Maltratar el futuro
https://www.gorkazumeta.com/2013/10/maltratar-el-futuro.html
Una reflexión en voz alta
sobre lo que estamos haciendo con nuestros becarios y con el periodismo
Varias
veces he abordado en este blog la situación de los becarios/precarios en los
medios de comunicación españoles. La inestabilidad y la incertidumbre se suman
a su indefensión, y el resultado es francamente descorazonador. Vuelvo a
insistir porque en estas últimas semanas he coincidido con varios antiguos
alumnos del CES y me han comentado, todos (cien por ciento de la encuesta, por
supuesto sin valor científico; pero estoy convencido de que algo más que
anecdótico) que se sienten explotados. A mi pregunta de cuáles eran las sensaciones
percibidas para conducir a esa conclusión, me respondían que atendían a su
situación dentro de la empresa.
No hay nadie más agradecido que los becarios cuando se les dedica tiempo y atención. Aquí los becarios de Onda Cero, "Becarios en la Onda" (Onda Cero) |
Los
tres trabajaban a destajo. Uno de ellos, además, lo hacía en un turno de
madrugada, reservado –se supone- para veteranos, no solo por el horario, que
también, sino por el cometido. Esto me recuerda a un hecho que viví en su
momento, hace años, en la SER, cuando una joven, algo contrariada, dijo adiós a
la beca cuando la cadena la destinó al turno de “Hablar por Hablar”, o sea, de madrugada. La razón no fue otra que
la negativa de sus padres a que su hija -21 años- trabajara en ese horario, del
que presumían una grave inseguridad en la calle y en la zona (corazón de la
Gran Vía). De nada sirvieron mis explicaciones a los padres de que los traslados
eran en taxi y de que el vigilante de la puerta, situado a escasos ocho metros
de la calzada, estaba pendiente de las llegadas a ciertas horas, donde la
conflictividad era mucho menor de la imaginada. Finalmente la joven abandonó la
SER obligada por sus protectores padres, pese a que su voluntad era atender el
puesto ofrecido.
La
sensación de ser explotados se certificaba además, por si existía alguna duda,
en que dos no cobraban y una, poco, pero sí, algo. Para no desvelar quiénes no
cobraban no diré que era Castilla-La Mancha Televisión. Mi ex alumno llevaba
casi un año trabajando por amor al arte en Toledo, ¡y contento! Su situación
familiar, por fortuna, le permitía mantener esta situación, pero su motivación,
aunque era alta, no podía perdurarse en el tiempo indefinidamente, porque todo
tiene un límite.
El
nivel de exigencia, por supuesto, no era el acorde con la remuneración. Quiero
decir que mi ex alumno, cuya identidad mantendré oculta para evitar
represalias, no iba de visita, sino
que trabajaba, tal vez no con la misma eficacia que un redactor con más años de
experiencia, pero sí con la misma, o superior, dedicación. En lo que respecta a
inversión de horas, superaba su turno adscrito con creces, y nunca se quejaba
de si la tarea se prolongaba más allá de lo preestablecido. Y luego, a fin de
mes, ni un euro ( y a veces ni las gracias).
¡Qué
poca vergüenza manifiestan los responsables de Castilla-La Mancha Televisión
cuando no dotan a sus becarios de la correspondiente partida de recursos, siquiera
básicos, para agradecer de la manera como se debe, el esfuerzo y el tesón
vertidos por estos jóvenes entusiastas al frente de sus diferentes
responsabilidades. ¿Con qué cara pueden exigir a los chavales que cumplan un
horario, y desarrollen una labor profesional al frente de los informativos o
los programas de esta empresa? Me resulta difícil, cuando no imposible,
entender su postura, sin recurrir, como explicación, a su persistente e
impresentable racanería y falta de escrúpulos para mantener esta situación.
Tampoco
dice mucho de los sindicatos que, viendo la situación, la silencian sin
denunciarla, presos del acomodo o, tal vez, del miedo. Más aún cuando los
becarios, trabajo gratuito, cubren las plazas de redactores despedidos con la
nueva Reforma Laboral del Partido Popular, partido al que sirve la actual Castilla La Mancha Televisión. Pero no es mi objetivo cebarme con este medio,
sino extender mi rabia allá donde prosigan su ejemplo, lo amparen y lo
defiendan. No es un proceder honesto, ni solidario con la profesión, que
atraviesa uno de sus peores momentos, desde luego, el peor que yo he vivido.
Y
lo peor es que esto, a corto plazo, no tiene signos de cambiar. ¿Para qué, si
así funciona? –parecen preguntarse las cabezas pensantes que son capaces de
fomentar semejante despropósito-. ¡Qué manera de hacer oficio! ¡Qué empeño para
hundirlo!
En
otros medios, como la SER, por ejemplo –donde ejercía de becaria otra de mis ex
alumnas- se abona por las prácticas 300 euros al mes. No es mucho, la cifra
lleva arrastrándose demasiado tiempo, sin aplicar ninguna subida (pero tampoco
bajada, es cierto). Pero al menos se paga algo. Hay quienes pueden mantenerse
un tiempo con este dinero y la ilusión y la motivación por trabajar ¡en la SER!
les empuja a continuar, pero la prolongación sin esperanzas de esta situación
termina por quemar y desencantar. La SER, es cierto, es mucha SER, pero llega
un momento en que no compensa tanto esfuerzo por tal infrasueldo. Y eso es lo
que ha hecho mi ex alumna: marcharse, abandonar el barco, ahora que es joven y
puede seguir formándose. Se marcha para evitar perder la ilusión por una
profesión que le apasiona, después de desarrollar un magnífico trabajo en la
radio de Prisa.
Estamos,
en nuestro oficio, tirando piedras contra nuestro propio tejado. Tarde o
temprano, estos mismos jóvenes, a los que ahora maltratamos de esta forma,
serán los que continúen nuestra labor, la de sus mayores, los mismos que les
ningunearon, y les exigieron responsabilidad y profesionalidad, a cambio de
nada. ¡Menudo intercambio! Esta situación, de precariedad, hace vulnerables a
los periodistas. Les convierte en carne de compadreos, cuando no asuntos más
serios, relacionados con la corrupción, a nada que les prometan algo de dinero,
el que les niegan por el ejercicio del periodismo honesto. Luego pedimos que
nos crean y enarbolamos la bandera de la independencia y la credibilidad. Unos
y otros nos estamos cargando la profesión, y estamos dejando a los recién
llegados en la cuneta, aparcados.
Los
períodos de prácticas son para generar ilusión, para multiplicar la motivación
y realimentar la voluntad de perseverar en el oficio. También constituyen la
oportunidad para confirmar si uno tiene madera de sufridor y si está dispuesto
a asumir que en esta profesión uno no se hace rico, como mantenía en este mismo blog, hace unos días el periodista de RNE, Magín Revillo. Ejercer el periodismo es, de alguna forma, elegir el sacerdocio.
Sin vocación es imposible soportarlo. Pero, cuidado, muchas veces con vocación
también resulta insostenible.
En
realidad, el período de prácticas no es un tiempo dedicado a la formación de
nuestros futuros colegas, unos meses en los que ejercer sobre ellos una tutoría
prolífica donde se manifiesten sus sueños y objetivos, incluso sus miedos, por
qué no. Al contrario, este tiempo se ha convertido, para algunos de ellos, en
el mayor fiasco de su vida, cuando se dan cuenta de lo que tienen que hacer, a
cambio de una palmadita en la espalda, cuando llega (y si llega). Se han convertido en mano de obra barata (¡muy barata!) con una relación
calidad-precio más que razonable cuando no, en algunos casos, extraordinaria,
por actitud e incluso aptitud.
Señores
directivos, si alguno lee estas líneas, pónganse ustedes en la situación de
quienes llegan a sus redacciones después de superar unas complicadas pruebas,
teóricas y prácticas y, en la mayoría de los casos, además, una entrevista
personal, como si fueran las pruebas para acceder a un puesto en una
multinacional. Después de ese esfuerzo inicial, y de varios meses dándolo todo,
con ilusión y orgullo de pertenencia al medio, solo obtienen una carta de
recomendación o una línea en su curriculum. Sean un poco más espléndidos,
designen a un redactor jefe-tutor que les pastoree durante su tiempo en
prácticas y remunérenles lo más dignamente posible. Solo así conseguiremos
alejar las debilidades y alimentar las fortalezas. El periodismo nos lo exige.
Pero más los futuros periodistas.