ustedes el teatro radiofónico”.
En
definitiva, la radio brilló como nunca sobre el escenario del Teatro Mira de
Pozuelo de Alarcón, y también en su patio de butacas porque, aunque estaba
repleto de profesionales que disfrutaron aplaudiendo a sus compañeros, como por
ejemplo el carismático Elías Rodríguez o
el animal de radio José Luis Arriaza –mis
compañeros de butaca- también acogía una numerosa presencia de oyentes que son
los que, en definitiva, hacen que la radio española brille en todo su
esplendor. Enhorabuena a la Academia de la Radio.
El palmarés de los Premios Nacionales de Radio 2014
El palmarés de los Premios Nacionales de Radio 2014