La radio, más compañera en Navidad
https://www.gorkazumeta.com/2013/12/la-radio-mas-companera-en-navidad.html?m=0
Aun
a riesgo de caer (o de rozar) la sensiblería, no me resisto, en estas fechas, a
reivindicar una de las condiciones de la radio más afectiva y, al mismo tiempo,
humana: su función de compañía. Si hay algún medio –el más cálido- que se
adapta a la Navidad como un guante, ése es la radio. Y no me refiero solo al
hecho, como aprendí de Iñaki Gabilondo,
de que el soniquete de la Lotería Nacional de Navidad, abra oficialmente –desde la radio- esta época del año, sino al hecho de
que miles de personas encuentran en este medio la compañía que les falta en las
horas más difíciles de la Nochebuena
o la Navidad.
Ningún sonido hay más característico del la Navidad que el sonsonete de los niños de San Ildefonso, y la radio lo sabe.. (Fotografía, captura video RTVE.es) |
Durante
muchas Navidades me encargaron participar en la programación especial que la Cadena SER ponía en marcha con ocasión de
estas fechas. Primero desde “Por fin
Nochebuena” y luego desde “Gazapeando”
(con los errores más simpáticos de la radio cometidos durante el año despedido)
y otros espacios, fui acompañando a los oyentes de esta cadena de emisoras
orgulloso de contribuir a endulzar unos días que no siempre disponen del
suficiente almíbar como para afrontarlos. Conforme uno va cumpliendo años y en
sus recuerdos se agolpan imágenes de familiares tristemente desaparecidos, la
Navidad se torna más cuesta arriba. Es posible que esas mismas personas se
encuentren solas con sus recuerdos, y en muchos casos bajas de ánimo.
Por
eso la radio no puede fallarles. La radio no puede fallar en ninguna
circunstancia, ni en Navidad ni en cualquier otra época del año. La radio, para
muchos oyentes, es sinónimo de teléfono
de la esperanza y, como tal, la entienden, la quieren y la necesitan. Por
eso, como escribía el mencionado maestro Iñaki Gabilondo en el prólogo de
nuestro “Estupidiario” “Te escuchan en la radio y asienten o
difieren de tus expresiones, incluso en
alta voz, como si compartieran contigo mucho más que un simple sonido
transmitido a través de las ondas. La radio forma parte de nuestro entorno
familiar con total naturalidad”. Es rigurosamente cierto lo que cuenta
Iñaki. Por esta condición tan afectiva de la radio con sus oyentes, quienes les
hablábamos desde ella formábamos parte de su familia y, como tales, sobre todo
a los más conocidos mediáticamente, se dirigían a ellos en la calle cuando les
abordaban para saludarles.
A
la propia condición de cercanía y calidez de la radio, estas fechas suman
intensidad. La radio, en Navidad, es más humana aún, si cabe. Muchos
profesionales del medio descuidan esta condición, que asocian con su manto más sensiblero
y prefieren obviarla. Creo que se equivocan, sinceramente. Como decía mi jefe Ramón Gabilondo en las presentaciones
que hicimos del “Estupidiario, a modo de roadshows
por las Españas: “a la prensa, se le
respeta; a la televisión se la admira; pero a la radio se le quiere”. La
radio atesora algo que ningún otro medio posee, ni de lejos: familiaridad.
Este
próximo domingo, como todos los años, las mañanas de la radio española se
teñirán del canturreo de los niños del colegio de San Ildefonso. Al final de la
mañana, decenas de españoles disfrutarán de su nueva condición de adinerados, y
la radio lo contará, acercándose a las administraciones de Lotería premiadas y
compartiendo su alegría. La radio habrá contribuido a extender esa imagen de
ilusión, a las puertas de la Navidad. Ningún otro medio para transmitir con más
fuerza, y eficacia, lo que se ha venido en denominar el “espíritu de la Navidad”, ausente el resto del año. Pero si bien,
como digo, el espíritu desaparece, no así la condición de la radio de cercanía
y familiaridad, tan consustancial a ella.
La voz amiga de la radio…
Nunca he contado en público uno de los peores momentos que
viví en la radio. Ocurrió durante mi tiempo en Radio San Sebastián (SER), mi
primera emisora, la emisora de mi ciudad, antes de llegar a Madrid, ajeno al
futuro, tan feliz, que el destino tenía reservado para mí. Como en todas las
pequeñas emisoras, había que hacer de todo. Entre las ocupaciones de las que
todos participábamos se incluía coger el teléfono. Y un día, cercano a la
Navidad, me encontré con una voz femenina al borde del precipicio. Quería
suicidarse. Y llamó a la radio para encontrar consuelo. Y allí estaba yo, todavía
joven, inexperto, pero voluntarioso. Ya no recuerdo los términos precisos de la
conversación, pero sí el espíritu que traté de transmitirle: el del panteísmo de nuestro entorno, la
naturaleza, el universo, ejemplificado en la ciudad de San Sebastián, donde
intuí que había nacido mi atemorizada interlocutora, cuya juventud evidenciaba su
tono de voz. Todos los elementos que nos rodeaban –le dije- constituyen
razones poderosas para disfrutar de ellos. Afortunadamente, logré cambiar el sentido
de los acontecimientos y me agradeció la charla. Yo respiré, profundamente.
Satisfecho. Había llamado a la radio para encontrar una voz amiga. Y yo fui la
suya. Desde entonces, coincido con la opinión de Manuel Campo Vidal de silenciar las noticias relativas a suicidios,
para evitar el ‘efecto contagio’.
Quien
se encuentre solo en estas fechas tan señaladas, sin el apoyo de un familiar
querido, siempre encontrará en la radio, en la Nochebuena o Nochevieja, Navidad
o Año Nuevo, la compañía que busca. Siempre encontrará una voz amiga, de uno de
mis colegas, que le brindará el calor que le falta.
Pero
si hay un sector de la población del que
la radio se ha olvidado (y reivindicamos en este blog) ése es el de los niños,
verdaderos destinatarios de la Navidad. Por encima de cualquier hemisferio, la
radio alimenta e hiperdesarrolla el derecho, el de la creatividad y la
imaginación, que enarbolan los más pequeños. Por eso, mi compadre Goyo González, del
que ya he hablado como se merece en este blog, me sorprendía cada año, en el
“Hoy por Hoy” dando vida
(o, mejor dicho, voz) a los tres Magos de Oriente, Melchor, Gaspar y Baltasar
en una fórmula –llegó a convertirse en todo un género- repleta de originalidad
y eficacia: los padres llamaban a la radio para dar cuatro notas sobre sus
hijos y los regalos que les habían hecho los Reyes Magos y Goyo hacía suyos los
comentarios, personalizándolos en el niño que tenía al otro lado del teléfono.
La cara de sorpresa del pequeño era fácilmente
imaginable por lo quebrado de sus voces. Solo la radio puede conseguir estos
hitos.
Voy más allá de la radio como medio de comunicación, cuando afirmo que lo que realmente hay que preservar, por encima de su labor como difusor de información, por encima de su labor como servicio público incluso, es su temperatura, la que es capaz de transmitir a sus oyentes.
La
radio, toda la radio, volverá estas Navidades a estar a la altura de lo que se
espera de ella. Y numerosos colegas sacrificarán su vida familiar, y hasta es
posible que no puedan estar con los suyos en Nochebuena o Nochevieja, por tener
que realizar un programa de radio destinado a los oyentes de su emisora. Vaya
desde aquí mi particular homenaje a todos ellos por el esfuerzo realizado. La
experiencia, bien es cierto, reconforta. Abrir el micrófono a los oyentes y
escucharles enriquece a cualquiera. ¡Aprendemos tanto de ellos!