¡Radio, los niños existen!
https://www.gorkazumeta.com/2013/09/radio-los-ninos-existen.html
Nueva entrega de esta TRIBUNA DE INVITADOS, que incluimos en esta bitácora sin periodicidad fija, y en la que invitamos a distintas firmas a que nos trasladen sus puntos de vista en torno al medio, a modo de reflexión colectiva. En esta ocasión han aceptado la invitación las profesoras Chelo Sánchez Serrano y Aurora Pérez Maíllo, de la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) que han querido compartir con los lectores su preocupación por las futuras generaciones de oyentes de radio, los niños, a los que el medio -gran error- olvida sin conmiseración.
1.- Darle la
vuelta a la radio
Había una vez
una radio, en el país de los sonidos y la vida, que decidió que los niños no
eran su futuro sino su presente. No era una radio infantil precisamente, más
bien, al contrario, era una radio de ésas de toda la vida, una radio de
adultos, gestionada por un gerente que sabía mucho del negocio de la radio.
Esta radio pensó que no hacía falta poner el mundo al revés para mezclar a
padres, madres, niños, niñas, abuelos, profesores, al médico, y hasta al
presidente del gobierno. No hacía falta darle vueltas a nada: la sociedad ya
era así, mezclada, compleja, y de muchas edades. Sólo hacía falta darle la vuelta a la radio…
La historia que hemos escrito para comenzar es el
reflejo de la posibilidad en la que creemos. Una posibilidad que pasa porque el
sector radiofónico en los próximos años no excluya a los niños y jóvenes de su
desarrollo futuro. La radio tiene que ser creativa no sólo en los contenidos:
antes incluso que eso, tiene que ser creativa y arriesgada en su estrategia
para acercarse a nuevos públicos y a nuevas formas de hacer comunicación para
esos públicos. La radio tiene que hacer pedagogía de sí misma y acercarse a aquéllos
que están en el total de la realidad que debería reflejar como medio de
comunicación.
Las profesoras Chelo Sánchez Serrano y Aurora Pérez Maíllo |
Partimos de la hipótesis de que los niños no escuchan
la radio porque no existe en sus vidas. Desde la educación suele defenderse que
los niños aprenden lo que viven: aquello no vivido difícilmente se conoce y no
se entiende. Si los niños conocen la radio, la entienden y comparten interés
por ella se produce una mayor receptividad, un cambio de actitud que favorece
la intención de escuchar la radio. Con esa hipótesis como objetivo, trabajamos,
desde el año 2008, en un proyecto titulado “Locos
por la radio. Sin límite de edad”, una pedagogía radiofónica
concretada en diferentes acciones que pretende hacer suyo el clásico refrán “Si
Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma”. Siguiendo con el juego de
palabras, creemos que los niños no llegarán a la montaña de la radio por la supuesta
grandiosidad que les espera al final, sino, fundamentalmente, porque se la
encuentren en el camino y el camino hasta allí merezca la pena. Es decir, no
sólo porque pensemos contenidos adecuados para ellos, ni siquiera porque
elijamos el mejor horario para emitirlos –el horario hoy no es una limitación–, ni siquiera porque creemos una emisora específicamente
para ellos, imitando a Radio Disney, podemos
confiar en aproximarlos a la radio. En mayo de 1993, al inicio de las emisiones
regulares de Onda Mini, una cadena dedicada exclusivamente al público infantil,
su director, Ángel Mosterín decía
contundente: “Estamos seguros de que, si
los niños tienen una emisora sólo para ellos, escucharán la radio”. La
realidad fue que tres años después la emisora desapareció y dejó paso en el
dial a Europa FM.
Y es que el final no es lo decisivo. Nosotras creemos
más en el camino, en ese recorrido que, como la lluvia fina que no empapa pero
cala, acompaña al niño en su desarrollo vital.
2.- Sentido y sensibilidad
Los niños no escuchan la radio y las empresas
radiofónicas no tienen a los niños en la cabeza a la hora de gestionar,
programar y definir estrategias. Sin embargo en España hay más de siete
millones de ciudadanos menores de 14 años según el Instituto Nacional de
Estadística. Nada menos que siete millones de razones para que la radio diseñe
en sus planes de futuro algún itinerario claro por el que poder transitar al
lado de los niños. Sólo se requiere un poco de sentido y sensibilidad.
Vivimos en una sociedad compleja, en permanente
convulsión, en la que la educación lo es todo y está en permanente debate al
mismo tiempo. Dentro de ese debate ya no se cuestiona que la educación no es
sólo formal y reglada, dentro del aula, sino que tiene que ser una extensión de
la vida tanto desde el aula hacia fuera como desde todos los parámetros de la
sociedad hacia el aula. Desde hace años existen programas de fomento de la
lectura que se concretan en un plan nacional y en diferentes planes regionales
e incluso privados; programas para aprender con el periódico en el aula, “con el objetivo de promover la lectura entre
el alumnado, formar lectores y lectoras críticos e incidir en la idea de que
leyendo periódicos también se aprende”, según explicita, por ejemplo, el
programa Aprender con el periódico
promovido por la Junta de Castilla y León; hay programas de educación en artes
plásticas; programas de ciencia divertida; sesiones de cine, teatro o música
clásica subvencionadas por muchos ayuntamientos para educar a los niños y
jóvenes en las posibilidades de todas estas manifestaciones artísticas; los
museos abren sus puertas para que los niños vean el arte desde su altura y con
su mirada y todo un espectro de sectores sociales (universidades, granjas
escuela, fábricas, bomberos, fundaciones…) organiza actividades encaminadas a
ampliar el abanico de conocimientos que sobre la realidad tienen los niños.
¿Qué papel ocupa la radio en esta cultura infantil,
qué idea tienen los más pequeños de este medio y qué hacen las radios por
penetrar en su realidad? Pues poco o nada, la verdad. No existe oferta
radiofónica para ellos, salvo pequeños oasis, no hay formación sobre el
medio y no hay interés empresarial en
esa horquilla de público, lo que convierte a la radio en una especie de Everest
inalcanzable para unos y lejano y sin interés para otros. Si como escribe Neil Postman en su libro Divertirse
hasta morir, “nuestros medios son
nuestras metáforas, y éstas crean el contenido de nuestra cultura”, parece
que la radio está teniendo escasa incidencia, en este sentido, en el grupo de
ciudadanos al que nos referimos.
Uno de los talleres de radio en la Universidad Pontificia de Salamanca |
Falta corporativismo y falta visión estratégica en
este sentido, algo directamente relacionado con la imagen tradicional de la
radio como la hermana pobre. Y sobre todo falta que la radio crea en sí misma y
en sus posibilidades de penetración en ese público concreto y perdido. El
camino a nuestro juicio es claro: cuantas más acciones se desarrollen mayor
capacidad de receptividad y de reacción. El sector profesional
radiofónico (empresas, profesionales, Academia de la Radio, docentes e
investigadores) tiene que demostrar esa sensibilidad que permita trazar puntos
de encuentro. El primer paso para conseguir ese reto pasa por educar en la
radio y con la radio. Desde la universidad apostamos por un plan de fomento de
la escucha de radio que permita colaborar en el desarrollo de la capacidad
crítica de los niños con respecto a los mensajes de los medios de comunicación,
no sólo con respecto a la prensa; que mejore la comprensión de los diferentes
lenguajes y mensajes periodísticos; que fomente el interés por conocer lo que
ocurre en su entorno y que reivindique el derecho a la fantasía a través de los
mundos sonoros.
3.- Por el placer de encender la radio
Una acción por buena que sea no mueve montañas pero un
conjunto de acciones, definidas de manera estratégica y conjunta por el sector
radiofónico, obtendrían resultados seguros. En la actual situación de crisis se
habla mucho de las generaciones perdidas, un concepto que se emplea tanto desde
el FMI, como desde la OCDE, o el mundo académico y profesional para referirse a
aquel grupo de jóvenes que, o bien no
encuentran trabajo, o es muy precario. Salvando todas las distancias evidentes,
podríamos hablar también no de una sino de varias generaciones perdidas de
oyentes de radio como consecuencia de una escasa sensibilidad del sector hacia
esa parte de la sociedad y sus necesidades vitales.
En el locutorio de la UPSA unos alumnos hacen radio. Al otro lado de la pecera, los demás aprenden |
Hay signos que pueden llevarnos a pensar que esa
sensibilidad se está despertando, muy ligeramente todavía, pero despertando en
cualquier caso. En las tres últimas temporadas radiofónicas la radio pública ha
ido proponiendo e incorporando a la parrilla de programación contenidos
dirigidos a los niños y niñas. Lo ha hecho a través de los canales de Radio Clásica y de Radio 3. Al inicio de
la temporada 2010-2011 el director de RNE presentaba las
novedades de Radio Clásica y apuntaba que
“la emisora se renueva esta temporada con
el objetivo de ser también una radio didáctica y abierta a los jóvenes”. El
último de los programas, que esperamos haya llegado para quedarse, es “La estación azul de los niños”, una especie
de spin-off del ya veterano “La Estación Azul”, que se emite en Radio 5 para los más pequeños.
RNE ha aprovechado
también las sinergias de la red para potenciar, a través de RTVE.es, estos contenidos diferenciales del resto de
contenidos ofrecidos por las emisoras comerciales. Por ejemplo, en la web,
mediante el sistema de Radio a la carta o en su canal de podcast, cualquiera
puede escuchar, descargarse o compartir este tipo de contenidos.
Existe una emisora que desde hace algunos años se ha
posicionado como una radio para toda la familia, donde los niños tienen un
lugar muy destacado. Se llama Radio Sol XXI y emite sólo
para la comunidad de Madrid. Su programa insignia es DiverClub.
Una de las últimas señales en este sentido positivo
nos la han proporcionado tres emprendedores que, obviando la crisis económica,
han puesto en marcha una radio infantil a través de Internet. Se llama Babyradio y se presenta como un lugar donde acompañaremos a los
más pequeños de la casa en la aventura de crecer, y a los papás y mamás, en la
de criar y educar.
Señales de humo o nuevas posibilidades de
desarrollo y convivencia. El tiempo dirá. El objetivo se habrá conseguido
cuando los niños vean y sientan la radio como una opción más, cuando hablen de
ella con sus amigos, compartan contenidos, comenten en Tuenti o pidan a sus
padres que enciendan la radio del coche o descarguen un podcast. Sólo por el
placer de encender la radio, sólo por el placer de escuchar. Y eso sólo puede pasar si hay vida en común,
seguramente como la que ha debido tener con la radio Manuel Camacho, el niño de la película “Entre Lobos”, que al recibir el premio de la Unión de actores como
mejor actor revelación, dedicó el premio a sus padres y a la radio de su
pueblo, Villanueva de Córdoba. ¿Qué hace que un niño de diez años en un momento así recuerde la radio junto a su familia, su pueblo, el director de la
película, sus compañeros…? Si los niños conocen la radio, se “crían” con
ella, y comparten interés por ella se produce una mayor receptividad, un cambio
de actitud que favorece la intención de escuchar la radio: sólo por el placer
de escuchar, de sentir, de vivir. Cerrad los ojos, abrid los oídos. Por si
acaso. ¡Radio, los niños existen! ¡Niños, la radio existe!
Chelo Sánchez y Aurora Pérez Maíllo
Profesoras
de radio en la Universidad Pontificia de Salamanca