La radio viajera (I)
https://www.gorkazumeta.com/2013/10/la-radio-viajera-i.html
Análisis de los programas cara al público
La
mayor protección de un programa de radio es el locutorio, el estudio. Allí, en
perfecta y asumida coordinación, el director, el técnico/realizador, los
productores, los redactores, en definitiva todo el personal implicado en su
puesta en antena trabajan con red, porque saben que ese entorno les resulta
beneficioso, y todo en él está, más o menos, controlado, y rodado.
En
el estudio, también, existe más garantía de calidad de sonido. Los micrófonos
recogen fielmente las voces de quienes hablan y no existen otras fuentes de
sonido, descontroladas, que puedan molestar e inhabilitar una emisión. No hay,
en suma, ruido, entendido el concepto en su sentido más amplio.
Gemma Nierga desde San Sebastián cuando presentaba "La Ventana". Las actuaciones musicales resultan un elemento imprescindible en las salidas para darles 'color'. |
Sin
embargo, de un tiempo a esta parte, las grandes cadenas, todas, sin excepción,
sacan sus programas a la calle, pasean a sus equipos, y facilitan así el
contacto con el público. “Herrera en la Onda”,
de Carlos Herrera
(Onda Cero), “No es un
día cualquiera”, de Pepa
Fernández (RNE) o “La Ventana”, de Carles Francino (SER), por citar solo tres ejemplos, viajan
ya más que el baúl de la Piquer. Desplazar a un equipo, entre presentador,
productores, técnicos y colaboradores, implica un gasto bastante cuantioso, a
pesar de que en muchos de estos desplazamientos, e incluso dietas, se aplica el
modelo low cost, tan de moda últimamente.
Hacer los números
El
aspecto económico no es baladí. En mis tiempos, en la SER, la dirección de programas tenía
presupuestadas unas cantidades para que los directores de programas,
discrecionalmente, decidieran los destinos de sus programas, en función de
numerosas variables: unas fiestas, una exposición, un Festival de cine, etc. Se
planteaba el destino, se valoraba la oportunidad del programa realizado desde
el lugar elegido, y se tomaba una decisión.
Este
método, con la crisis, pasó a la historia. Únicamente, lo mantienen los Servicios Informativos que, en función
de la actualidad, se desplazan a uno u otro lugar, para dotar a sus contenidos
del valor añadido de la proximidad con el hecho acontecido. Unos, se pueden
prever y por tanto presupuestar (elecciones autonómicas, americanas…) y otras no
(cónclave papal, terremotos, atentados…). Los presupuestos deben contemplar en
estos casos partidas para salidas imprevistas. Lo contrario podría desbaratar
por completo las previsiones.
Como contratar una cuña
Volviendo
a programas, ¿por qué se desplazan hoy? Tanto los de la SER, como los de Onda Cero o la Cope
(RNE va aparte) se movilizan por
dinero. Puede resultar muy prosaico, pero es así. Si una marca está interesada
en hacer publicidad en una cadena de radio, los comerciales le ofrecen el
portfolio de posibilidades: las cuñas, las menciones y los patrocinios. Para
los más pudientes, se incluyen los programas.
Sin duda Carlos Herrera concentra un enorme interés del público por acudir a ver su programa en Onda Cero. No es para menos. |
Para
que una operación de exteriores de este tipo sea rentable, me decían mis jefes,
hay que sacarle un beneficio, mínimo, del 60 por ciento. Si no llega, ni
hablamos. Y les aseguro que el desplazamiento de un equipo de 10-15 personas
(vuelos, hoteles, restaurantes, a veces alquiler de locales, etc.) es bastante
costoso. Pues si, aparte de estos gastos de producción, tenemos que aplicar los
márgenes apuntados, pueden imaginarse el monto de la operación.
A
partir de ahora, quienes desconocían este dato, cuando escuchen a Carlos
Herrera, a Francino, a Julia Otero o
a Gemma Nierga desde una ciudad
española hablando, largo y tendido, con su alcalde, de las excelencias de la
ciudad, sepan que el Ayuntamiento ha pasado “por taquilla” para hacerse el
publirreportaje. Imaginen ustedes lo que puede suponer de imagen para Málaga,
por ejemplo, como escuché no hace mucho tiempo, seis horas de referencias
constantes de un programa de radio nacional. Estos programas, por lo general,
incluyen la consabida entrevista a su primer edil, que se adorna con toda clase
de servidumbres, porque el alcalde es el que paga la factura (o sea, nosotros).
Los ayuntamientos, buenos clientes
Este
es el contexto comercial que afecta, hoy por hoy, a los programas que se
realizan desde exteriores. En ocasiones, como digo, los ayuntamientos, o los
gobiernos regionales, son los clientes; pero también pueden serlo otras instituciones
(museos, por ejemplo), incluso empresas, las que contratan la salida, previo
pago de la tarifa correspondiente. En esto, como en todo, se aplican descuentos
y bonificaciones. No olvidemos que los ayuntamientos son, por lo general, los
primeros anunciantes de las emisoras locales. Y en algunos (bastantes) casos,
la dependencia de los recursos públicos de los consistorios, en tiempos de
crisis, cuando ya no pueden pagar, ha terminado por hundir las cuentas de
resultados de muchas pequeñas emisoras, abocándolas al cierre, pero éste es
otro tema.
En
exteriores, las circunstancias cambian radicalmente. El entorno, de entrada, y
por definición, se vuelve hostil y se presentan los problemas que hay que ir
solucionando sobre la marcha, y de la mejor manera posible. La radio, para sus
transmisiones, sigue dependiendo de Telefónica y sus redes de RDSI (Red Digital de Servicios Integrados)
que, por fortuna, ya está establecida por toda la geografía nacional, incluso
en el pueblo más recóndito y, por supuesto, en el extranjero.
Pepa Fernández (RNE) y "NEUDC" en directo cara al público. Sin duda se trata de uno de los programas más viajeros de la radio española |
La dependencia de las redes
y la sugerencia del sonido
Esta
RDSI, extendida en los noventa, ha revolucionado el panorama de la radio. Entre
otras muchas cosas, ha logrado que el sonido que llega a la central de
cualquier cadena, procedente de sus corresponsalías parezca ‘de estudio’, con una calidad a la que no
estábamos acostumbrados. Más bien, al contrario. Durante los comienzos de la
llegada de la RDSI a las corresponsalías se oían voces críticas con su
implantación. ¿Por qué, se preguntarán los más jóvenes? Muy sencillo, la
deficiente calidad del sonido anterior –la línea microfónica, sucia (en ruido),
con sonido a lata- sugería
desplazamiento, lejanía al oyente. Éste, al oír las crónicas, o las
retransmisiones deportivas, sabía que procedían de fuera de los estudios y las
firmaban los corresponsales. Cuando escuchábamos a Cirilo Rodríguez, corresponsal de RNE en Nueva York, contándonos cómo llegó
el hombre a la luna, en 1969, le escuchábamos con un sonido pésimo, pero lo
teníamos asumido, como oyentes.
La
llegada de la RDSI, sin embargo, cambio el modelo. La perfección del sonido
hacía que se perdiera esa referencia en el oyente e incluso que éste
desconfiara de si realmente el periodista se había desplazado para retransmitir
un partido de Champions en Londres o
si, por el contrario, se había refugiado en la seguridad y comodidad de un
estudio echándole muy poca vergüenza, para teatralizar la retransmisión.
Cuando
realizaron las primeras pruebas de RDSI en la SER, en el estudio, entonces, de programas,
enviando un sonido a Tokio a través de un bucle y recibiéndolo tal cual, con la
misma calidad, sin merma alguna, yo me quedé boquiabierto. Como todos los que
allí habíamos sido congregados. ¡Aquel avance técnico iba a revolucionar la
radio contemporánea! Y así fue.
Luis del Olmo bajó con la radio a la mina, he aquí el testimonio gráfico de la aventura |
¡Que
se lo digan a Pepa Fernández! ‘No es Un día
cualquiera’, el programa de las mañanas del fin de semana de la radio
pública, muy trotamundos, se realizó hace unos años desde un pueblo, cuyo
nombre prefiero no recordar, en el que no funcionaba ni una línea de este tipo.
Y, como es menester, habían contratado varias, por lo menos dos: la oficial y
otra de urgencia, por si fallaba la primera. Al ser digital, y utilizar el
código binario (0-1), o funciona o no funciona. Quiero decir: si funciona, el
sonido es perfecto, pero si no funciona no admite grados. Simplemente, no se
oye nada. Y eso fue lo que le ocurrió a Pepa, tanto es así, que invirtió el
poco tiempo que pudo emitir desde el lugar elegido en despotricar de Telefónica
y de sus líneas microfónicas. Fue la peor publicidad que podía imaginarse de
este gigante de las telecomunicaciones. Y se la ganó a pulso.
Continúa...