Las últimas horas de Gabriel Celaya
https://www.gorkazumeta.com/2014/01/las-ultimas-horas-de-gabriel-celaya.html?m=0
El poeta murió prácticamente en la indigencia
La vida es imprevisible, por mucho que se empeñen los deterministas. Corría el año 1991, era un 17 de abril. Yo estaba, prácticamente, recién llegado a Radio Madrid, procedente de Radio San Sebastián (SER). Integrado en la sección de Cultura y Sociedad de los Servicios Informativos, que lideraba José María Patiño, se me había encargado cubrir la enfermedad del poeta vasco Gabriel Celaya, que permanecía hospitalizado en el Gregorio Marañón de la capital.
¡Qué casualidad! –pensé- al oír el
encargo de Pati. El año pasado me regalaron, precisamente, el libro “Gaviota, Antología Esencial”, que
recogía una selección de sus mejores poemas, entresacados de 31 de sus libros. La
edición estaba magistralmente ilustrada por la obra de otro guipuzcoano
ilustre, el fotógrafo donostiarra Sigfrido
Koch Arruti, en lo que consideré una comunión perfecta entre poesía e
imagen.
La vida es imprevisible, por mucho que se empeñen los deterministas. Corría el año 1991, era un 17 de abril. Yo estaba, prácticamente, recién llegado a Radio Madrid, procedente de Radio San Sebastián (SER). Integrado en la sección de Cultura y Sociedad de los Servicios Informativos, que lideraba José María Patiño, se me había encargado cubrir la enfermedad del poeta vasco Gabriel Celaya, que permanecía hospitalizado en el Gregorio Marañón de la capital.
Gabriel Celaya y su pareja Amparo Gastón, Amparitxu (Fotografía GabrierlCelaya.com, álbum familiar) |
Cogí
mi magnetófono y me dirigí hacia el hospital. No me fue difícil averiguar cuál
era la habitación del poeta. Un revuelo de periodistas pululaba por las
dependencias del centro, en busca de la noticia. Como buen hipocondríaco entrar
en el Gregorio Marañón, aquella mañana de primavera, me supuso un gran esfuerzo
personal. Pero superé el miedo a las batas blancas. Estaba de servicio. Llegué
a la habitación de Celaya y justo enfrente, sentados como enfermos aguardando
la consulta, se extendía una hilera de colegas de multitud de medios
informativos que esperaban lo que ya se había anunciado, por parte de los
médicos, como un desenlace inevitable.
El
poeta Gabriel Celaya se estaba muriendo. Y cuando pregunté a los compañeros
para cuándo se esperaba el próximo parte médico, me contestaron que no tenían
la certeza de la hora, pero que esperaban que alguien les dijera algo. Y fue
entonces cuando apareció él. Juan Manuel
Velasco, director general del libro,
alto cargo del ministerio de Cultura, estaba dentro de la habitación, junto
al poeta, entubado y sedado, y su fiel musa Amparo Gastón –Amparitxu-. Velasco nos confirmó que
no había habido ninguna evolución –ni positiva, ni negativa- en el estado
físico del poeta en las últimas horas.
La poesía es una voz inmortal |
Sin
pretenderlo, sin perseguirlo, en el momento en que se produjo la salida del
director general del libro de la habitación hacia el pasillo, en busca de los
periodistas, yo me encontraba justo al lado de la puerta. Y me vi, como él,
empujado, y asediado, tanto que a duras penas conseguí introducir el micrófono
de la SER entre la maraña extendida, casi como arma arrojadiza, por el resto de
mis colegas. Aquel comportamiento, no podía evitarlo, me provocaba vergüenza
ajena. Y seguro que mi rostro, espejo del alma, dibujaba un gesto contrariado e
incómodo, que percibió de inmediato, ante la cercanía, Juan Manuel Velasco, a
quien conocía del ministerio, y con el que entablé enseguida –no era difícil
hacerlo- una cordial relación.
En
cuestión de segundos, y tras sus palabras a los periodistas sobre el estado del
poeta, me vi, no sé cómo, charlando con Juan Manuel Velasco, dentro de la
habitación, con su mano en mi hombro. No sé cómo me vio, cuál era mi estado, a
medio camino entre el mareo, debido a mi aprensión natural a estos lugares, y la
incomodidad que me producía aquel asedio al que estaban sometiendo al indefenso
poeta.
Cuando
volví la cabeza, y Juan Manuel Velasco cerró la puerta tras de sí, me encaré
con el rostro moribundo de Gabriel Celaya postrado en la cama. Sufrí una honda impresión. Aquel enorme tipo, poeta antifranquista, Premio Nacional de las
Letras (1986), cuya obra había estudiado en el colegio, y había releído poco
tiempo atrás, era el mismísimo reflejo de un desahuciado. A su lado, Amparitxu, apesadumbrada, se vio
sorprendida por mi inesperada entrada, que no sabía a qué obedecía. Cuando me
identifiqué, me ubicó de inmediato. Habíamos coincidido varias veces en
otros tantos actos de promoción de la ciudad organizados por el Ayuntamiento de
San Sebastián en Madrid y había surgido entre nosotros un mutuo aprecio al ser
yo originario de Hernani, el pueblo guipuzcoano al que pertenecía el poeta.
Tanto él como Amparitxu conocían a mi
abuelo, prohombre de esta localidad en la primera mitad del siglo pasado. Parecía que
Amparo Gastón, recordando conmigo, lograba abstraerse de la situación, y hasta
medio sonreía.
Imprescindible |
Dediqué
toda mi jornada a apoyar el trabajo de Juan Manuel Velasco en su relación con
los medios, me convertí en improvisado portavoz de la familia Celaya, con algún
que otro reproche gratuito de mis colegas, que me acusaban de falta de
compañerismo e incluso de ocultar intereses profesionales espurios. Gestioné la
situación como buenamente supe y logré ordenar aquel caos mediático que rodeaba
al poeta y a Amparitxu, reconduciendo
a mis compañeros hacia actitudes más acordes con la desgracia que se vivía en
aquella habitación.
Juan Manuel Velasco era un tipo no solo brillante, sino excelente persona, y modélico
político. Cercano en el trato, fácil de conversación, conocerle fue uno de los
grandes premios de trabajar en la sección de cultura de la cadena SER. ¡Quién
iba a suponer que cinco años después de la muerte de Celaya, en 1996, iba a morir, a la temprana edad de 52 años, víctima de una larga enfermedad, con la
que convivió con una enorme entereza. Alejado de la política, murió rodeado de
su mujer, la periodista Ana Puértolas,
y sus amigos. Yo me enteré tarde de su enfermedad y aún me pesa no haberme
acercado a saludarle. Velasco tenía el mismo carácter afable que su jefe, el
entonces ministro de Cultura, el catalán Jordi
Solé Tura, uno de los padres de la Constitución, con el que también trabajé
muy a gusto. Siempre me decía, entre simpático y cómplice, que le recordaba mucho
a su hijo Albert. Y me dedicó un trato privilegiado.
A la muerte de Celaya, el entonces diputado general de Guipúzcoa, Imanol Murua, del PNV primero y de EA
después, tras el cisma, hombre dotado de un carisma natural contagioso, pero
limitado en su dominio del castellano, frente a su lengua materna, el euskera,
se encargó de trasladar las cenizas del poeta a su tierra materna, Hernani,
donde las aventó en un monte que fue refugio infantil de Rafael Múgica y sus
amigos. Cuando iba a abrir la urna, muy solemne, dijo: “Y ahora vamos a esparramar las cenizas de Gabriel Celaya”. Y se
quedó tan ancho. Hoy, la Diputación Foral de Guipúzcoa es
la institución que custodia en propiedad el legado y la biblioteca de Celaya.
Meses
después de la muerte de Celaya, coincidí de nuevo con la también poetisa Amparitxu en el paseo de La Concha, en
pleno veraneo donostiarra, y me agradeció la ayuda que les presté en aquellos
tristes momentos. El propio poeta desveló en uno de sus libros –“Itinerario
poético” (1975)-
cómo se conocieron. El 8 de octubre de 1946 Celaya firmaba ejemplares de su
libro “Tentativas” en la librería ‘Relieve’ de San Sebastián. Mientras lo
hacía observó al otro lado del escaparate el rostro risueño de Amparo. Salió e inició una conversación que se prolongó durante 45 años de vida compartida. El
poeta concluía su recuerdo con la frase: “y
esto fue para mí la resurrección”.Amparo Gastón honró hasta el último minuto de su vida la
figura y la obra de su Gabriel, denotando que el amor nunca les abandonó. Amparitxu murió en Madrid en 2009.
Hoy,
no queda ningún protagonista de aquel episodio. Todos han fallecido. Y por eso
me atrevo a desvelar lo que ocurrió en aquellas últimas horas de la vida de
Gabriel Celaya. Nunca quise aprovecharme de aquella circunstancia heredada de
la suerte. No me parecía honesto hacerlo. Por eso permanecí en silencio. Puede
que haya algún colega que considere que perdí una oportunidad preciosa para
humanizar más al poeta guipuzcoano, pero aquella fue mi decisión de entonces y
la repetiría hoy. Han transcurrido 23 años desde la muerte de Gabriel Celaya en
Madrid y aún tengo grabada en mi cabeza su imagen decrépita aguardando la llegada
de la parca. ¡Qué injusta es esta vida, que ni a los más grandes reserva un
final digno!
A Amparitxu
Ser poeta no es vivir
a toda sombra, intimista.
Ser poeta es encontrar
en otros la propia vida.
No encerrarse; darse a todos;
ser sin ser melancolía,
y ser también mar y viento,
memoria de las desdichas
y eso que fui y he olvidado,
aunque sin duda sabía.
(Fragmento) GC.
Gracias por compartir ese recuerdo.
ResponderEliminarUn saludo.
Ricardo, gracias a ti por participar en él y agradecerlo como lo has hecho. He tardado muchos años en desvelar este protagonismo involuntario. Un saludo muy cordial.
ResponderEliminarMaldigo la poesía concebida como un lujo
ResponderEliminarcultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
LO APRENDÍ POR PACO IBAÑEZ Y SE HIZO PARTE DE MIS RECUERDOS JUVENILES MAS HERMOSOS.MUY BUENA CRONICA DE LA MUERTE ( MUERTE ? ) DE UN GRANDE DE LA POESIA ESPAÑOLA MAS COMBATIVA
Hola Ernesto. Gracias a ti porque, al leer el artículo, has recordado a este enorme poeta, y mejor persona. Un saludo, muy cordial.
EliminarDesde Cádiz muchas gracias por ese respeto como buen profesional lleno de humanidad y esa admiración a uno de los mejores Poetas junto con Alberti de la poesía contemporánea . ' La poesía es un arma cargada de...futuro ' . Dicho con el corazón transparente y lleno de amor y de poesías...de Gabriel Celaya. Camilo José Cela; lo expresó con el corazón; es una vergüenza que un excelente escritor y poeta, muera en la indigencia . Pues estamos en España, donde apostar por la 'Cultura' no vale nada . Eso se llama 'Democracia' no valorar a las personas que aportan sabiduría a la cultura y nombres emblematicos a la literatura . Es y será hasta mi muerte, uno de mis poetas preferido, me gusta su forma de expresarse y de escribir la Poesía . Busco la palabra del hombre..., más no la encuentro, sólo mentiras y pobres..., incautos , que somos el ...Pueblo . Gracias por cuidar tan sutil al mejor Poeta y Escritor Español de Hernani , que murió en la indigencia..., hasta sus últimos latidos de vida . Gracias por versar de él , cómo se lo merece . Cordiales saludos, atte . '' GADESS '' . Jone Miren Heras Sevillano Casas .
ResponderEliminarBusco la 'Palabra' del hombre...más no la encuentro ; sólo mentiras y pobres incautos que somos el ...PUEBLO . Cordiales saludos desde la Gadess . Atte. Juana Maria Heras Sevillano Casas . Yone Miren Heras '' '' Gadess .
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